Cuando la oposición lo que quiere es gobernar pero no puede

La caída del bipartidismo y su sustitución por mayorías que no son homogéneas salvo en su oposición al que gobierna ha dado lugar a un nuevo tiempo político en el que todavía está pendiente de valorar si mejora o no al sistema que  pretendía renovar.  Y nos asaltan dudas. Por de pronto, en el parlamento nacional, en el regional y en las corporaciones más representativas de Guadalajara  ya nadie gobierna con mayoría absoluta y esto se traduce en que hayamos llegado a 2017 sin los presupuestos aprobados en las Cortes Generales y en las Cortes de Toledo. En el Ayuntamiento de Guadalajara y en la Diputación han ido mejor las cosas y tenemos presupuestos gracias a la buena disposición de Ciudadanos, que en ambas instituciones no ha hecho de perro del hortelano: negoció sus enmiendas, el PP las asumió y la formación naranja votó a favor.

En el parlamento nacional tenemos una situación un tanto diabólica, especialmente para el Partido Socialista. Mariano Rajoy necesita imperiosamente unos presupuestos para 2017, pero o bien negocia una coalición amplia en la que tengan cabida el PNV y Ciudadanos, lo que no deja de ser   un encaje de bolillos, o bien mete por medio al Partido Socialista, que no ha salido de su crisis interna y por ello tiene grandes dificultades de presentar a su militancia una negociación con el gobierno de Rajoy. Pero al mismo tiempo los que  en el PSOE tienen algún trienio saben que tampoco pueden acogotar a Rajoy,  porque son ellos los peor preparados para afrontar unas elecciones anticipadas en junio, sin dirección y sin candidato. En fin, que esta compleja situación a quien menos le complica la vida es al marianismo triunfante, que es el único que guarda un as en la manga: la convocatoria de  unas elecciones que le podrían venir muy bien,  tanto como muy mal al Partido Socialista, cuyo estratégico papel que hoy desempeña en el parlamento podría ser irrelevante ante una (anunciada) mayoría absoluta entre el PP y Ciudadanos. Y para un papel  de oposición pura y dura no traemos a Susana Díaz de la Junta andaluza. Nos vale hasta «No es no».

Pero si Rajoy siempre dispone del maletín nuclear a modo de elecciones anticipadas a partir de junio, más complicado lo tienen otros gobiernos autonómicos y locales  que no pueden utilizar  ese recurso. Mismamente García-Page quien no tiene más remedio que llegar a un acuerdo con Podemos sobre el Presupuesto de 2017, pero con una ventaja sobre sus compañeros en el parlamento nacional. También Podemos necesita ese acuerdo para justificarse, porque la alternativa sería bloquear Castilla-La Mancha y dejarla sin presupuesto, o abrir las puertas a un gobierno en minoría del PP. Como es impensable, tendremos presupuestos y ya lo están peinando.

En el Ayuntamiento de Guadalajara Antonio Román ha sacado adelante los Presupuestos con el respaldo de Ciudadanos, lo que le garantiza tener una hoja de ruta con la que moverse, que no es poco, aunque deberá pasar el calvario en cada pleno de tener enfrente a una oposición que quiere gobernar aunque no pueda, lógicamente, porque los acuerdos plenarios los ejecuta el equipo de Gobierno.  Después del tiempo que llevamos desde las últimas elecciones locales, les confieso que la experiencia no me acaba de convencer. El electorado castigó al Partido Popular con la pérdida de la mayoría absoluta, y sus motivos tendría, pero lo deseable habría sido que Ciudadanos hubiera condicionado la acción de gobierno de Román, pero desde el mismo gobierno y con pactos claros. No lo hace, le permite que apruebe los presupuestos con enmiendas razonables, pero al día siguiente vota en la mayoría de las mociones con la oposición de izquierdas dando la apariencia de que hay una mayoría en el  pleno que excluye al Partido Popular. Pues bien, si esa mayoría existiera de verdad entre liberales, socialdemócratas y neocomunistas lo lógico es que se plasmara en una moción de censura y en un equipo de gobierno compacto. Pero como unir sensibilidades tan diversas es (casi) imposible, al  final todo se traduce en un quiero y no puedo que rara vez lleva a alguna parte.

La oposición es una fábrica de de generar y aprobar mociones de su padre y de su madre , muchas de ellas sin consignación presupuestaria, que luego  tiene que ejecutar un equipo de gobierno que no cree en ellas. Y luego pasa lo que pasa. Ahí tienen lo ocurrido en el último pleno del año en donde una cuestión tan enjundiosa como qué hacer con los patronatos, si los fusionamos o los integramos en el Ayuntamiento, que es una decisión política, la dejamos a un estudio posterior de vaya a saber quién. Ya les vaticino que con la comisión de marras pasará lo que nos advertía el Conde de Romanones, que se las sabía todas: “Si quieren que algo no funcione, monten una comisión”.

Los ayuntamientos no  son parlamentos, aunque algunos no se hayan enterado, pero sí deberían responder a un criterio práctico de funcionamiento y que se resume en lo siguiente: que una mayoría, formada por uno o varios partidos, ejerza el gobierno municipal y una minoría la oposición y su control. Cuando una mayoría intenta desde la oposición promover toda una suerte de aparato normativo varipopinto para que el gobierno (en minoría) sea el que  lo aplique se está subvirtiendo el orden establecido.  Y todo es confusión. O malas ganas del que gobierna con el menú que le prepara el vecino de enfrente.

Pero, en fin, esto es lo que hay. Feliz año a todos, salud y suerte.

 

Ir a la barra de herramientas