Guadalajara, de rebajas

Algo había que hacer. En estos 13 años, la evolución del Hipercor ha sido mayor que la evolución de El Corte Inglés y cuando algo no va bien hay que revitalizarlo”. Así de claro se manifestaba en Guadalajara Diario, el portavoz de El Corte Inglés Castilla-La Mancha, al hablar de la inminente transformación del centro de Guadalajara en un “outlet”, es decir, un lugar donde se venden productos rebajados.

El análisis de la marca para explicar esta evolución manejó la gran movilidad entre Guadalajara y Madrid y sobre todo la cercanía del centro que la firma tiene en Alcalá de Henares, pues entienden que han impedido que el de Guadalajara despegue como la empresa hubiese querido. «Es muy difícil que una firma se instale en Guadalajara si ya está en Alcalá de Henares», es la conclusión a la que han llegado los ejecutivos de la mercantil, lo que no es poca cosa y a tener muy en cuenta ante cualquier estudio de mercado. Yo creo que no andan descaminados, aunque también sostengo que en ese análisis final que explica lo ocurrido con El Corte Inglés de Guadalajara intervienen más factores y uno de ellos es estrictamente socio-económico. Me explicaré.

El Corte Inglés de Alcalá estaba allí antes de inaugurarse el de Guadalajara, hace 13 años. Así que se contaba con ello como factor negativo para fidelizar clientes. También la geografía: Guadalajara está a 16,5 Km. de Azuqueca de Henares por la A-2, unos 16 minutos; y Azuqueca de Alcalá 20,2 km. y 24 minutos. Teniendo en cuenta que, además, Alcalá cuenta con el valor añadido de Cuadernillos y todo el entorno comercial de Alcampo, el reclamo para esa parte del Corredor del Henares que no es solo Guadalajara capital ha terminado por inclinar la balanza por Alcalá.

A ello hay que añadir un factor más, la costumbre. Si en derecho se dice que la costumbre es una norma jurídica que se manifiesta en un uso social reiterado, un consentimiento tácito del pueblo, que diría Ulpiano, en Guadalajara es costumbre que muchos alcarreños «bajen» a Madrid para muchas cosas, entre las que el ocio y el comercio son las más comunes. Y esto no ocurre solo desde que la Autovía o la R-2 nos han puesto Madrid a poco más de media hora o que el Cercanías se haya convertido en la extensión del Metro; viene de largo, y algunos tenemos en nuestra memoria infantil aquellos trenes de carbón con vagones divididos por clases en los que mi padre me llevaba a Madrid al Bernabéu, a ver las fieras del Retiro o al vecino museo del Prado. ¡Esos eran domingos!

Por lo tanto, Madrid siempre ha estado en el ser de Guadalajara, hasta el punto de que nuestra separación autonómica es un arcano sinsentido, pero la explicación a lo ocurrido con nuestro Corte Inglés tiene más enjundia.

Una segunda razón es evidentemente comercial y está relacionada con el auge del comercio electrónico, que ya viene de lejos, y que la pandemia lo ha acabado por impulsar. Un detalle del que no puede prescindir el pequeño comercio, participando de él mediante las plataformas on-line que lo impulsen. O te subes a ese tren o te quedas en la estación. Con solo ofrecer presencialidad y cercanía no es suficiente.

Pero hay un tercer elemento que influye también en que El Corte Inglés de Guadalajara se convierta en  “outlet”; en lo que antes se llamaba una tienda de rebajas, un espacio que siempre tuvo la marca, para  los productos que no habían tenido salida durante la temporada. El éxito de El Corte Inglés tiene dos puntales: el buen criterio de sus padres fundadores, desde Ramón Areces en los años cuarenta a su sobrino Isidoro Álvarez desde 1989, al introducir nuevos métodos de venta que ya tenían éxito en Londres o en París; y en una segunda etapa, el crecimiento de una clase media en España, que empieza  a desarrollarse con los primeros planes de estabilización en los años setenta, para liberalizar la autarquía franquista y convertirla en una economía alineada con Europa.  Una clase media que termina por consolidarse con la llegada de la democracia, y que rompe con el esquema dual entre proletariado y grandes propietarios que explican las grandes convulsiones que sufrió España desde el siglo XIX entre unas clases que no tenían nada que perder y otras que lo acaparaban todo. Una clase media que pasa a ser la gran contribuyente del fisco español . El éxito de El Corte Inglés llega porque se convierte en la gran cadena de distribución a la que tienen acceso esas clases medias cada vez más anchas en el tejido social español, a las que un trabajo normalmente fijo y una renta disponible creciente, aun pagando la hipoteca de la casa, les permite una capacidad de compra en un establecimiento de calidad, pero sin pasarse en los precios. Isidoro Álvarez lo ve clarísimo e inicia su expansión por España, hasta entonces solo limitada a las grandes capitales del país.

El Corte Inglés llega a Guadalajara en una situación de grandes cambios en su estructura económica y social. Con anterioridad, la expansión de aquello que se llamó Polígonos de Descongestión de Madrid, trae a la ciudad con el respaldo de aquel buen alcalde que fue el Dr. Pedro Sanz Vázquez, don Pedro, el cambio más profundo que tiene la ciudad desde la desaparición de la Real Fábrica de Paños y más tarde La Hispano, los emblemas de la industrialización en Guadalajara. Ese crecimiento industrial que el nuevo régimen nos negó, terminada la guerra civil, termina por llegar a partir de la década de los setenta con la ubicación de grandes industrias en el territorio próximo a la N-II: Bressel, Interclisa, Plaza, Duralex, Basf, Fibras… La lista es larga; es la gran industria sobre la que crece Guadalajara como una ciudad de clases medias con capacidad suficiente para tener una vivienda propia, con poder adquisitivo para consumir coches, ocios, servicios, etc. Y para ir a Madrid más a menudo para completar el pedido de lo que aquí no encuentra.

A nadie puede extrañar que El Corte Inglés no haya acabado de arrancar en Guadalajara, y que lo haya hecho Hipercor, su segunda marca, porque aquí llegó cuando estalla la crisis financiera y deja su modelo tradicional cuando empieza otra crisis económica derivada de la pandemia del Covid y la contracción económica. Así que no es solo porque los de Guadalajara sigamos comprando, también, en Madrid, como hemos hecho siempre. Sucede que esa clase media a la que ligó su éxito la marca ha adelgazado más de la cuenta, se ha proletarizado, y tiene que recurrir más al producto rebajado que se vende en un “outlet”, que a las grandes marcas que dio acogida la antigua empresa de la calle Preciados.

La desventaja para El Cortes Inglés es que llega tarde a Guadalajara, en 2008, a una ciudad en proceso de cambio, que aporta una población en el entorno de la capital sobre los cien mil habitantes, cierto, pero en el que muchas cosas han empezado a cambiar. Desde la llegada de  Witzenmann a Guadalajara, ahora en el polígono de Marchamalo tras su independencia, no se han ubicado en Guadalajara grandes industrias sino todo lo contario: las que había entraron en un proceso de adelgazamiento y con él el de esa economía local ligada a un trabajo que se creía para toda la vida y con una capacidad adquisitiva para poder ir a la moda en El Corte Inglés. Esta metamorfosis de su economía es notable con la irrupción de la logística, un sector que acapara el crecimiento del empleo en Guadalajara y el Corredor, que nos permite contar con la mejor tasa de empleo de Castilla-La Mancha, aunque algo ha cambiado. El trabajador medio en Guadalajara ya no tiene un trabajo para toda la vida, su sueldo es proporcionalmente  más bajo que el de sus padres cuando entraron a la Bressel o a Duralex, no tiene capacidad para pagar una hipoteca, por lo que en Guadalajara se modifica el mercado inmobiliario que necesariamente debe dirigirse al alquiler (que encima desalientan los okupas y un gobierno que no protege al propietario como se ha visto con el último decreto-ley); y, en resumidas cuentas: la renta disponible del guadalajareño medio para  darse un capricho en El Corte Inglés  y comprarse una prenda de temporada, se ha resentido.

