Guadalajara celebra, el próximo sábado, el desfile principal con motivo del Día de las Fuerzas Armadas, que tradicionalmente tiene lugar en el paseo de La Castellana de Madrid. Este año, el ministerio que por segunda vez gobierna una mujer, Dolores Cospedal, ha querido con buen criterio alejarse de las faldas de la Corte para celebrar el Día de las Fuerzas Armadas, y buscaba una ciudad no muy lejana de Madrid. Finalmente eligió a Guadalajara, una población que mayoritariamente va a demostrar estos días el aprecio que tiene por su Ejército en los distintos actos programados, como se ha podido constatar en los dos días que se han guardado largas colas hasta agotar las dos mil invitaciones para las tribunas que ha instalado el Ayuntamiento en el recorrido.
La relación entre Guadalajara y sus Fuerzas Armadas proviene de la misma historia. De una presencia que especialmente durante medio siglo (desde finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, con la marcha de la Academia de Infantería), el Ejército estuvo plenamente incardinado en la economía y la sociedad de esta vieja ciudad castellana. Tal es así, que los momentos de mayor vigor en la notable actividad militar que se desarrollaba en Guadalajara son vasos comunicantes con el despegue económico y cultural de la propia ciudad; y por contra su repliegue hacia otras ciudades (Toledo, Segovia y Madrid) derivó en recesión en toda regla, como ahora veremos.
La Academia de Ingenieros imprimió a Guadalajara una pátina de ilustración y modernidad, como no se daba desde la época del Renacimiento con aquella “Atenas alcarreña”, que los Mendoza promovieron desde su palacio del Infantado. Por la Academia pasaron alumnos y profesores que se convirtieron en figuras relevantes de la ciencia y el Ejército, como el general Vives, pionero de la aviación en España, o el ingeniero José Ortiz-Echagüe, el mítico fotógrafo costumbrista, que acabó pilotando la Seat y el primer Instituto Nacional de Industria tras la guerra civil. La concentración en Guadalajara de esta Academia de Ingenieros fue también determinante para aquí germinara la aerostación española, que desde finales del siglo XIX tomó asiento en el cuartel de San Carlos, popularmente llamado de “Globos”, y se creara el Regimiento de Aerostación , que tanto contribuyó a dinamizar la ciudad. El general Vives fue quien se hizo cargo de él en 1896, realizando el primer vuelo libre en globo-cometa, junto a Jiménez Millas en diciembre de 1900. Una compañía de aerostación alcarreña participó en la campaña de Melilla en 1909 y en la toma de Alhucemas, decisiva para dar la vuelta a la cruenta guerra del Rif, demostrando la utilidad de estos artilugios voladores como apoyo a la artillería, ingenieros y el espionaje aéreo. Aunque la creación del aeródromo de Cuatro Vientos en 1905, restó protagonismo a la plaza de Guadalajara, aquí siguió funcionando la Escuela de Aviación y se continuó con el desarrollo de globos y el primer dirigible, llamado “España”, que hizo vuelos y demostraciones sobre los cielos de Guadalajara, teniendo hangares y almacenes en lo que hoy es el centro social de los Manantiales, felizmente reconstruido con buen gusto por el Ayuntamiento.
En Guadalajara se desarrollaron avanzados prototipos como el diseñado por Torrres Quevedo, uno de los genios de aquella aviación en pañales en la que casi todo estaba por descrubrir, o los trajes de aviador que luego inspiraron a la misma Nasa, debido al precoz talento de Emilio Herrera Linares, científico y aviador, jefe de la aviación republicana en la guerra y presidente de la República Española en el exilio. Guadalajara era entonces frecuentada por Alfonso XIII y su hijo el príncipe Juan, se labró la fama de que era un buen lugar para desarrollar iniciativas industriales, porque era tierra de ingenieros, y eso también contribuyó a que el monarca, sin duda alentado por el Conde de Romanones, la eligiera para ubicar la fábrica de la Hispano Suiza, que puso en el mercado un coche que competía en el sector del lujo con Mercedes y Rolls Royce; y luego albergó la Hispano Aircraft, la primera industria nacional de aviación y que dio trabajo a miles de arriacenses.
