Por empezar con una estrofa del himno oficial del confinamiento («Cuando sienta miedo del silencio/Cuando cueste mantenerme en pie/Cuando se rebelen los recuerdos/Y me pongan contra la pared») hay que decir de partida que el Hospital de Guadalajara está resistiendo. Y a estas alturas, aunque la batalla no ha terminado, el horizonte se empieza a despejar. Deberíamos ser optimistas, y yo lo soy después de haber hablado en los últimos días con sanitarios (médicos, enfermeras, auxiliares…) que coinciden en una cosa: “ya no tenemos la presión de los primeros días y el material está llegando”.
Nos alegra su impresión, que esta vez no contradice las fuentes y cifras oficiales. Porque el Hospital ha vivido los momentos más duros de su historia; comparable a los efectos devastadores de una guerra, hasta el punto de que ha tenido que sacar casi todos los servicios de allí, o suspenderlos (como las consultas externas, que cuando pase esto habrá que recuperar con planes de choque) y destinar camas y recursos a luchar contra la pandemia. Al principio de una manera heroica, porque esta crisis (avisada) cogió al sistema sanitario español (y a buena parte de la Unión Europea) sin el material de protección adecuado, lo que ha contribuido a que el 15% de los contagios en nuestro país sean de profesionales de la Sanidad. Se nos caía el alma a los pies mirar vídeos que nos llegaban del Hospital con sanitarios haciéndose batas con bolsas de basuras. En la cuarta economía de la Unión. La Junta de Personal del Área de Salud de Guadalajara denunciaba la “saturación insostenible” de las urgencias. La escasez de protección individual. Ausencia de test y los que llegaban tardaban cinco días. Información oficial que se ofrecía con “cuentagotas” (Todavía hoy, y a pesar de que se ha mejorado no se da el número de altas por provincias, lo que nos ayudaría a saber mejor cuál es la evolución)
El Hospital tuvo al principio serio riesgo de quedar desbordado, sin los respiradores suficientes como para haber tenido que descartar en un triaje a los más débiles y sin camas libres.
Partiendo de una situación de emergencia muy complicada, en el Hospital de Guadalajara se empezaron a tomar medidas acertadas y eficaces que han evitado su saturación (ayer había 279 hospitalizados y hay capacidad para unos 400) y la mejoría de las condiciones de sus trabajadores. Con los últimos 5 respiradores que han llegado se elevan hasta 65 los puestos UCI, que se han multiplicado por cuatro desde el inicio de la emergencia. Y se tomaron medidas para evitar la saturación: trasladar la hospitalización de Pediatría y Urgencias Pediátricas a la clínica de La Antigua (no deberían tener prisas en que vuelva contando con que al nuevo hospital todavía le queda), que liberó 59 camas y 10 puestos de UCI, los servicios de obstetricia y paritorio (ya llevan una veintena de nacimientos); y en previsión de que la epidemia tenga un repunte se ha creado una zona de preingreso con 12 camas en la Unidad de Geriatría.
Las medidas impulsadas por el Área Integrada de Guadalajara están funcionando; y yo también tomo nota de ello, como hicimos de las deficiencias iniciales.
Esto es lo que hay: podemos estar orgullosos de nuestro hospital y de la gente que allí trabaja, de todos, desde los sanitarios al personal de cocina y limpieza, para que la mortandad de esta epidemia no sea todavía peor. Y aun así en Guadalajara el domingo los fallecimientos se elevaban a 121 personas, 1.132 en Castilla-La Mancha y 13.055 en el conjunto de España Una mortandad que no se conocía desde la Guerra Civil, y aunque todavía no se ha llegado al famoso “pico”, por lo menos la progresión de la mortalidad es menor y más alto el número de curaciones. El día que el Gobierno y autonomías consigan generalizar los test, que compra al vuelo en ese mercado persa que es China, y luego resulta que son turcos, estaremos en condiciones de dar un definitivo paso adelante. Por ahora, resistimos. Y así estaremos en disposición de avanzar alguna estrofa más en la cancioncita de marras: «Resistiré, erguido frente a todo/Me volveré de hierro para endurecer la piel/Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte/Soy como el junco que se dobla/Pero siempre sigue en pie»