Los dieciseis mil avales de ventaja que ha sacado Pedro Sánchez Pérez-Castejón a Eduardo Madina le convierten de facto en el gran favorito para ganar el Congreso Extraordinario de Julio y convertirse en el próximo secretario general de los socialistas. Pero no está todo decidido. Los avales marcan una tendencia, es cierto, pero no deja de ser un proceso abierto en el que el avalista revela aparentemente sus preferencias, lo que favorece la influencia de los respectivos aparatos (que son tantos como autonomías, provincias y grandes agrupaciones locales tiene el PSOE), mientras que en la cita con la urna los militantes no tienen que responder ante nadie salvo a su propia conciencia. Por ello, hasta el 26 y 27 de julio no está todo el pescado vendido y Madina seguirá teniendo sus opciones, aunque en términos deportivos ahora la toca arriesgar en lo que queda de campaña y esto le puede llegar a cometer errores. Algunos los ha tenido ya, al sostener en varios sitios una cosa y la contraria, lo que contribuye a aumentar su imagen de candidato voluble en asuntos que deberían estar más claros. Aunque tampoco Pedro Sánchez ha sido un prodigio de claridad en temas como la reforma de la Constitución y ese federalismo asimétrico que propugna para salir de ese agujero negro que tenemos en Cataluña, con el epicentro puesto el 9 de noviembre. No es ningún disparate, desde luego, porque en el empeño de querer igualar la autonomía de Murcia o Castilla-La Mancha con el País Vasco o Cataluña está el origen esa carrera en pelo de los nacionalismos hacia el soberanismo. Aunque para reformar la Constitución, primero hay que saber qué mayoría en Cataluña y el País Vasco respalda la Tercera Vía, y luego hablar con el PP para que pueda prosperar. Porque para saltos en el vacío, como se apunta desde la izquierda radical, mejor nos quedamos con el consenso de 1978.
Sánchez y Madina, hasta ahora, han afilado su perfil izquierdista y no es una casualidad. En el Partido Socialista sus bases siempre han estado más escoradas a la izquierda que su electorado, que campa más bien por el espectro del centro-izquierda –esta misma situación se da en la militancia del PP, pero al revés–, por ello es tan importante el modelo americano –que el PSOE no se ha decidió a importar del todo—de contar además con la figura del simpatizante para la elección de los candidatos. Pero además hay una situación ex novo, que amenaza con condicionar esta elección. Se trata del crecimiento de la izquierda radical en las Europeas, y especialmente de Pablo Iglesias y su Podemos, que con un lenguaje populista-comunista se ha aprovechado el desgaste del PSOE por su ineficaz gestión de la crisis cuando gobernó. Cada militante socialista conoce a un hijo, un sobrino o un vecino que ha votado cabreado contra la “casta” por el atractivo candidato de La Sexta, y cree que la solución es girar más y más hacia la izquierda, lo mismito que ha sucedido en Francia, pero en ese caso con la derecha antisistema como beneficiaria. Pero mucho me temo que como dice Nicolás Redondo Terreros, como “juguemos a Podemos nos gana Podemos”. Le ha pasado a Más con la Esquerra de Oriol Junqueras.
Por todo ello, sería deseable y clarificador que más allá de las cuatro consignas de veinte segundos en las que los asesores políticos quieren resumir el pensamiento político de los candidatos virtuales que se llevan hoy en día [la Transición en España habría sido imposible con el grado de populismo que se despacha en algunos programas de máxima audiencia], se diera oportunidad a Sánchez, a Madina, y al tercero en discordia, López Tapias, a debatir a fondo sobre los temas que más interesan a los españoles: política territorial, reforma fiscal, relaciones laborales, sostenibilidad del Estado del Bienestar (la asignatura pendiente de la socialdemocracia), relaciones con la UE, etc. Sin debates, las campañas se reducen a la mera consigna, y la gente está hasta el gorro de propaganda , y lo que quiere saber es si detrás de los eslóganes de turno hay alguna idea nueva, y un líder con un mínimo de carisma. El PSOE ha hecho un favor a la apertura de las malolientes salas de máquinas de los partidos españoles adoptando la elección de un militante un voto para designar a su secretario general. Pero se quedaría a mitad de camino si sus candidatos no pudieran hablar civilizadamente entre ellos, con los medios de comunicación pos testigo, porque el PSOE es un partido de Gobierno, y aunque la mayoría de los españoles no militemos en él, todos somos susceptibles de votarlo. Ahora vendrán algunos a decir que si hay debate, el síndrome de la desunión planea sobre el partido. ¡Tonterías! Mira que se remarcaron las diferencias entre Obama y Hillary Clinton durante los debates de la campaña demócrata, y luego Hillary fue su leal secretaria de Estado.
No debería haber por tanto un efecto boomerang de las Primarias hacia el partido que las convoca. Todo lo contrario. A medida que se vaya abriendo el PSOE hacia nuevas formas de participación de sus militantes y simpatizantes, obligará al PP a seguir ese camino, o tendrá el riesgo de quedarse como único representante de la “casta”. Los populares aparentan que al haber ganado las últimas elecciones, nada de esta corriente renovadora va con ellos, pero se equivocarían sin no se dan por aludidos. Hasta ahora no lo han hecho, y sorprende la falta de autocrítica con la que se han despachado algunos resultados electorales, especialmente en nuestra provincia y singularmente en el Corredor del Henares. En el PP se empieza a extender la especie arriolista de que Podemos les va a hacer ganar las próximas elecciones, porque con su radicalismo va a levantar de la cama hasta su último simpatizante. Sería demasiado simplista que el análisis de los resultados de las Europeas se quedaran en eso, y los populares no entendieran que la exigencia de reformas internas también les atañe, porque esta crisis no es como otras por la que ha pasado la sociedad española en los años setenta y ochenta. Esta crisis ha rebajado tanto los sueldos y la calidad de vida de la clase media española (4 puntos estadísticos, según la OCDE) que va camino de su proletarización, la gente piensa que cada día tiene menos que perder, aunque en puridad no sea verdad, y no va a ser fácil convencer a esos cuatro millones de electores del PP que se quedaron en casa de que en 2015 se están jugando algo solo con medidas cosméticas, como esta reforma fiscal, que no lo es porque con aspectos indudablemente positivos sigue sin abordar el meollo de la cuestión: cómo hacemos para que las grandes empresas y fortunas españolas, que no hacen la declaración de la renta, arrimen más el hombro para salir de esta. Sin demagogias.
Queda por último lo que Pablo Bellido llamó segundas y terceras lecturas sobre este proceso interno que acomete el Partido Socialista. Es inevitable que se hagan. Pero yo no le daría mucha importancia, porque estamos hablando de avales. ¿Esa neutralidad declarada por García Page ha contribuido que en CLM haya ganado Sánchez, aunque solo fuera por un poquito, apenas 200 avales? ¿Que la gente del actual secretario provincial simpatice más con Madina que con Sánchez explica la significativa ventaja en Guadalajara, casi 100 avales?
Lo que sí está más claro es lo sucedido en Andalucía. Susana Díaz ha mandado un mensaje urbi et orbe de que sus preferencias están con Sanchez, aportando el 33,8% de sus avales. Ninguna sorpresa. Sería la primera vez en la historia del PSOE que la potente Federación Andaluza renunciara a ejercer su influencia y permaneciera neutral. La influencia se ejerce o se pierde.
Esto es lo que hay.