Escribía hace exactamente 12 días que a Sánchez le podría salir la cuadratura del círculo, y que a pesar de que el PSOE ha cosechado los peores resultados desde 1977, tal y como pinta el panorama, el actual líder socialista se puede convertir en el próximo presidente del gobierno de España.
He leído y escuchado en las últimas semanas a analistas bienintencionados que descartaban tal posibilidad, porque la “mayoría progresista” que podría hacer presidente a Sánchez es tan “variopinta”, y con intereses tan “contrapuestos”, que no habría luego manera de articular un soporte a ese gobierno y alcanzar un acuerdo de mínimos durante la legislatura. Siendo todo ello cierto, pecan de ingenuidad los que hacen ese razonamiento porque confunden un pacto de investidura con un pacto de gobierno y no ya digamos con un gobierno de coalición.
El argumento que Sánchez va a vender a algunos aterrados barones y al comité federal del PSOE, el sábado 30 de enero, es mucho más sencillo. Les dirá que como Rajoy se ha retirado de la carrera por la nomación y cualquier combinación con el PP no se producirá jamás de los jamases, porque él dispone de la llave de bloqueo, ha querido el destino que le toque a él; y solo a él ser el elegido. Sánchez va a dar a sus compañeros de la Federal una sencilla lección de matemáticas: el PSOE y las cuatro factorías de Podemos suman 159 votos, así que en la segunda votación de su investidura al candidato Sánchez solo le harían falta cinco votos más para tener más sufragios favorables que en contra, como exige la Ley. Y le podría valer con que el PNV, que tiene seis, le votara a favor, si el resto de fuerzas nacionalistas se abstuviera, como ya han anunciado paladinamente. Esto son matemáticas, dirá Sánchez, y estos son mis poderes: el PSOE podría regresar a La Moncloa; y a partir de ahí no tendrá necesidad de aclarar lo que ello supone: entre dos mil y tres mil altos cargos y asesorías prémium, de los que toda la inteligencia del partido se va a beneficiar. Es el Poder, con mayúsculas. Un plato muy difícil de rechazar. Caviar de beluga.
Esto es lo que va a hacer Sánchez, beneficiarse de una aritmética diabólica que le ha convertido en clave de bóveda, cosa que no sucede con PP, Podemos y Ciudadanos; y a ello está dedicado desde la misma noche del 20-D. En su primera jugada, ha dejado expedito el camino para lograr la abstención de Esquerra Republicana y del postpujolismo de Democracia y Libertad, al regalarles un grupo parlamentario en el senado con lo que percibirán al año 269.016 euros, cada uno, y multiplicarán sus intervenciones en la cámara alta. Que ese altavoz vaya a ser utilizado fundamentalmente para lo único en lo que se ocupan ambas formaciones en esta legislatura, que es cómo romper España y declarar la República de Cataluña en 18 meses (Puigdemont, dixit) es algo baladí para el candidato Sánchez. Su explicación de que eso se hizo por cortesía parlamentaria, cuando entre estas dos fuerzas políticas tenían diputados suficiente para haber formado un grupo conjunto, y conjuntamente concurrieron a las últimas elecciones en Junts pel Sí, es un insulto a la inteligencia de los españoles. Pero, ahora, lo que importa es sacar la calculadora y anotar: 8 de DL y 9 de ERC, 17 abstenciones a la buchaca. El frente independentista ya está controlado. Ni tan siquiera les va a tener que prometer y avanzar algún comprometedor documento sobre la autodeterminación. Porque ellos lo tienen claro. Ahora lo que toca es cerrar cualquier camino a la investidura de Rajoy; y en el minuto siguiente al de la elección de Sánchez al frente de un gobierno multicolor y abierto… a la improvisación (el PSOE tiene 89 escaños de 350 posibles -¡como no le dará vértigo!)- ya volveremos con la matraca del independentismo y cómo llegamos a esa independencia express en año y medio, que es para lo que han puesto en San Jordi al alcalde de Gerona, un político de familia pastelera.
Para seguir sumando apoyos a la investidura, el candidato Sánchez necesita obligadamente el respaldo de Podemos y de sus tres marcas blancas, que como hemos empezado a darnos cuenta, son algo más que unos partidos instrumentales, porque como buenos nacionalistas, le reclaman a Pablo Iglesias su independencia. ¿O es que se cree el secretario general de Podemos que iba a ser más que el general Prim? Pero hasta en esto va a tener suerte Sánchez. Hasta hace muy poco, todos teníamos dudas sobre si Iglesias aceptaría a un Sánchez presidente, o si por estrategia quisiera forzar unas nuevas elecciones para dar el sorpasso definitivo al Partido Socialista. Al día de hoy, yo me inclino a que, al final, Iglesias dará los votos que le hagan falta al candidato Sánchez, porque ya no está claro si a Podemos le interesan unas nuevas elecciones en las que tendría que dar más poder, y más independencia, a Ada Colau, la estrella emergente de la izquierda soberanista catalana; con los de Compromís ya se ha visto, que están con la puerta entreabierta; y con las mareas gallegas bien es sabido que te puedes ahogar si no las controlas. Dudo mucho que a Iglesias le interese revolver ese gallinero parlamentario de Podemos en el que todo el mundo quiere disponer de su propio portavoz, que ya me empieza a recordar a esa expresión unamuniana: “yo soy de mi propio partido, y si se apunta alguno más, yo me borro”. Y que en lo puramente histórico empieza a asemejarse a la deriva que tomó la I República Federal Española. ¿Quien será el primero que reivindique la creación de una ceca para acuñar moneda? ¿Será tal vez una de las funciones de ese enternecedor ministerio de la Plurinacionalidad, que ha propuesto el líder neocomunista?
