Estamos a dos días de terminar el estado de Alarma, y el ministerio de Sanidad de los señores Illa y Simón todavía no ha sido capaz de facilitar un listado oficial de muertos por el Covid mínimamente creíble. Desde hace 12 días se ha quedado anclado en los 27.136 muertos, aunque las comunidades autónomas siguen facilitando diariamente su parte. En el caso de Guadalajara a 18 deJunio los datos de la Dirección General de la Salud de la Junta de Comunidades contabilizaban 257 fallecidos desde el inicio de la pandemia, prácticamente los mismos del número facilitado por el Tribunal Superior de Justicia de CLM solo del mes de abril en que se contabilizan 255 muertos sospechosos de Covid enterrados en Guadalajara. Del ministerio de Sanidad no se aportan cifras.
Entre que vamos a salir del estado de Alarma sin saber el número oficial de fallecidos por la pandemia, y algunos comportamientos que siembran de incertidumbre el futuro, no sé si alegrarme porque a medianoche del lunes desaparezcan las restricciones de movilidad o preocuparme.
La “madriñelofobia” que algunos alientan en las redes no solo es injusta sino también estúpida. Madrid es una de las cuatro ciudades europeas de mayor tránsito y por lo tanto de mayor riesgo ante cualquier pandemia. El problema viene cuando se hacen mal las cosas y en Madrid cierran los colegios sin haberlo coordinado con las comunidades limítrofes .
Solo hay que darse un paseo por Guadalajara, para constatar que la gran mayoría de la población usa mascarilla cuando sale de casa, pero que este porcentaje se desploma entre los jóvenes, que han perdido el miedo al virus, pero no hay nada que diga que no puedan infectarse o contagiar a los demás, empezando por su propia familia. La gran noticia es que los hospitales, cuya saturación estuvo en el origen de muchas muertes en los primeros días de la crisis sanitaria, se ha normalizado con el trabajo impagable de los sanitarios que han arriesgado su vida en una condiciones muy precarias en esos primeros días. Ahí está el Hospital de Guadalajara, que solo tiene seis pacientes (uno de ellos en la UCI desde hace muchas semanas luchando por su vida) cuando en el punto álgido tuvo que dedicar todo su espacio a acoger enfermos de covid, porque llegaron a ser casi 250. La sanidad española está esta vez preparada para un posible rebrote, y eso nos alivia. Aunque me preocupa que después de haber cerrado a cal y canto las fronteras, mandando incluso algunos mensajes equivocados, ahora no seamos capaces de poner límites a los viajeros que llegarán de algunos países donde la pandemia está en fase de escalada. No nos podemos permitir el lujo de seguir con el país cerrado, pero habrá que encontrar un punto de equilibrio entre la necesidad y la virtud. Al final, debe ser cada uno responsable de sí mismo y evitar los factores que ayudan a propagar el virus. Y si sabemos que este se propaga más en ambientes cerrados y aglomeraciones el propio sentido común nos indica qué debemos evitar.
El levantamiento de las restricciones de movilidad trae consigo un cambio muy importante para la provincia de Guadalajara, como es que Madrid levanta el cierre. La “madriñelofobia” que algunos alientan en las redes no solo es injusta sino también estúpida. Madrid es una de las cuatro ciudades europeas de mayor tránsito y por lo tanto de mayor riesgo ante cualquier pandemia. El problema viene cuando se hacen mal las cosas y Madrid cierra los colegios sin haberlo coordinado con las comunidades limítrofes y decenas de miles escapan a sus segundas residencias antes de que se decrete el confinamiento. Pero ni de eso tienen culpa los madrileños sino la falta de coordinación de las administraciones. El desconfinamiento de Madrid es necesario para que nuestros pueblos, el turismo y la hostelería de Guadalajara recuperen el pulso, como prueba que la mayoría de la restauración en nuestro medio rural han preferido no abrir hasta que pudieran venir sus principales clientes: los madrileños. Todos nos necesitamos y lo primero que define a un país es la libertad de movimientos.
Esto es lo que hay: ojalá que posibles repuntes del virus no nos obliguen a desandar el camino en el que hemos penado desde mediados de marzo, porque algunos no sé si lo podríamos soportar sin venirnos abajo. Mejor ni pensarlo.