Así que a nadie puede extrañar que El Corte Inglés no haya acabado de arrancar en Guadalajara, y que lo haya hecho Hipercor, su segunda marca, porque aquí llegó cuando estalla la crisis financiera y deja su modelo tradicional cuando empieza otra crisis económica derivada de la pandemia del Covid y la contracción económica. Así que no es solo porque los de Guadalajara sigamos comprando, también, en Madrid, como hemos hecho siempre. Sucede que esa clase media a la que ligó su éxito la marca ha adelgazado más de la cuenta, se ha proletarizado, y tiene que recurrir más al producto rebajado que se vende en un “outlet”, que a las grandes marcas que dio acogida la antigua empresa de la calle Preciados.

Esto es lo que hay, Guadalajara está cada vez más de rebajas, pero no solo es nuestra ciudad. Solo hay que ver lo que ha crecido la división de “outlets” en El Corte Inglés y el repliegue de su modelo de negocio tradicional. Unos dirán que es la globalización; otros simplemente que la competitividad de Europa va para atrás y que el nuevo modelo productivo no acaba de llegar, eso que pomposamente llaman Next Generation. Por lo que en un país que vive del turismo y los servicios, y que por tanto es el más castigado de la UE por la Covid, lo único que nos podemos permitir es ir de rebajas a un “outlet”. Pero esto es lo que hay. Estamos de rebajas.

Filomena y Covid llegan pegando

 Recuerden: se paralizó Barajas, el AVE, los Cercanías, la A-2-, la R-2, las principales carreteras regionales y provinciales, la energía en numerosas localidades…

Empezaré por confesar que este cronista, que ya va teniendo unos años, sin entrar en detalles, no ha conocido en su vida una nevada como la que entre el 8 y el 10 de enero cayó sobre la meseta en Guadalajara, Madrid y Castilla-La Mancha. Es verdad que estábamos avisados, porque la AEMET y los meteorólogos hicieron bien su trabajo, colocándonos unos mapas rojos por nieve y heladas de lo más amenazadores, pero incluso ellos reconocen que el espesor de la nieve todavía fue mayor en algunos puntos urbanos, Madrid el más sonado, pero no el único. Así lo documenta el catedrático valenciano Jorge Olcina, quien asegura que por mucho que se quiera comparar con la ola de frío de las navidades del 1970-71, no tiene comparación ni un antecedente histórico próximo: como poco habría que remontarse al temporal de nieve de 1904 en Madrid.

Estaríamos hablando, por tanto, nada menos que de 117 años atrás, un dato que es necesario tener en cuenta al evaluar las actuaciones que las distintas administraciones han afrontado para capear las consecuencias del temporal, que a estas horas es como un iceberg: solo se ve la puntita de lo que se ha podido llevar por delante.  Habrá que hacer una recopilación definitiva para solicitar la declaración de zona catastrófica, como ya lo ha avanzado el Ayuntamiento de Guadalajara o el de Madrid, aunque en ese sentido no soy muy optimista. Filomena se ha venido a sumar al inmenso agujero económico que el Covid ha agravado en España, que inicia 2021 con una de las peores cifras de deuda y déficit de Europa.

A los gobiernos se les puede exigir que estén preparados razonablemente ante una gran nevada, pero no que la paren. Lo que yo he visto en nuestro entorno es que había unos medios razonables preparados, aunque no fueran suficientes para lo que se nos vino encima. Pero no se puede hablar de caos por ello.

Calle del Amparo, el domingo por la mañana./GUDiario.

En Guadalajara se ha hecho históricamente mucha demagogia con la nieve, y solo hay que recordar algunas críticas crueles de los que estaban antes en la oposición y ahora les ha tocado bailar con Filomena en el Ayuntamiento.  Así que no seré yo quien utilice este episodio para censurar agriamente a este Equipo de Gobierno, ni a ningún otro. No digo yo a la oposición que renuncie a su labor fiscalizadora, pero sin caer en ese providencialismo que los populismos han traído a la política y por el cual el gobierno (sea municipal, autonómico, estatal o europeo) tiene poder absoluto sobre todas las cosas, y está por encima incluso de la propia naturaleza y de la iniciativa del ser humano. Llegará un día en que querrán administrar la felicidad por decreto.

Fue un alivio ver este jueves a los militares de la Brigada Extremadura XI en nuestras calles, con oficiales y tropa picando hielo a gran ritmo, y saber que aquí estarán lo que haga falta. Margarita Robles ha demostrado, una vez más, ser una de las pocas ministras del Gobierno que saben gestionar los asuntos de su cartera, servir al ciudadano, y no solo dedicarse al tacticismo y a enredar.

A los gobiernos se les puede exigir que estén preparados razonablemente ante una gran nevada, pero no que la paren. Lo que yo he visto en nuestro entorno es que había unos medios razonables preparados, aunque no fueran suficientes para lo que se nos vino encima. Pero no se puede hablar de caos por ello. Desde el viernes al domingo nevó lo que no estaba en los anales e incluso con un 4x 4 era arriesgado salir por Guadalajara. Por ello mi reconocimiento a los servidores públicos que aquella noche tuvieron que trabajar en la calle o doblando guardias en el Hospital. El alcalde Rojo estuvo rápido al solicitar la intervención de la UME, el mismo sábado, porque desde un primer momento se vio que con los medios municipales, e incluso con la colaboración de Diputación y Junta, podíamos pasarnos meses retirando hielo. Porque eso es lo que pasó el lunes: la nieve se había transformado y Guadalajara era una pista de patinaje. La gente empezó a romperse muñecas y tobillos y en estos días subieron a urgencias más gente por caídas que por el Covid. Por eso fue un alivio ver este jueves a los militares de la Brigada Extremadura XI en nuestras calles, con oficiales y tropa picando hielo a gran ritmo, y saber que aquí estarán lo que haga falta. Margarita Robles ha demostrado, una vez más, ser una de las pocas ministras del Gobierno que saben gestionar los asuntos de su cartera, y no solo dedicarse al tacticismo y a enredar.

Así que entro en el año 2021 con gran indulgencia. Estoy pensando en algunos alcaldes, los que cobran y sobre todo los que están en el cargo por la cara, que llevan agobiados desde marzo por el coronavirus, haciendo de asistentes sociales en sus pueblos e intentando que no se les mueran los viejos, y ahora que habíamos despedido a 2020 con una patada, viene Filomena como un hipopótamo en una charca. Y todavía algunos les echarán la culpa de que patinan los coches en la nieve. ¡Pues claro!, si no llevan cadenas o neumáticos de invierno, ¿qué esperas? En Noruega no pueden circular los coches en invierno que no llevan neumáticos especiales. O se les multa. Pero esto es España.

Soldados de la Brigada Extremadura, el jueves, en la calle Toledo./GUDiario.