En ese escenario: ¿Al Podemos de Iglesias-Comité Central, le va a interesar arriesgarse con unas nuevas elecciones en las que si bien podrían llegar a ser más votados que el PSOE, al final con la aplicación de la Ley d’hont, la asignación de parlamentarios sería muy similar? El candidato Sánchez se ha adelantado a la respuesta de Iglesias-Comité Central, y ha tecleado en su calculadora: 69 votos más a la buchaca de Iglesias y sus almas nacionalistas. Pero Iglesias es un hombre con gran sentido para la representación, porque no en vano es un político que creció en los platós de la Sexta, y con ese punto de soberbia que le caracteriza ya le dijo a Sánchez que se ofrecía a ser el vicepresidente y a entrar en el Gobierno en los ministerios más sensibles. ¿Cómo fue lo dijo que Alfonso Guerra al respecto? Pongo en duda si al final habrá gobierno de coalición con esas exigencias, pero no que Iglesias acabará cediendo a Sánchez esos 69 votos que necesita para la investidura. Y lo que tengo más claro que el agua del Sorbe es que si hay gobierno de coalición en Madrid, lo habrá también en Toledo.
Pero sigamos: a Sánchez solo le quedaría asegurarse para su elección los seis votos del PNV, que ya sabemos que desde los tiempos en que Zumalacárregui libraba batallas ante los liberales de Espartero, y luego con Sabino Arana y su acompañamiento de sotanas carlistas, este partido-movimiento defensor de los viejos fueros es de un progresismo acrisolado. ¿Cómo va a faltar el PNV en esa fiesta plurinacional que nos va a montar ese futuro gobierno del Estado Español? ¿Me permitirán por fin, cosa que nos negaron en el nacimiento del Estado Autonómico a las comunidades que no seguimos el artículo 151 de la Constitución, el derecho a decidir a qué autonomía de ese nuevo federal debería estar adscrita cada una de las provincias españolas? Pongamos que hablo de Guadalajara. Porque si el melón se abre, se abre para todos…
El PNV es muy dado a las grandes escenificaciones en campas , basílicas y parlamentos, con lo que ya le están pidiendo al candidato Sánchez una relación de igual a igual entre el Estado Español y EuskalHerría –supongo que incluyendo en ella a Navarra y el condado de Treviño– como si de hecho fuéramos un estado confederal –que yo no digo que no se pueda hablar, aunque será entre todos, insisto–, pero que también exigiría una reforma en profundidad de la Constitución, lo que excede de las competencias de ese futuro gobierno. Y para ello habría que contar con el PP y Ciudadanos, así que… También le han dicho a Sánchez que el PNV reclama el derecho a decidir, pero como Arzalluz es un pragmático, pues no se lo va a querer cobrar antes de la votación de investidura, para que no le pase lo de Mas el astuto, que él solito se metió en un callejón sin salida, por torpe. Como todo eso lo sabe el candidato Sánchez, apuntará otros seis votos para su investidura, y con su calculadora se presentará ante el Comité Federal: “Estimados compañeros, me salen las cuentas para ser el próximo presidente del Gobierno”.
