Este lunes empiezan las obras del denominado Eje Cultural, la inversión más alta en infraestructuras de la legislatura (3,5 millones), que el Ayuntamiento la envuelve como una acción determinante en favor del casco histórico.
No es que quiera yo echar agua sobre un proyecto que indudablemente va a favorecer el tejido urbano, actualmente muy degradado, de esa área de actuación en el entorno de la antigua carretera de Zaragoza (sobre el asunto del tráfico me remito a un artículo anterior) pero nos engañaríamos todos, Ayuntamiento incluido, si no hiciéramos una reflexión más profunda sobre el estado de necesidad en el que se encuentra nuestro casco histórico
En los últimos años, bien por proyectos animados por el Plan Zapatero, o por acciones puntuales acometidas por el actual Equipo de Gobierno se han rehabilitado prácticamente todas las pequeñas plazas y plazuelas del casco; numerosas calles; y una vez que se terminen las obras del Eje Cultural solo queda pendiente la remodelación de la plaza de Dávalos. Podemos decir por tanto que se ha echado mucho cemento en el centro de Guadalajara; se han implementado algunas medidas para favorecer al pequeño comercio y otras de tipo fiscal para animar a la rehabilitación. Pero queridos vecinos, hemos pasado por la etapa más gloriosa de la economía arriacense tras la Guerra Civil y sin embargo ese esplendor que nos trajo el ladrillo a la ciudad hasta que estalló la burbuja, no ha servido para rehabilitar la mayor parte de los inmuebles del casco viejo, que ya veremos si pasan los Informes de Evaluación de la Edificación y algunos no tienen que ser derribados.
Tenemos un gran problema. Así sucede que por esas aceras más grandes con aires de bulevar que se van a construir por la carretera de Zaragoza, y por la peatonalizada Calle Mayor (alta y baja) los turistas que inicien su recorrido en el palacio del Infantado se van a encontrar con un rosario de inmuebles en estado ruinoso que afean la imagen de Guadalajara. En la misma plaza, frente al Infantado hay un inmueble enorme en el que no vive nadie, y en la calle Torres las casas que sí están alquiladas, la mayoría a inmigrantes con escasos recursos, ya veremos si pasan esos informes. Los turistas que suban hacia santa Clara ya habrán visto el primer solar sin edificar y luego se encontrarán con ese inmueble fantasmal en el que se ha convertido el antiguo Bar Soria. En la carretera de Zaragoza pasarán por portales de casas viejas que llevan cerradas desde hace décadas, y los que hayan llegado hasta la plaza Mayor descubrirán un enorme solar en su lado sur junto a la carcasa del edificio de la antigua pescadería Maragato que milagrosamente se tiene en pie. Si baja por la Cuesta del Reloj, lo primero que verá es el triste aspecto del que fue flamante edificio de la Telefónica y algún otro inmueble deshabitado frente al Mercado de Abastos.
Para el turista que siga Mayor arriba, tal vez le resulte desapercibido el solar de lo que fue Cine Imperio, con su tejado a punto de derrumbarse, y siguiendo por el callejón del antiguo Cine Moderno llegará a la plaza de San Esteban, y allí se nos puede caer el alma a los pies. El viejo inmueble del Ateneo Obrero está cerrado y al carecer de mantenimiento por parte de su propietario (Junta de Comunidades) en proceso de ruina galopante y sujeto a nuevas ocupaciones de los antisistema. En el lado Este, el palacio de la familia Romanones, que rehabilitó y mantuvo en pie la Autonomía mientras albergó la Delegación de la Junta está a la venta desde que se marchó ese último inquilino, pero nadie se interesa por él. Y en la cara Sur de la plaza nos toparemos con otro solar sin edificar en donde estuvo en palacio de la vizcondesa de Jorbalán. El turista que siga por ese pomposamente llamado Eje Cultural verá más solares vacíos en la plaza de Moreno, y cuando vuelva a la Calle Mayor alta hoy se topa con un cercado que interrumpe la calle mientras no se derribe el inmueble de la antigua carnicería Jabardo (con lo que durante un tiempo existirá otro solar sin edificar), veinte metros más arriba se encontrará con varias casas abandonadas en el último tramo de la calle, en donde estuvo el estudio fotográfico de Andradas, y en el esquinazo con Santo Domingo también se ha cerrado el viejo inmueble en el que estuvo un conocido despacho de abogados.
Prefiero detenerme en ese paseo por el casco para no deprimirme. Por muchas y diversas razones, importantes edificios del casco histórico no aprovecharon el boom inmobiliario para ser rehabilitados. A algunos propietarios se les pasó el arroz, pensando que el mercado del suelo podía subir todavía más, y ahora nos encontramos con que la situación ha cambiado radicalmente y la actividad promotora se ha reducido en nuestra ciudad en un 90% respecto a 2006 como nos recuerda el arquitecto Miguel Ángel Embid en su último post en GuadalajaraDiario. A él me remito en cuanto al fomento de la rehabilitación de edificios y a las políticas que podría emprender el Ayuntamiento en base a la nueva Ley de Rehabilitación y a la obligatoriedad que tienen los propietarios de construir en sus solares.
Algo hay que hacer, porque en Guadalajara pasaron las vacas gordísimas de la promoción inmobiliaria y a pesar de todo el dinero gastado en cemento, tenemos un casco histórico en su mayor parte deshabitado, con casas desde hace tiempo degradadas por el agua y las palomas, y que va camino de convertirse en un área urbana marginal como ha sucedido con barrios enteros en otras ciudades españolas. Mucho ojo, por tanto.
¿Eje cultural? Pues sí, el nombre suena bien. Pero esto es lo que hay.No hagamos como el avestruz.