El Edificio Negro ya forma parte del paisaje urbano de Guadalajara, como la torre Eiffel de París o la cúpula de cristal que Norman Foster diseñó para la ampliación del Reichstag ya es un símbolo del nuevo Berlín. Sin entrar en comparaciones que resultarían odiosas, no deja de ser cierto que en los tres casos señalados se produjeron encendidas polémicas sobre la oportunidad de deshacer lo andado, y la oportunidad de recuperar los ambientes urbanos originales. La más singular de todas fue con la torre Eiffel, que fue levantada como pura arquitectura efímera para la Exposición de de París de 1889, y con la idea de desmontarla tras su terminación. La polémica entre sus defensores y detractores fue tan enconada, que solo el paso del tiempo se encargó de resolver. Hoy, la torre, es el principal icono de la ciudad de la Luz, y es el monumento del mundo más visitado, por encima de enclaves tan parisinos como Notre- Dame o el arco del Triunfo.
El Edifico Negro seguramente que hoy en día no lo volveríamos a levantar con los criterios de los años setenta, como tampoco derribaríamos la antigua iglesia de San Gil con sus artesonados mudéjares, pero aquel ya forma parte de esa estética urbana de la ciudad, que se merece una segunda oportunidad. Derribarlo, como he oído por ahí, sería una frivolidad y seguramente una ilegalidad, porque un ayuntamiento no puede atentar contra el patrimonio municipal; y el Edificio Negro, aunque tiene un serio problema de mantenimiento, está listo para su reforma una vez su último inquilino, Radio Televisón Española, traslade sus estudios a Torre Guadalajara, cosa que hará próximamente.
A partir de ahí, llega el momento de establecer un proyecto atractivo para el inmueble y todo el entorno, en el que habrá que combinar inicitiva pública y privada para que no nos cueste dinero al contribuyente, como sucede demasiadas veces por la mala cabeza de nuestros gestores públicos. El Ayuntamiento ha incluido esta actuación en la Estrategia DUSI para el desarrollo de proyectos de desarrollo urbano sostenible, un indudable éxito para su Equipo de Gobierno porque les va a permitir una financiación complementaria de unos 9 millones de euros (a los que hay que sumar un 20% más en fondos propios), que darán lustre y brillo a este segundo tramo de legislatura, que ahora comienza.
Según podemos leer en el proyecto presentado, se trata de impulsar la dinamización del casco antiguo de Guadalajara mediante la puesta en valor del centro cívico, que se convertirá en un espacio multifuncional. La planta baja se destinará a ocio juvenil y podrá incluir una zona de auditorio-discoteca, una bolera y un espacio de restauración orientado a este público. Las dos plantas siguientes contendrán también zonas destinadas a la restauración mientras que la tercera albergará áreas de trabajo, despachos y zonas polivalentes, pudiendo las empresas de la ciudad encontrar en este centro su nuevo emplazamiento. Por último, el edificio contará con una terraza en la azotea, para el disfrute de los vecinos y con un jardín vertical en uno de sus laterales. Se realizará además una actuación integral en toda la plaza del Concejo, que se renovará y se le dará forma de auditorio para aprovechar su desnivel, de modo que este espacio pueda ser utilizado para realizar actividades de calle.
La idea tiene buena pinta, ahora bien, todo esto requiere de un modelo de gestión público-privado eficaz, que debe ir de la mano en su desarrollo, y ya sabemos que estas cosas nunca son fáciles. Sucede lo mismo con el Mercado de abastos, que concita las mejores intenciones en las mociones que el Ayuntamiento aprueba cada tres meses, pero al final todo se queda en nada, seguramente porque el cambio debería ser más radical en cuanto a su gestión de lo que el Ayuntamiento está dispuesto.La actuación también figura en la Estrategia Dusi, aunque sin aportar gran detalle. Se dice que el objetivo del proyecto es hacer del Mercado de abastos un equipamiento público comercial adaptado a las necesidades actualesdel consumidor de Guadalajara y que «en un mismo espacio se unirá la alimentación perecedera del mercado tradicional con la hostelería». A lo que se suma más oferta comercial de temporada y mercadillos, así como actividades culturales y promocionales. También se estudiará la posibilidad de incorporar en el propio Mercado de Abastos un espacio-vivero de empresas del sector comercio y hostelería. Por lo tanto, nada nuevo, aunque en ambos casos, el Edificio Negro y el Mercado van a tener una fuente de financiación europea que no estaba prevista. Vamos a ver si esta vez tenemos imaginación y lo sabemos aprovechar.
Un golpe de estado con fecha y hora.- No me imagino a ningún país serio del mundo mundial en que un gobierno regional anunciara día y hora para dar un golpe de Estado; y se lo tomaran como el que oye llover. Porque golpe de estado es lo que quiere hacer el gobierno de Cataluña, el día 1 de octubre, atentar contra la máxima norma legal, la Constitución, que es la que -¡paradojas de la vida!- le confiere a ese propio gobierno su legitimidad. Si no fuera porque es un asunto tan serio, que no sabemos qué deriva va a tomar, estaríamos hablando de sainete. García-Page, en un gesto de puro buenismo, que no es habitual en él, dice que no hay que ponerse «nerviosos», y que puede ser una “enorme oportunidad de renovar nuestro compromiso como país”. El problema puede estar en que llevamos veinte años de lo más tranquilos cada vez que el soberanismo daba un paso adelante amparado en la sectaria utilización de los medios públicos y la enseñanza, y algún día nos vamos a poner nerviosos de verdad. Ojalá que no sea el 1 de octubre.
Montoro debe dimitir.- El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro tiene que marcharse. No me vale la explicación de Rafa Hernando de que el gobierno se equivocó en la forma (utilizar el decreto ley), pero no en el fondo por la situación tan dramática por la que pasaba la Hacienda nacional, al borde del rescate. Montoro también se equivocó en el fondo. Además de no sacar con la «aministía fiscal» (Tribunal Constitucional, dixit) la cantidad esperada, lo que ha quedado meridianamente claro es que a los defraudadores les resultó más rentable acogerse a ella que haber contribuido con Hacienda como todo bicho viviente. El problema de Montoro no es solo de torpeza y soberbia; es de justicia. Ha sido duro con el débil, esa clase media que que aporta la mayor parte de la recaudación fiscal en España, e indulgente con los ricos de verdad a los que convalidó sus trapacerías. Y luego algunos se extrañan de que los sondeos empeoren las expectativas del Gobierno, que no se aprovecha de una recuperación económica que está en marcha. Atiende, Rajoy: ¡Es la cara de tonto que se nos queda con estas cosas y otras corruptelas varias! Esto es lo que hay.