Un convenio realista que evita un conflicto en Guadalajara

Los parlamentos de Vallecas y Toledo, sedes de las comunidades autónomas de Madrid y Castilla-La Mancha, aprobaron ayer el convenio sanitario firmado por los presidentes Ignacio González y María  Dolores Cospedal,  que regulará la atención de los pacientes de Guadalajara en  la sanidad madrileña, y de aquellos vecinos del norte de la provincia de Toledo que voluntariamente prefieran ser  atendidos en hospitales cercanos de la comunidad de Madrid. Queda pendiente la ratificación del Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta, y su posterior publicación en el Diario Oficial para que el convenio entre en vigor, aunque en el caso de Toledo  habrá que esperar seis meses más para que los potenciales usuarios puedan hacer su elección,  y en base a ello acomodar el servicio (Hay un cupo máximo de 60.000 cartillas).

No soy sospechoso de tibieza en la defensa de esta reivindicación histórica de los guadalajareños, ahí están las hemerotecas,  y los que me siguen saben que como no pertenezco a ninguna de las nutridas comparsas del agit-prop  de los partidos políticos, de haber fracasado el gobierno de Cospedal en este asunto se lo habría recriminado hasta el mismo día de las elecciones.  En justa correspondencia tengo que valorar la gestión política al respecto, y que ha cristalizado en un convenio realista y suficiente a las necesidades demandadas desde Guadalajara. Como explicaré.

Ayer mismo, el doctor Ochoa, presidente del Colegio de Médicos, y alma libre de su colectivo profesional, recordaba algo muy importante que le pasó a él como médico del Hospital. “Hace veinticinco años ya pregunte por escrito a qué hospital se podría trasladar a los enfermos del Hospital de Guadalajara, si surge un problema neuro-quirúrgico, y me dijeron que iba a solucionarse enseguida, pero todavía no está firmado”.

Hace muy bien el doctor en ser incrédulo, porque si bien es cierto que tradicionalmente el Hospital de Guadalajara derivaba normalmente pacientes  cuando había en España un servicio de salud estatal –del que nunca debimos prescindir, pero claro ¡había que dar poder y recursos a los taifas autonómicos!–, pero las cosas se empezaron a complicar a medida en que las competencias sanitarias se fueron asentando en cada autonomía, y cada califa regional empezó lógicamente a pensar  primero en sus administrados, que son los que le votan, y no en los vecinos. En Guadalajara, el asunto más o menos se fue capeando con un convenio de voluntades que se firmó siendo Bono presidente de Castilla-La Mancha y José Ignacio Echániz de consejero de Sanidad de la comunidad de Madrid, pero el problema no se acabó de resolver por completo, porque en el texto no se habían asignado hospitales de referencia en Madrid con lo que pasaba lo que ayer comentó el doctor Ochoa. Que, al final, la admisión del enfermo dependía de la buena voluntad del centro que lo recibía, y no de un protocolo reglado.

Las cosas se acabaron complicando cuando se agudiza la crisis económica, el Fondo de Cohesión se restringe al máximo, y las autonomías, notoriamente Castilla-La Mancha, empiezan a dejar facturas sin pagar en la sanidad madrileña, hasta que esta dice ¡basta!, y que cada cual se las componga como pueda. Y así sucedió que los guadalajareños, sin comerlo ni beberlo, acabamos recorriendo hasta más de seiscientos kilómetros en un día para ser atendidos de especialidades que antes, con el malhadado estado centralista, se proporcionaban desde Madrid.

Pues bien, con el convenio firmado ya es posible responder a la pregunta que ayer se hacía el doctor Ochoa, y que nunca le respondieron por escrito cuando trabajaba en el Hospital. “¿Adónde envío a un enfermo si surge un problema neuro quirúrgico?”. La respuesta está en el anexo número 1 del convenio. Si es adulto al Hospital Ramón y Cajal y si es un niño al de La Paz. Se termina por tanto el trasiego de ambulancias de un hospital a otro,  como ha llegado a suceder, hasta que finalmente un enfermo de Guadalajara sea atendido. El convenio le garantiza además la misma prioridad que a un vecino de la comunidad de Madrid.

Madrid  se ha curado esta vez en salud, y el convenio deja muy claro que los gastos originados por la atención de los avecindados en Castilla-La Mancha –que no “ciudadanos” castellano-manchegos, como he llegado a leer, ciudadanía solo hay una con esta Constitución y es la española—los paga su comunidad autónoma. ¡Como no podía ser de otra manera!…, porque –y aunque a mí no me guste— la Sanidad es competencia de las comunidades autónomas, que a su vez reciben el dinero del Estado. ¿Pero es que alguien en su sano juicio puede pretender que la comunidad der Madrid, además de dejarnos utilizar sus hospitales, lo fuera a hacer gratis? Pues bien, todo esto también lo resuelve el convenio, que marca y fija las distintas tarifas, y regula cómo y cuándo hay que pagarlas. A tres meses fecha de factura. Con una cautela: el incumplimiento reiterado de los pagos permitiría a Madrid liquidar el convenio. Es decir,  si otra vez en Castilla-La Mancha se produjeran impagos generalizados  de facturas por la mala cabeza de los gobernantes de turno, ya sabemos que lo primero que saldría por la ventana es este convenio. Pero sepan que detrás de él se iría toda Guadalajara.

