Jarro de agua fría después de las últimas declaraciones del gubernamental presidente de la Confederación de Aguas del Tajo, Antonio Yáñez, quien en una reunión con un grupo de trabajo integrado por empresarios, agricultores, regantes y alcaldes de la provincia de Guadalajara les vino a decir que no cree que haya necesidad de hacer la conexión Beleña-Alcorlo, porque no hay una demanda de agua suficiente. Y para salir del paso les vende que para que se construya esa conexión deberán “justificar muy bien la naturaleza de la demanda”.
El gobierno de España vuelve a hacernos trampas en materia de agua; todos los gobiernos desde Franco a Sánchez. A los empresarios, agricultores y alcaldes de Guadalajara les pide que justifiquen hasta la última gota del agua que demandan a futuro mientras los regantes del Tajo-Seguraconfían en acabar el año hidrológico con normalidad, por las reservas que hay en la cabecera del Tajo, con “trasvases automáticos” de 27 hectómetros cúbicos, sin tener que justificar nada. Así se escribe la historia del agua en este país.
No me extraña la posición de la CHT, después de la última respuesta del gobierno a esta demanda de la conexión Beleña-Alcorlo. Ya saben: se trata de guardar en el pantano de Alcorlo el agua que no puede almacenar Beleña y que en un año hidrológico bueno, como el actual, ha visto cómo se iban Sorbe abajo unos 150 Hm3, tres veces más de lo que consume la Mancomunidad de Aguas del Sorbe (MAS) en un año. ¿Qué hay que justificar entonces? Solo cabe reflexionar sobre si es normal que en un periodo de cambio climático no es una frivolidad no aprovechar los recursos que nos concede el río Sorbe y del que bebe el 75% de la población de Guadalajara y la segunda ciudad de la vecina comunidad de Madrid. ¿Qué más hay que justificar? El presidente de la Asociación Provincial de Agricultores (APAG), Juanjo Laso, ya ha advertido que si no hubiera llovido este año estaríamos con restricciones y que los agricultores aspiran a conservar los regadíos que tenemos y a hacer nuevos: “No puede ser que Guadalajara tenga 15.000 hectáreas de regadío y Ciudad Real, por poner un ejemplo, 200.000″. ¿Qué hay que justificar?
En cualquier caso, deben ser las administraciones regionales y locales las que acrediten esa “necesidad” y en esto damos la bienvenida al gobierno de regional de Castilla-La Mancha, que en tiempos pasados no lo tuvo tan claro. En 2011, cuando la secretaría de Estado que dirigía Teresa Ribera, la actual ministra de Transición Económica, hizo un informe medio ambiental negativo, hubo consejerías que le siguieron el juego y mostraron también su oposición. Me alegro por tanto que elpresidente Page diga que está a favor de la conexión, así como el presidente de las Cortes regionales y secretario general del PSOE, Pablo Bellido, quien en un ataque de optimismo sostiene que “las perspectivas de hacer la conexión Beleña-Alcorlo son muy buenas”; y argumenta lo mismo que yo llevo escribiendo desde hace décadas: que la garantía de agua futura en Guadalajara y de su desarrollo pasa por esa conexión. Ojalá tenga razón y que este argumento sea suficiente. Pero yo sigo viendo el mismo mamoneo que en 2011, o cuando se decidió retirar la obra en los planes de la cuenca del Tajo. Si al final se vota en el Congreso de los Diputados el asunto, ya verán cómo algún diputado de la región y hasta de Guadalajara lo hacen en contra por disciplina de partido. Esto es lo que hay: en empuje y defensa de su tierra nos ganan en Murcia por goleada.
Las elecciones catalanas han arrojado un dato singularmente nuevo, como comienza destacando en su editorial el melifluo La Vanguardia, en el que se reconoce que después de tres decenios de dominio del nacionalismo y el independentismo, el Parlamento de Cataluña registró ayer un cambio significativo, al perder tal mayoría. Comienzo este post por el final: todo lo que no sea un gobierno presidido por Salvador Illa, que ha ganado 9 escaños con el 27,9% de los votos sería una anormalidad democrática, como lo fue la formación del gobierno de Pedro Sánchez investido por toda la colección de partidos separatistas que hay en el Estado Español. Así que Illa está como Núñez-Feijóo en la noche del 23 de julio de 2023 cuando la vicepresidenta María Jesús Montero pegaba saltos en el balcón de Ferraz mientras Sánchez presumía de que “eran más” en este lado del muro. Y Feijóo salió al balcón de Génova anonadado, pese a su victoria en votos y escaños.
El ex ministro de Sanidad durante la pandemia sabe que para ser elegido presidente solo le vale una ecuación: unir a sus 42 diputados los 20 de ERC y los 4 de Sumar-En Comum; otro tripartido de izquierdas. Y para ello debe convencer a sus socios de ERC que sigan avalando las políticas del PSOE-PSC, asunto que se me antoja imposible. El problema que tiene Sánchez con sus socios es que los fagocita como una Mantis Religiosa, así le pasó con el Podemos de Iglesias, el Sumar de Yolanda Díaz y ahora la ERC de Pere Aragonés. El análisis que hacen en ERC es que su desplome proviene de haber sostenido a Sánchez en Madrid y en Cataluña, por lo que ya han anunciado que pasan a la oposición y a buen seguro radicalizarán su discurso. No está terminado, ni mucho menos el Procés, como se sugiere desde el PSC . A pesar de que el separatismo ha descubierto que todavía quedan en Cataluña más españoles de los que les gustaría, aunque hayan expulsado el idioma común de las aulas. La última gracieta del gobierno de Aragonés es blindar el decreto para que no se cumpla el mandado del Constitucional de dedicar el 33 % de la enseñanza en castellano; y han tenido el descaro de avalarlo con dos decretos que están recurridos en el Tribunal Constitucional. Otra alternativa, que no tiene ninguna posibilidad en esta España de trincheras, es un apoyo a Illa (42 escaños) de los partidos nacionales (PP con 15 y Vox con 11). Igualmente habría que descartar la exigencia de Puigdemont para que el PSC le proclame presidente de la Generalitat, aun habiendo perdido, con el razonamiento de que eso es lo que hizo él en la investidura de Pedro Sánchez; y no le falta razón, pero aunque Sánchez ha demostrado que es capaz de todo por seguir en La Moncloa, me temo que esta vez no se atrevería. Illa he recibido 42 escaños y Puigdemont 35, demasiada diferencia, aunque suficientes para la mayoría absoluta, sin recurrir a ERC que ha sido el partido más perjudicado por la operación de blanqueo de Sánchez con el prófugo al que solo le ha faltado nombrarle embajador de España en el Consejo de Europa.
No tiene esto buena pinta, lo confieso. Y es muy probable que tengamos que ir a una repetición electoral, que todos dicen que no quieren pero ninguno parece dispuesto a evitar. Si esto sucediera, yo me imagino que Sánchez va a tirar otra vez el cubilete a ver qué dados le salen y adelantará las elecciones Generales -¿tal vez en octubre?- porque con Puigdemont y ERC en el monte, se ha quedado sin aliados. Y prolongar una legislatura en la que no aprobaría ni los presupuestos es un despropósito. Para su gobierno, para el PSOE y para España en general. Esto es lo que hay
Al ministro Urtasun no le gustan los toros (nosotros lo tenemos “muy claro”, dijo, refiriéndose a los neocomunistas de Sumar, frente a la posición de sus socios de gobierno) y por ello retiró de su ministerio el Premio Nacional a la Tauromaquia. Cosas de Urtasun, que también quiere luchar a estas alturas contra el colonialismo europeo en los museos nacionales y nos tememos cualquier estropicio. Así que vayan a visitarlos cuanto antes, como hice yo recientemente con el museo de América. Urtasun desprecia que la tauromaquia es un arte incardinado en la cultura española desde hace más de cuatro siglos (el legendario torero rondeño Pedro Romero nació en 1754), que está presente en la pintura y la poesía de los mayores genios españoles (Goya, Picasso, Alberti, Lorca… por citar solo algunos no sospechosos de haber vivido en la fachosfera), pero le da lo mismo. Es más, miente cuando dice que apenas interesa al 1% de la población. La tauromaquia es el segundo espectáculo, después del fútbol, que más espectadores atrae y si nos ponemos quisquillosos podríamos hacer un paralelismo con los socialistas que fueron a respaldar a Sánchez en la calle Ferraz y que fueron decisivos en la reflexión del presidente: no más de la mitad de los que van a una corrida con figuras en la plaza Monumental de Las Ventas del Espíritu Santo. La manía censora de Urtasun no tendría cabida en el sur de Francia, desde Nimes a Arlés, porque las autoridades galas saben qué supone la tauromaquia para aquellas localidades en las que los toros no son solo una identidad cultural de esas regiones, sino que sus ferias son una inyección en vena a su economía. Por ello en Francia se toca La Marsellesa en las plazas y los ediles van a la plaza con la banda tricolor.
Visto las reacciones suscitadas, yo propongo a Page que le conceda el primer premio de la Tauromaquia a Ernest Urtasun, porque está haciendo más por la fiesta que cualquier otro ministro. Desde hace unos cinco años, la tauromaquia se ha vuelto a poner de moda, después de la crisis de los noventa, especialmente entre los más jóvenes a pesar de estar proscrita en RTVE. Y entre los que van a las plazas está alguno que yo conozco que lo hace como reacción a los Urtasun de turno. Esto es lo que hay: lo mejor que le podía ocurrir a la tauromaquia es que la quieran convertir en contracultura y hacer de Las Ventas el nuevo Woodstock.
Respeto con sinceridad a los que no les gustan los toros, de la misma manera que a los veganos que no comen carne y no van por ahí pidiendo el cierre de los mataderos. En eso consiste la libertad y la pluralidad de las sociedades democráticas en las que imponer los valores de un sector social es un ejercicio de intolerancia, por muy respetables que esos ideales aparenten ser. Bien lo sabemos en Castilla-La Mancha, y de ahí el desmarque del gobierno de Pageofreciéndose a tomar el relevo del Premio de Tauromaquia que Urtasun despreció, como ministro de Cultura solo de esa parte del muro. En Guadalajara se celebran centenares de festejos populares todos los años y ni Franco, al que no le gustaban los toros, pudo prohibir el encierro de Brihuega; aunque lo intentó.
P.D. (La temporada 2023 se cerró con una asistencia de 2,4 millones de espectadores, 1.631.943 de ellos en los cosos de primera categoría y 968.784 en las plazas de segunda categoría, como la de Guadalajara, y si sumamos las plazas de tercera nos vamos a los 4,5 millones).
Nunca pensé que Pedro Sánchez pudiera dimitir, porque los narcisistas nunca se marchan; su ego se lo impide. Hoy lo ha demostrado erigiéndose en líder supremo que habla al pueblo después de una larga reflexión en la montaña y al que le promete como su benefactor que seguirá, a pesar de todo, porque su presencia al frente del gobierno va más allá de lo corriente: “Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser”. Y dejó bastante claro que los que no estén con él es porque se rebozan directamente en el fango: “Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango colonice la vida”. Que siguiera o no en la presidencia de Gobierno no era tan trascendente como un Sánchez que, desde hoy, es ya Mister Proper, el hombre elegido por los dioses para hacer esa limpieza a fondo en la sociedad española, nuestro Torquemada progresista, porque los que se han situado al otro lado del muro “forman parte de un movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva mediante la difamación y la falsedad”. Ahí es nada, mi brigada.
Ese es mi temor; no que Sánchez siga o se marche. Que este hombre, que se cree tocado por los dioses, haya llegado al convencimiento de que está legitimado por las masas para iniciar el desmontaje total de la Constitución de 1978, con sus aliados separatistas, para lo que necesita meter mano a la judicatura y a la prensa crítica. Para lo primero es necesario cambiar la mayoría cualificada en la elección del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) con el fin de que no sea necesario el concurso de la oposición; y así el gobierno -y los que vengan- podrían dirigir todos los nombramientos judiciales. Y como segundo objetivo estaría amordazar a la prensa crítica, “porque no hay honor que justifique el sufrimiento injusto de las personas que uno más quiere y respeta”. El presidente sabe perfectamente que el derecho al honor está protegido por nuestras leyes, solo que hay que ejercerlo y tener razón. Y su esposa nunca rectificó las informaciones que publicó El Confidencial, ni mucho menos se querelló por injurias y calumnias contra su director, el alcarreño Nacho Cardero. Si no lo han hecho es porque quieren ir más allá, y como en las dictaduras bolivarianas , lo que se pretende es limitar el derecho a la información, como algún tertuliano lo ha pedido desde la televisión pública, al margen de las leyes y la justicia. Si los periodistas no tenemos claro que de nuestras informaciones solo hay que responder ante la Justicia, y no ante oscuros consejos informativos, como en las dictaduras, habremos retrocedido cincuenta años. Nunca ha sido lo sucedido con su mujer el origen de la ira de Sánchez. Otra cosa es que sería muy apropiado que las/los cónyuges de los presidentes, como sucede en Estados Unidos, tuvieran su estatuto para que supieran qué pueden o no hacer; porque tienen derecho a trabajar. Por ejemplo: ¿la esposa de un presidente puede tener actividad de lobby ante la administración, como ha pasado con Begoña Gómez? Yo creo que no debería, pero en la actualidad el cónyuge es un sujeto privado, por lo que la demanda interpuesta contra ella lo más probable es que sea archivada, porque esto no iba de legalidad sino de ética. Como eso Sánchez lo sabía, su ira jupiterina iba buscando otras cosas. Seguramente justificar esas medidas extraordinarias para reducir todavía más los contrapoderes que tiene la democracia liberal para impedir que un presidente del Gobierno pueda reclamar legislaciones especiales para él, cuando en España no las tuvo ni el yerno del Rey.
Pero esto es lo que hay después de esta exhibición de kirchnerismo que hoy nos ha dado Sánchez, presentándose como víctima de la extrema derecha, lo que él llama “fachaosfera”, para no tener que hablar de que preside un gobierno imposible que solo ha aprobado la Ley de Amnistía, como le exigió Puigdemont, y dos decretos leyes. ¿Dónde está la salida a esta improductividad? Hoy parece más oscura que ayer. Pero a la democracia liberal y a la Constitución es más difícil tumbarla de lo que se creen algunos iluminados.
Las elecciones en la comunidad autónoma vasca alejan un poco más al País Vasco del resto de España. Aunque con matices. Es una malísima noticia que después de 44 años de autonomía, el soberanismo en su conjunto haya obtenido más escaños que nunca, 54 diputados, las tres cuartas partes del parlamento de Vitoria, lo que indica que la propaganda nacionalista y antiespañola está calando en el electorado que se quedó en Euskadi, después de que unos 200.000 vascos se marcharon de su territorio en los años de plomo de ETA; una gran anomalía democrática que aun se arrastra. La independencia a plazos parece que funciona, y va ganando terreno, porque a los separatistas les va bien. Han descubierto que el independentismo es mejor negocio que la independencia, porque te permite tener lo mejor de ambos mundos. El País Vasco -y Navarra-, tienen un sistema fiscal privilegiado, con unos conciertos económicos que les exonera de contribuir con el funcionamiento del Estado y las políticas de solidaridad, como lo tiene que hacer la comunidad de Madrid, y al mismo tiempo gozan de una autonomía política casi total, porque el Estado apenas tiene presencia en el País Vasco. Una relación confederal en la práctica, aunque la Constitución no lo contemple, que les permite compaginar su soberanía con la pertenencia a la Unión Europea y al mundo libre; y con la tranquilidad de formar parte de un estado que les garantiza, por el momento, cobrar todos los meses sus pensiones, aunque por sí solo el sistema es cada vez más deficitario en Euskadi por el envejecimiento galopante de su población.
No sé si veremos una Euskalerria independiente, y si de este procés se cansarán antes ellos o el resto de los españoles. Pero el resultado de estas elecciones no invita al optimismo. Especialmente por EH Bildu, que ha conseguido el 32,5% de los votos, su mejor resultado histórico, sin que su candidato haya tenido necesidad de condenar el terrorismo de ETA, simplemente un “ciclo político” en la boca del triunfante Otxandiano, que dijo en la noche electoral: “Vamos por buen camino y rápido”, mientras era felicitado por Otegi y por David Pla, el último jefe de los terroristas de ETA, simplemente una “banda armada” para el candidato a Lehendakari. Ninguna preocupación porque tal subida no les permita gobernar, porque ahora no es esa su prioridad. Antes necesitan absorber a Navarra en el País Vasco, proceso que les recuerdo sí sería constitucional, y para ello necesitan algo más que la alcaldía de Pamplona, que Sánchez les entregó a cambio de su respaldo parlamentario. Aparentemente, el PNV aguantó el tirón al poder repetir su gobierno de coalición con el PSE-PSOE, pero ha perdido 4 escaños y todo hace pensar que los herederos de Batasuna acabarán ganando este partido en la prórroga. Es así, porque Bildu ha captado la mayor parte del voto joven de izquierdas, después de varias legislaturas de blanqueo y desmemoria histórica. Bildu es un partido progresista y democrático “como el que más”, dijo Óscar Puente, el nuevo pensador del sanchismo; y los jóvenes vascos se lo han creído. Los socialistas vascos han ganado 2 escaños y podrán repetir como muleta de los jetzales del PNV en el gobierno vasco, y que estos apoyen a Sánchez en lo que haga falta para seguir en La Moncloa. El PP ha tenido una ligera pero insuficiente mejora con el diputado que ha ganado, el séptimo, pero su 9,2% es un chiste comparado con el 23,1% del año 1999. Sumar y Vox con 1 escaño son una anécdota y el 0 de Podemos una muestra más de la alocada estrategia de confundirse con Bildu hasta el extremo de que su electorado prefirió el original a la copia. Esto es lo que hay: pero lo peor es lo que vendrá.
AUTOBUSES INDIGNOS.- El servicio de autobuses de Alsa
terminó su concesión hace justamente un año. Pero el anterior equipo de gobierno
no sacó el nuevo pliego, porque debió pensar que mejor no meterse en líos en un
año electoral, así que se prorrogó el contrato. Los que han venido todavía no
se han metido en harina, porque ya sabemos que cualquier nuevo pliego es un
quebradero de cabeza, pero para eso los eligieron. ¿Y de momento qué pasa? Que
se sigue funcionando con los viejos autobuses para desgracia del usuario: los
asientos sufren cada vez más deterioro y la mayoría de las pantallas en las
paradas no funcionan. Con lo cual no sabemos a qué hora vendrá el autobús, si
en cinco minutos, media hora o cuando Euskadi celebre su referéndum de independencia,
con Sánchez como presidente de la República.
Desde el 1 de abril llevamos en Guadalajara con la Zona de Bajas Emisiones (ZBE)en funcionamiento, aunque todavía no se aplicarán sanciones a los que cometan infracciones. Yo todavía no tengo una opinión formada sobre el particular, aunque el punto de partida es cuestionable, ya que entiendo sobrepasa la autonomía municipal y adopta soluciones generales para problemas específicos y diferenciados. Sucede que desde la Unión Europea, en una loable lucha contra la contaminación de las ciudades y el cambio climático, ha promovido que los municipios mayores de 50.000 habitantes tengan un área protegida contra los malos humos, a la que han llamado ZBE. En Guadalajara, el Ayuntamiento ha delimitado una zona coincidente con el casco antiguoa la que se podrá acceder por los coches que tengan etiqueta ECO, 0, B y C, aunque si entran tendrán que aparcar obligatoriamente, para reducir así el tránsito por la zona.
¿Es necesaria una ZBE en nuestro casco, que no presenta una contaminación
superior a otras zonas de la ciudad? El propio concejal del ramo, José Luis
Alguacil, reconoce que por calidad del aire en Guadalajara una ZBE no sería
necesaria, aunque sí cree que va a mejorar la movilidad. ¿Será así?
Tengo un amigo con comercio en el casco un tanto mosqueado y
me pregunta: ¿Tú crees que restringir más el acceso y encarecerlo al obligar a los
coches que vengan a aparcar en parkings de pago va a mejorar el atractivo
comercial del casco de Guadalajara?
Preferí no responder. He estado en ciudades, la última Málaga, donde las ZBE no han tenido una incidencia negativa sobre la accesibilidad al pequeño comercio y de proximidad, pero bien es cierto que se trata de ciudades más grandes y con cascos históricos revalorizados. ¿Pero cómo estas nuevas limitaciones podrán repercutir en ciudades como la nuestra, con un casco histórico sembrado de solares sin edificar, en el que los comercios van cerrando uno tras otro a medida que se van jubilando los heroicos autónomos que los sostenían, sin tener sucesión, y la rehabilitación de viviendas no es atractiva para los promotores? Mi impresión es que el casco de Guadalajara se muere lenta pero inexorablemente, pero no es por la contaminación, porque incluso sin ZBE tiene menos circulación que los nuevos desarrollos. Por tanto, lo que presumo necesita son otras medidas desde el Ayuntamiento y las administraciones para que sea atractivo para sus residentes y que los emprendedores apuesten por él; y no estoy hablando de hacer las aceras más anchas. En días pasados, dimos una noticia de gran trascendencia: Guadalajara ha superado por primera vez los 90.000 habitantes, tiene un sector muy potente como el de la logística y con proyectos de futuro que aseguran su futuro económico, y han venido nuevos vecinos que necesitan viviendas, que no abundan, lo que provoca un encarecimiento tanto de la obra nueva como de los alquileres. En teoría estamos en buena disposición para afrontar un nuevo salto de la ciudad por encima de los cien mil habitantes; pero no equivocaríamos si no lo aprovechamos para recuperar un casco histórico, que cuando yo tenía veinte años y Guadalajara apenas llegaba a los treinta mil habitantes, desprendía más vida y dinamismo comercial que en la actualidad. Lo siento; pero esto es lo que hay.
ESTE ES EL CAMINO.- Llevo defendiendo desde el primer día que estoy a favor de la Ciudad del Cine, pero no de cualquier manera, y me alegraría que las partes interesadas no se encastillen en sus posiciones. En ese sentido,valoro positivamente la última posición de la alcaldesa, Ana Guarinos, cuando dice que Ciudad del Cine y la rehabilitación del Fuerte de San Francisco deben ser compatibles, como lo fueron durante mucho tiempo con la biblioteca municipal y las escuelas taller, proyectos amparados tanto por la Junta de Comunidades como por el anterior equipo de Gobierno del PSOE, que incluso los llevó a la campaña electoral.
Por tanto, no acabo de entender la exigencia de que todo el
complejo del Fuerte se quede para Ciudad del Cine y quién es el que lo exige. ¿Alguna
empresa que pretender quedarse con la explotación de esa Ciudad del Cine? Me temo.
Pues no debería ser así, el Fuerte de San Francisco da para
mucho, y desde luego para acoger también, además de a la Ciudad del Cine, a una
biblioteca y a las nuevas escuelas taller. Sobre esta base, la negociación
entre Ayuntamiento y Junta de Comunidades debería ser posible. Por el bien de
Guadalajara.
P.D. Celebro con gran agrado, después del descreído post que escribí la semana pasada, que empresarios, regantes y agricultores estén dispuestos a pelear por el agua de Guadalajara, como algunos no lo han hecho hasta ahora. Pero bienvenidos sean todos, también el delegado de la Junta, José Luis Escudero, quien rápidamente se ha mostrado favorable, ahora,a abordar la conexión Sorbe-Alcorlo, que desde 2011 estaba aparcada y sin impulso, seguramente porque desde Guadalajara tampoco se lo hemos dado.
En próximos fechas abordaré el asunto con más detalle, como les prometí, por lo que solo les adelanto una cifra que sirve para calibrar la importancia de contar con esa conexión. Solo este año y por las copiosas lluvias en el último mes y alguna que otra nevada, se podrían haber guardado unos 150 millones de metros cúbicos del Sorbe, lo que supone más de tres veces el consumo anual de la Mancomunidad de Aguas del Sorbe, que en 2023 gastó 42,2 millones de m2 entre los municipios de Guadalajara y la ciudad de Alcalá de Henares que la integran, todos los de la zona más industrial. Hay que advertir, además, como es natural en una de las zonas de mayor desarrollo industrial del país, que este consumo ha ido en aumento en los últimos cinco años, por lo que asegurar ese consumo a futuro sería tanto como garantizar que el desarrollo provincial no se va a truncar por la falta de agua en una época en que será un bien más preciado que nunca. Y esto es lo que hay.
Históricamente, el río Henares sufría desbordamientos y anegaba a la zona más próxima del barrio de la Estación; y más recientemente al de la Chopera, que se levantó muy cerca del cauce. En un principio se pensó que con la construcción de la presa de Beleña, por iniciativa de la Mancomunidad de Aguas del Sorbe, que entonces presidía Agustín de Grandes, sería suficiente para regular el río Henares, pero en pocos años se constató lo que los técnicos sabían: que la presa era pequeña para soportar grandes avenidas de agua y que las inundaciones en Guadalajara y en algunos pueblos de Madrid serían inevitables. En la capital, el ayuntamiento de Bris, muy preocupado, instó a la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) a buscar una solución que tranquilizara a los vecinos de La Chopera y se acabó construyendo la mota que todos conocemos. Esta mota ha evitado que durante esta Semana Santaestuviéramos en todos los telediarios de España, pero no acaba de resolver la cuestión de fondo: ¿por qué no se da una solución a la falta de capacidad del pantano de Beleña para regular el río Sorbe y su tributario el Henares? La medida más fácil, sin necesidad de construir nuevas presas, pasa por derivar el agua sobrante desde Beleña al pantano de Alcorlo, que nunca se llena, con lo que de paso estaríamos garantizando -en tiempos de cambio climático- el suministro a más de un cuarto de millón de personas en el Corredor del Henares y a todas sus industrias, también Mahou. Que no es poca cosa. Pero esta solución está descartada, como tantas veces he explicado, por un extravagante informe ambiental que elaboró en su día algún ayatolah hídrico del Ministerio de Medio Ambiente . Y así estamos desde entonces: por un lado, la Junta reivindica, con buen criterio, que no se trasvase alegremente del Tajo al Segura, sin asegurar las prioridades de la cuenca cedente y los caudales ecológicos, mientras elude esta otra realidad: que el agua del Sorbe se desperdicia alegremente, sin que esto parezca importar a nuestra clase política e instituciones. Solo algún alcalde, como Juan Alfonso Fraguas, de Cogolludo, o el presidente de la APAG, Juan José Laso, lo recuerdan cada vez que pasa, con este digital, pero lamentablemente no es suficiente, porque el asunto no está en el debate político y ciudadano, que está en otras cosas y como dice el refrán: solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
Así que el agua del Sorbe y las crecidas del Henares son un agua invisible, pese a su importancia, ni la reivindican políticamente como la de los trasvases del Tajo. Y no lo acabo de entender, pero esto es lo que hay. Personalmente ya me estoy cansando, como los dos ilustres citados, de clamar en el desierto. Solo me queda dirigirme a Puigdemont.
P.D. Tengo que aclarar que en la primera versión de este post adjudicaba la condición de «ayatolah hídrico» a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha cuando en su lugar debería haber responsabilizado al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural del gobierno de Zapatero. Así se desprende de la interesante lectura a la resolución de 8 de febrero de 2011, de la Secretaría de Estado de Cambio Climático, que me manda un buen amigo y por la que se formuló declaración de impacto ambiental en sentido negativo contra esta conexión. Como el asunto es muy complejo, prometo ocuparme de ello en un trabajo posterior, aunque solo adelanto mi preocupación al ver quién es la firmante del informe:la entonces secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera Rodríguez, ahora todopoderosa ministra del ramo y vicepresidenta del Gobierno. Confieso mi desazón ante una ministra que no tiene inconveniente en firmar cada mes derivaciones entre las cuencas del Tajo y el Segura, que recorren 242 kilómetros por el canal del trasvase entre Bolarque y la presa de Talave; y que cuando fue secretaria de Estado se puso tan exquisita para rechazar una solución para garantizar a futuro el abastecimiento del Corredor del Henares (400.000 habitantes), que solo implicaba la construcción de un túnel de 9,2 kilómetros y de un azud de 5,60 metros de altura para poder enviar el agua por gravedad desde el Pozo de los Ramos hasta el pantano de Alcorlo. Daré más detalles en los próximos días, pero ya les anticipo que había soluciones para haber salvado estas reservas ambientales, como destacaba el promotor de este proyecto,un organismo dependiente de la Confederación Hidrográfica del Tajo. Pero no se produndizó en ellas y se perdió la ocasión. Y así nos va con este agua invisible.
Hace casi 12 años, el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, visitaba La Moncloa para exigirle al presidente Mariano Rajoy una financiación a la carta para Cataluña con un cupo como el que disfrutan los territorios forales del País Vasco y Navarra. Ya saben: un concierto por el que las comunidades privilegiadas pagan una cantidad a negociar por los servicios que reciben del Estado, aunque a cambio se quedan con la totalidad de los tributos que recaudan. Un chollo. Rajoy no cedió, porque la propuesta era contraria a la Constitución, pero es que además suponía romper con el sistema de financiación autonómica, porque otra de las regiones ricas se quería separar de la mesa común para comer aparte. En la práctica, era tanto como quebrar financieramente el Estado, que debía de renunciar a vertebrar políticas para reequilibrar sus territorios, para lo que necesita de una mayor contribución por parte de las regiones con mayor desarrollo económico y poder así practicar políticas de solidaridad.
Esta negativa de Rajoy fue la espoleta para el estallido del
Proceso en Cataluña, que ya sabemos a qué nos ha conducido. Días atrás, fue
otro presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, el que planteó al presidente del gobierno
español, Pedro Sánchez, una propuesta idéntica y que 12 años después nos
retrotraería al mismo punto de partida. Sánchez no ha dicho nada, porque ahora
estamos en clave electoral en Cataluña, y en todo caso tendrá que negociarlo
más adelante, seguramente a cambio del voto favorable a los Presupuestos.
Comunidades como Castilla-La Mancha tienen que estar muy atentas, más allá de la verborrea separatista, a propuestas como esta. Porque forma parte de la nueva estrategia del independentismo. Como hasta el propio CIS catalán reconoce que no hay una mayoría que votaría en favor de la independencia de Cataluña, la demanda de la autodeterminación puede esperar y lo que se trata, ahora, es de ir a por el dinero. Aunque para ello propongan medidas, como esta del concierto para Cataluña, que llevarían a la quiebra de la Hacienda española, porque solo la comunidad de Madrid seguiría como gran donante. En esas circunstancias en que cada autonomía debería valerse por sí misma, a mí me gustaría ser madrileño, por aquello de la vecindad y porque nunca he tenido ocasión de votar otra cosa. Pero no nos precipitemos: la exigencia de ERC que haría inviable el estado de las Autonomías en España y su sustitución en la práctica por un modelo confederal, es solo un paso previo para ir tirando en las próximas dos décadas (Cataluña es de lejos la región con mayor deuda respaldada por España a través del FLA) sin que la Generalitat tenga que declararse en quiebra antes de avanzar un paso más hacia la independencia. Y para dejar en ridículo al ministro Bolaños cuando nos quiere convencer que con esta amnistía (aprobada unánimemente por los diputados socialistas, también los de CLM, y sobre la que el CGPJ acaba de decir: «Esta medida de gracia quiebra la igualdad entre los españoles, vulnera la separación de poderes y responde a la arbitrariedad del legislador») se ha desinflamado el panorama político catalán, ahí está Carles Puigdemont para desmentirlo. El presidente fugado en un maletero es un reaccionario de tomo y lomo, que podría encuadrarse en cualquier corriente supremacista de las que ahora progresan en Europa, pero hay que reconocerle que no miente. Y que cuando advierte desde Francia a su socio protector, el progresista Pedro Sánchez, que “vamos a acabar el trabajo que dejamos a medias”, no es ninguna broma. Puigdemont y su tropa ya le han avisado que “si vemos que hay una dilación en la negociación, no renunciaremos de ninguna manera a adquirir la plena independencia”; y si Sánchez no pasa otra vez por la ventanilla “saben que no hemos renunciado a nada ni lo haremos, y que mantenemos la legitimidad tanto del referéndum como de la declaración de independencia».
Por lo tanto es mentira, como intenta hacernos ver el gobierno progresista y sus trompeteros, que el separatismo catalán haya entrado en la vía constitucional, sino que se trata de un aplazamiento táctico-en el que sobre todo se hablará de la pela– y que no descarta volver a eso que llamaron DIU, que no es un método anticonceptivo sino la Declaración de Independencia Unilateral y que obligó a aprobar el artículo 155. Lo malo para el Estado Español es que cuando esto ocurra, tendrá menos recursos para defender la Constitución y la soberanía nacional, porque ha sido suprimido el delito sedición, se ha rebajado el de malversación y se ha ridiculizado al Tribunal Supremo por hacer su trabajo. El que no está haciendo el presidente del Gobierno español por seguir durmiendo en La Moncloa.
Esto es lo que hay.
12 años después y estamos en el mismo punto de partida, solo que en mucho peor
situación que cuando Rajoy le dijo “no” a Mas en La Moncloa.
Era viernes y estaba desayunando mientras escuchaba el Protagonistas de Luis del Olmo, que interrumpió la tertulia para dar una noticia de alcance: se ha producido una explosión en un tren de Cercanías de Madrid. Terminé el desayuno sobresaltado y busqué más noticias en el dial: Iñaki Gabilondo también se hacía eco de la explosión, y pronto supimos que había más trenes atacados. Poco después se confirmaron nuestros presagios: uno de los convoyes partió de la estación de Guadalajara y había estallado en le estación de El Pozo. Mientras marchaba apresurado hacia la redacción de la revista El Decano, que yo dirigía, tenía el convencimiento de que tendríamos víctimas guadalajareñas. El tren atacado había salido de Guadalajara a las 6 h., 50 minutos, a una hora en la que se suben muchos viajeros que trabajan en Madrid, pero también bastantes estudiantes. Cuando llegué a la redacción todos estábamos conmocionados. Discutimos; incluso más de lo debido. La información era todavía contradictoria, pero ya empezaba a rumorearse que algunas de las víctimas eran de Guadalajara. Nuestro fotógrafo y diseñador Fernando Toquero, dijo que no podía aguantar más y que se iba a Madrid a la estación de Atocha a hacer fotos. Nos trajo un impactante reportaje del tren que estalló en la calle Téllez, a la entrada de la estación madrileña, que utilizamos en el siguiente número de la revista.
En la radio empezaron a adjudicar a ETA la autoría ( solo Otegi lo negó y se refirió a la «resistencia árabe» -¡vaya tela!- como los autores de la masacre) . Y así también figuraba en las ediciones extraordinarias de los periódicos madrileños. Luego supimos que la fuente de todos ellos fue el presidente del Gobierno, José María Aznar, quien filtró a los directores de los principales periódicos y emisoras que la banda terrorista vasca estaba detrás del atentado, según le informaban los servicios policiales y de inteligencia. Y aunque algunos periodistas llegaron a sus redacciones con la noticia de que la principal pista que seguía la policía conducía al terrorismo islámico, la información quedó relegada por la relevancia de la fuente que había informado al director. Durante la tarde y al día siguiente, se despejaron las dudas. No había sido ETA. Y así lo tuvo que reconocer un compungido Ángel Acebes, ministro del Interior.