Filomena se acabará yendo, pero el que sigue aquí es el Covid y con cifras disparadas, que hay que remontarse a primeros de noviembre. Yo no quiero engañarme: solo una vacunación al 70 %, como nos advirtió Merkel -que Dios conserve muchos años, porque gracias a ella Europa no se ha ido al garete en esta crisis por los populismos-, va a domeñar el virus y acabar con su propagación comunitaria, como ha pasado con esta tercera ola. Pedir ahora otro confinamiento domiciliario, como en marzo, ni lo soportaría la declinante economía española, ni nuestra cartera, ni las cabezas, que andan con parte de las neuronas fundidas. Llegados a esta tercera ola, tras los sucesivos fracasos de todas las medidas desplegadas por el estado de alerta en toda Europa, solo nos queda encomendarnos a Pfizer, Moderna y Oxford y alcanzar ese 70% de inmunidad del que hablaba Merkel, acelerando la vacunación mediante la utilización de los medios que sean menester.  A un paciente le da igual si el pinchazo se le lo ponen en un centro de salud, en una farmacia, en un estadio de fútbol como en Israel, o en una clínica de la mutua. Lo único que quiere es que llegue a tiempo. Esto es lo que hay que hacer. Acelerar la vacunación y dejarse de pamplinas.        

Mosaico de Año Nuevo

Dejamos atrás el año que más cambió el mundo después del final de la II Guerra Mundial. Es el año del Covid19, la pandemia que llegó a Europa a principios de 2020 y que por el momento ha dejado 1.958.844 casos confirmados en España, 26.282.179 casos en Europa y 83.715.617 casos en todo el mundo. En la provincia de Guadalajara, llegamos a esta tercera ola con 12.637 casos acumulado y 458 fallecidos oficiales. Las hospitalizaciones alcanzan los 54 pacientes en cama convencional, lo que nos sitúa una ocupación entre 10-15% y el peor dato está en la UCI, que llegó a tener 21 pacientes el 13 de noviembre, si bien ha bajado en los últimos días a 11, aunque esto supone una ocupación de la UCI superior al 25%, el porcentaje más alto de las provincias de la región. Lo más terrible, los fallecimientos: España alcanza los 51.078 decesos oficiales, aunque por el INE ya sabemos que pueden ser el doble, con 4.451 en Castilla-La Mancha y 458 en Guadalajara.  Y aun no sabemos cuál será la incidencia de las fiestas en la pandemia cuando pasen 10 días, con lo que las cifras todavía podrían dispararse más a no ser que el decepcionante ritmo de vacunación coja por fin una velocidad de crucero, esas 15.000 mil vacunas diarias a las que se refirió García-Page y que por ahora se reducen a 2.036 las vacunas que se han puesto hasta el momento en CLM, según cifras oficiales, aunque la consejería espera que se pondrán 12.000 durante esta semana.   

Estas son solo las cifras esenciales de una pandemia que va a marcar al mundo, a su economía y a las relaciones sociales durante decenios, y de la que por ahora se desconoce su origen y datos claves sobre su propagación por el ocultismo del régimen comunista chino. La abogada china Zhan Zhan, de 37 años, que viajó en marzo a Wuham para saber qué estaba pasando realmente y descubrió que las cifras que estaban dando la autoridades eran falsas, fue detenida en mayo y condenada a cuatro años de cárcel por denunciarlo. Ha pasado un año desde que el virus se empezó a propagar en China y ya nadie se cree que lo transmitió un tipo que se comió un pangolín o un murciélago infectado para desayunar. La Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo que ha demostrado con creces sus deficiencias, ni sabe ni contesta cuando la nueva superpotencia oriental está de por medio.

Illa se marcha en el descanso.- ¿Se imaginan que el entrenador de fútbol de un club de élite abandonara el banquillo en el descanso  y se marchara a un nuevo trabajo sin esperar siquiera a que acabara el partido? Pues bien, esto es lo que ha pasado con Salvador Illa, nuestro ministro de Sanidad, urgido por Pedro Sánchez  para encabezar la lista del PSC a las autonómicas catalanas y ser el potencial presidente de un futuro gobierno de coalición con el Podemos catalán y sus aliados parlamentarios de ERC. Las encuestas dan a Illa con mayores posibilidades que el bailarín Miquel Iceta, y para allá lo han mandado cuando la pandemia arrecia en su tercera oleada. Nos consta que Salvador Illa es una persona educada, que no insulta  y  con capacidad para lograr empatía con su interlocutor, cualidades de gran valor en una política tan radicalizada como la catalana,  pero con esta decisión Sánchez, una de dos, o minimiza su papel al frente del  ministerio  o es que al presidente del Gobierno le preocupa más tocar poder en la Generalitat que la dirección de la lucha contra el Covid19, ahora que ha endilgado el final de la gestión a las comunidades autónomas, porque no hay más votos que rascar.

Yo pediría el indulto.-  Yo estoy dispuesto a firmar al pie de una petición solicitando el indulto para los políticos golpistas en prisión en aras a rebajar la tensión en el Principado con una sola condición: que se cumpla con lo que el espíritu de la Ley establece para esa atrabiliaria prerrogativa del Gobierno: arrepentimiento sobre el mal causado y manifestación pública de que no volverán a incurrir en el mismo delito. De lo contrario,  «qué pasaría, qué responsabilidad, qué ridículo histórico no estarían haciendo un gobierno o un partido», se preguntó  días atrás el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. Aunque la repercusión electoral  que un ridículo así tendría en la política interior de Castilla-La Mancha es el menor de los problemas para Sánchez. Como bien sabe el propio Page.

Gibraltar, más cerca.- Es asombroso que una colonia del Reino Unido llegue a tener una relación más estrecha con la Unión Europea después del Brexit que antes del desenganche de su metrópoli, como va a ocurrir con Gibraltar, territorio que ahora va a entrar en Schengen, la zona de libre circulación de la UE, en la que el peñón nunca había estado. Solucionar el contencioso gibraltareño con los parámetros de 1713 en que unos zoquetes de ministros españoles negociaron con el Reino Unido el Tratado de Utrech no parece que sea lo más inteligente. Ahora que los llanitos van a estar más integrados en la economía europea y española, y que el control de fronteras pertenecerá a España, no digo yo que vayan a salir envueltos en la bandera española. Pero el roce hace el cariño. Y si a Gibraltar le va bien, ¿por qué no a España?

El edficio de Maragato, más de veinte años afeando la plaza Mayor/GUDiario.

Maragato o las  pirámides de Gizewh.- La ruina del antiguo edificio donde estaba la pescadería Maragato, un nombre tan sonoro que es digno de llevar la firma de una franquicia de pescaderías, va camino de convertirse en nuestras pirámides de Gizewh. Todo en él es la historia de un fracaso colectivo. De los sucesivos ayuntamientos que no encontraron una solución imaginativa para despejar de nuestra plaza Mayor un paredón que parece un escombro del bombardeo de Sarajevo y estrecha además la Calle Mayor por un andamio que la invade desde hace más de dos décadas. Un fracaso de los sucesivos propietarios porque no supieron ejercer su función social de promotores de un solar vacío. Y de la mismísima justicia, que tardó un siglo en entender que los PAEs eran un instrumento válido para superar un litigio ciertamente complicado y al que nadie ha sabido hincar el diente. Esto es lo que hay. Un año más con la plaza Mayor en ruinas

El Rey, en su sitio

La expectación sobre lo que pudiera decir el rey Felipe VI antes las graves informaciones que han salpicado a su padre, el rey emérito Juan Carlos I, hacían de su discurso de Navidad más esperado que otras veces. No defraudó. En la noche más especial, como es Nochebuena,  en la que nos juntamos (o nos juntábamos) en torno a la familia y nos olvidamos de los roces que inevitablemente te deja un año de convivencia, Felipe de Borbón tuvo el cuajo de poner encima los intereses de la Corona a los de un hijo que no puede cenar con su padre, el cual anda en una especie de exilio que no acabo de entender.

Nunca dudé que Felipe de Borbón sería esta noche Felipe VI, como ya sucedió en 2011, cuando en medio del caso Nóos que salpicaba a Iñaki Urdangarin y a Doña Cristina, fue el entonces rey Don Juan Carlos el que pronunció el ya histórico: «La justicia es igual para todos». Es una lástima que no se aplicara él mismo el cuento, pero pasó lo que pasó y tres años después tuvo que abdicar, empañando un reinado que se inició cargado de éxitos.

Felipe VI encontró ayer el equilibrio para referirse a su padre sin nombrarlo, como es propio de los mensajes reales, pero sin dejar por ello de ser contundente. Se encargó de preparar el terreno, recordando que en su proclamación ante “las Cortes Generales me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Así lo he entendido siempre, en coherencia con mis convicciones, con la forma de entender mis responsabilidades como jefe del Estado y con el espíritu renovador que inspira mi reinado desde el primer día”, Para añadir a continuación en una clara alusión a su padre: “Los principios morales y éticos nos obligan a todos sin excepciones; y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personas o familiares».

«Felipe VI encontró ayer el equilibrio para referirse a su padre sin nombrarlo, como es propio de los mensajes reales, pero sin dejar por ello de ser contundente. Es muy duro para un hijo, en una Nochebuena, hablar así veladamente de su padre, pero imprescindible»

Repito, muy duro es para un hijo, en una Nochebuena, hablar así veladamente de su padre, pero imprescindible. El estado de Derecho y la Ley, que tan a menudo olvidan los gobernantes, está por encima del primero de los españoles. Y en un país donde algunos piensan que las leyes no van con ellos e incluso pretenden que no pase nada si se saltan la Constitución a la torera, porque allí estará un gobierno débil para indultarlos, no estuvo de más su alusión a que la hoja de ruta es la Constitución, contra la que cargan independentistas y populistas porque ven en ella una barrera para cambiar el régimen democrático como si fuera un calcetín; o quebrar la unidad de España que data de los Reyes Católicos. El Rey recordó a los españoles que los avances se consiguen desde el «reencuentro» y el «pacto», «unidos en un espíritu integrador, en el respeto a la pluralidad y a las diferencias». Es decir, aquello que se llamó el espíritu de la Transición y del que nuestros gobernantes se alejan cada vez que aprueban leyes fundamentales para la convivencia desde solo una parte de las dos Españas machadianas y despreciando el consenso. Leyes, por tanto, que solo durarán lo que el gobierno que las promueva, y que alimentan nuestro mayor pecado: el sectarismo.

El Rey durante su mensaje navideño/foto: Casa Real.

Como no podía ser de otra manera, el mensaje de este año ha estado marcado por la pandemia y fue el eje central de su discurso navideño. «En miles de hogares hay un vacío imposible de llenar por el fallecimiento de vuestros seres queridos, a los que quiero recordar con emoción y con todo respeto. Y también, en estos momentos, muchos lucháis contra la enfermedad o sus secuelas. A todos os envío mi mayor ánimo y afecto», comenzó por decir. Y sin entrar en consideraciones  que son más propias del debate político, no de un mensaje de la Corona (no hace falta señor Iglesias ninguna ley para regular el papel de la corona, que está perfectamente definido en la Constitución; otra cosa es que usted y los socios a los que representa en el gobierno de coalición la quieran arrinconar hasta la mínima expresión), animó al pueblo español, que históricamente ha sido capaz de superar lo episodios más graves.

«No hace falta señor Iglesias ninguna ley para regular el papel de la corona, que está perfectamente definido en la Constitución; otra cosa es que usted y los socios a los que representa en el gobierno de coalición la quieran arrinconar hasta la mínima expresión».

 Porque si en el 2021 tenemos puestas grandes esperanzas en su normalización cuando avancen las vacunaciones, no podemos engañarnos que lo debemos hacer desde posiciones más débiles que la mayoría de los países europeos, porque nuestra deuda se ha disparado y la capacidad de crédito no es ilimitada. El rey no lo ocultó en su mensaje: «Muchos vivís la angustia del desempleo o la precariedad; la angustia de apenas llegar a cubrir las necesidades básicas; o sentís la tristeza de tener que abandonar un negocio al que habéis dedicado vuestra días. Es lógico y comprensible que el desánimo o la desconfianza estén muy presentes». Y tuvo justas palabras para los jóvenes, que están llamados a ser los primeros paganos de la crisis: «España no puede permitirse una generación perdida»-; clamó contra el aumento de la pobreza que ha generado el coronavirus:-«Es una cuestión de dignidad proteger a los más vulnerables y luchar contra las desigualdades»-; y por la situación de empresas, autónomos, comerciantes, que no saben lo que va a ser de sus negocios el día en que se acaben los ERTEs, si para entonces la situación económica y el consumo no repuntan con fuerza.«Es decisivo fortalecer el tejido empresarial y productivo; recuperar nuestra economía», para lo que será  muy importante la gestión eficaz de los fondos que llegarán de Europa, no solo para restañar brechas, sino para empezar a tejer con un poco de cabeza la nueva economía que viene.

Esto es lo que hay. Que al menos nos sirva de consuelo que por muy mal que vengan dadas, peor ya no podemos estar. O al menos eso quiero pensar en un ataque de optimismo.

No obliga a nada, pero cuenta

El presidente de Murcia, Fernando López Miras (PP), advertía esta semana que “cualquier tipo de decisión” que tome una comunidad autónoma “de forma unilateral” sobre el uso y gestión del agua “no deja de ser una pose sin ningún tipo de validez”.

Así reaccionaba el presidente murciano ante el acuerdo sobre el agua firmado esta semana en Castilla-La Mancha por PSOE, PP, Cs e IU, y al que se han unido agentes sociales y todo tipo de asociaciones de la región.

Foto familia acuerdo sobre el agua en Castilla-La Mancha

Tiene razón López Miras en que los ríos “no son de las comunidades autónomas por las que pasan”, sino de todos los españoles, y por ello su competencia pertenece al ámbito del Estado. Y así debería seguir siéndolo, a pesar de algunas voces que se levantan desde el nacionalismo. Pero en lo que se excede el presidente murciano es cuando añade que todos los españoles tienen “el mismo derecho” a acceder a ese recurso en igualdad de condiciones.  Ciertamente el Levante español debe tener un acceso garantizado al uso del agua, tanto por su potencial turístico, como por el peso en el PIB de español de la huerta murciana. Solo que en Murcia no pueden pretender, como sucede hasta ahora, que ese derecho de acceso al agua en la comunidad que recibe el agua del trasvase Tajo-Segura sea prioritario sobre las necesidades de la comunidad cedente y la sostenibilidad del propio río, hoy amenazado por toda suerte de problemas, como han reconocido las instancias comunitarias. López Miras y el resto de dirigentes levantinos deberían asumir que el día en el que por presiones políticas de ERC, sobre todo, se liquidó el trasvase del Ebro al llegar Zapatero al gobierno, en España se estaban cuestionando todos los trasvases. Porque no cabe en cabeza humana que sea un terrible daño ecológico coger agua de la desembocadura del Ebro antes de liberarla al mar, y no pase nada por hacerlo en la cuenca alta del Tajo, donde menos hay. ¡Los castellanos siempre hemos sido esforzados en la construcción nacional de España, pero en los últimos tiempos, por la presión nacionalista tanto en esto como en la financiación autonómica, lo que algunos pretenden es que seamos gilipollas!

