La comparecencia de los dirigentes de Ciudadanos en una plaza, frente a Diputación, para explicar su versión sobre lo sucedido con su diputada provincial, Yolanda Ramírez, que ha abandonado esta formación política, según avanzamos en primicia, puso en evidencia uno de los efectos indeseables del sistema y que los pactos antitrasfugistas apenas han conseguido mitigar. Ni con los partidos de la vieja “casta”, ni con las formaciones emergentes, que en poco tiempo han caído en los vicios de esa “vieja política” a la que supuestamente querían renovar. Cosas de tocar poder, cargos y prebendas. ¿Verdad Pablo?
Con esa postura de la rueda de prensa en plena calle, la dirección de Ciudadanos quería visibilizar que su formación ha perdido la representación en la institución provincial, y con ella el sueldo, despacho y el personal eventual (dos administrativos) , que hasta ahora les ha proporcionado esa casa con el dinero de todos. No es una cosa baladí, porque Ciudadanos reunió 8.172 votos (el 6,53%) y 20 concejales, y no deja de ser una vergüenza para la democracia que pueda perder esa legítima representación, porque su diputada provincial, por las circunstancias que sean (como hasta ahora sigue desaparecida, las desconocemos) haya abandonado el partido sin haber renunciado al escaño. A la Diputación le ha comunicado su baja en Ciudadanos, pero no su renuncia al escaño, así que todo hace suponer que Ramírez va a seguir como diputada no adscrita.
Insisto: cualquier alteración de la representación que deciden los electores es una vergüenza para la democracia, pero las Ley está así –en la mayoría de los países sucede igual—y establece que el escaño es propiedad de su titular, no de la formación política por la que se presentó a las elecciones. En el caso de un diputado provincial, el asunto merece doble crítica, porque su elección es indirecta, es el partido el que lo designa, y ni tan siquiera figura en una lista electoral como sucede en las municipales, autonómicas o generales.
Yo no voy a repetir el juicio que me merecen los episodios de trasfuguismo, porque lo tengo escrito desde aquel primer caso sonoro que se dio en nuestra provincia, en el Ayuntamiento de Guadalajara, en que Francisco Sáez (CDS) se saltó a la torera un acuerdo nacional entre PP y CDS, lo que propició que Javier Irízar (PSOE) siguiera en la Alcaldía y se frustrada la moción de censura que encabezó José María Bris (PP). Escribí entonces que en un sistema como el español, las discrepancias legítimas que se pueden dar entre el partido y el titular del escaño deben resolverse con la renuncia a seguir ocupándolo, porque salvo en los municipios pequeños el elector vota fundamentalmente por las siglas, no por las personas. Con el paso de los años, he llegado a pensar que un candidato con que no quite votos a un partido, no es mal candidato, pero si encima le aporta algunos ya es la bomba.
Este mismo argumento lo repetí cuando en la siguiente legislatura Bris acabó llegando a la Alcaldía por la fuga de un concejal socialista, Fernando Planelles, y los resultados que el propio Fernando consiguió en las siguientes como independiente me confirmó la teoría. Así que volví a escribir lo mismo en el caso más espectacular de transfuguismo que se ha dado en Guadalajara cuando más de medio grupo Popular en la Diputación no aceptó las órdenes de la dirección provincial del partido, liderado entonces por Román, sobre quién debía ser el portavoz, y también se dio de baja en el Partido Popular ante el alborozo del gobierno socialista provincial de turno, que vivió una plácida legislatura y le concedió no pocas prebendas. Todos estos y otros casos menos sonoros me han enseñado –en Azuqueca recientemente– que los equipos de gobierno siempre se han aprovechado de las guerras internas de sus adversarios, y me extrañaría que no fuera a ser lo mismo esta vez. En Ciudadanos ya han apuntado que en el final de este episodio se ve la mano de los populares , y citan por lo bajini a una diputada en concreto, que no quedó precisamente bien parada en los pactos de investidura. No parece, por tanto, que la estabilidad del gobierno popular en Diputación se vaya a alterar por este episodio, todo lo contrario, aunque lo que falta por medir es el efecto que este incidente tendrá en la institución de enfrente. Así que atención a plenos y mociones en los próximos meses; y menos mal para Román que ya le han aprobado el Presupuesto. Pero le quedan dos más.
En el ser humano, y ya no digamos en política, siempre está la tentación de patear el trasero del adversario en las posaderas del que queda más a mano. Aunque en este caso sean las de un mero espectador. Pero esto es lo que hay.