El gobierno de Aznar gestionó muy mal la crisis y esa precipitación inicial de apuntar a ETA, a la postre le acabó costando al PP la presidencia del Gobierno. La oposición de izquierdas vendió con éxito la tesis de que Aznar no solo se había equivocado, sino que había mentido, y lo adornó convenientemente con la crítica hacia la participación de España en la guerra de Irak, que presentó como el efecto del terrorismo islámico en España. En una audaz campaña, alentada desde los medios más próximos, lo que caló en parte del electorado fue que el Gobierno era de alguna manera responsable de las bombas que habían estallado en los trenes, una mendacidad porque del terrorismo solo hay un responsable: el que activa la bomba o dispara la pistola. Pero funcionó. Yo lo venía intuyendo cuando al día siguiente, jornada de reflexión, me preguntaron en una encuesta telefónica si lo sucedido el 11-M iba a cambiar el sentido de mi voto. Preocupante, porque era reconocer que el terrorismo votaba de una forma determinante en las elecciones Generales del 13-M de 2004. Nunca llegaremos a saber quién habría ganado esas elecciones, si el 11-M hubiera sido un día normal, aunque todos los sondeos apostaban a que sería Mariano Rajoy, porque como escribí en mi Semana: “si con el cuadro macroeconómico de España Rajoy no logra esa mayoría suficiente, será porque el PP se ha equivocado en la elección de su candidato, en la estrategia, en la política de comunicación o en todo a la vez”. Nunca me imaginé que a esta retahíla hubiera que añadir un atentado terrorista en el último día de la campaña electoral, torpemente gestionado por el gobierno de turno y aprovechado ladinamente por la oposición. Y así sucedió que los españoles fueron a votar el domingo 13 y fue el candidato socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, que en su campaña habló más de Irak que de España, el que se llevó el gato al agua. Las elecciones no fueron normales, pero “atribuir la victoria de Zapatero nada menos que a Bin Laden, como ha hecho algún columnista y algunos periódicos y políticos extranjeros, es sencillamente un error y un desprecio por los 25.617.598 votantes que acudieron a las urnas, el pasado domingo y que decidieron un cambio de gobierno de España”. Esto lo escribí entonces, sin sospechar que la entrada de Zapatero en La Moncloa iría más allá de la saludable alternancia en un país democrático, porque con ZP comenzó la deconstrucción de la Constitución de 1978, se firmó el pacto del Tinel con los separatistas, se alentó la división de los españoles y la desigualdad de su sistema autonómico, superado por el independentismo, que 20 años después ha corregido y aumentado un discípulo aventajado suyo para permanecer en La Moncloa.
Pero estábamos con el 11-M y el impacto que nos causaron las
bombas en el tren de Cercanías. Cualquiera podríamos haber estado allí y eso
era lo que repetían las miles de personas -se dio la cifra de 50.000- que
abarrotaron bajo la lluvia las calles de Guadalajara, esa misma tarde, en la
manifestación más numerosa de su historia. Los representantes de todos los
partidos políticos y el presidente de la Junta, José Bono, estuvieron allí
detrás de una pancarta que decía: “Con las víctimas, con la Constitución y
por la derrota del terrorismo”.
Al día siguiente, supimos que al menos 14 personas (a las que días después hubo que añadir 2 más) vecinos u originarios de la provincia de Guadalajara fallecieron en el atentado. Varios de ellos muy jóvenes y universitarios, como Guillermo Senent y David Santamaría, que acudían a su primer trabajo en la empresa ferroviaria Alstom. Dos vidas criminalmente segadas. Como la del joven ingeniero aeronáutico de 28 años, Sergio de las Heras, de Iriépal, que ese día cogió el maldito tren porque tenía el coche en el taller. Así, hasta 16 asesinados (podríamos haber aprovechado este aniversario para descubrir un gran monolito con sus nombres que nos recuerden esa infamante fecha para siempre).
Eran las cinco de la tarde del 12-M y Guadalajara celebró cuatro entierros al mismo tiempo. Parecía que estábamos en guerra. En San Ginés, honramos la memoria de Eduardo Sanz Pérez, de 31 años, un arriacense que trabajaba en la Escuela Militar Ecuestre, de Madrid. Apenas a cien metros de allí, la plaza del Jardinillo estaba atestada de personas que no cabían en San Nicolás, en el funeral por Guillermo Senent Pallarola, de 23 años. El compañero de trabajo con el que iba Senent en el tren, David Santamaría, de 22 años, recibía las exequias en la iglesia de la colonia de San Vázquez. Esta ruta del dolor terminaba en Iriépal, donde recibía sepultura Sergio de las Heras , el joven ingeniero de 28 años. Todo eso ocurrió a las cinco de la tarde, el 12 de marzo, en Guadalajara. Y al día siguiente se celebraron las elecciones, todavía con la angustia y los miedos metidos en el cuerpo.
Aunque el PP mantuvo sus dos diputados en Guadalajara, los socialistas locales, encabezados por Javier García Breva, celebraron la victoria nacional con discreción. Fue una amarga victoria que luego tuvo consecuencias en la política regional. José Bono, que durante la campaña nos había dicho que “si Dios quiere cumpliría su mandato”, cedió la presidencia regional a José María Barreda y él se fue a la presidencia del Congreso, donde le colocó ZP, quien fue su rival por la Secretaría General del PSOE. Cosas veredes, amigo Sancho.
Había que organizar algo especial para el número siguiente de la revista, en el que coincidían las trágicas secuelas del atentado con los resultados electorales del 13-M; y en el tren que salió a la misma hora de Guadalajara que el reventado por las mochilas bombas tres días antes, el lunes 14-M se montaron en él la redactora jefe, Concha Balenzategui, con la fotógrafa Sonia Castillo. Así lo contaban: “Unos montan apresurados, sin evitar miradas de reojo a sus compañeros de vagón. Otros cruzan palabras en el andén con viajeros a los que no habían saludado durante meses”. Y hablaron con los pasajeros. Bruno Morenillas se mortificaba porque no se le quita de la cabeza la gente que corrió para no perder ese tren, y perdió la vida. Alberto Noguerales reconocía que seguía sin sentirse tranquilo, por lo que los días siguientes iría en autobús a Madrid, aunque le cueste 15 minutos más. Enrique Mayoral, resignado, admitía que “se lo había pensado mucho, pero hay que venir; con todo el miedo, pero hay que seguir viniendo”. Diana Vane celebraba su buena suerte: “La casualidad me salvó”. Y Julián se dirigía a los políticos: “aunque hayan pasado las elecciones, no se olviden de lo que ha ocurrido”.
