Hay que agradecer al centenario del nacimiento de Camilo José Cela el estímulo editorial que ha supuesto para publicar o reeditar obras relacionadas con la Alcarria y el ya famoso viaje del Nobel, realizado en 1946, aunque editado en 1948, y que para mí sigue siendo uno de los mejores libros de viajes escritos en lengua castellana. Con este motivo, Diputación ha editado un atractivo “Cuaderno del Viaje a la Alcarria”, con textos y producción de Fernando Toquero y Laura Domínguez, que es ideal para llevarlo en la mochila del viajero, y saber lo esencial de lo que nos vamos y no nos vamos a encontrar en esta Alcarria de hoy, tan diferente a la que cruzara Cela en una España mísera y sufriente de una durísima posguerra. Con el patrocinio de Diputación hemos tenido la ocasión de reeditar el libro Buscando a Cela en la Alcarria, que un servidor escribió con Salvador Toquero en 1982. A la Diputación se debe también el relanzamiento de la Guía del Viaje a la Alcarria de Paco Gacía Marquina, que nos desvela multitud de datos y curiosidades sobre el Viaje a la Alcarria. Y editado por Aaache ha salido otro libro de Marquina, titulado “Cela”, así a la pata la llana, del que me ocuparé próximamente, y que es la continuación con una parte novedosa de un libro anterior publicado en Estados Unidos, con un contenido de gran sinceridad y rigor de un escritor del que se puede decir que es más celiano que el propio Cela. En su último blog, el prolífico Juan Pablo Mañueco también nos anuncia que también ha escrito un libro que publica Aache en homenaje a Cela y a su Viaje a la Alcarria, y que a buen seguro compensará el artículo que publicó recientemente en este digital, y con el que reconozco mi total y absoluta discrepancia. Pero esta es la salsa de la literatura y del oficio libre de los que la ejercen. Por lo menos en Guadalajara Diario.
Hecho este preámbulo, para reconocer que aun muerto Cela sigue dando frutos a los que seguimos sus pasos, como una abeja en un campo morado de lavanda alcarreña, hoy quiero centrarme en un libro que sinceramente me ha impresionado. Es un libro redondo en todo lo que debe reunir un buen libro de viajes: edición, producción, grafismo, fotografía, ilustración y textos. También está editado por la Diputación, y producido por Aaache, y se debe a la fuerza arrolladora de Jesús Orea, que ha tenido el mérito de condensar el enciclopédico conocimiento que tiene de esta provincia, y que mamó con Salva Toquero y un servidor en el irrepetible “Flores y Abejas”, en una obra que solo tiene 335 páginas, pero que no se deja una sola pista sobre la historia, vida y milagros de los pueblos que recorriera Don Camilo en 1946. Tal es así, que lo que no venga en “Viaje a la Alcarria en familia” es que no existe o no merece ser tenido en cuenta.
Lo primero que tengo que decir es que a pesar de lo que pudiera sugerir la portada, no estamos ante un libro para niños. Lo que pasa es que el libro tiene la virtud de reservar al final de cada capítulo, un espacio dirigido especialmente a los niños, con clara intención pedagógica, escrito y diseñado para ellos, con pistas y otros reclamos para hacerlo más atractivo, pero que los adultos nos lo pasamos de miedo leyéndolo, buscando los dragones de la iglesia de Santiago, la estela de Moranchel, la secuoya de Gárgoles… Orea acaba cada capítulo con la amenidad que exige el lector infantil, a lo que ayuda las magníficas ilustraciones de Nora Marco, pero eso no significa que lo que viene antes sea un tostón para ilustrados pedantes. Todo lo contrario.
El segundo elogio que se puede decir de este libro es que cumple el objetivo declarado de no ser un texto para leer en el sofá, sino que está escrito fundamentalmente para ser una guía de viaje. En este caso, una rotunda guía de viajes, porque su autor no solo se recrea en describir historias, monumentos y aventuras, sino que si te indica que ahí hay una iglesia, un museo, un puente o un pozo, además te dice cómo puedes llegar y lo que te vas a encontrar, y te ponen una dirección de internet para que abundes sobre ello.
La tercera gran virtud de este libro es que está inteligentemente estructurado. Si hay algo que me da miedo de una presunta guía/libro de viajes es que por la erudición del que lo escribe acabemos perdidos en el intento. Por eso es de agradecer el orden y concierto que sigue este “Viaje a la Alcarria en familia”.
Para empezar, en cada capítulo el lector encontrará una breve sinopsis de la huella literaria dejada por cada una de las localidades alcarreñas por la que pasó don Camilo. Aunque siempre es bueno llevarse el original en la mochila, el libro nos hace primero esa aproximación, por si las moscas. Luego viene una pincelada sobre lo que hay que saber de la localidad a la que llega. Continua con lo que hay que ver en cuanto a monumentos y edificios históricos. Prosigue con una atinada guía de recursos naturales del municipio en cuestión. Nos documenta sobre las fiestas y tradiciones de mayor interés. Y por último termina con esa parte que titula “Viaje a Guadalajara para niños”, y en la que pone todo lo anterior ante la curiosa mirada de los chavales.
Les invito a que se lean el capítulo sobre Guadalajara capital y comprueben cómo es posible decir tantas cosas en tan pocas palabras. No hay nada más difícil que escribir corto. Y en esto, porque Orea aprendió a escribir en una redacción en donde se contaban hasta las líneas (de plomo) sabe que hay que ir directamente al grano y dejarse de rollos. Quien todavía piensa que en Guadalajara solo tenemos el palacio del Infantado, que se lean ese primer capítulo y verán lo errados que están. Esta ciudad penará por la eternidad las barbaridades que se hicieron con su muralla y el casco medieval a principios del siglo XX, no tiene perdón de Dios por la destrucción de ingente patrimonio en los años del desarrollismo, pero a pesar tanto desmán, todavía le quedan una docena de monumentos y edificios de gran valor a interés. Lo que pasa es nos empeñamos en decir que en Guadalajara solo queda el palacio del Infantado y al final algunos se lo han creído. Otra virtud, en este caso de periodista, es que Orea nos da la última hora del monumento en cuestión, imprescindible en una guía que se precie. Y separa el polvo de la paja, como se acredita con sus cortos pero precisos apuntes históricos, y que a más de uno le permitirá aproximarse a la grandeza pasada de estas viejas ciudades castellanas: Guadalajara, Brihuega, Pastrana… Las historias que nos cuenta Orea gustarán incluso a los que no les gusta la historia.
Todo esto que he dicho, se va repitiendo a lo largo del libro en todos y cada una de las ciudades, villas y pueblos por los que pasó Cela. A saber: Guadalajara, Taracena, Torija, Brihuega, Masegoso y Moranchel, Cifuentes, los Gárgoles, Trillo, Viana de Mondéjar, La Puerta, Budia, El Olivar, Durón, Chillarón del Rey, Pareja, Casasana, Córcoles, Sacedón, Tendilla, Pastrana y Zorita de los Canes. Y como el reconocimiento no está reñido con la verdad del escritor, Orea no oculta los errores, como ocurrió con El Olivar, pueblo en el que Cela no llegó a entrar cuando hizo su viaje, y seguramente porque alguien le había informado mal, dijo que “El Olivar es un pueblo miserable, perdido en la sierra, en tierra de lobos y rodeado de barrancos”. Hoy en día, como precisa Orea, es uno de los más bonitos de la Alcarria, tanto por su geografía urbana como por las increíbles vistas del pantano. Y hasta por la gastronomía.
En el libro de Orea no hay sorpresas. No se deja nada en el tintero, pero emplea justo la tinta necesaria, sin barroquismos, y dicho eso dea Jesús es todo un elogio, porque tiene un alma de poeta que le desborda. Pero este libro íbamos de setas y no se rolex.
Diputación ha acertado de pleno en la recuperación del Viaje a la Alcarria, y en la idea de convertirlo en un producto turístico de primer orden. Pero como Guadalajara es algo más, e incluso don Camilo se dejó Alcarria por patear, habrá que pedir a la Diputación y a Orea que más adelante se empleen a fondo en enganchar de este poderoso clavo a parameras y serranías que quedaron fuera de esta ruta literaria, pero que también merecen nuevos viajes.
Aunque fuera con Rolls Royce y choferesa negra. Yo me apunto a lo último, todo sea por ayudar.
Esto es lo que hay. “Viaje a la Alcarria en familia”. Y hagan familia al viajar, que lo dice el tío Jesús.