El pasado 19 de agosto, el SESCAM informaba en un discreto comunicado de la celebración de un acto en el Hospital de Guadalajara para la recepción parcial de la obra de su ampliación (aunque por su envergadura se puede hablar de un nuevo hospital), una vez finalizados los trabajos de construcción. En la práctica supone el final de los trabajos (a falta de construir el edificio de conexión) y la entrega de la obra por parte de la UTE al Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM).
Esta fecha supone todo un hito para la sanidad alcarreña, como en el tiempo supuso la construcción de la antigua Residencia de la Seguridad Social y decenios después el actual hospital del INSALUD, con las transferencias el SESCAM. En todas esas fechas la provincia de Guadalajara dio grandes saltos demográficos que hacían indispensable estos nuevos recursos sanitarios. Desde que el actual Hospital se inauguró el 25 de enero de 1982, en la Transición a la democracia, Guadalajara ha duplicado su población y era patente que necesitaba de este nuevo recurso. No se puede olvidar que en una provincia tan extensa como Guadalajara, con una densidad de 21,53 hab/km², hay un solo hospital, cuando hay otras provincias en la región, como Ciudad Real, que tienen hasta seis hospitales: en su capital, Mancha Centro, Puertollano, Manzanares, Valdepeñas y Tomelloso.
Por todo ello, Guadalajara merecía no solo una ampliación del actual sino un hospital nuevo, y es lo que se aprobó en el gobierno de José María Barreda con un proyecto ambicioso, pero que no tenía nada de faraónico. Era simplemente el hospital que demandaba las necesidades de una provincia que crecía a mayor ritmo que la media nacional y que en la actualidad tiene 261.995 habitantes, (INE 2020). Pero la obra nació gafada. Aunque desde 2009 se empezó con la ejecución y se iba a un buen ritmo, estalló la crisis financiera en septiembre de 2009 con la quiebra de Lehman Brothers, que fue la espoleta de una crisis mundial que afectó fundamentalmente a bancos y constructoras. En términos estrictamente macroeconómicos, mucho peor que la provocada por la pandemia actual (si prescindimos de los muertos, que ya sé que es mucho prescindir), porque afectó de lleno a la solvencia de muchas empresas que, hasta entonces, habían vivido en una burbuja. Pero no solo a las empresas. Algunos gobiernos autonómicos, singularmente el de Castilla-La Mancha, cuyos ingresos dependían en exceso del sector de la construcción, que andaba desbocado en la región, dejaron de ingresar un dinero que tenían presupuestado en gastos, con lo que entramos en una cadena de impagos a los proveedores que aceleró la ruina de miles de empresas en la Región; como bien sabemos en nuestro propio sector de la comunicación. Uno de los damnificados fue la obra del Hospital de Guadalajara; las empresas adjudicatarias vieron cómo se dejaban de pagar las certificaciones, y con ello empezaron a reducir su actividad hasta prácticamente quedarse en nada.
En medio de esta crisis, y tal vez beneficiado por ello, el PP gana sus elecciones en Castilla-La Mancha con un estrecho margen, un empate en la práctica que se deshace en Guadalajara. Se puede decir, por tanto, que María Dolores Cospedal debió en gran medida su triunfo a ese desempate logrado en Guadalajara y que permitió a su partido sacar al PSOE una ventaja de dos diputados, que a la postre fueron decisivos. Cierto es que Cospedal heredó una economía en ruinas, como tengo dicho, y que la medida de paralizar formalmente las obras del Hospital, tomada al mes de llegar al gobierno, podría entenderse por esa situación desesperada y por legitimar algo que era evidente: desde hace meses nadie trabajaba en esas obras. El problema de Cospedal es que no las reanudó en lo que quedó de legislatura, más allá del parking, y como sucedió igual con el campus universitario, por citar dos proyectos principales, llegamos al final de su mandato ahogados en un cinturón muy estrecho por tanta austeridad. Y sí, el electorado le retiró la confianza a Cospedal, quien nunca acabó de amoldarse a la presidencia regional por sus veleidades nacionales, y en las siguientes elecciones el PSOE de Page recogió sus frutos. Nunca el PP ha vuelto a ganar unas autonómicas en Guadalajara, aunque el centro-derecha sigue siendo mayoritario en las Generales.
Con Page, las obras del Hospital se reanudan, en su primera legislatura muy lentamente, hubo más fotos que cemento, pero en esta segunda –con la Hacienda más despejada- tomaron velocidad de crucero y este mes se pueden dar por terminadas. Pero hay que valorar, también, que paralelamente se han dado los pasos para equipar el nuevo hospital en medios técnicos y humanos, por lo que hay que confiar en que esa transición sea menos inquietante que los episodios comentados. Parece que Page quiere que el Rey Felipe VI presida el acto oficial de inauguración, que todavía no tiene fecha. Nos parece fenomenal; una obra que ha durado más que El Escorial solo la puede inaugurar un rey. Esto es lo que hay.
Semáforo de actualidad:
ROJO: A Pablo Casado, presidente del PP nacional, no solo murciano, que no ha tejido mejor ocurrencia que ponerse a criticar cualquier recorte en el trasvase Tajo-Segura coincidiendo con la tragedia del Mar Menor y la mortalidad de sus peces por la falta de oxígeno en el agua. Informes como los de Greenpeace y el Colegio de Biólogos de Murcia son contundentes a la hora de vincular esta mortandad con un desarrollo exponencial de la agricultura de regadío intensiva e industrial, basada en agrotóxicos, y su consiguiente contaminación de las aguas. Los datos son elocuentes: El agua del trasvase Tajo-Segura posibilitó un aumento extraordinario de los regadíos, y pasar del 12,8% de regadío al 60%, con el incremento consiguiente de los vertidos de nitratos. Hasta entonces, al no existir aportaciones externas procedentes del trasvase Tajo-Segura, el agua del Mar Menor era cristalina y sus ecosistemas asociados estaban vivos. Pero con independencia del asunto del Mar Menor, preocupa que Casado, en su condición de líder nacional, asuma, sin pestañear, mantras del PP murciano como su oposición a un recorte de 8 Hm3 al mes en el trasvase cuando todos sabemos que eso no va a ninguna parte, ni cuestiona la viabilidad del propio trasvase. Por más que los últimos acontecimientos imponen una revisión y un planteamiento coordinado de los gobiernos de España y Murcia.
VERDE: A Braulio Carles en representación del Centro de Inmigraciones de Sigüenza, que ha tenido otra vez un papel protagonista en la recepción de refugiados afganos. Aunque como ha declarado él mismo: “Hay que ser solidario y generoso para abrir las puertas y atender a todos los que se pueda, pero tampoco dejar en el olvido al país de origen”. Y la situación del país de origen es dramática con una amenaza de genocidio hacia miles de personas, especialmente mujeres, sobre los que va caer un régimen medieval que quiere empezar a ajustar cuentas a partir de que las fuerzas internacionales se vayan a finales de mes. ¿Para qué ha servido, entonces, el sacrificio de miles de soldados de la coalición internacional, que han muerto en estos últimos 20 años, entre ellos 102 españoles? La presidencia de Joe Biden como líder internacional no ha podido tener un peor principio. Se parece más a Carter que a Obama. A Chamberlain que a Churchill. Ha envalentonado a los talibanes y ha dejado la geopolítica en la región en manos de dos estados autócratas: Rusia y China. Las consecuencias para la Europa de Batacan o los trenes del 11-M, que sigue sin querer asumir sus responsabilidades en la seguridad del mundo, pueden ser terribles.