Guadalajara, Castilla-La Mancha y España asistiremos el 28-M a una de las elecciones más reñidas que se recuerdan. Y lo haremos con una Ley en vigor que es producto de un paternalismo trasnochado, de cuando en España no había tradición democrática y el legislador pensaba que tenía que sobreproteger al pobre elector de las malas artes de la política. Me estoy refiriendo a la prohibición a la publicación y difusión de sondeos electorales por cualquier medio de comunicación durante los cinco días anteriores a la votación, lo que por un lado favorece el oscurantismo de la actividad demoscópica con extraños “mercados de la fruta”, en Andorra; y sobre todo porque priva al elector de tener acceso a una ciencia, como es la demoscopia, cuando se realiza con profesionalidad y sin el sectarismo de algunos institutos de opinión, como el CIS de Tezanos.
Sinceramente, el pueblo español ha visto lo suficiente en este medio siglo que llevamos de democracia y ya no tiene que venir ni papá estado, ni papá gobierno a prohibirle el acceso a los sondeos electorales, como se fuese un niño indefenso, porque los partidos los siguen haciendo en sus trackings diarios y de ellos sacan la información que llevarán al consejo de ministros, como está haciendo Sánchez en las últimas semanas con sus martes electorales, o los que están en la oposición para centrar la crítica del Ejecutivo. El elector tiene derecho a saber si votar a este o el otro partido es rentable, o si está tirando su voto, porque no tiene posibilidades de llegar al 5% y obtener representación. O por poner un ejemplo más local, si el último escaño de Guadalajara, que puede ser decisivo para el gobierno de Castilla-La Mancha, se lo está jugando el PSOE con el PP o el PSOE con Vox.
Nada de esto es posible, ahora, para el electorado español, y si esto lo juntamos a las aburridísimas campañas electorales que nos tragamos, sin debates entre candidatos a presidentes o alcaldes, de verdad, que merezcan la pena, pues no nos puede extrañar que cada día cueste más llevar a ese elector a las urnas. Porque le empiezas tratando como a un niño y al final se queda jugando en el parque, como un niño.
VINICIUS Y LA MARCA ESPAÑA.- Pues no, España no es racista, Valencia no es racista, aunque algunos se aprovechen del intolerable ataque racista a Vinicius para hacer populismo barato, pero eso no quiere decir que en España, en Valencia o donde sea, no haya racistas que se expresan desaforadamente como lo hicieron el domingo en el partido de Mestalla.
Lo de Vinicius va más allá, y no se puede entender sin un análisis que incluya también lo deportivo, el que atañe a un grandísimo jugador, a quien algunos equipos le defienden mejor a base de insultos, racistas y de todo tipo, porque saben que es más fácil descentrarle, por su juventud, que quitarle la pelota al salir de un gambeteo.
Pero sí, aun no siendo racista, a España le están sacando los colores en el mundo porque su Liga, su Federación, la Fiscalía, el Consejo Superior de Deportes… no se han tomado en serio los insultos racistas de las barras bravas del fútbol, como se demuestra que Vinicius haya podido editar un video con una decena de actuaciones racistas que no tuvieron respuesta suficiente de todos los citados. Ha tenido que salir lo que pasó el domingo en Valencia en el The New York Times o la BBC, para que algunos se den cuenta de que en la Liga española hay un problema con el racismo. Y que se está maltratando al futbolista joven más prometedor del mundo, que como esto siga así, con muñecos con su camiseta colgado de un puente, se acabará marchando a jugar a Inglaterra. Esto es lo que hay: Lo peor que le podría pasar a la marca España.