Algo había que hacer. En estos 13 años, la evolución del Hipercor ha sido mayor que la evolución de El Corte Inglés y cuando algo no va bien hay que revitalizarlo”. Así de claro se manifestaba en Guadalajara Diario, el portavoz de El Corte Inglés Castilla-La Mancha, al hablar de la inminente transformación del centro de Guadalajara en un “outlet”, es decir, un lugar donde se venden productos rebajados.
El análisis de la marca para explicar esta evolución manejó la gran movilidad entre Guadalajara y Madrid y sobre todo la cercanía del centro que la firma tiene en Alcalá de Henares, pues entienden que han impedido que el de Guadalajara despegue como la empresa hubiese querido. «Es muy difícil que una firma se instale en Guadalajara si ya está en Alcalá de Henares», es la conclusión a la que han llegado los ejecutivos de la mercantil, lo que no es poca cosa y a tener muy en cuenta ante cualquier estudio de mercado. Yo creo que no andan descaminados, aunque también sostengo que en ese análisis final que explica lo ocurrido con El Corte Inglés de Guadalajara intervienen más factores y uno de ellos es estrictamente socio-económico. Me explicaré.
El Corte Inglés de Alcalá estaba allí antes de inaugurarse el de Guadalajara, hace 13 años. Así que se contaba con ello como factor negativo para fidelizar clientes. También la geografía: Guadalajara está a 16,5 Km. de Azuqueca de Henares por la A-2, unos 16 minutos; y Azuqueca de Alcalá 20,2 km. y 24 minutos. Teniendo en cuenta que, además, Alcalá cuenta con el valor añadido de Cuadernillos y todo el entorno comercial de Alcampo, el reclamo para esa parte del Corredor del Henares que no es solo Guadalajara capital ha terminado por inclinar la balanza por Alcalá.
A ello hay que añadir un factor más, la costumbre. Si en derecho se dice que la costumbre es una norma jurídica que se manifiesta en un uso social reiterado, un consentimiento tácito del pueblo, que diría Ulpiano, en Guadalajara es costumbre que muchos alcarreños «bajen» a Madrid para muchas cosas, entre las que el ocio y el comercio son las más comunes. Y esto no ocurre solo desde que la Autovía o la R-2 nos han puesto Madrid a poco más de media hora o que el Cercanías se haya convertido en la extensión del Metro; viene de largo, y algunos tenemos en nuestra memoria infantil aquellos trenes de carbón con vagones divididos por clases en los que mi padre me llevaba a Madrid al Bernabéu, a ver las fieras del Retiro o al vecino museo del Prado. ¡Esos eran domingos!
Por lo tanto, Madrid siempre ha estado en el ser de Guadalajara, hasta el punto de que nuestra separación autonómica es un arcano sinsentido, pero la explicación a lo ocurrido con nuestro Corte Inglés tiene más enjundia.
Una segunda razón es evidentemente comercial y está relacionada con el auge del comercio electrónico, que ya viene de lejos, y que la pandemia lo ha acabado por impulsar. Un detalle del que no puede prescindir el pequeño comercio, participando de él mediante las plataformas on-line que lo impulsen. O te subes a ese tren o te quedas en la estación. Con solo ofrecer presencialidad y cercanía no es suficiente.
Pero hay un tercer elemento que influye también en que El Corte Inglés de Guadalajara se convierta en “outlet”; en lo que antes se llamaba una tienda de rebajas, un espacio que siempre tuvo la marca, para los productos que no habían tenido salida durante la temporada. El éxito de El Corte Inglés tiene dos puntales: el buen criterio de sus padres fundadores, desde Ramón Areces en los años cuarenta a su sobrino Isidoro Álvarez desde 1989, al introducir nuevos métodos de venta que ya tenían éxito en Londres o en París; y en una segunda etapa, el crecimiento de una clase media en España, que empieza a desarrollarse con los primeros planes de estabilización en los años setenta, para liberalizar la autarquía franquista y convertirla en una economía alineada con Europa. Una clase media que termina por consolidarse con la llegada de la democracia, y que rompe con el esquema dual entre proletariado y grandes propietarios que explican las grandes convulsiones que sufrió España desde el siglo XIX entre unas clases que no tenían nada que perder y otras que lo acaparaban todo. Una clase media que pasa a ser la gran contribuyente del fisco español . El éxito de El Corte Inglés llega porque se convierte en la gran cadena de distribución a la que tienen acceso esas clases medias cada vez más anchas en el tejido social español, a las que un trabajo normalmente fijo y una renta disponible creciente, aun pagando la hipoteca de la casa, les permite una capacidad de compra en un establecimiento de calidad, pero sin pasarse en los precios. Isidoro Álvarez lo ve clarísimo e inicia su expansión por España, hasta entonces solo limitada a las grandes capitales del país.
El Corte Inglés llega a Guadalajara en una situación de grandes cambios en su estructura económica y social. Con anterioridad, la expansión de aquello que se llamó Polígonos de Descongestión de Madrid, trae a la ciudad con el respaldo de aquel buen alcalde que fue el Dr. Pedro Sanz Vázquez, don Pedro, el cambio más profundo que tiene la ciudad desde la desaparición de la Real Fábrica de Paños y más tarde La Hispano, los emblemas de la industrialización en Guadalajara. Ese crecimiento industrial que el nuevo régimen nos negó, terminada la guerra civil, termina por llegar a partir de la década de los setenta con la ubicación de grandes industrias en el territorio próximo a la N-II: Bressel, Interclisa, Plaza, Duralex, Basf, Fibras… La lista es larga; es la gran industria sobre la que crece Guadalajara como una ciudad de clases medias con capacidad suficiente para tener una vivienda propia, con poder adquisitivo para consumir coches, ocios, servicios, etc. Y para ir a Madrid más a menudo para completar el pedido de lo que aquí no encuentra.
A nadie puede extrañar que El Corte Inglés no haya acabado de arrancar en Guadalajara, y que lo haya hecho Hipercor, su segunda marca, porque aquí llegó cuando estalla la crisis financiera y deja su modelo tradicional cuando empieza otra crisis económica derivada de la pandemia del Covid y la contracción económica. Así que no es solo porque los de Guadalajara sigamos comprando, también, en Madrid, como hemos hecho siempre. Sucede que esa clase media a la que ligó su éxito la marca ha adelgazado más de la cuenta, se ha proletarizado, y tiene que recurrir más al producto rebajado que se vende en un “outlet”, que a las grandes marcas que dio acogida la antigua empresa de la calle Preciados.
La desventaja para El Cortes Inglés es que llega tarde a Guadalajara, en 2008, a una ciudad en proceso de cambio, que aporta una población en el entorno de la capital sobre los cien mil habitantes, cierto, pero en el que muchas cosas han empezado a cambiar. Desde la llegada de Witzenmann a Guadalajara, ahora en el polígono de Marchamalo tras su independencia, no se han ubicado en Guadalajara grandes industrias sino todo lo contario: las que había entraron en un proceso de adelgazamiento y con él el de esa economía local ligada a un trabajo que se creía para toda la vida y con una capacidad adquisitiva para poder ir a la moda en El Corte Inglés. Esta metamorfosis de su economía es notable con la irrupción de la logística, un sector que acapara el crecimiento del empleo en Guadalajara y el Corredor, que nos permite contar con la mejor tasa de empleo de Castilla-La Mancha, aunque algo ha cambiado. El trabajador medio en Guadalajara ya no tiene un trabajo para toda la vida, su sueldo es proporcionalmente más bajo que el de sus padres cuando entraron a la Bressel o a Duralex, no tiene capacidad para pagar una hipoteca, por lo que en Guadalajara se modifica el mercado inmobiliario que necesariamente debe dirigirse al alquiler (que encima desalientan los okupas y un gobierno que no protege al propietario como se ha visto con el último decreto-ley); y, en resumidas cuentas: la renta disponible del guadalajareño medio para darse un capricho en El Corte Inglés y comprarse una prenda de temporada, se ha resentido.
Así que a nadie puede extrañar que El Corte Inglés no haya acabado de arrancar en Guadalajara, y que lo haya hecho Hipercor, su segunda marca, porque aquí llegó cuando estalla la crisis financiera y deja su modelo tradicional cuando empieza otra crisis económica derivada de la pandemia del Covid y la contracción económica. Así que no es solo porque los de Guadalajara sigamos comprando, también, en Madrid, como hemos hecho siempre. Sucede que esa clase media a la que ligó su éxito la marca ha adelgazado más de la cuenta, se ha proletarizado, y tiene que recurrir más al producto rebajado que se vende en un “outlet”, que a las grandes marcas que dio acogida la antigua empresa de la calle Preciados.
Esto es lo que hay, Guadalajara está cada vez más de rebajas, pero no solo es nuestra ciudad. Solo hay que ver lo que ha crecido la división de “outlets” en El Corte Inglés y el repliegue de su modelo de negocio tradicional. Unos dirán que es la globalización; otros simplemente que la competitividad de Europa va para atrás y que el nuevo modelo productivo no acaba de llegar, eso que pomposamente llaman Next Generation. Por lo que en un país que vive del turismo y los servicios, y que por tanto es el más castigado de la UE por la Covid, lo único que nos podemos permitir es ir de rebajas a un “outlet”. Pero esto es lo que hay. Estamos de rebajas.