El incendio de la Academia de Ingenieros el 10 de febrero de 1924 fue uno de los momentos más aciagos de la historia de la ciudad, porque con este motivo no solo se perdieron muchos puestos de trabajo y la economía de Guadalajara sufrió un durísimo golpe sino que fue el preludio de lo que vendría después, una guerra entre españoles y compañeros de armas (Kindelán combatió en el bando nacionalista y Herrera en el republicano, por citar a dos de los pioneros más conocidos), y que para Guadalajara supuso la destrucción de todo su potencial industrial. La creación de una nueva Academia de Infantería en 1940, que se ubicó en el recinto de Adoratrices (en donde Felipe VI ofrecerá la recepción Real), para reciclar fundamentalmente a los oficiales que habían hecho la guerra con el bando vencedor, apenas duró unos años y se trasladó a Toledo. Guadalajara se quedó sin academias militares, sin modernos cuerpos de Ejércitos como el de Aviación, con la industria destruida (lo poco que se salvó de la Hispano se marchó a Sevilla) y es elocuente que pasó de tener 23.508 habitantes en 1940 a 19.132 en 1950. Un negro telón cayó sobre el presente de la ciudad, que no se llegó a levantar hasta finales de los años sesenta cuando se promovieron por el Estado, y con el impulso del ayuntamiento del doctor Pedro Sanz Vázquez, aquellos polígonos de descogestión de Madrid.
La vinculación de Guadalajara con su Ejército, el de Tierra y el que acabó alumbrando el nuevo ejército del Aire, fue por tanto muy profunda, y de ellas salieron centenares de nuevas familias que encontraron también el primer amor en nuestra ciudad. Y aunque, ahora, su presencia está limitada el acuartelamiento “Capitán Arenas” situado en la carretera de Cabanillas y al Archivo Central Militar, en los terrenos de la antigua academia, es bueno saber de donde partimos. Y la historia que se deja detrás.
En lo que no caben añoranzas es sobre el modelo de las Fuerzas Armadas que el sábado van a desfilar por una amplia avenida de la nueva Guadalajara, y que significativamente atraviesa ese primer campo de globos en el que nació la aerostación española, en lo que ahora son Los Manantiales. Si hay algo de lo que debe sentirse legítimamente orgullosa la España democrática que nace con la Constitución de 1978 es de la profunda transformación de sus Ejércitos, de la cualificación y preparación de sus mandos, de la profesionalidad de sus tropas, hasta convertirse en uno de los más operativos del mundo, y eso a pesar de que España sigue siendo uno de los países que menos gasta en Defensa en Europa, porque ha tenido otras prioridades. Las Fuerzas Armadas españolas han demostrado en las numerosas misiones de paz a las que se les reclama desde cualquier lugar en conflicto, la utilidad de un ejército moderno para que el mundo sea menos injusto y cruel de lo que los señores de la guerra lo han convertido en países fallidos. Porque aunque algunos extravagantes populistas no lo quieran entender, los “malos” siguen estando ahí, afuera, y como dice este año el lema del Día de las Fuerzas Armadas :”Nuestra misión, tu libertad”. Nuestra libertad, la de España como nación, e inspiradora de unos valores democráticos que a diario las Fuerzas Armadas defienden por el mundo ante déspotas e iluminados, muchas veces con su vida.
Esto es lo que hay. Es un honor que las Fuerzas Armadas hayan vuelto a elegir Guadalajara en el día de su fiesta.
Pies de fotos, de arriba a abajo:
-23 de diciembre de 1923. Alfonso XIII en el Paseo de la Concordia. Le acompañan el alcalde de Guadalajara, Juan Gallo, la reina victoria Eugenia y el general Primo de Rivera. Ese día juraría bandera su A.R. el infortunado infante Luis Alfonso de Baviera, cadete de la Academia de Ingenieros. Foto: Ángel Arquer.
-23 de junio de 1923. Su A.R. el infante don Juan hace entrega del estandarte de Aerostación. Foto: Francisco Goñi.
-1913. El ingeniero y fotógrafo José Ortiz Echagüe posando ante una avión «flecha». Foto Anónima
-25 de marzo de 1929. Dirigible reina María Cristina, construido en el Parque de Aerostación de Guadalajara. Foto: Francisco Goñi.
-Operarios de la Hispano en 1938 junto a un avión Hawker Spanish Fury. Anónima.