Pedro Sánchez ha dado un golpe de efecto con la designación del nuevo gobierno, porque con él ha querido visibilizar que no está (aparentemente) atrapado por las malas compañías con las que pudo desalojar a Mariano Rajoy, y así llegar a la presidencia del Gobierno en lo que se llama una moción de censura constructiva.
Si legítimamente Sánchez era sospechoso de compadreo con los que quieren romper España y el orden constitucional, nos nombra para exteriores a José Borrell, el hombre que mitineó en las manifestaciones ciudadanas de Barcelona contra el independentismo. Y para mantener el equilibrio en el PSC, hace ministra de Administraciones Públicas a Meritxell Batet, la federalista que representa esa otra segunda alma del socialismo catalán, cercana a Miquel Iceta.
Si legítimamente Sánchez era sospechoso de llevar como compañeros de viaje a populistas, que desde la derecha o la izquierda ponen en solfa a los valores sobre los que se construyó la unidad europea, y están ganando terreno en casi todos los países de la UE, nombra a Nadia Calviño, una de las más altas funcionarias europeas y manda así el mensaje de que España no es Italia, ni el PSOE el Movimiento 5 Estrellas.
Si legítimamente el coqueteo de Sánchez con ese izquierdismo que bebe en fuentes lejanas a la socialdemocracia hacía pensar en que el líder del “No es no” sería complaciente con políticas de gasto incompatibles con el equilibrio presupuestario, que aumentarían nuestra deuda, como ocurrió en los tiempos de Zapatero, y dificultaron la posterior recuperación económica, ya con Rajoy, el nombramiento de la andaluza María Jesús Montero en Hacienda, dicen los que la conocen que no permitirá aventuras con las cuentas públicas.
Si legítimamente el voto favorable de Bildu (los herederos de los que nunca condenaron a ETA y contribuyeron a que siguiera matando), es un siniestro baldón en la investidura de Sánchez, el nombramiento para interior de Fernando Grande Marlaska, un juez sin dobleces en la lucha contra el terrorismo (y que llegó al Consejo del Poder Judicial a propuesta del PP) es un mensaje en el que quiero entender que ETA no va a escribir el relato sobre lo que pasó en el País Vasco, porque sería tanto como traicionar a los miles de muertos y heridos con secuelas irreparables.
Si todo esto se cumple, Sánchez se habrá ganado el respeto de tantos a los que nos cuesta creer en su solvencia para llevar el timón de un país tan complejo como España, dudas que acrecentó porque desde la oposición ha dado muestras de no tener las ideas claras y de ser capaz de decir una cosa y la contraria. Con tal de caer bien y sumar fuerzas para llegar a La Moncloa, aunque sea por la puerta de atrás, sin ganar las elecciones.
Pero dicho esto, no seríamos justos si no reconociéramos el esfuerzo que ha hecho Pedro Sánchez por recuperar ese espacio de centro-izquierda para el PSOE y una política creíble que no hiciera tabla rasa con los valores y consensos de la Constitución de 1978, que es lo que desean la mayoría de la variopinta coalición que le acompañó en la moción de censura.
Si estas son, a mi juicio, las cuatro patas sobre las que se asienta el gobierno, tiene además otras complementarias que invitan al optimismo. La vicepresidenta Carmen Calvo no tiene el don de la oratoria, pero es una rigurosa catedrática de derecho constitucional, de la que no cabe esperar tontunas. Es bueno que se quiera visibilizar el papel creciente de la mujer en nuestra sociedad nombrando 11 mujeres entre los 18 ministros, pero no tanto por su sexo sino por su capacidad y mérito. Esto es lo que importa más allá de la cursi retórica de querer enmendar a la Real Academia Española la plana negando la existencia del género neutro, y empeñándose es desdoblar artificialmente el lenguaje con fórmulas como “Consejo de Ministras y de Ministros”, porque se topan con la economía que el hablar requiere y hay que evitar crear una manera de expresarse, la de políticos e instituciones, alejada de la sociedad.
Es una buena noticia que una ministra con galones como Margarita Robles ocupe la cartera de Defensa, con lo que quiero pensar que el gobierno no caerá en el antimilitarismo populista y se toma en serio la defensa nacional y la participación de España en trascendentales misiones de paz en este mundo global, en el que todo nos afecta. Un golpe de efecto es que el astronauta e ingeniero Pedro Duque ocupe la nueva cartera de Ciencia, Innovación y Universidades. El maestro José Luis Ábalos es una incógnita en un ministerio técnico como Fomento, pero muy político. Menos conocidas son los titulares del resto del Gabinete. Y hasta en este gobierno de ilustres tenemos nuestro “friki” particular, el ministro de Cultura y Deportes Màxim Huerta, jurado de Gran hermano y de otros realitis de la tele, y que llega con este curioso aval para conectar con el mundo del deporte: ha escrito en redes sociales que no le gusta el deporte, ni el ejercicio físico, pasa de fútbol, aunque eso sí, es del Barça. Algo así como yo no creo en Dios, pero viva la ¡Virgen del Pilar! En un mundo tan mediático como el deporte, nos puede dar días de gloria el tal Màxim.