A partir de ahí, caben dos posibilidades. Que el peso del poder caiga como una losa sobre el Comité Federal, y le dejen hacer a Sánchez, y ya veremos hasta donde aguanta con un gobierno en precario. O que en la mayoría del PSOE cunda el temor a las consecuencias que podría tener para ese partido el fracaso de un gobierno corto de su líder. Y estoy seguro de que algunos socialistas, sobre todo los que conocieron la Transición, se preguntarán qué clase de modelo territorial se puede pactar con unos señores cuya única misión en la vida, ahora, es romper España. O qué credibilidad tendría entre sus socios europeos (la UE está gobernada por una gran coalición entre conservadores y socialdemócratas) un programa económico que habría que pactar con un partido neocomunista, que tiene por modelo un programa económico muy similar al que se tuvo que comer con patatas Alexis Sypras en Grecia, después de renunciar a todos su inmarcesibles principios, y despedir a Varoufakis a la velocidad de su moto. Me gustaría que saber qué dice de todo esto el economista de confianza de Sánchez, Jordi Sevilla, un socialdemócrata al que siempre he tenido por un tipo serio, y que está más callado que una tumba. ¿O es que le da lo mismo? ¿O es que en la estrategia de Sánchez, una vez investido, no está negociar el presupuesto con esa “mayoría progesista” que él cocina, y no descarta una salida a la portuguesa en la que el nuevo gobierno de “mayoría progresista”, que preside el socialista Antonio Costa, tuvo que aprobar los Presupuestos con el primo de Rajoy, el ex primer ministro Passos Coelho, porque sus aliados comunistas y “progresistas” dijeron que seguía habiendo muchos recortes? ¿Es esto lo que pretende el candidato Sánchez, gobernar aquí y allá a salto de mata, pactando los Presupuestos y las cosas de comer con PP y Ciudadanos , y una agenda social, maquillada por Jordi Sevilla, con la izquierda más extrema? ¿Qué credibilidad tendría ese gobierno en los inversores extranjeros y los mercados, que nos refinancian cada año con 400.000 millones de euros? ¿Con qué dinero íbamos a pagar esos subsidios generalizados y los ingentes planes de empleo público? ¿Cuándo tardaríamos en volver a la situación de la España de 2009, en términos de crecimiento y empleo, cuando fracasó el Plan Zapatero y nos metió cuatro puntos adicionales de déficit a nuestra economía, que todavía estamos pagando ?
Lo que deberá plantearse el Comité Federal del PSOE es si merece la pena que Sánchez gobierne a toda costa, cerrando cualquier posible acuerdo con el PP — lo que choca contra el ideal de la Transición, porque los populares siguen teniendo 7,2 millones de votos– o si hay que explorar fórmulas que impidan unas nuevas elecciones, que por lo que dicen los sondeos no resolverían tampoco gran cosa; acaso prolongarían la inestabilidad y la incertidumbre, lo más peligroso para la economía y el empleo.
Me ha desagradado –no digo sorprendido, tal y como es Rajoy, el témpano de Pontevedra— que el candidato del partido más votado haya renunciado al debate de investidura. Aunque hubiera fracasado en la aritmética, probablemente lo podría haber ganado ante la opinión pública, porque liberado de su corsé, Rajoy es un buen parlamentario y debería haber defendido un gobierno constitucionalista, reformista y moderado como alternativa a un frente izquierdista-independentista. En ese sentido, su decisión ha sido una total decepción, por mucho que a algún estratega cabeza de huevo –¿Arriola otra vez? le haya parecido mejor la estrategia de dejar a Sánchez y al PSOE a que se cueza en su propio guiso y esperar a ver si revienta la olla. Muy propio de un político que siempre ha jugado al contraataque, y que ha desperdiciado una holgada mayoría absoluta para liderar un proyecto honesto, reformista y social-liberal que hubiera ilusionado a un electorado de clases medias a las que la crisis ha proletarizado y las ha convertido en escépticas
Me gustaría creer que entre PP, PSOE y Ciudadanos hubiera una mayoría sensata capaz de pensar en España, y exploren un gobierno de concentración sobre un programa concreto –reforma constitucional, consolidar el actual crecimiento en torno al 3% del PIB, modelo territorial, ley electoral, reforma del Senado, estado del bienestar, lucha contra la corrupción y ¡ojalá educación!- que sea como una especie de segunda Transición en la que desde el reformismo se vuelva a asegurar para España otros treinta años más de democracia y de unidad.
Un gobierno en el que Rajoy y Sánchez, los dos perdedores de estas elecciones, se queden a un lado para que ése gran acuerdo nacional vuelva otra vez a ser posible. Tenemos una situación a la italiana, por haber despreciado el sistema de segunda vuelta, como en Francia, y hacen falta políticos italianos que negocien una salida digna para todos, pero sobre todo patriótica, mirando al pueblo español, al que después de una crisis que ha durado ocho años, no se le puede enviar al despeñadero griego, y no digamos al venezolano.
Fórmulas hay varias. Estudien la historia política de Italia donde ha llegado a gobernar un independiente respaldado por una mayoría en la cámara, el candidato del tercer partido más votado, como solución de compromiso entre las dos fuerzas más grandes, o un presidente propuesto por el partido mayoritario en un gobierno con más ministros de los partidos que dan soporte al ejecutivo
El 20-D nos ha dejado una situación especial, que requiere de gobiernos especiales, de amplio respaldo, y que no naufraguen a las primeras de cambio. Requiere de finezza italiana. No un gobierno frentepopulista y que otra vez excluya a la mitad de España. Entre PP y Ciudadanos hay 10,7 milllones de votos.
Pero con un Presupuesto para 2016, que ya está aprobado, y que da a Sánchez un margen de maniobra de casi un año, lo que me temo es que al candidato perdedor le va a salir la cuadratura del círculo.
Esto es lo que hay. Lo siento.