Proclamó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un día antes de salir de vacaciones a los paradores gubernamentales de Lanzarote y Doñana que de esta “salíamos más fuertes” y que la pandemia estaba controlada y casi vencida. Tampoco acertó en esto el señor presidente.
Cuando se acaban de cumplir los dos meses de esa tautología que el gobierno llama “nueva normalidad”, porque la normalidad no es ni vieja ni nueva, es sencillamente normalidad, es decir, todo lo contrario a lo que estamos viviendo. Cuando Sánchez ha vuelto para descargar toda responsabilidad sobre las comunidades autónomas, porque él está en otras cosas como recomponer su mayoría Frankenstein en la que aspira incluir a Ciudadanos, con el veto de Pablo Iglesias, lo que nos ilustran los datos oficiales sobre el inicio de la pandemia es que ya estamos en el inicio de la segunda ola. Cuando se inició la nueva normalidad, en España había 246.272 contagiados y 28.323 fallecidos. Este viernes eran 439.286 contagiados y 29.011 los fallecidos.
Vemos por tanto que el verano ha disparado los contagios en casi doscientos mil casos más, lo que ha llevado a las comunidades autónomas a implementar medidas especiales en las localidades más afectadas (en Guadalajara, los municipios de Azuqueca y Marchamalo) frente a un virus que no se le ha tomado en serio, especialmente entre los jóvenes, poniendo de manifiesto la escasa pedagogía que las autoridades hicieron durante el estado de Alerta. Los aplausos taparon la dura realidad de los féretros con la complicidad de las grandes cadenas televisivas, muchos jóvenes creyeron que el covid-19 no era para tanto, o al menos que no iba con ellos, y a estos se les unieron esos iluminados negacionistas que surgen, siempre, ante hechos históricos incontrovertibles: el Holocausto, la llegada del hombre a la Luna, el cambio climático… Ya lo estamos pagando: la edad media de contagios tras los efluvios del verano ha bajado de 48 a 35 años, con un 60% de asintomáticos, según nos apunta el instituto Carlos III.
Ciertamente, como apuntó Sánchez en su primera rueda de prensa postvacacional, la evaluación de la situación no es comparable a los primeros meses de la pandemia, pues a pesar de esos doscientos mil contagiados más la mortandad no ha subido exponencialmente, 688 fallecidos más (me resisto a escribir “solo 688 fallecidos” más como he oído por ahí), pero queda mucho otoño por pasar y hay que confiar en que se tomen las medidas necesarias para que el sistema aguante, y no se ponga a los sanitarios otra vez al borde del precipicio, porque el ánimo no es ilimitado por la situación de la Asistencia Primaria.. Todo dependerá de cómo sea la evolución. Hasta el viernes la presión asistencial había subido del 5 al 6% y las camas ocupadas por pacientes Covid eran asumibles: 6.224 camas convencionales más 751 pacientes en UCIs. Por lo tanto, vemos que esa escalada de contagios no está saturando los hospitales, pero por prudencia todos han hecho sus planes de contingencia para afrontar ese “otoño caliente”, que esta vez no solo va a ser político sino también sanitario y social cuando los ERTEs empiecen a acabarse
«La pandemia ha sacado las costuras a los ministerios de Sanidad y Educación, demostrando que al carecer de la mayoría de las competencias habían perdido también su capacidad operativa para poder actual ante una emergencia como es ésta».
Queda pendiente por ver cómo influirá el comienzo del curso escolar en la pandemia. Nadie en su sano juicio ignora que ningún país desarrollado se puede permitirse el lujo de cerrar las escuelas hasta que todo pase, porque no se puede condenar a esa generación del Covid a un retraso en su formación y su capacidad de socializar, pero también porque los padres deben volver al trabajo y no podemos dejar otra vez a los abuelos al cuidado de los niños, con el riesgo que ello supone. Sabiendo que todos los países de Europa tienen asumido que las clases presenciales son irrenunciables, causa perplejidad que, hasta anteayer, la ministra de Sanidad Isabel Celáa y el inefable Salvador Illa no se reunieran con sus colegas de las comunidades autónomas para aprobar medidas y recomendaciones, que por lo que se está viendo se pueden convertir en agua de borrajas. Cada comunidad autónoma tenía ya sus planes perfilados y en un país donde ya no hay restricciones a la movilidad vemos como hay prohibiciones que imperan en unas comunidades autónomas y en otras no. La pandemia ha sacado las costuras a los ministerios de Sanidad y Educación, demostrando que al carecer de la mayoría de las competencias habían perdido también su capacidad operativa para poder actual ante una emergencia como esta. ¿Verdad doctor Simón? ¿Para cuándo esa comisión de auténticos expertos que le reclaman las sociedades médicas? El estado de las autonomías no puede ser incompatible con políticas nacionales que se deben dirigir desde los ministerios, aunque a Torra y a Urkullu no les guste.
«Queda también cómo encarar la crisis económica que nos ha traído la pandemia, la peor desde la Guerra Civil, y si un gobierno incapaz de aprobar un presupuesto desde que tomó posesión puede abordarla, en soledad, solo con el apoyo de neocomunistas y los independentistas, como quiere Iglesias «
Queda también cómo encarar la crisis económica que nos ha traído la pandemia, la peor desde la Guerra Civil, y si un gobierno incapaz de aprobar un presupuesto desde que tomó posesión puede abordarla, en soledad, solo con el apoyo de neocomunistas y los independentistas, como quiere Iglesias, unos taimados aliados que están en otra cosa: la deconstrucción constitucional del régimen de 1978 y alumbrar no sabemos muy bien qué España tienen en mente; aunque lo sospechamos. Tal vez ninguna.
Pero esto es material para otro post. De momento, esto es lo que hay. ¡Tela como llega el otoño!