Ciertamente el Levante español debe tener un acceso garantizado al uso del agua, tanto por su potencial turístico, como por el peso en el PIB de español de la huerta murciana. Solo que en Murcia no pueden pretender, como sucede hasta ahora, que ese derecho de acceso al agua en la comunidad que recibe el agua del trasvase Tajo-Segura sea prioritario sobre las necesidades de la comunidad cedente y la sostenibilidad del propio río

Por tanto, tiene razón Miras en que con esta mesa sobre el agua, por muy extensa que sea, no se va a poner fin al trasvase. Pero tampoco es una mera pose. Si algo envidiamos de los políticos levantinos es su capacidad para hablar con una sola voz en la defensa de agua del trasvase, mientras que en Castilla-La Mancha éramos el ejército de Pancho Villa, cada uno utilizando el asunto del agua para la pelea política interna. Por eso sí es importante, aunque legalmente no obligue a nada, que Castilla-La Mancha pueda también hablar con una voz única, como hacen los gobiernos beneficiarios del trasvase. Y en este sentido, que el PSOE y el PP hayan sido capaces de firmar al pie de un mismo documento, junto con CS e IU, es un tanto político que se apuntan Emiliano García-Page y Paco Núñez, y que debería cerrar años de despropósitos.

El gobierno de Page, como impulsor de esta mesa del agua, acierta con el modelo aunque los acuerdos intercomunitarios que adopte no tengan validez legal. Hay que aprender de la historia y no meterse en camisa de once varas como le sucedió a Barreda cuando sin encomendarase a Dios o al diablo quiso hacer una reforma del Estatuto que liquidaba el Trasvase; y decayó en el Congreso por falta de apoyos, empezando por el grupo socialista. Sería un error que Miras, como insinúa, quiera aprovechar la Conferencia de Presidentes para reivindicar el blindaje del trasvase, como lo fue pretender su desaparición. Hay que dejar la política de confrontación.

Por tanto, sí ha llegado la hora, llegó hace veinte años en realidad, para iniciar los trabajos de un gran pacto nacional en materia hídrica.  En eso todos deberíamos estar de acuerdo. Un pacto que asegure de una forma razonable las necesidades del levante español, y que es obvio, por mucho que a algunos les rechine, debería complementarse con la utilización de agua desalada a un precio competitivo para los regantes. En España hay agua suficiente para todos, solo hay que buscar una formula que concilie los intereses de la nación sin que nacionalismos y populismos (Vox de Murcia ha pedido que Page, Núñez y Picazo sean declarados personas non gratas) lo desbaraten.

El gobierno de Page, como impulsor de esta mesa del agua, acierta con el modelo aunque los acuerdos intercomunitarios que adopte no tengan validez legal. Hay que aprender de la historia y no meterse en camisa de once varias como le sucedió a Barreda cuando sin encomendarase a Dios o al diablo quiso hacer una reforma del Estatuto que liquidaba el Trasvase y se la tiraron en el Congreso

Esto es lo que hay. Europa ya ha advertido que el caudal ecológico del Tajo no puede seguir menguando indefinidamente (y eso va también para la llamada tubería manchega, eufemismo que se emplea para definir el futuro trasvase de agua desde Entrepeñas y Buendía hasta la llanura manchega, en la cuenca del Guadiana) y sería bueno que se aprovecharan esos Fondos Europeos que van a llegar para iniciar ese cambio de la política sobre el agua que este país lleva demandando desde Joaquín Costa, en el siglo XIX.

El problema no es el castellano, es España

En una democracia normal de un país corriente los presupuestos se entienden como el examen al que un gobierno se somete en cada ejercicio presupuestario. Somete a la cámara su previsión de ingresos y en base a ello los gastos que ha tenido a bien priorizar. Y así hasta el año siguiente en que puede que el panorama financiero necesite algún tipo de corrección y en función de esa disponibilidad y la ideología del gobierno se elegirán las políticas de gasto e inversión. Eso es lo que pasa en las democracias corrientes y aburridas.

En España puede ocurrir que un gobierno de coalición entre sanchistas y comunistas puede perfectamente gobernar dos años con un presupuesto elaborado por el centro-derecha, y que la alternativa al mismo sea un pacto con la extrema izquierda de la cámara y el ultranacionalismo, aquellos que vienen a Madrid, y no lo ocultan, para desmontar el régimen que nació de la Constitución del 78, que este año cumple su 42 aniversario en la situación de mayor división que se recuerda desde la Transición, por el retorno, envalentonado, de  los extremistas al Congreso. Con ellos se aleja lo mejor que nos trajo la Transición, una decidida apuesta por superar las dos Españas de las que nos habló Machado. Por que, y ellos lo saben, el retorno del guerracivilismo es el mejor abono de sus políticas radicales. Como en los años treinta.

Como los socios del Gobierno han interpretado que este pacto por los Presupuestos 2021 es en realidad un pacto de legislatura,  y Sánchez no lo ha desmentido, el mismo día que se aprobaban estas cuentas en el Congreso una coalición que iba desde Podemos a los antisistema de la CUP, pasando por los filoetarras de Bildu y todos los grupos ultranacionalistas de la Cámara no perdían el tiempo y firmaban una iniciativa que ponga “fin a la imposición legal exclusiva del castellano en la normativa estatal”. Asimismo, exigen equiparar las lenguas cooficiales al castellano, para que “gocen de los mismos derechos y deberes”, así como que el Gobierno garantice “el deber de conocimiento por parte del funcionariado que preste servicios en lengua propia”.

El problema no lo tiene el castellano, señor Sánchez. El problema es España, porque si persiguen al castellano es porque se trata de la herramienta común que tenemos los españoles para comunicarnos. Y un país en que sus parlamentos parezcan a la ONU o que sus ciudadanos no tuvieran un lenguaje común para relacionarse, ciertamente ni es una nación ni es ná, como dicen en Utrera.

Dicho en Román paladino. Con ello, lo que se pretende es cerrar cualquier administración a los funcionarios que no dominen la lengua vernácula, haciendo del poder de la lengua, lo que Mirian Tey y Félix Ovejero definen como una entidad que tiene vida propia y que otorga una identidad única y excepcional a sus hablantes. En la práctica: acabar con la movilidad del funcionariado en el territorio del Estado.

La segunda consecuencia de este peaje que los socios del gobierno no tardaron ni minutos en exigir a Sánchez es cómica por estrambótica. Porque nos llevaría a que cualquier reunión interautonómica que se celebrara en España necesitase de pinganillos y traductores entre los asistentes, incluyendo las cámaras alta y baja de nuestra soberanía nacional.  Tan hilarante es el asunto que cualquier ciudadano podría exigir en sus relaciones con cualquier administración poderlo hacer en catalán, vasco, gallego o valenciano (y en un futuro posiblemente en bable, castúo, aranés o la fabla aragonesa), aunque se trate del guardia que te está poniendo una multa de tráfico en Guadalajara. Los excesos cantonalistas de la Primera República son una broma con lo que imagina el nacionalismo identitario del siglo XXI.

Cortes de Castilla-La Mancha, hoy.

¿Supondría esta nueva afrenta al castellano, como la que ya se infiere en comunidades como la catalana o baleares, que toman nota de los niños que hablan español en el patio del recreo, una consecuencia seria para su vigor? La respuesta es no: el castellano es el tercer idioma más hablado del mundo y su vigor está por encima de los atropellos que hacen con él el señor Rufian o la socialista Armengol, la nacionalista que gobierna en Baleares.

El problema no lo tiene el castellano, señor Sánchez. El problema es España, porque si persiguen al castellano es porque se trata de la herramienta común que tenemos los españoles para comunicarnos. Y un país en que sus parlamentos parezcan a la ONU o que sus ciudadanos no tuvieran un lenguaje común para relacionarse, ciertamente ni es una nación ni es ná, como dicen en Utrera.