Dejo para el final a Magdalena Valerio, extremeña de nacimiento, hija de guardia civil, laboral, y me consta que alcarreña de adopción. Desde el último gobierno Arias, antes de la Transición, en que José García Hernández fue vicepresidente del Gobierno y Tomás Allende ministro de Agricultura, nadie de Guadalajara había ocupado una cartera ministerial, por lo que a Magdalena Valerio le cabe el honor de ser la primera ministra de un gobierno de la democracia desde el liberal Conde de Romanones (por cierto, el ministro que más hizo para Guadalajara, aunque algunos no lo sepan). La mejor cualidad de Magdalena es su capacidad de interlocución, tiene el don de la simpatía (el que no se estudia) y para un ministerio en el que hay que hablar mucho con los agentes sociales estoy seguro de que lo hará bien. También conoce el campo de juego, porque ha sido su trabajo profesional, y es perfectamente consciente de que además de mejorar las pensiones, lo más importante es estabilizar el sistema sin demagogias e inventos raros. Los últimos datos conocidos debelan que España es el país de Europa con peor índice de natalidad, unos datos que nos colocan al borde del suicidio demográfico como país.
No podemos obviar que la elección de Magdalena Valerio como ministra también tiene su influencia en la correlación de fuerzas en el PSOE de Guadalajara. Después de ser diputada en la X Legislatura (2011-2016) no repitió como candidata. Por entonces era ya secretario provincial Pablo Bellido, que recibió más apoyos del Comité Provincial siguiendo esa regla no escrita que tiene el PSOE de hacer diputados a sus secretarios provinciales. Luego Bellido tuvo que ceder a sus pretensiones, porque la Justicia lleva sus ritmos (más bien lentos) y llegamos al momento de elegir las listas con un Bellido imputado por un asunto de farolas y bancos en el Ayuntamiento de Azuqueca, del que luego fue exonerado sin necesidad de llegar a juicio. ¡Una faena! Pero al final Magdalena no ocupó la plaza de Bellido, por aquello de la correlación de fuerzas, y porque a Pedro Sánchez le vino bien la plaza de Guadalajara para colocar a María Luz Rodríguez, la flamante consejera de Trabajo del gobierno regional, y que tenía que dejar sitio en la lista de Madrid para que lo ocupara la comandante Zancada, uno de los fichajes efectistas de Sánchez. Ese día Sánchez le dijo que tuviera paciencia y que le debía una. Valerio luego fue la coordinadora de campaña de Sánchez en la región en las dos Primarias que ganó para la secretaria general, la última con gran mérito, porque el aparato provincial y regional se decantó por Susana Díaz.
Sánchez ha recompensado el trabajo y las caspacidades de Valerio haciéndola ministra. Y allí estará uno o dos años. ¿Y para las próximas elecciones? Largo me lo fiáis amigo Sancho, pero lo mismo que hay una norma no escrita que prima a los secretarios provinciales para encabezar la lista en el Congreso, los que llevamos tiempo en esto sabemos que hay otra más: los ministros son los números 1 en sus respectivas circunscripciones.
Pero eso será dentro de uno o dos años. Mientras tanto, habrá que ver como esta fina cuadrilla que ha reunido Sánchez se desenvuelve gobernando, porque buena pinta tienen los diestros pero lo suyo será esperar a ver cómo torean al Minotauro en su laberinto. Con 84 diputados la cornada te puede llegar por la derecha, por el centro y por la izquierda. Ha quedado claro que, con este Gobierno, Sánchez nos manda el mensaje de que quiere aguantar los dos años de legislatura, por lo que desde su constitución está en campaña electoral. Y si Rajoy con 134 diputados acabó en Santa Pola, ya veremos cómo se las ingenia Sánchez, con el Senado en contra, para que su gobierno tenga un contenido más allá de los presupuestos que le ha dejado Rajoy, aquellos que era una calamidad, y que ahora el nuevo presidente deberá gestionar como propios.
Me quedo con la respuesta que le ha dado el astronauta Duque a Carlos Herrera sobre las prioridades de gobierno en el nuevo ministerio Ciencia: mi usted, yo soy ingeniero y no estoy aquí para inventar, le ha venido a decir. Y es que su ministerio antes ni existía, con lo cual tendrá que valerse de partidas aprobadas para otros ministerios y que le deberán transferir.
En fin, si tiene mérito subir en un cohete al espacio exterior, la aventura se le va a quedar corta a Pedro Duque y a sus compañeros de gabinete con lo que les espera. Pero esto es lo que hay. Gloria y miseria de la política por Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España. Mejor que tenga suerte.