Nos habían reclamado desde la Organización Mundial de la Salud «liderazgo, medidas claras y estudiar lo que está pasando» y estas dos primadonnas contrariadas que son Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso nos montan un sainete de Jardiel que ha acabado por volver loco al personal y ridiculizar la imagen del Estado Español ante nuestros socios comunitarios, que no olvidemos son los que van a poner los 140.000 millones del ala para impulsar la nueva economía.
A estas alturas cada vez hay más españoles que hemos perdido la capacidad de indignación ante el permanente espectáculo que nos está dando la peor y más sectaria generación de políticos desde la aprobación de la Constitución de 1978, esa que algunos quieren enterrar, y vamos directamente al diván del psiquiatra a reconocerlo: «doctor, yo es que ni me enfado, solo me deprimo ante lo que veo». Porque son ellos, los sánchez y las ayusos de las 17 taifas nacionales, los que tienen la misión no solo de gestionar las sucesivas olas que vengan del coronavirus hasta que haya una vacuna efectiva, sino también sacarnos de la peor situación económica de toda la UE, a la que su mala gestión nos ha conducido. ¿No es para deprimirse?
Es de sainete: Sánchez fue avisado por numerosos juristas de que la restricción de movilidad es un derecho fundamental que solo puede ser restringido por el estado de Alarma, y con Ayuso se produjo la gran paradoja: cuando el Tribunal Superior Madrileño le dio la razón, no había posibilidad de confinamiento, al minuto tuvo que salir pidiendo a los madrileños ¡que no se fueran de puente el Fin de Semana!
¿Y cómo reacciona el pueblo soberano ante la confusión que crean nuestros gobernantes? Pues no haciéndolos caso, ni cuanto aparentemente dicen cosas que parecen sensatas. Solo hay que ver cómo están los pueblos de la provincia en este fin de semana para sospechar que todos los madrileños y oriundos que la abarrotan no pueden proceder solo de los municipios no confinados en la vecina comunidad. Han perdido la autoridad, porque como nos enseña el derecho romano: solo ostenta la auctoritas aquella personalidad o institución, que tiene capacidad moral para emitir una opinión cualificada sobre una decisión.
Sánchez y Ayuso escenificaron, rodeados de banderas, una especie de tratado de Brétigny, ese pacto entre reyes para permitir una tregua de nueve años en la Guerra de los Cien Años, pero en contra de lo que sucedió entonces con Eduardo III de Inglaterra y Juan III de Francia no estalló la paz y con ella un periodo de reconstrucción europea. Nuestros susodichos no fueron capaces de acordar unos criterios comunes y todo han sido reproches. El señor de La Moncloa ha proclamado, él que no recomendó el uso de la mascarilla hasta que estábamos de virus hasta las orejas, que no podían quedarse «de brazos cruzados» ante la situación «preocupante» en la región; y la Princesa del castillo, ¡horror!, que tenemos un problema jurídico como un queso de bola y esto es un lío de muerte. Es de sainete: Sánchez fue avisado por numerosos juristas de que la restricción de movilidad es un derecho fundamental que solo puede ser restringido por el estado de Alarma, pero lo ignoró paladinamente; y Ayuso centró todo el debate en lo jurídico, como si estuviera en unos juegos de debate de la Facultad de Derecho, con lo que se produjo la gran paradoja: cuando el Tribunal Superior Madrileño le dio la razón, no había posibilidad de confinamiento, al minuto tuvo que salir pidiendo a los madrileños ¡que no se tomaran el puente del Pilar y se quedaran en casa! ¿Pero estos se llaman políticos? En la antigua Grecia les habrían mandado el copón con la cicuta.
Ante la falta de ese liderazgo y medidas claras que nos reclaman desde la OMS, hemos judicializado la pandemia, y eso es un fracaso de la Política. Amén de una ralentización de sus decisiones. La Sección Primera de la Sala Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Aragón ha dictaminado que no se autoriza el confinamiento perimetral en la localidad zaragozana de La Almunia de Goña Godina para frenar la expansión de la covid-19 por un argumento similar. Y los jueces se han visto obligados a puntualizar que no están diciendo -expresan en su auto- que la gravedad de la crisis no pueda justificar la adopción de esta u otra medida igualmente grave, «como tampoco tenemos motivos para cuestionar, objetivamente, la oportunidad o incluso la necesidad de la medida en un momento». Pero lo que no entienden los miembros de la Sala es que la medida «tenga acomodo en el régimen normativo ordinario de sanidad y salud públicas al día de hoy», una «seria duda», que reconocen, les obliga a descartar la cobertura legal del confinamiento solicitado por el Ejecutivo aragonés.
Ante la falta de ese liderazgo y medidas claras que nos reclaman desde la OMS, hemos judicializado la pandemia, y eso es un fracaso de la Política. Amén de una ralentización de sus decisiones.
Eso es lo que pasa cuando los consensos mínimos, como sería actuar frente a una pandemia, decaen ante la lucha partidista y los políticos se olvidan que cualquier medida en una democracia debe estar ajustada a Derecho. ¡Pero qué nos podemos esperar de un gobierno en el que un vicepresidente populista y su entorno arremete sin piedad contra un juez tan acreditado como García-Castellón, porque le ha pedido al Supremo que se le investigue, y vea en ello ¡hasta una conspiración de la judicatura contra el Gobierno de España!
Estos acabarán echando a la hoguera a Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, por ilustrado y liberal. Y no tardando.