El viernes fue uno de los días más duros para el Gobierno. Pero Rajoy no se dio por enterado. Un día en el que como han escrito algunos comentaristas el gobierno de Mariano Rajoy reconocía indirectamente que se le hundía la legislatura, porque la previsión es que termine sin haber logrado crear empleo neto. Una montaña insuperable se levanta en el camino de un gobierno que se presentó ante sus electores con el eslogan, Cospedal en Castilla-La Mancha, “si quieres trabajo vota PP”. Pues si no quieres taza… La tasa de paro en la comunidad supera en más de 4 puntos la media española. Sólo en Guadalajara estamos ligeramente por debajo a la media nacional, y eso solo es imputable a nuestra cercanía a Madrid, no nos engañemos, que no logra cercenar nuestra estupidez a la hora de elegir destino autonómico.
Pero no me quiero ir por los cerros de Úbeda. Lo peor de la presentación del cuadro macroeconómico del Gobierno no es solo que está reconociendo paladinamente que las políticas contra paro no están siendo efectivas para atajar el problema del desempleo en España, que es estructural, es decir no solo producido por la crisis económica, sino la falta de discurso político entre los comparecientes. Los dos ministros de los números, Guindos y Montoro, flanqueados por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que estaba allí como una Cariátide helénica, desgranaron cual notarios la cruda realidad que nos espera, pero no fueron capaces de articular no ya un mensaje de esperanza sino tan siquiera dieron la impresión de de saber lo que están haciendo. Todo se fía a una comparecencia sin fecha de Mariano Rajoy en el Congreso, que es insuficiente ante en calado de los acontecimientos.
Es de agradecer que el Gobierno no nos mienta otra vez en sus previsiones económicas, y presente un cuadro tan negativo, que parece que quiere curarse en salud, pero todo esto necesita de un relato político que ni Guindos, ni Montoro son capaces de encarnar en sus tristes figuras. ¿Adónde vamos? ¿Se puede hacer algo más que tomar nota de lo que diga Merkel, Oli Rhen y la patulea de euroburócratas que rigen nuestros destinos como nación? ¿Hay alguna luz al final del camino? ¿O es que no hay camino?
El cuadro macroeconómico del gobierno nos alerta sobre algunas cosas. A saber.
Se ha empezado a reducir el déficit y de momento esto nos aleja de la quiebra del sistema financiero, pero todavía, España, por cuarto año consecutivo, supera los 100.000 millones de déficit. Es decir, a la menor alegría o tropezón nos vamos con los griegos al despeñadero.
La banca ha recuperado el 25% de sus depósitos perdidos y la deuda de las empresas baja a niveles de 2006. Quiere esto decir que la empresa privada sí está haciendo reformas, aunque sean dolorosas, y empiezan a posicionarse ante un escenario de recuperación, pero entretanto la reforma de la administración sigue embarrancada. El Gobierno no se atreve o no sabe por dónde meter mano a una administración con más grasa que músculo y que entra en constantes duplicidades en sus niveles estatal, autonómico o local.
La falta de discurso del Gobierno, más allá de echar de la culpa de todo a Zapatero, hace que la opinión pública acabe asumiendo que la política económica ha fracasado y que es necesario una política de estímulos. Este es el discurso del Partido Socialista. Bien, ¿pero de qué estímulos estamos hablando? ¿De volver a derrochar recursos en obras públicas sin cuento y en echar cemento por los municipios de España? ¿Tan pronto hemos olvidado de que con las políticas de gasto sin control y el famoso Plan Zapatero pasamos de tener un superavit del 5% a un déficit del 11%? ¿No podría ocurrir, como advierte el economista Daniel Lacalle, que la solución de echar más deuda sobre la deuda es simplemente agrandar el agujero de unos sistemas de bienestar del Estado-que no del estado del bienestar- sencillamente hipertrofiados?
Lo más desesperante de todo esto es que mientras el Gobierno es incapaz de mostrarnos una hoja de ruta más allá de las ocurrencias de la troika europea, desde fuera de él todo se fía a volver a una política de más gasto y más deuda que, como nos recuerda Lacalle, es directamente responsable del paro injusto y antisocial que queremos repetir. Lo más que hemos llegado es a recortar un poco de aquí y un poco de allá, pero sin reformas de calado que ponga las bases para lograr una economía competitiva, que mire más el exterior, única forma de no depender tanto del turismo y los servicios. ¿Cómo se creen si no es así que podremos romper con ese problema estructural de la economía española, que necesita crecer por encima del 2% para crear empleo? Las previsiones sobre la tasa de paro dan verdadero pavor. Pero más todavía que alguien se piense que podemos cambiar este estado de cosas solo a base de milagrosos planes de estímulos y no con reformas para hacer de la economía de este país algo más que servicios, sol y playa.
El derroche y el déficit ya sabemos a los que nos ha conducido. A un agravamiento del paro, por el colapso del sector de la construcción, que era la punta de lanza de la economía, y con él al hundimiento del consumo, que ha congelado a todo el sector productivo.
Algunos sabemos por qué hemos llegado hasta el precipicio. Otros se han olvidado demasiado pronto desde que perdieron el gobierno. Pero los más quieren que el Gobierno les explique cuál es la hoja de ruta y nos de aliento, y que no solo se limite a arrojar el cuadro macroeconómico como si fueran las pesadas ruedas de un molino. Como si fueran meros registradores o notarios. No líderes sociales y políticos.
Esto es lo que hay.