Tras el castellano, ya sabe usted, señor Sánchez, que irían otras cosas. Por ejemplo, una reforma de la Constitución por la puerta de atrás para que el concepto de soberanía se traslade desde el pueblo español al ciudadano de una comunidad autónoma en particular. Y en ese sentido, la Constitución es un problema porque en ella no encajan los referéndums ilegales por quienes no tienen capacidad de convocarlos.

Pero si el castellano no es el problema, ni tampoco lo es la Constitución. ¿Dónde está entonces el problema?

Señor Sánchez, usted lo sabe de sobra: El problema es España, la nación más vieja de Europa, y que sus socios parlamentarios intentan desmontar a plazos, pasando primero por una República Confederal como antesala a la independencia. Por ello no quieren nada que pueda cohesionar a la nación. No quieren vertebrar su territorio; lo quieren desmembrar. Pero como no tienen mayoría suficiente para que tales cambios no choquen con la actual Constitución, esa misma que nos llevó a las décadas más prósperas de la convulsa historia de España, hay que desmontarla.  

Esto es lo que hay: hay que liquidar el castellano como idioma común. Y a la Constitución porque desde su artículo 1 les desbarata los planes a los que trabajan en su demolición, que no en su reforma legal, que nadie se engañe. Los que tenemos años para haberla votado, y lo hicimos favorablemente, les confieso que nunca llegamos a pensar que el golpismo pudiera cambiar de bando.

Yo aquí lo pongo para que no se les olvide:

Artículo 1

1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.  

Y también les dejo este artículo que los gobiernos nacionalistas incumplen sin recato:

Artículo 3.1 El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.

La era postnuclear llega al entorno de Zorita

La central José Cabrera, más conocida como Central de Zorita, aunque esté ubicada en  término municipal de Almonacid de Zorita, no en la visigoda y calatrava de Zorita de los Canes, animó en gran medida a la economía de esa comarca alcarreña desde que se comenzó a construir en julio de 1965, y fue inaugurada por el Jefe del Estado, Francisco Franco, el 12 de diciembre de 1968, en una ceremonia más discreta de lo que cabían pensar para ser la primera central nuclear española, que eligió la tecnología americana  de Westinghouse Electric para el diseño de su reactor, aunque tuvo una importante participación nacional. En la central alcarreña se formó la primera generación de ingenieros nucleares españoles, que luego han pasado por otras centrales, como la vecina de Trillo, la última en construirse y que si el gobierno y sus empresas propietarias así lo valoran estará en funcionamiento hasta 2035, aproximadamente. El reactor de agua a presión de la José Cabrera se desacopló a la red el 20 de abril de 2006, cumplido su periodo de vida útil de 35 años, al final funcionó tres más, y desde entonces en la instalación se ha desarrollado un complejo plan de desmantelamiento, que está en su última fase, y que ha mantenido una cierta actividad económica en la zona, también llamada a agotarse en poco tiempo.

Desmantelada la instalación nuclear, solo quedará en el perímetro que acogió a la central el Almacén Temporal Individual (ATI), donde enormes contenedores al aire libre guardan sine die los residuos de alta actividad que ha generado la central y que el Plan General de Residuos aprobado por el Congreso preveía almacenar temporalmente en un Almacén Temporal Centralizado (ATC), que se iba a construir en Villas de Cañas (Cuenca), hasta que el actual gobierno lo paralizó. Ahora habrá que realizar un nuevo Plan, que deberá decidir qué hacemos con esos residuos que tienen una vida activa del miles de años.

Nos alegraría que el entorno de la Alcarria baja sepa aprovecharlo, que municipios e instituciones alienten y apoyen los proyectos viables que surjan de la iniciativa privada y se impliquen en la colaboración público-privada, y que la era postnuclear de Zorita sea tan activa como la que ahora quedará atrás. Para los que están allí, resistiendo, y para los emprendedores que podrían estar interesados en vivir en una comarca maravillosa a la que, contrariando a Cela, la gente le dé la gana de ir.   

Tareas actuales de desmantelamiento del sólido edificio del reactor que produjo la primera energía española de origen nuclear./GUDiario   

Este última cuestión no es baladí para el asunto que hoy nos ocupa, y que es el futuro de la comarca en la era postnuclear, porque los municipios del entorno de la central -16 de Guadalajara y 2 de Cuenca- reciben ahora unas compensaciones por el almacenamiento de esos residuos, que se van a prolongar en el tiempo tras el parón de Villar de Cañas. Así que una noticia buena, que el dinero nuclear se estirará más de los previsto, y una no tan buena porque no deja de ser un engorro el mantenimiento de los residuos en la zona, sobre todo porque el Gobierno no tiene ni repajolera idea sobre qué hacer con ellos y cada gobierno que llega solo juega al oportunismo político con escaso sentido de Estado.  

Pues bien, con estos antecedentes este martes se firmó un protocolo a cuatro bandas (Ministerio, Junta, FEMP y AMAC) que en un periodo de dos años deberá dar lugar a un convenio de rimbombante nombre, Convenio de Transición Justa de Zorita. Dicho Convenio desarrollará un plan de acción territorial para el mantenimiento y creación de actividad y empleo, a través del acompañamiento a sectores y colectivos en riesgo, en el territorio afectado por el cierre de la central nuclear de Zorita. Una iniciativa pionera en el entorno de una central nuclear española, y que en palabras de la ministra Ribera el objetivo  es que los pueblos sigan teniendo oportunidades «a la puerta de su casa».

La música suena bien, pero que nadie piense que estamos en tiempos de la autarquía y que ninguna institución va a montar otra gran industria como la nuclear que genere empleo masivo. Podrá haber apoyo para unos o varios proyectos tractor, así lo llaman, que tiren del carro y en el que puedan estar implicados tanto la iniciativa pública como la privada, que impulsen la transformación a través de la innovación. De esos proyectos tractor podrían colgar iniciativas empresariales más  pequeñas, de las que se puedan beneficiar los emprendedores.

Ya digo: la música suena bien, pero si mal no recuerdo también hubo por ahí un Plan Zorita que murió al poco tiempo de nacer, porque nos vino la crisis. La ventaja esta vez es que la crisis ya ha llegado, la estamos pasando y por primera vez vamos a tener unos fondos europeos para poner en marcha proyectos de esa nueva economía basada en energías renovables, cambio climático, turismo sostenible, economía circular, en suma. Proyectos todos ellos que este Convenio de Transición Justa quiere estimular. Esto es lo que hay; y no es poco.

 Nos alegraría que el entorno de la Alcarria baja sepa aprovecharlo, que municipios e instituciones alienten y apoyen los proyectos viables que surjan de la iniciativa privada y se impliquen en la colaboración público-privada, y que la era postnuclear de Zorita sea tan activa como la que ahora quedará atrás. Para los que están allí, resistiendo, y para los emprendedores que podrían estar interesados en vivir en una comarca maravillosa a la que, contrariando a Cela, la gente le dé la gana de ir.   

No son los presupuestos, son las luces largas

El gobierno de Sánchez no tiene ninguna necesidad de pactar con Bildu para poder aprobar los presupuestos y garantizarse su estabilidad en la legislatura, porque por muy mal que se pongan las cosas ( y los informes tanto del Banco de España como de la Airef son muy preocupantes en el cálculo de ingresos), siempre podría prorrogarlos, como ha hecho con los de Cristóbal Montoro. En una inteligente maniobra, el partido liberal de Inés Arrimadas va a permitir que  Sánchez se retrate: si quiere la vía moderada que le muestra Ciudadanos, con diez diputados, o aceptar los cuatro que le ofrece Bildu y que forma parte de esa estrategia más global que negocia personalmente Pablo Iglesias, y a la que se refería recientemente Emiliano García-Page: “Es determinante que haya presupuesto, pero me duele que el Gobierno tenga que estar sometido a la acción de guía de Podemos. Porque es Iglesias quien marca el paso y veta a Ciudadanos y así no queda más alternativa que pasar por las horcas caudinas”.

