Nadie se explica cómo se le ocurrió a Pedro Sánchez plantear esta campaña de elecciones locales y autonómicas como si fuera la primera vuelta de unas elecciones presidenciales. Hasta Iván Redondo, su antiguo oráculo, se hacía cruces ayer. Solo Tezanos, el fontanero del CIS, que a estas alturas debería estar procesado por prevaricador, daba al PSOE favorito, mientras que el resto de sondeos del mundo mundial avanzaban la existencia de una corriente de fondo que beneficiaba al PP de Feijóo. Y así ha ocurrido: el PP dio el sorpasso al PSOE respecto a las elecciones de 2019 , con 31,50% y más de setecientos mil votos de diferencia. La reacción de Sánchez no ha sido convocar a los órganos representativos del PSOE para escuchar la voz de su partido, sino cerrar cualquier debate interno sobre su continuidad, con el último truco de trilero: la convocatoria de elecciones el 23 de julio. Con unas elecciones a las puertas, Sánchez cierra cualquier posible debate en el seno del PSOE y obliga a su partido a seguirle hasta el borde del precipicio; y a saltar con él. Como le ha sucedido a todos los candidatos socialistas, que han tenido que aguantar cómo una campaña local y autonómica se diseñaba desde La Moncloa y en ellas los protagonistas no han sido los alcaldes y candidatos regionales, salvo Page, el más listo de todos, sino el presidente del Gobierno, vía acuerdos de consejo de ministros que no se ha creído nadie, porque legislaba sobre competencias que no le son propias. Solo le ha salvado que la percepción de la situación económica todavía no es mala, porque las advertencias del BCE y de Europa sobre la necesidad de recortar el déficit y la deuda vía ajustes, no le va a tocar a él; sino al que venga detrás, seguramente Feijóo. El ganador político de este 28-M.
Uno de los alcaldes perjudicados por la acaparación sanchista de la campaña electoral ha sido Alberto Rojo. Los resultados del PSOE están entre los mejores de la historia electoral de la capital, porque su candidatura ha sido la lista más votada, honor que tradicionalmente se reservaba a la lista del PP, quienes eran los que más han piado porque gobernara la lista más votada, aunque luego el gobierno de Rajoy no se atrevió. El PSOE de Rojo gana un concejal, pero no le va a valer para su reelección, porque a su izquierda solo tiene 1 concejal, de Aike, con el que pactar. Unidas Podemos desaparece del Ayuntamiento, siendo la primera vez que un partido comunista o neocomunista no tiene representación en Guadalajara. El lastre de las frívolas ministras de Podemos ha pesado demasiado. A Rojo solo cabe reprocharle una mayor valentía: no haberse desmarcado de la campaña local, competencia de la Ejecutiva Federal, que ha atestado los paseos y calles de Guadalajara con lonas y pancartas de “Vota PSOE”, con lo que se favorecía esa imagen de campaña nacional que ha perjudicado a los alcaldes socialistas; y beneficiaba al PP.. Hace unos días estuve en Vigo y comprobé que allí solo había carteles de Abel Caballero, pero pidiendo el voto “por Vigo”, no por el PSOE, y el alcalde de la Navidad ha sacado 20 concejales de 27. Esta estrategia monclovita de dejar en segundo plano a los alcaldes socialistas les convirtió en burócratas o simples delegados del partido, prescindiendo de su liderazgo.
A sensu contrario, nunca el PP ha sacado mejores resultados con tan pocos concejales. Guarinos es una mujer con suerte, tan necesaria en política. Su lista apenas ha sumado 11 votos más que la de Román en 2019, cuando el mainstream benefició al PSOE, pero en el reparto ha tenido 1 concejal más, que a la postre le puede dar la alcaldía. Esto será con el permiso de Vox, que con Javier Toquero como candidato dobla el resultado de 2019 con Antonio de Miguel, y a quien ya se le está poniendo cara de vicealcalde. Eso será siempre que haya un pacto de investidura con el PP de Guarinos, porque de lo contrario hay que recordar con la actual Ley sería proclamado alcalde el más votado: el socialista Alberto Rojo. Una ventaja que refuerza el poder de negociación de Vox, porque si las cosas vienen mal dadas siempre pueden descolgarse votando a su candidato, como hizo una vez Blanca Calvo, rompiendo el pacto de izquierdas. Toquero ya ha dicho que “Vox no va a regalar nada” y que quieren cambios. Vamos, que han dejado la puerta entornada, pero tampoco abierta del todo para que pase el que quiera. Una impresión: el adelantamiento electoral de Pedro Sánchez no favorece la negociación de posibles pactos entre PP y Vox, porque aquel los querrá utilizar como un arma electoral para agitar el espantajo de que Feijóo se alía con la “extrema derecha”. Aunque no se engañe: la amenaza ha perdido fuerza en boca de Sánchez, quien no ha tenido inconveniente en meter en el gobierno a la extrema izquierda bolivariana, alejándose del centro político que siempre disputó el PSOE, o blanquear a los herederos políticos de ETA, en perjuicio del PNV. Son estas cargas las que han caído como una losa sobre los candidatos socialistas de las principales ciudades -en el medio rural ha influido menos- y las que han estimulado la consolidación de Vox como tercera fuerza política, como voto de castigo contra Sánchez. Que es el gran perdedor de estas elecciones.
Esto es lo que hay. De esta zapatiesta solo se ha salvado Emiliano García-Page, pero de ello hablaré en el próximo post, al igual que de la Diputación, donde el PSOE alcanza la mayoría absoluta.
PD.- Días atrás escibía que una de las claves de estas municipales en la capital era saber dónde irían los tres ediles de Ciudadanos; con los que lealmente gobernó Alberto Rojo. Pues ha quedado claro: 1 al PP y 2 a Vox, un partido que también hace gala de su radical españolismo. El PSOE recibe el concejal que perdió IU-Podemos, pero no ha sido suficiente para investir una mayoría de izquierdas, que en el último mandato, tampoco la hubo, no nos equivoquemos. El elector de CS en Guadalajara tampoco era de izquierdas. Como ha quedado demostrado.