He escuchado también críticas desde la oposición sobre si con este sistema se está produciendo un doble pago. ¡Vaya por Dios! Se supone que si a un vecino de Guadalajara le operan de cirugía cardiaca en el Ramón y Cajal, y por lo tanto ya no tiene que ir de excursión hasta el hospital de Albacete, pues es un dinero que nos estamos ahorrando. ¿Qué a lo mejor no es todo? No diría yo que no, pero ¿saben cuál es la única forma de optimizar este gasto? Pues sí, volviendo a un sistema de salud estatal único, que permitiría ajustar  más los costes y las plantillas, generando mayores sinergias en la política de compras. Bajando un peldaño mis expectativas se podrían fusionar las autonomías de Madrid y Castilla-La Mancha, como se debiera haber hecho en la Transición, con lo que nos habríamos ahorrado miles de cargos y cientos de organismos y empresas públicas, y tendríamos unos servicios más eficientes y baratos. ¿Por qué no se atreven?  Eso sí que sería verdaderamente revolucionario, y no la demagogia populista que hay que escuchar estos días de los que van por ahí predicando que todo se resuelve con aumentar el gasto público y dar marcha en los antipáticos recortes, pero ocultan que lo quieren hacer a costa de cargar con más  impuestos a las clases medias,  y a la pequeña y mediana empresa, porque las multinacionales tienen recursos para tributar en otros países europeos con una fiscalidad más favorable.

Dijo ayer el portavoz socialista en las Cortes toledanas, que todo se debería haber resuelto mediante el Fondo de Cohesión. Bien sabe él que esto no es así; que solo con el Fondo de Cohesión –que los nacionalistas, por cierto, quieren reducir a la mínima expresión—no se podría financiar unos servicios tan completos como los que garantiza el convenio, aunque no estén todos. De hecho, el texto distingue entre las tarifas reguladas en el SIFCO y las que no lo están. Así que no cuela. Solo con fondos de Cohesión, no se habría firmado este convenio, porque Madrid no lo habría aceptado, ya que a cambio nosotros no podemos ofrecer contraprestaciones, como sucede con los convenios  de Aragón o Valencia,  y sin una garantía de cobro la comunidad de Madrid nos habría mandado a esparragar,  la presida  Cifuentes, Gabilondo  o el primo de Nicolás Maduro.

Por ello, prefiero dejar correr las afirmaciones del mentado portavoz de que si gana Page cambiará el convenio. No lo podrá hacer, porque no lograría un consenso para ello; y él lo sabe. Pero como es un político inteligente, y conoce Guadalajara mejor que la mayoría de los políticos toledanos,  también sabe que si  gobierna y se carga el convenio esta provincia se le subleva. Como ya lo hizo durante seis meses en la primera legislatura municipal  tras la Transición cuando se paralizó el proceso autonómico y tuvo que amenazar Alfonso Guerra con disolver la Agrupación Socialista de Guadalajara si no respaldaban la integración de Guadalajara en Castilla-La Mancha, aunque no estuviera en ella Madrid. ¡Qué error, que gran error!, escribo parafraseando a  Ricardo de la Cierva sobre el nombramiento de Suárez por Juan Carlos.  Algún día les contaré con más detalle la historia.

Si esta vez las cosas han salido razonablemente bien es porque hemos tenido la suerte de que ambos gobiernos autonómicos son del mismo signo político, y porque ha habido un político de la tierra, José Ignacio Echániz,  que ha puesto lo que había que poner en la mesa de operaciones; y al final todo el gobierno de Cospedal ha remado en la misma dirección. Esto es lo que hay.

Y así hay que dejar constancia de ello.

P.D. Estoy hasta las narices, y lo siguiente, cada vez que leo o escucho que con este convenio los “manchegos” van a poder ser atendidos en la comunidad de Madrid. Ni los de Guadalajara somos manchegos, ni tampoco los del norte de la provincia de Toledo. La Mancha queda más al sur, como todo el mundo debería saber menos algunos compañeros de profesión instruidos en la Logse y que en asuntos de geografía son más analfabetos que el asno de Sancho Panza. Me consta que en algunos medios emplean el gentilicio “manchego” por abreviar. Nada bueno se puede esperar de un país en el que un partido puede llegar a tener un significativo resultado electoral sin necesidad de presentar un programa; o cuando las únicas  ideas que llegan a la gente de algunos políticos  caben en un tuit. Pero por lo que no paso es que por abreviar te maten al padre o a la madre, porque con el tiempo te acabarán tratando como a una persona sin referencias, ni pasado. Es decir, como un vulgar hijo de puta.

Los que vivimos en la autonomíade Castilla-La Mancha somos castellano manchegos en su definición más  genérica.  Y si nos referimos únicamente a  los de la provincia de Guadalajara, con castellanos nos basta. ¿Tan complejo es el asunto  para algunos juntaletras  que hasta el burro manchego de Sancho Panza lo entendería?

Mal rayo nos parta  el día en que lo dejemos pasar.

 

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