“Pablo Iglesias,  a partir de ahora, cuando se siente en el Consejo de Ministros, no solo hablará por Podemos sino por el resto de fuerzas independentistas con las que ha negociado una estrategia que pasa por el cambio de la Constitución por la puerta de atrás”.

Pablo Iglesias/ EFE

Los presupuestos, por tanto, y aun siendo muy importantes, o el debate sobre Bildu, unos tipos que siguen sin condenar el terrorismo, no dejan de ser una cortina de humo porque, en el fondo, lo que nos jugamos es consolidar un gobierno, apoyado en Ciudadanos, que a su vez fortalecería el sector socialdemócrata que, se supone, representa Sánchez. O girar hacia la extrema izquierda y el independentismo en la dirección que está trabajando Pablo Iglesias con los dirigentes de Bildu (ese partido al que hay que incorporar a la dirección del Estado, aunque su portavoz en el parlamento de Vitoria ya ha dejado claro que están aquí para desmontarlo), los de ERC y parte de Junts per Catalunya, y que todos sospechamos llevará consigo la reforma penal del delito de sedición para que sus dirigentes golpistas detenidos salgan de la prisión. Aunque este sería solo el primer paso, como luego comentaré.

Sánchez no tiene, insisto, ningún problema con los Presupuestos por las elementales condiciones que le ha puesto Arrimadas y que solo ha trazado (al margen de alguna sorpresiva enmiendas parcial que se pueda presentar) una línea roja: retirar la enmienda en la Lomloe que elimina la referencia al castellano como lengua oficial, a pesar de que muy probablemente sea tumbado por el Tribunal Constitucional, ya que esa misma Constitución que los aliados de Sánchez  quieren liquidar, protege su uso y el deber de conocerlo.  Artículo 3.1: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho  a usarla”

 Algunos desconocerán que, en la práctica, el castellano ha sido borrado de los planes lingüísticos en Cataluña, aunque cada año  decenas de padres tienen que recurrir a los tribunales para que sus hijos puedan estudiar en castellano o español, que también este término admite la RAE,  lo que logran a costa de estigmatizar a sus hijos ante el resto del colegio educado en la inmersión de la lengua catalana. Por tanto, de lo que se trataría con esta enmienda es de normativizar esta anomalía constitucional y de paso abrir las puertas a otras comunidades para que también expulsen de las aulas al idioma común. Porque ahí está el meollo de la cuestión: el castellano es el segundo idioma que más se enseña en el mundo, y el tercero más hablado, es por tanto un rico patrimonio de todos los que lo hablamos y podemos valernos de él para la educación, el negocio o el comercio, pero los ultranacionalistas que forman parte de esa mayoría Frankeinstein,  Rubalcaba dixit,  lo desprecian olímpicamente con tal de llegar a un fin último: que los catalanes se tengan que comunicar con el resto de los españoles en inglés, porque carecerían de una herramienta común para entenderse. De ahí a la independencia solo quedaría un paso.

Pero hay un problema. La Constitución de 1978 establece que la soberanía es del pueblo español, no solo de una parte, con lo que inevitablemente es necesario el apoyo de los dos partidos mayoritarios para poder reformarla en la dirección que quiere Podemos o sus aliados: mediante el reconocimiento del derecho de autodeterminación en el territorio de la comunidad autónoma. Hace falta por tanto una reforma de la Constitución por la puerta de atrás, para que lo mismo que ha pasado con la enseñanza del castellano, enviado al sótano por la nueva ley de Educación de la señora Celáa, a pesar de la Constitución, se pueda extender de forma fraudulenta a la interpretación del artículo 1.2, que dice: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado”. Por no hablar del Artículo 1.3, que también dice: “La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”.  

“Sánchez y sus ivanes redondos monclovitas pueden pensar que la inestabilidad que nos trae esta política de bloques  en el fondo le beneficia, porque ahora no hay otra alternativa. Pero los socialistas moderados tendrán a su vez que preguntarse si el camino trazado por los populistas es compatible con la socialdemocracia, o si como pasó en los primeros años de la revolución rusa tras el derrocamiento del zar, Sánchez puede acabar como Kerenski”.

No nos equivoquemos mirando al dedo de Colón en lugar del nuevo mundo al que señala. Los presupuestos no son un problema, porque Ciudadanos cambia los cuatro votos de Bildu por los diez suyos. Los presupuestos, y leyes como la Lomloe, que se han hecho por tramitación extraordinaria para evitar cualquier negociación con la comunidad educativa, forman parte de esa hoja de ruta que ha puesto en marcha Iglesias, quien a partir de ahora, cuando se siente en el Consejo de Ministros, no solo hablará por Podemos sino por el resto de fuerzas independentistas con las que ha negociado una estrategia que pasa por el cambio de la Constitución por la puerta de atrás. Porque si la Constitución superó las dos Españas que nos llevaron a la Guerra Civil o el frentismo de siglos anteriores que alimentó las guerras carlistas, lo que los aliados de Sánchez pretenden es dividir otra vez el país entre buenos y malos, entre rojos y azules, como pegamento de esa mayoría Frankeinstein.

Sánchez y sus ivanes redondos monclovitas pueden pensar que la inestabilidad que nos trae esta política de bloques en el fondo le beneficia, porque ahora no hay otra alternativa; y así podría estar dos legislaturas, por la división del centro y las derechas. Pero los socialistas moderados tendrán a su vez que preguntarse si el camino trazado por los populistas es compatible con la socialdemocracia, o si como pasó en los primeros años de la revolución rusa tras el derrocamiento del zar, Sánchez puede acabar como Kerenski.

Esto es lo que hay. “Lo que veo es que finalmente Podemos nos marca la agenda y nos está arrastrando a una esquina del tablero político que está muy fuera del sitio habitual de las grandes mayorías del PSOE», se atrevió a decir Page, que si gobierna por mayoría absoluta es porque puso el tablero en el medio en una región de mayoría social moderadamente conservadora. Y sin lugar a dudas españolista.

Esto es lo que hay. El dedo son los presupuestos y el horizonte que nos señala – lo que Ábalos llamó luces largas-, la mayoría parlamentaria que sustenta al partido sanchista y que vienen a Madrid a desmontar España, no a aprobar el presupuesto a su gobierno. Y para ello es necesario cambiar la Constitución por la puerta de atrás. Como han hecho en Cataluña con el castellano.

El populismo vencido, pero no derrotado

Joe Biden, el senador más joven de Estados Unidos, será el presidente más viejo cuando con 78 años tome posesión el 20 de enero de la presidencia de los Estados Unidos, si el ejército de abogados de Trump no lo impide, con su enésima impugnación. Cuando con esa edad en otros muchos países del mundo tienes la jubilación grabada en piedra, a toda una superpotencia le sirve un septuagenario  para comandante en jefe. Son paradojas de ese gran país, que sobrevive a un presidente que para disimular su derrota no duda en cuestionar las garantías de su sistema electoral, como si se tratara de una república bananera cualquiera. Hasta en eso estaban advertidos los americanos, pues como escribió el profesor Felipe Sahagún, conscientes de las dificultades que presentaba un escrutinio con más de cien millones de votos por adelantado -por correo o en persona-, anticiparon (y acertaron) que Trump se declararía vencedor sin esperar al recuento total, sabiendo que con el presencial iba en cabeza. Hay que tener muy poca catadura moral para utilizar una estrategia así, pero este hombre, que los que le conocen nos cuentan que jamás ha sido capaz de reconocer una derrota, y que a sí mismo se llama patriota, no le importa ridiculizar a su patria ante el mundo y dividir a su sociedad como solo los peores dictadores de la historia hicieron alguna vez.

