Resulta chocante la frivolidad con la que se ha despachado en toda España los malos resultados del Informe Pisa sobre el estado de la educación, en el cual participan los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Por lo que se ve, en España estamos ahora ocupados en disputas medievales, que en otros países dejaron resueltas desde su unidad nacional. Debela este informe que los alumnos españoles han bajado sus capacidades en matemáticas, lectura y ciencias, y la primera reacción de la ministra de Educación, Pilar Alegría, fue que más habían caído en sus calificaciones otros países europeos, omitiendo que, a pesar de ello, España sigue todavía por debajo. ¡Hay que tener desparpajo!
El informe Pisa nos suspende en todo y saca los colores a la educación europea en general, sobrepasada por los países asiáticos, con Japón a la cabeza, líderes en esfuerzo y competencia. Ni la mítica Finlandia parece resistir, y no ha podido acompañar el progreso de los alumnos orientales, que se muestran más competentes para acceder a un nuevo mercado de trabajo en constante evolución. Es una muy mala noticia para Europa. Pero si el nivel de los alumnos españoles está por debajo de la media europea, los alumnos de Castilla-La Mancha todavía están más necesitados, ya que no alcanzan la media nacional. En matemáticas, la región obtiene 464 puntos por 473 de la media española; en lectura les conceden 468 por 474 de la media nacional; y en ciencias, el informe manda a los alumnos de la comunidad a la cola con 475 puntos frente a los 485 de la media española.
Ante unos resultados así, caben dos respuestas: ocultarlos y no hacer ruido, para evitar que alguien sea señalado. O analizarlos en profundidad y ver por qué autonomías vecinas y con un espectro socioeconómico similar, como es Castilla y León, han sido capaces de ocupar las primeras clasificaciones en las tres especialidades analizadas y los castellanos de la meseta sur nos hemos quedado tan lejos. Porque ya no es solo una cuestión de dinero, que también, empero lo que hace aguas es el modelo. Los profesores excelentes, agrupados en la Facultad Invisible, empiezan por apuntar que, en España, en lectura y escritura, con la excusa de no dejar a nadie atrás, se ha encubierto una bajada de los niveles. Y paralelamente a la caída en estima por la lectura o la escritura, se ha magnificado el papel de la tecnología y la innovación, pero luego no se analizan los resultados, que ponen en solfa la utilización de las pantallas móviles y otras moderneces. El modelo pedagógico que se lleva aplicando desde décadas en España no funciona, cada nueva ley lo empeora más, pero es más cómodo no reconocer que se penaliza el esfuerzo y el conocimiento, se relega lo memorístico sobre los contenidos, y así se limita el debate a una cuestión presupuestaria. Los profesores excelentes defienden que los jóvenes necesitan adquirir más que nunca una base sólida de conocimientos para no creer todo lo que les diga la máquina o lo que ven, sin filtrar, en las redes sociales, porque solo así se formará una mente crítica más difícil de manipular. A las puertas del acceso en colegios y universidades de la Inteligencia Artificial, pánico me da lo que nos viene. Hay alumnos que terminan sus estudios sin haber leído un libro, y difícilmente por ello lo harán de adultos. Se ha extendido el pensamiento negativo, lo que conlleva una epidemia de ansiedad y depresión al creer que cualquier esfuerzo no vale la pena, porque no encontrarán trabajo en un mundo a punto de extinguirse. Y en el centro del problema, unos profesores mal pagados y no lo suficientemente formados a los que padres y alumnos les han perdido el respeto, por lo que ante el lógico cansancio no les queda otra que bajar ellos también los niveles de exigencia, con el argumento tramposo de que nadie puede quedarse atrás.
Esto es lo que hay, pero parece que no queremos enterarnos y mientras los orientales afilan sus conocimientos en la vieja Europa nos pesa la falta de exigencia. O simplemente la comodidad.
ILIBERALES Y TOTALITARIOS.- La portavoz de Puigdemont en el Congreso, no contenta con los insultos proferidos semanas atrás contra los más altos magistrados del Supremo español, vuelve a repetirlos esta misma semana al aseverar que “un presidente del Consejo General del Poder Judicial no tiene competencias para llamar al orden de una diputada”. Ni el mismísimo Trump podría haberlo expresado mejor en su disputa contra la judicatura americana. La creencia de esta gente es que por ser diputados están por encima de la ley y el derecho y de los únicos con capacidad de interpretarlo, que son los jueces, lo que demuestra lo lejos que ha llegado Pedro Sánchez en sus pactos para seguir en el poder. Al haber alcanzado a individuos que ignoran que la democracia lo es porque se somete al imperio de la Ley, y que no es el poder ejecutivo, como pasa en Cataluña, el que decide si una Ley se cumple o no, como lo ha afeado la estonia Yana Toom, presidenta de la comisión de europarlamentarios que ha visitado Cataluña, y que no entendía por qué en la calle los indepes le llamaban “fascista” o no se aplicaba la sentencia del 25% en castellano en la escuela cuando así lo ha ordenado el Tribunal Supremo. Bienvenida al Proces, que Sánchez con su muro llevó con gran osadía al parlamento europeo, como bien sabe Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo.