Fracasó el supuesto referéndum, pero eso ya lo sabía el gobierno independentista de la Generalitat de Cataluña. Este domingo simplemente se rodaba un spot titulado “Porras y urnas”, por el que los secesionistas intentaban vender al mundo la supuesta represión del pueblo de Cataluña a manos del Estado Español aireando esa trampa saducea que pretende poner cualquier supuesto derecho a decidir por encima de la propia Ley. Olvidándose de que en la Alemania nazi o en la Venezuela de Maduro también se vota, pero cómo se vota. En Cataluña ya lo hemos visto: cualquiera podía ejercer el derecho universal de acudir a votar donde quisiera y las veces que le pareciera oportuno. El perfomance con que Puidmemont y los suyos montaron esta parodia se lo permitía.
Este 11-0 ha dejado algunas cosas claras, y otras tan inciertas que da vértigo.
Ha quedado claro que los Mossos, como policía judicial de Cataluña, son inoperantes porque anteponen la política sectaria de sus jefes a la profesionalidad que se le supone a una policía neutral y democrática. En cualquier país serio, el jefe de los Mossos, el tal Trapero, habría sido cesado en el momento de haberse comprobado que desoyó las órdenes de los jueces para precintar los recintos de votación. En Cataluña, los Mossos son la policía mayoritaria, y sin un mando dispuesto a obedecer a la Ley el Estado de derecho hace aguas, porque el gobierno central no puede enviar un crucero lleno de guardias cada vez que haya un problema.
En paralelo a la desidia con que se ha comportado la Policía Autonómica, hay que destacar la profesionalidad de la Guardia Civil y Policía Nacional, que han cumplido a la perfección las órdenes de sus superiores, utilizando la fuerza justa para impedir la celebración de la votación, pero sin reprimir cualquier otro derecho democrático, como el de manifestación, de los que discrepaban. Ante la actitud de algunos de los sediciosos, si este desafío hubiera ocurrido en la Venezuela de Maduro, se habrían producido decenas de muertos, como bien sabemos por la manera que los amigos de Podemos reprimen las manifestaciones de la oposición. Si mañana, o pasado, hay cualquier posibilidad de diálogo y de enderezar este disparate se lo debemos a la profesionalidad de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Me decepciona profundamente que a las pocas horas de la intervención medida por parte del Gobierno de la Nación, la dirección del PSOE de Pedro Sánchez y Miquel Iceta se desmarcaran del apoyo a la legalidad, que mantuvieron en las últimas semanas ante el desafío secesionista, poniéndose de perfil y equidistantes entre los golpistas y el gobierno que tiene obligación de cumplir la Ley. Es decepcionante que no dejaran pasar ni unos días para criticar al ejecutivo de Rajoy, porque si bien es cierto que este gobierno ha podido cometer errores por practicar el juego del avestruz ante lo que se le avecinaba, no podemos olvidar que tampoco los socialistas cuando gobernaron (y lo han hecho en mayor medida que el PP) tuvieron ninguna solución mágica ante el desafío soberanista. Ni el señor Ábalos ni el señor Iceta han hecho ninguna propuesta para enderezar esto que no sea la consabida apelación al diálogo. ¿Pero qué se puede dialogar con unos golpistas que sólo tienen un objetivo, la independencia de Cataluña, y que no parecen dispuesto a negociar dentro de la Ley? Hoy no era el día para la política con minúsculas, sino para el patriotismo constitucional. Y más cuando la España democrática necesita una izquierda socialdemócrata fuerte y con un proyecto diferenciado de esa extrema izquierda, que por primera vez ha entrado en el parlamento, a lomos del populismo que ha alentado la crisis, y que está dispuesta a dar calor a todo tipo de separatismos con tal de socavar los cimientos de la Constitución del 78, que ha dado a España el periodo de mayor prosperidad y libertad de su historia. Jamás el PSOE, ni en los peores momentos de la Guerra Civil, por el acoso separatista y revolucionario, dejó de tener clara su obligación con España.
El referendo ha fracasado, pero tras el 1-0 llega el 2-0 y nos encontramos con dos legalidades en Cataluña. Una es la del Estado Español, con unas leyes a las que están sujetos todos los poderes que emanan de él, y otra legalidad, la Generalitat de Cataluña, que también emana del Estado, pero que está ocupada por unos tipos que se niegan a cumplir con la Ley que da carta de naturaleza a las instituciones que gobiernan. No hace falta ser catedrático de derecho constitucional para saber que ambas legitimidades son incompatibles, y que si el gobierno del Estado, mañana mismo, y por los procedimientos que le permite la Constitución (incluido el artículo 155), no termina con los sediciosos es el propio Estado el que entraría en trance de disolución. Francia, Alemania, el Reino Unido o cualquier país de tradición democrática no habría tolerado que a un referéndum ilegal que dinamita a ese estado hubieran llegado como pilotos del mismo sus promotores. Es sencillamente inimaginable.
Habrá que estar atento al desarrollo de los acontecimientos, porque en los próximos días tienen que pasar cosas, seguramente que algunas desagradables, pero ninguna de ellas debe llevar premio a los políticos que nos han conducido a esta situación tan desesperada. Porque sería la democracia española la que no lo resistiría. Esto es que hay.