La manifestación de la Diada de Cataluña, si bien reunió a menos público que en años anteriores, sigue concitando el apoyo de demasiadas personas teniendo en cuenta la magnitud del desafío de esta convocatoria anual: el respaldo a un referéndum ilegal, que liquidaría la Constitución y el Estatuto de Aurtonomía en Cataluña en lo que supone la mayor provocación al Estado Español desde la recuperación de la democracia. No solo para el gobierno central, como algunos irresponsables dirigentes del populismo patrio pretender señalar en un imposible ejercicio de equidistancia. Porque verá, señor Iglesias: lo que nos jugamos el día 1-O es la legitimación del propio Estado ante Europa, la Comunidad internacional y las instituciones financieras que nos prestan el dinero. Es tan sencillo como esto: si el 1-O se celebra un referéndum, y a los pocos días se proclama la República Catalana, y no les pasa nada a los cargos públicos que desafiaron la prohibición del Tribunal Constitucional al día siguiente el que se desintegra es el Estado Español, como se desintegró la bienintencionada Primera República Española, por las desmesuras de los nacionalismos y cantonalismos de todo tipo hasta que el general Pavía entró en las Cortes el 3 de enero de 1874 y puso fin a la República Federal, en la que en sus primeros once meses se sucedieron hasta cuatro presidentes.
Lo que nos confirmó la Diada de este año es el convencimiento de que con los promotores de este “Proces” no hay posibilidad de diálogo. En el caso de las fuerzas políticas que soportan al actual gobierno catalán, porque el caballo se les ha desbocado, y cualquier negociación a la baja supondría el descrédito ante su inflamada parroquia y a la que se le ha impedido desde su aparato mediático conocer los riesgos de todo este proceso. Y si hablamos de la CUP, lo que quieren iniciar es un proceso revolucionario que terminaría irremediablemente en una dictadura comunista de la peor especie en la que no cabría ni la libertad política ni la económica.
Por todo ello, si no hay una rectificación, es inevitable la confrontación para restablecer la Ley y el derecho, que el Parlamento catalán mancilló con sus leyes de ruptura, y casi lo de menos es cómo se impide que el 1 de Octubre derive en un golpe de estado como el que intentaron Milans y Tejero: si mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución o en base a la Ley de Seguridad Nacional. Ese día llegará pronto y no valdrá ponerse de perfil, ni será posible apelar al diálogo. Antes habrá que habrá que asegurar la continuidad de España como estado, y luego, porque en Cataluña media sociedad no está cómoda con la actual situación, abrir un proceso de diálogo como el que se hizo en la Transición. Pero ya sería con otros interlocutores que no nos hayan llevado a este despeñadero. En el Reino Unido el gobierno de Londres tuvo que suspender por un tiempo el gobierno autónomo de Irlanda del Norte y no pasó nada.
Populismo sobre ruedas.- El vicepresidente segundo del gobierno regional, José García Molina, y la consejera para la Coordinación del Plan de Garantías Ciudadanas, Inmaculada Herranz, han publicitado estos días que ambos han renunciado al uso del coche oficial. Bueno, ¿ y qué? ¿Este gesto nos va a suponer algún ahorro al contribuyente castellano-manchego, que les paga sus sueldos? La respuesta es negativa: ni un solo euro, porque en ningún caso se va a amortizar la plaza de los conductores que estaban asignados a sus respectivos cargos, simplemente que estarán más relajados porque van a tener menos trabajo. Así que si quieren ahorro, sin demagogias, les sugiero que prescindan de algún asesor, porque esos cargos sí que son discrecionales. Y confíen más en los funcionarios de carrera.
Por lo demás, no me imagino a dos miembros del consejo de gobierno de Castilla-La Mancha teniendo que desplazarse en una región tan extensa como es ésta en el autobús de línea o conduciendo su propio coche. ¿O es que se van a encastillar en Toledo, como si fueran Padilla frente a las tropas imperiales y no van a dejar el despacho? De ser así, malo, pero si el día en que se desplacen van a perder media jornada en la carretera nos va a salir muy cara la hora de estos consejeros. Y hasta puede que algunos piensen que a pesar de los engolados títulos de sus consejerías en realidad tienen poco trabajo. ¡Pero es que queda tan mono poder decir que nosotros no somos casta, porque renunciamos al coche oficial!
Esto es lo que hay: populismo sobre ruedas.
Nota: En el dibujo, bandera de la I República Española