Han pasado 20 años, y yo no he querido olvidarlo. Porque lo tengo esculpido en piedra en mi cerebro. No podemos ni debemos olvidar que hay que estar preparados contra la barbarie que amenaza in crescendo a las democracias del mundo, porque nuestra libertad está en juego. Aunque como nos decía Alberto en el tren de las 6 h., 50 ‘: “se hace muy duro, sobre todo cuando pasamos por las estaciones y esto durará tiempo. Pero tenemos que seguir viviendo, porque es nuestra obligación, tenemos que estudiar”.
En ese tren nadie hablaba de las elecciones del día anterior. Pero a todos les atormentaba que 193 personas inocentes habían perdido la vida por haber montado en un Cercanías para ir a Madrid a estudiar o trabajar. 16 de ellos eran de nuestra provincia u originarios de ella. Fue hace 20 años, pero para los que lo vivimos parece que fue ayer.
Me posicioné hace más de cuatro meses a favor de la Ciudad del Cine en Guadalajara, porque me parecía una buena idea levantar un gran plató cinematográfico en la conurbación de Madrid y sabíamos que la industria del cine valoraba tener una plataforma de este tipo a media hora de la capital de España (no en Talavera, con el debido respeto por aquella ciudad), con lo que ello significa facilitar y abaratar rodajes de series y películas. Me sonaba bien la música de este proyecto por dos razones: se trataba de una colaboración público-privada en la que el Ayuntamiento ponía los locales y las productoras, la gestión -Dios nos libre de meter a una institución pública a producir series y películas-; y segundo, la inversión recogía fondos europeos por un valor de 7,8 millones de euros, que el gobierno regional podría ampliar hasta los 11,7. La partitura sonaba muy bien, pero los gestores fallaron desde el principio por ocultarnos las tripas; lo que había dentro. Ha tenido que decir el Ayuntamiento que «no» para que empiecen a hacerlo.
Para empezar, se equivocaron al encuadrar la Ciudad del Cine en una oferta más de la candidatura del anterior alcalde, Alberto Rojo, para su reelección; porque eso tiene un problema: no ganar las elecciones. Habría acertado la Junta si hubiera hecho de la Ciudad del Cine un proyecto trasversal para la ciudad, con implicación de los agentes sociales -porque va a generar puestos de trabajo y una actividad económica- y el mundo de la cultura local, que sin ser muy boyante, existe, como las meigas. No se hizo, y directivos de las pocas sociedades que promueven cultura en Guadalajara se han posicionado en contra del proyecto, junto con otros nombres conocidos de la cultura local, y lo que algunos acogimos en principio con interés con el tiempo y la falta de respuestas se fue enturbiando. Fue entonces cuando escribí un nuevo post: “Ciudad del cine, sí; pero no así”, porque me disgustaba que no se dieran informaciones más precisas sobre quién y cómo se gestionaría esa plataforma cinematográfica, y para remate estamos in albis sobre qué tipo de rehabilitación se iba a hacer sobre todo el complejo del Fuerte de San Francisco. Para mayor despropósito, se liquidaban -sin explicación- dos proyectos que estaban comprometidos en el Fuerte de San Francisco, como es una nueva biblioteca –cuyo proyecto se encargó y se presentó- y el espacio para las escuelas taller del Ayuntamiento, alguna de las cuales malvive en un palacio. Sucedió que, de pronto, se desveló que todo el complejo del Fuerte iba a quedar para ciudad del cine, sin saber por qué, y el proyecto de la Biblioteca no se incluía en los presupuestos de la Junta.
En esta tesitura, es fácil entender que comparta el espíritu de una moción que se aprobó en el último pleno municipal, presentada por Aike y respaldada por el Equipo de Gobierno, en la que no se rechaza la Ciudad del Cine pero a condición de que siguiese siendo compatible con el proyecto de la biblioteca y las escuelas taller. El Ayuntamiento no podía ceder alegremente el uso del Fuerte de San Francisco sin un compromiso sobre su rehabilitación definitiva, porque tal extremo lo tiene reconocido por sentencia judicial, aunque su ejecución sea muy complicada al ser la Comunidad Autónoma quien tiene que afrontar esa reforma, dado que fue ella la que se lucró con la venta de las parcelas urbanizadas del Fuerte; no lo olvidemos. En esta tesitura, y dado que la Junta es inembargable, por ser un organismo público, lo que mucho me temo que pueda ocurrir, como también escribí hace tiempo, es que si al final no se logra un acuerdo global en beneficio de Guadalajara, no habrá Ciudad del Cine, ni tampoco biblioteca, ni espacio rehabilitado para más escuelas taller. Por lo menos en varios años.
Esto es lo que hay: sería un fracaso general. Nadie gana y todos pierden. La primera, Guadalajara. Por ello, les ruego a todos que olviden por un día su partidismo y se sienten a negociar cómo hacemos compatible esa Ciudad del Cine con los proyectos que en el Fuerte había fijado el propio ayuntamiento socialista. Y si alguno de ellos no cupiera dentro del complejo del Fuerte -aunque me cuesta creerlo, dado lo espacioso que es- en qué lugar podría ir y asegurar también su financiación con la Junta, a cambio de dar por ejecutado el mandato de los tribunales. Cosas más complicadas he visto resolver en otros tiempos más fecundos de nuestra clase política.
SANTIAGO BARRA TOQUERO (Guadalajara, 9-11-1955) aprendió el oficio de periodista en la escuela de “Flores y Abejas”, que en su segunda época dirigió su maestro, Salvador Toquero…