A la estrategia de Pedro Sánchez para llegar a ser el jefe de la oposición en la presente legislatura le falta lo esencial: para que esto sea posible debe haber antes un gobierno. Y la constitución de ese gobierno es incompatible con su actual estrategia de negar cualquier posibilidad de acuerdo con el grupo mayoritario de la Cámara, el PP de Mariano Rajoy, en base a un argumento de la edad de piedra del bipartidismo: que el PSOE y el PP son cosas distintas. Como si la UCD de Suárez, la AP de Fraga, el PSOE de González, el PCE de Carrillo, la Convergencia de Pujol o el PNV de Arzalluz fueran lo mismo cuando se sentaron en una mesa para negociar la Constitución. Con Sánchez pilotando la Transición todavía estaríamos regidos (en funciones) por los principios Fundamentales del Movimiento. Aprenda de lo que le dicen los mayores, como González, y que algo saben de esto.
El problema de Pedro Sánchez es que fue a las elecciones con solo una idea: ser el jefe de la oposición; lo logró al superar el PSOE a Podemos – él piensa que el partido de Pablo Iglesias ha tocado techo y que su falta de cohesión territorial le pasará factura-, pero la aritmética le ha jugado una mala pasada. Tiró las llaves de la gobernabilidad al mar y ahora vamos a ver cómo las recupera. Su negativa a cualquier negociación de investidura con el Partido Popular solo le deja abierta una vía posible, que en el PSOE apenas cuenta con apoyos (Baleares, Castilla y León y Cataluña). Me refiero a ese gobierno Frankiestein entre PSOE, Podemos, los independentistas de izquierdas y derechas, y hasta los batasunos de Bildu. Esto es lo que hay, señor Sánchez. O usted encabeza esa merienda de negros (con perdón), o posibilita la investidura de Rajoy, aunque sea de aquella manera, o nos vamos a unas terceras elecciones para finales de diciembre. Yo tampoco tengo la varita mágica de Andreotti para saber lo que va a pasar, y solo me guío por el instinto de conservación para escribir que no creo que lleguemos al extremo de repetir las elecciones. Pero no tanto lo creo porque Sánchez se nos haga patriota y no quiera arruinar a España, permitiendo la continuidad de un gobierno en funciones que no podría aprobar un presupuesto, y condicionaría negativamente el futuro de autonomías y ayuntamientos. Por lo menos quiero pensar que Sánchez no se quiere suicidar y acabar con su carrera política, porque el resultado de unas nuevas elecciones llevarían a Rajoy al borde de la mayoría absoluta. Y a la izquierda a la ruina y al desencanto por volver a participar en otras elecciones navideñas.
De la misma manera que Sánchez tiene que resetear su estrategia a Ciudadanos le sucede tres cuartos de los mismo. Albert Rivera decidió antes de las elecciones que no pactaría con Rajoy, porque debía pagar por la corrupción de su partido, pero luego el pueblo español decidió darle una segunda oportunidad, aumentando sus apoyos, que le convierten en el único candidato posible sin tener que recurrir al independentismo, que como se ha visto en el parlamento catalán son de piñón fijo y van a lo suyo. Como el borrico en un sendero. Rivera tiene que revisar su cómoda abstención, que tampoco conduce a nada si Sánchez no se apea del otro burro, pero Ciudadanos no solo debería pensar en que Rajoy pueda formar gobierno. Sino que este gobierno sea viable y útil para los españoles. Y para ello Ciudadanos necesita demostrar que es un partido útil para España, y que negociando puede rebajar los humos al PP y acotar un campo de negociación que desemboque en una legislatura reformista y con un mínimo de estabilidad. Como Rivera no es tonto, también supongo que acabará negociando un pacto de Gobierno –como sería deseable—o como poco un pacto de investidura –como es más probable–, porque una repetición de elecciones llevaría indudablemente a la concentración del espacio liberal, que se ha llevado Ciudadanos, en torno al voto útil en el Partido Popular. Los tiempos del postureo han pasado, y ahora muchos queremos saber si tras las atractivas formas de Albert Rivera hay un político de verdad.
Por todo ello quiero ser optimista y prefiero pensar que algún acuerdo habrá, aunque con el PNV metido en elecciones, que nadie espere nada de ellos. Cualquier camino pasa porque los partidos constitucionalistas se dejen de estrategias y de política pequeña, y eviten unas terceras elecciones el 18 de diciembre, que demostrarían una cosa. Que tenemos una ley Electoral que nos aboca a la ingobernabilidad con estos líderes políticos. Porque vamos a ver: ¿Cuántas elecciones necesita Sánchez para que le valgan a su proyecto personal? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Cinco?
Al gallego solo le vale con esperar, con hacer como si hiciera, pero a España y a su recuperación económica, ya palpable, tanto tacticismo nos puede costar muy caro.
P.D. Es cierto que algunos pacientes han seguido con su tratamiento en hospitales de la región, en lugar de acogerse al convenio con Madrid, pero porque los propios médicos así lo han aconsejado para evitarse cambios en mitad de un tratamiento que podrían resultar inoportunos. Pero de ahí a que el vicepresidente regional, el conquense Martínez Guijarro, de a entender que la gente de Guadalajara prefiere los hospitales de Castilla-La Mancha a los de Madrid va un abismo. Sin entrar en detalles médicos, el que separa a Guadalajara de Albacete (casi seiscientos kilómetros de ida y vuelta) o con Ciudad Ral (unos 580). Que en Guadalajara no se nos ha olvidado contar y todavía sabemos por dónde queda Madrid. A pesar de las Autonomías.
El gobierno de García-Page va bien intentado que el Hospital de Guadalajara sea cada vez más autónomo, dotándose de nuevas especialidades, pero sin volverse locos y despreciar lo que ya tenemos. Un convenio para ser atendidos en unos magníficos, y vecinos, hospitales en Madrid, que ojala que cada vez sea menos utilizado por ese crecimiento anunciado de nuestro Hospital. Pero no nos hagan bromas. Aunque España, o lo que quede de ella, se constituya en estado federal, confederal o en un protectorado de Alemania, Madrid seguirá estando a 55 kilómetros de Guadalajara capital y a menos de 40 de Azuqueca. Por los siglos de los siglos.