Madrid

Emiliano García-Page tuvo el pasado miércoles una desafortunada expresión, no tanto por el fondo sino por la forma, al denunciar que un 80% de los casos que nos han llegado «vivieron todos de la bomba radioactiva vírica que se plantó en Madrid”. No son  propio de Page estos arranques de populismo, y no acostumbra a sumarse a agrestes campañas fabricadas por los fontaneros de Ferraz, como la que últimamente han puesto en marcha contra el gobierno madrileño, con exageraciones tan descorteses como las que todo un portavoz del PSOE, y todo un alcalde de Valladolid, Oscar Puente, ha lanzado contra la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, poniendo en duda sus facultades mentales. Desde que el populismo ha elevado el insulto a argumento dialéctico estamos a un paso de que los maleducados unidos hagan de él una permanente exhibición de malos modos. ¡Yo lo advierto!

Por tanto, nadie puso una bomba vírica en Madrid, ni en ningún otro sitio, porque el virus «no entiende de fronteras» – la frase también es de Page-, y no debería ser aprovechado por el nacionalismo identitario para hacer propaganda, porque al final quedas desairado por la realidad, como le pasó a Torra cuando tuvo que gestionar esa pandemia que “Madrid” no había sabido. Además de algún error notorio sobre el que no hay que insistir hasta convertirnos en el país de Europa con más contagios por habitantes, es evidente que la movilidad de un país como el nuestro y la efusividad con la que se muestra en sus sensuales veranos mediterráneos ayuda poco a la contención de cualquier pandemia; y no digamos en grandes metrópolis que tienen un movimiento de pasajeros como solo hay tres o cuatro lugares en Europa. (Y hago un paréntesis para preguntarme cómo un familiar ha tenido que hacerse en horas un PCR para poder viajar de urgencia a Alemania, por motivos laborales, y en Barajas entran viajeros de medio mundo sin que les tomen ni la temperatura). Esto es también Madrid, ministro Ábalos.   

Pone Page el dedo en la llaga, aunque sea en trazo grueso, al hablar de la necesidad de coordinación de las comunidades limítrofes: “Nos irán bien o mal en función sobre todo de lo que se controle se descontrole Madrid”.

Madrids, paseo de La Castellana durante la alerta./EFE

Pone Page el dedo en la llaga, aunque sea en trazo grueso, al hablar de la necesidad de coordinación de las comunidades limítrofes: “Nos irán bien o mal en función sobre todo de lo que se controle se descontrole Madrid”. Bien lo sabe él desde que una mañana salió por la televisión defendiendo la continuidad de las clases en la región, a las pocas horas Madrid anunció que cerraba al día siguiente los colegios y de la capital salieron en estampida familiar enteras como en “Caravana hacia Oregón”, para pasar el confinamiento en sus segundas residencias de Castilla-La Mancha, porque muchos de ellos son originarios de estas tierras y en los años sesenta encontraron en Madrid un futuro que se les negaba en los yermos campos de Castilla. Sucedió entonces que Page tuvo que salir al día siguiente cerrando los colegios y diciendo Diego donde antes había dicho digo, y no hace falta ser epidemiólogo para colegir que esa falta de coordinación entre autonomías limítrofes contribuyó a expandir el virus en las dos mesetas castellanas. Por ello celebro que este lunes, al fin, sea la primera reunión de coordinación entre los presidentes de Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León sobre cómo afrontar esta segunda ola de la pandemia. Los que peinamos canas recordamos que en tiempos de Gallardón, Bono y Lucas, se firmó con gran protocolo una suerte de organismo coordinador entre las tres comunidades castellanas que deberían trabajar en asuntos de interés común en materia de sanidad, educación, incendios, poblamiento, entre otros. De haberse aplicado, habría atajado las disfunciones reseñadas, pero tristemente el convenio apenas sobrevivió a la marcha de los fotógrafos. Ahí tienen un marco sobre el que trabajar en esa colaboración. Page también añadía el día de la bomba, que hay gente de Madrid que se está empadronado, ahora, en Castilla-La Mancha y que mañana ya nos están reclamando plaza escolar. No le digo yo que no, pero es todavía más frecuente que personas que ahora viven en Guadalajara o Toledo, especialmente, no están empadronados o solo empadronan a uno de los miembros de la pareja para no perder la sanidad madrileña. Esto hace un agujero a muchos ayuntamientos, que luego cobran del Estado en función de la población empadronada. Y no sucedería si no se hubieran desmantelado los instrumentos de colaboración entre las autonomías dando lugar a un turismo sanitario que es lo que preocupa a los renuentes a empadronarse. Ha tenido que venir la pandemia para que algunos se den cuenta de hasta dónde ha llegado el proceso de desmantelamiento del Estado Español, que se llevó por delante los ministerio de Educación, Sanidad, Universidades…

Ha tenido que venir la pandemia para que algunos se den cuenta de hasta dónde ha llegado el proceso de desmantelamiento del Estado Español, que se llevó por delante los ministerio de Educación, Sanidad, Universidades…

En apenas un día, Page matizó su discurso y se acomodó a ese perfil moderado y sensato, alejado del nacionalismo de campanario al que algunos líderes socialistas se han sumado sin rubor, como sucede con Francine Armengol en Baleares o María Chivite en Navarra. Si Page ha sido capaz de ganar por mayoría absoluta en una comunidad que meses después votó mayoritariamente PP y Vox, es por lo contrario. Y por ello es más reconocible en él ese discurso del jueves en el que propone que “todas las comunidades que abrazamos la Comunidad de Madrid y que la abrazamos, además, con cariño, estamos en el mismo barco”. Pues hagan lo contrario a lo que está de moda en esta España que los extremistas quieren llevar al proceso disgregador de la I República, y pongan en valor la unidad, la solidaridad y la coordinación.

¿Pero alguien se cree que Guadalajara estaría entre las provincias españolas que más han amentado su población en los últimos veinte años, o que seamos la provincia con menos paro de Castilla-La Mancha y la que tiene más expectativas de desarrollo, si estuviéramos en medio de un olivar de Jaén, con perdón, o si el  crecimiento de Madrid se hubiera frenado por la ineptitud de sus políticos, como en Cataluña?

Ciertamente, en Madrid los problemas de esta segunda ola se magnifican, pero de esta o salimos juntos o costará el doble. En provincias como Guadalajara sabemos de las sinergias que produce una comunidad como la  Madrid que, paradojas de la vida,  solo en el estado de las Autonomías fue capaz se superar el PIB de Cataluña, lo que demuestra las ventajas de una economía y una comunidad abierta al mundo en contraste con esa Cataluña cerrada a España, monolingüe e intervenida hasta la médula que nos han traído los nacionalistas. En tiempos de crisis y de oscuridad, afortunadamente nosotros, de vecinos, en el mismo valle del Henares que compartimos históricamente, tenemos a una comunidad puntera en Europa,  que ilumina riqueza y progreso más allá de sus fronteras y convertirse así en nuestra locomotora. Una comunidad que no le importa extender su universidad cisneriana más allá de sus límites territoriales; como a  sus vecinos no nos importa que nuestro agua del Sorbe garantice el desarrollo de Alcalá de Henares o el del Jarama alto complete el suministro del Canal de Isabel II. ¿Pero alguien se cree que Guadalajara estaría entre las provincias españolas que más han amentado su población en los últimos veinte años, o que seamos la provincia con menos paro de Castilla-La Mancha y la que tiene más expectativas de desarrollo, si estuviéramos en medio de un olivar de Jaén, con perdón, o si el  crecimiento de Madrid se hubiera frenado por la ineptitud de sus políticos, como en Cataluña?

Esto también es Madrid, la comunidad que no pregunta a nadie de dónde viene, qué religión profesa, si es liberal o conservador, cuál es su sexualidad, adónde va o en qué lengua debe rotular su negocio. Hasta el punto de que un madrileño puede nacer, como los de Bilbao, en cualquier sitio del mundo sin que a nadie le suene extraño. Pero si hasta su chotis más coreado, “Madrid”, lo hizo un mejicano, Agustín Lara:

Cuando llegues a Madrid, chulona mía

voy a hacerte emperatriz de Lavapiés;

y alfombrarte con claveles la Gran Vía,

y a bañarte con vinillo de Jerez.

Parafraseando a Humphrey Bogart en Casablanda, cuando las cosas se pongan difíciles, siempre nos quedará Madrid. Y bien que lo sabemos en Guadalajara. Esto es lo que hay.

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