Guadalajara tiene Ferias por un privilegio real en el reinado de Alfonso X de Castilla (Toledo, 23 de noviembre de 1221-Sevilla, 4 de abril de 1284); y desde entonces hasta ahora. Por eso nuestras fiestas son también Ferias, porque comenzaron como feria de ganado, y con los animalitos llegamos hasta el siglo XX cuando la ciudad traspasó (en el sentido literal de la palabra) su muralla medieval y comenzó su expansión, primero en torno a la actual calle de Toledo, entonces escoltada por fincas de labor y casas de labranza; en los años setenta hacia el sureste con el polígono del Balconcillo; y desde los años ochenta por el noroeste con lo que comenzó siendo una iniciativa municipal de compra de suelo en Aguas Vivas, y que terminó de expandirse hasta Taracena por el terreno que ha quedado dentro del perímetro de la Ronda Norte. Casi todo está ya urbanizado, lo que nos avisa de la lentitud con que el municipio se toma la elaboración de un nuevo Plan Municipal de Urbanismo.
La corporación de Guadalajara siempre tuvo una obsesión porque las Ferias estuvieran en el centro. Así, esas primeras ferias alfonsinas se celebraban en la plaza Mayor; de allí subieron las tómbolas hasta la plaza del Jardinillo; ya en el siglo XX se empezó a utilizar la plaza de Santo Domingo y cuando se quedó pequeña se amplió al parque de La Concordia; y con el primer ayuntamiento democrático terminaron los cachivaches en unos terrenos de las monjas Adoratrices, ahora convertidos en parque. Con cada cambio se produjo la inevitable protesta de las fuerzas vivas, porque al decir de ellas se estaba alejando la fiesta de la ciudad; y sería la ruina. En la etapa de José María Bris se produjo un cambio de modelo al iniciarse la ordenación, terminada con Antonio Román, de una explanada junto al nuevo centro comercial de El Corte Inglés, ahora rebajado a Outlet, al otro de la A-2, pero que desde 2023 se ha dejado de utilizar porque durante el gobierno de Alberto Rojo-Sara Simón accedió a la pretensión de las peñas, un poder fáctico en las Ferias, para que todo se volviera a concentrar en la ciudad. La sucesora en la Alcaldía, Ana Guarinos lo ha asumido porque era la decisión más fácil.
El modelo actual tiene la ventaja de que está todo más a mano, sí, como aquellas Ferias de la plaza Mayor, pero no es sostenible. Para que quepa todo hay que okupar los cuatro principales parques de la ciudad (La Concordia, San Roque, Ferial y Fuente de la Niña) que por ello sufren daños de los que tardan en recuperarse el resto del año. Pero la gente está contenta y ya sabemos lo que hacen los políticos cuando la gente es feliz; ponerse al frente de la manifestación. Puede que algún día -aunque no lo espero- llegue una docta corporación que se atreva a pensar en Guadalajara a largo plazo, se arriesgue a perder votos y encuentre otra alternativa, como sería ampliar los terrenos del Ferial de la A-2, para que allí quepa todo, incluso un recinto para conciertos y no tener que maltratar el tartán y el césped del estadio de la Fuente de la Niña, cada vez que llegan las Ferias. Pero va a costar, porque hoy se vive del momento y por ello los políticos caen en el populismo de buscar soluciones sencillas a problemas complejos. Así que la cosa no pinta bien.
El éxito de las Ferias de Guadalajara depende mucho del tiempo, que en 2022 fue espléndido y contribuyó a que lucieran las Ferias de Simón. Pero este año, la AEMET nos avisa de que hay lluvias en el horizonte y habrá que ver cómo influye en el programa. Las primeras Ferias de Guadalajara fueron de otoño, como se correspondía con una ciudad agrícola castellana, pero ya en el siglo XX empezaron a adelantarse en el calendario con el propósito de encontrar una meteorología más benigna. De tanto echarlas para atrás acabaron juntándose con las de la Patrona, que en Guadalajara siempre tuvieron una vida aparte. Y así comenzamos a escuchar y a leer cosas tan raras como las Ferias de la Antigua. A fecha de hoy, la ciudad sigue sin tener una fecha fija para las Ferias, con lo que en los últimos años se ha hecho costumbre un criterio un tanto peculiar: que la Semana Grande empiece el lunes siguiente a la Patrona, 8 de diciembre, para que su procesión y los principales cultos religiosos no se hagan coincidir con encierros y charangas. Pero sucede que a mediados de septiembre suele llover en Guadalajara.
Yo soy partidario de encontrar unas fechas fijas para las Ferias de Guadalajara, coincidiendo con el veranillo de San Miguel, que en Castilla siempre nos alumbra con el último sol del invierno; y no acostumbra a llover. También se evitaría la coincidencia con numerosas fiestas en nuestros pueblos y Guadalajara recuperaría esa condición que tuvieron sus fiestas de Otoño: ser el broche de oro de las fiestas de la provincia. Con ello no habría que esperar a ver cómo cae cada año la festividad de la Patrona y echar hacia delante o hacia atrás la Semana Grande. Y devolveríamos la festividad de la Antigua a lo que siempre fue: el día 8 de septiembre y los cultos de la novena. Sin más historias.
Siempre he creído que Guadalajara tiene unas buenas fiestas, porque se viven en la calle, y eso no es fácil de encontrar en otras capitales españolas. Las peñas y los encierros les aportan personalidad y más cuando con mucho esfuerzo es la única capital de provincia, con Pamplona -a la que siempre hemos mirado-, donde se corren los toros de las corridas. Otra cosa es que la Feria taurina viva en la incertidumbre, aunque eso tiene mal arreglo porque, en septiembre, hay toreros que se caen de los carteles porque están recuperándose de cogidas o sufren de estrés (lo que en la jerga taurina se conoce por atorao, de tantas corridas) y han cortado la temporada, como ha pasado con Morante de la Puebla.
Por tanto, a los que no han huido de las Ferias con el Club Alcarreño de Montaña, mis mejores deseos de que pasen unas buenas fiestas. Todos echamos cosas de menos, pero es justo decir que el programa tiene actos para todos los públicos. Aunque sería un error pensar que ese modelo Simón, de meter todo en los parques, tiene más recorrido. Pero esto es lo que hay.
P.D. El atrabiliario Rubiales, por dar en un momento de euforia un beso robado a una jugadora de fútbol, ha dimido; felizmente. Y será procesado. La ministra que promovió la ley del Si es Sí, y que ha terminado beneficiando a los miembros de esa Manada de la que nos querían salvar, ahí sigue, de ministra en funciones de Sánchez; y sin pedir perdón por tanta soberbia e incompetencia. Y con ella la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, que votó en contra de la reforma que su propio gobierno tuvo que pactar con el PP para limitar los daños. Vamos a ver qué se inventan, ahora que Rubiales se ha desgastado, para distraer la atención sobre la amnistía que nos viene. Ya lo tenemos: Que Aznar va a encabezar un golpe de Estado, según descubrió la ministra de Puertollano metida en labores de Inteligencia, y que Puigdemont es un político intachable, como lo fue Pujol y su honrada familia. “Cosas veredes amigo Sancho”.