Esto es información: el día 5 de mayo Mariano Rajoy visitó Guadalajara. Estuvo en la fábrica de Witzenmann donde aprovechó el escenario para poner en valor la política económica de su gobierno y las reformas emprendidas para crear medio millón de trabajos anuales hasta 2019. La propia empresa alemana corroboraba ese optimismo y anunciaba que tiene previsto duplicar su plantilla en los próximos años. A Rajoy se le veía cómodo. Una hora después, Rajoy se daba un corto paseo por la calle Mayor, estrechó manos (si el presidente ha venido en precampaña es de imaginar que no lo hará en la campaña), firmó con María Dolores Cospedal en un photo-call que le colocaron para pedir la declaración del palacio del Infantado como Patrimonio Mundial de la Unesco. Y el presidente de los populares aun tuvo tiempo para hacerle una propuesta a Antonio Román, el alcalde de Guadalajara, que ese día se dejó la bata en el hospital y le acompañó durante toda la mañana. Rajoy le ofreció a Román la posibilidad de encabezar la candidatura al Congreso por Guadalajara, para aprovechar su popularidad, pero el alcalde le puso una condición que a la postre resultó insalvable. Quería volver a compatibilizar el escaño con la alcaldía, como ya hizo en la anterior legislatura, porque según le explicó tiene un compromiso con los vecinos de Guadalajara, expresado repetidamente, y que no quiere dejar de cumplir. Al final, el asunto no prosperó porque técnicamente hay una incompatibilidad orgánica para que los alcaldes del PP vayan al Congreso, situación que no se da en el caso del Senado. Claro que Rajoy es el presidente del Gobierno, y del Partido, y bien podría haber establecido una excepción, si él lo hubiera querido. Y esto último ya no es una información; forma parte de la especulación.
Por lo tanto, la propuesta de Rajoy había traído consigo un cambio en la Alcaldía de Guadalajara. Con la Ley en la mano, a Román le habría tenido que suceder Ana Guarinos, la actual vicepresidenta de la Diputación y presidenta del Grupo Parlamentario Popular en las Cortes regionales; y cuya carrera está abrochada a la de Cospedal. No obstante, la sucesión de un alcalde tiene sus complicaciones cuando no se gobierna en mayoría absoluta. Y en este caso la elección de Guarinos habría tenido que ser refrendada por Ciudadanos, que es el mismo partido -¿recuerdan?-, que la vetó en la Diputación, y que dio lugar a la solución Latre. Ya saben: en vista de que el asunto se enquistaba, y ni cenamos ni se muere padre, llamaron al alcalde de Sigüenza, y le dijeron: “José Manuel, que tienes que ser el presidente”. Y este, apenas recuperado de la sorpresa, les pidió unos minutos por lo menos para avisar a la familia de lo que se le venía encima. Así que, otra vez, Ciudadanos se habría cruzado en la carrera política de Guarinos, y al grupo municipal de Alejandro Ruiz, que mantiene una buena relación con ella, le habrían puesto en un brete. Otra posibilidad es que Guarinos le hubiera pasado ese cáliz tan de su agrado al siguiente comensal, estamos hablando del vicealcalde Jaime Carnicero, ya que no en vano fue el tercero en la lista.
En cualquier caso, un lío, como diría Rajoy, y demasiadas piezas por encajar en el momento menos propicio, así que todo sigue como estaba. Y Antonio Román cumplirá su mandato hasta el final de legislatura, como se comprometió con sus electores antes, durante y después de la campaña electoral. Y supongo que pronto a jornada completa, aunque los tiempos los va a marcar él. Eso ha quedado claro.
Sin Román encabezando la lista al Congreso –como sucedió hace cuatro años, por petición expresa de Cospedal-, la candidatura del PP no se ha tocado, buscando algún rostro más popular, a pesar de los malos resultados el 20-D en los que el PP perdió casi 20 puntos porcentuales en Guadalajara. En esto el PP ha sido conservador hasta los tuétanos, no ha promocionado a ninguno de sus candidatos más jóvenes para bajar la media de edad de la lista, e incluso sigue como número dos Ramón Aguirre, un gestor de confianza de Cospedal, y que aterrizó con éxito en Guadalajara en las anteriores elecciones, aunque al final dejó el Congreso por la golosa presidencia de la Sepi, la joya de la corona de las empresas públicas españolas. Esto quiere decir que el PP no se va a andar con distracciones locales, y que va a hacer una campaña de perfil eminentemente nacional en la que –ya lo verán- va a hablar lo justo del PSOE y Ciudadanos, y más de Unidos Podemos ante los que se presentará como el dique de contención frente al populismo neocomunista. En Guadalajara, como pueden ver por el análisis que les hemos ofrecido, la recuperación de ese segundo diputado por los populares se ha complicado de lo lindo con la unión de Podemos e Izquierda Unida, porque ya no son los 906 votos que les separó de Ciudadanos, sino lo que pueda sumar Podemos tras la absorción en Guadalajara de Izquierda Unida, condenada a un papel electoral irrelevante al no haber podido realizar un proceso conjunto de primarias con Podemos. Al final, la designación de su cabeza de lista, Ariel Jerez, ha seguido el mismo procedimiento que el de su compadre Ramón Aguirre, ambos vecinos y residentes en Madrid. A uno le ha colocado el dedazo de Pablo Iglesias, compañero en la facu de Somosaguas, y al otro el de Dolores Cospedal. Solo que por lo menos el PP no se anda con postureos sobre la participación de las bases, la renovación y otras mandangas retroprogres.
Estoy convencido: Si Blanca Calvo hubiera encabezado esta lista unitaria de izquierdas a estas alturas solo habría un escaño en disputa, y apenas tendríamos una duda: si el PP, beneficiado por un clima de confrontación derecha-izquierda neocomunista, conseguiría finalmente el segundo diputado, y si el citado escaño se lo quitaría a Ciudadanos o… al PSOE. Pero tal y como se han hecho las listas, y analizando objetivamente los resultados del 20-D, yo no creo que el escaño de Pablo Bellido esté en riesgo. Incluso en el peor de los escenarios posibles, y a pesar de que Pedro Sánchez no tiene precisamente el magnetismo de Felipe González, en Guadalajara el PSOE sigue disfrutando de un colchón en torno a los 1.500-2.000 votos para evitar el sorpasso, que no es que sea como para tumbarse a la bartola, pero tampoco para que cunda el pánico en las filas de la izquierda socialdemócrata.
Por hoy, esto es lo que hay. Ya lo iremos viendo.