No hay que esperar milagros de Biden, un tipo corriente del establishment americano, con una joven vicepresidenta, Kamala Harris, llamada a ser first, como dicen los americanos, pero sí es previsible que con su administración  el mundo tendrá más fácil llegar a acuerdos globales sobre temas que solo pueden ser tratados con una visión multilateral. Si por algo se ha distinguido a Trump es por su renuncia a liderar cualquier solución global, como le correspondería por su condición de superpotencia, y marcharse de cuantas organizaciones internacionales ha podido, la última la que lucha contra el cambio climático, del que es negacionista, como del coronavirus que él acabó por contraer, como la mayoría de sus colaboradores. Es cierto que no ha metido a Estados Unidos en ninguna guerra, porque los conflictos más candentes estaban en el círculo de influencia de su amigo Putin, así que tampoco tiene gran mérito. De lo que sí estoy seguro es de que si Trump hubiera estado en el lugar de Roosevelt, Estados Unidos no habría entrado en la II Guerra Mundial y Hitler habría acabado por ganarla.

Pero que el populismo haya sido vencido en Estados Unidos no significa que esté derrotado. Los demócratas han tenido que movilizar a su base electoral, como nunca lo habían hecho, a lo que ha ayudado bastante el desprecio por las minorías de la que siempre ha hecho gala Trump. Así han pasado cosas tan increíbles como que Biden esté a punto de ganar en el estado sureño de Georgia.   Pero eso no quita a que Trump haya mantenido la base electoral que le encumbró a la presidencia hace cuatro años. Entonces,  el 46% de los electores votó por Trump y ahora lo ha hecho el 48%. Ha perdido porque los demócratas han subido al 51%, con lo que un candidato discreto como Biden ha llegado a superar en porcentaje a Clinton, uno de los presidentes más carismáticos, que se quedó en el 48%.

El populismo ha sido vencido en Estados Unidos, pero el tiempo dirá en un futuro si también ha sido derrotado, porque  los republicanos más moderados recuperen el control del partido,  o si Trump tiene posibilidades de volver a ser el candidato dentro de cuatro años. El nuevo presidente, que ha empezado por proclamar que quiere ser el presidente de todos los americanos, va a tener un gran trabajo para cohesionar una sociedad partida en dos, como muy pocas veces en su historia, que es la primera consecuencia de un gobierno populista. Por lo menos esta vez gobiernos como el de Boris Johnson – cuyo Brexit fue apoyado por Trump a cambio de una alianza especial con Estados Unidos-, los de Eslovenia, Hungría, Polonia y algún otro deberían tentarse la ropa. Por no hablar de esas fuerzas, como en España, que contribuyen a dividir a su sociedad en dos mundos antagónicos.  

La vuelta al aislacionismo y el proteccionismo de los años treinta nunca pueden ser la solución a un mundo cada vez más globalizado y complejo como el que le toca lidiar a un presidente de 78 años. Pero si Trump no ha sido capaz de subvertir el orden constitucional, a pesar de su talante autoritario, porque la democracia americana se sustenta en numerosos contrapoderes que limitan a un presidente populista, no tenemos por qué dudar de que la edad del nuevo presidente sea un obstáculo para que su administración entienda el papel en el mundo que le corresponde a la primera democracia del planeta.

NINGUNA NECESIDAD.- ¿Pero qué necesidad tiene el gobierno sanchista de crear una especie de “Comisión de la verdad” para luchar contra las fake-news, impulsada por el todopoderoso jefe de Gabinete de la presidencia del Gobierno. ¿Es que no tiene cauces el Gobierno como para comunicar o desmentir lo que le dé la gana sin necesidad de inventarse comisiones extrañas y con fines sospechosos? Solo las dictaduras se han atrevido a entrar en terreno tan cenagoso como es definir la verdad. Para así poder actuar contra los disidentes. En las democracias nos sobra y basta con que sean los tribunales ordinarios los que diriman estas cuestiones. A ellos deberá dirigir el gobierno sus quejas.

Zahonero

No quiero que se me pase un post más sin dejar constancia de la jubilación, después de 35 años al frente de la APAG, de Antonio Zahonero Celada, un histórico del campo alcarreño, que vivió aquellas guerras en el sector en los años ochenta, y de la que salió victoriosa una organización independiente y que se reunía en una buhardilla de la calle del Marqués, fundada por un personaje mesiánico llamado Manuel Portillo Madariaga, que luego se marchó a la pampa argentina a montar una explotación.

Portillo dejó en su puesto a Zahonero, un hombre cabal, que con independencia y seriedad, acabó aglutinando en torno a la APAG a todo el campo guadalajareño y al que ayudó a ser cada día más profesional en unos tiempos en los que ya no valía con trabajar duro desde el tractor, si luego no cosechabas también en esa nueva agricultura de papel que es la PAC, después de nuestra afortunada incorporación a la Unión Europea

Antonio Zahonero (izda.) y Juan José Laso

Hoy, la APAG inaugura una tercera etapa en una provincia tan peculiar como la nuestra, en la que muchos agricultores viven en la capital, por aquello de la familia, y que está llamada a ganar protagonismo en esa nueva emigración que llega de la ciudad al campo. El medio rural no puede resolver por si solo los graves problemas de empleo que afectan a la actual sociedad postindustrial, donde ya han descubierto que los perros no se atan con longanizas, pero sí compensar mejor el mapa de España en el que el 70% de la población reside en el 30% del territorio. Las nuevas tecnologías y el teletrabajo pueden ayudar mucho en esa recuperación de la España vaciada, en un país en el que la población rural representaba el 66% del total a comienzos del siglob XX, y que ahora apenas llega al 24%. Y en esa batalla organizaciones como la APAG siguen teniendo trabajo por hacer, empezando por aumentar nuestra baja superficie regable, y hacerla más rentable, para lo que se necesita defender nuestro agua y agricultores jóvenes con ganas de emprender. Sin olvidarnos de los ganaderos de la sierra que tienen que pelear mucho por mantener su cabaña. El camino se lo ha marcado gente con espíritu de explorador, como Portillo, Zahonero, su histórico gerente Ángel García, el pegamento necesario, entre otros muchos pioneros. Ellos tuvieron que conquistar el Oeste; ahora ya no están los indios acechando detrás de los cactus, pero no por ello los nuevos gestores tienen una tarea más fácil en el marco de una agricultura europea que necesita de las ayudas para ser competitiva en un mundo global, que sufre una gran crisis de precios, y en Guadalajara la sobrepoblación de varias especies que se comen sus cosechas. A esos jóvenes agricultores el nuevo presidente les llama «héroes» y aunque ha explicado que existe relevo generacional, no es suficiente para cubrir la gran cantidad de agricultores y ganaderos que se encuentran en la franja de los 60-70 años, por lo que es consciente de que «va a haber un cambio, porque hay agricultores jóvenes, pero pocos», en tanto que el ganado «está desapareciendo en Guadalajara”.

Esta será una de las tareas de esta tercera etapa de la APAG, que comandará Juan José Laso, de Cabanillas, que llevaba en la Junta Directiva desde 2002, agricultor profesional de secano y regadío, a quien deseamos el mayor éxito al frente de una de las organizaciones con más afiliados (cofradías religiosas aparte) de Guadalajara, y que ha servido para vertebrar el tejido económico y social de una provincia a la que nadie le ha regalado nada. Como bien lo sabe Zahonero. Pero esto es lo que hay. Las generaciones pasan y lo importante es la obra que queda detrás de ti.

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