La expectación sobre lo que pudiera decir el rey Felipe VI antes las graves informaciones que han salpicado a su padre, el rey emérito Juan Carlos I, hacían de su discurso de Navidad más esperado que otras veces. No defraudó. En la noche más especial, como es Nochebuena, en la que nos juntamos (o nos juntábamos) en torno a la familia y nos olvidamos de los roces que inevitablemente te deja un año de convivencia, Felipe de Borbón tuvo el cuajo de poner encima los intereses de la Corona a los de un hijo que no puede cenar con su padre, el cual anda en una especie de exilio que no acabo de entender.
Nunca dudé que Felipe de Borbón sería esta noche Felipe VI, como ya sucedió en 2011, cuando en medio del caso Nóos que salpicaba a Iñaki Urdangarin y a Doña Cristina, fue el entonces rey Don Juan Carlos el que pronunció el ya histórico: «La justicia es igual para todos». Es una lástima que no se aplicara él mismo el cuento, pero pasó lo que pasó y tres años después tuvo que abdicar, empañando un reinado que se inició cargado de éxitos.
Felipe VI encontró ayer el equilibrio para referirse a su padre sin nombrarlo, como es propio de los mensajes reales, pero sin dejar por ello de ser contundente. Se encargó de preparar el terreno, recordando que en su proclamación ante “las Cortes Generales me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Así lo he entendido siempre, en coherencia con mis convicciones, con la forma de entender mis responsabilidades como jefe del Estado y con el espíritu renovador que inspira mi reinado desde el primer día”, Para añadir a continuación en una clara alusión a su padre: “Los principios morales y éticos nos obligan a todos sin excepciones; y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personas o familiares».
«Felipe VI encontró ayer el equilibrio para referirse a su padre sin nombrarlo, como es propio de los mensajes reales, pero sin dejar por ello de ser contundente. Es muy duro para un hijo, en una Nochebuena, hablar así veladamente de su padre, pero imprescindible»
Repito, muy duro es para un hijo, en una Nochebuena, hablar así veladamente de su padre, pero imprescindible. El estado de Derecho y la Ley, que tan a menudo olvidan los gobernantes, está por encima del primero de los españoles. Y en un país donde algunos piensan que las leyes no van con ellos e incluso pretenden que no pase nada si se saltan la Constitución a la torera, porque allí estará un gobierno débil para indultarlos, no estuvo de más su alusión a que la hoja de ruta es la Constitución, contra la que cargan independentistas y populistas porque ven en ella una barrera para cambiar el régimen democrático como si fuera un calcetín; o quebrar la unidad de España que data de los Reyes Católicos. El Rey recordó a los españoles que los avances se consiguen desde el «reencuentro» y el «pacto», «unidos en un espíritu integrador, en el respeto a la pluralidad y a las diferencias». Es decir, aquello que se llamó el espíritu de la Transición y del que nuestros gobernantes se alejan cada vez que aprueban leyes fundamentales para la convivencia desde solo una parte de las dos Españas machadianas y despreciando el consenso. Leyes, por tanto, que solo durarán lo que el gobierno que las promueva, y que alimentan nuestro mayor pecado: el sectarismo.
Como no podía ser de otra manera, el mensaje de este año ha estado marcado por la pandemia y fue el eje central de su discurso navideño. «En miles de hogares hay un vacío imposible de llenar por el fallecimiento de vuestros seres queridos, a los que quiero recordar con emoción y con todo respeto. Y también, en estos momentos, muchos lucháis contra la enfermedad o sus secuelas. A todos os envío mi mayor ánimo y afecto», comenzó por decir. Y sin entrar en consideraciones que son más propias del debate político, no de un mensaje de la Corona (no hace falta señor Iglesias ninguna ley para regular el papel de la corona, que está perfectamente definido en la Constitución; otra cosa es que usted y los socios a los que representa en el gobierno de coalición la quieran arrinconar hasta la mínima expresión), animó al pueblo español, que históricamente ha sido capaz de superar lo episodios más graves.
«No hace falta señor Iglesias ninguna ley para regular el papel de la corona, que está perfectamente definido en la Constitución; otra cosa es que usted y los socios a los que representa en el gobierno de coalición la quieran arrinconar hasta la mínima expresión».
Porque si en el 2021 tenemos puestas grandes esperanzas en su normalización cuando avancen las vacunaciones, no podemos engañarnos que lo debemos hacer desde posiciones más débiles que la mayoría de los países europeos, porque nuestra deuda se ha disparado y la capacidad de crédito no es ilimitada. El rey no lo ocultó en su mensaje: «Muchos vivís la angustia del desempleo o la precariedad; la angustia de apenas llegar a cubrir las necesidades básicas; o sentís la tristeza de tener que abandonar un negocio al que habéis dedicado vuestra días. Es lógico y comprensible que el desánimo o la desconfianza estén muy presentes». Y tuvo justas palabras para los jóvenes, que están llamados a ser los primeros paganos de la crisis: «España no puede permitirse una generación perdida»-; clamó contra el aumento de la pobreza que ha generado el coronavirus:-«Es una cuestión de dignidad proteger a los más vulnerables y luchar contra las desigualdades»-; y por la situación de empresas, autónomos, comerciantes, que no saben lo que va a ser de sus negocios el día en que se acaben los ERTEs, si para entonces la situación económica y el consumo no repuntan con fuerza.«Es decisivo fortalecer el tejido empresarial y productivo; recuperar nuestra economía», para lo que será muy importante la gestión eficaz de los fondos que llegarán de Europa, no solo para restañar brechas, sino para empezar a tejer con un poco de cabeza la nueva economía que viene.
Esto es lo que hay. Que al menos nos sirva de consuelo que por muy mal que vengan dadas, peor ya no podemos estar. O al menos eso quiero pensar en un ataque de optimismo.