Sobre la cuestión de fondo, me remito a mi último post y a otros anteriores, porque aburrido estoy de repetir la misma monserga sobre una cosa que se dio en llamar la guerra del agua, aunque se parece mucho más la guerra de Ucrania, donde hay un invasor y un invadido. En esta guerra siempre había perdido la cuenca cedente, la del Tajo, mientras que la beneficiaria contaba los conflictos por victorias. Con todos los gobiernos, los votos del levante español y la Andalucía más occidental sepultaban a los cuatro gatos que vivían en la cabecera del Tajo, en Guadalajara y Cuenca, por lo que lo ocurrido estos días es un acontecimiento histórico. Por primera vez, el Gobierno central reconoce a través del Plan de Cuenca un caudal ecológico para el río Tajo, lo que ha sido contestado por los beneficiarios del trasvase como un hachazo contra sus intereses porque supondría una merma de cerca del 40% del agua que se deriva al Levante. Así lo han transmitido casi todos los medios de comunicación nacionales, aunque no deja de ser una exageración, ya que sólo ocurriría así en los años secos, que últimamente han sido la mayoría. En un ciclo de lluvias favorable, el Levante podría aumentar su capacidad. Pero es que los portavoces mediáticos de los trasvasistas, que son casi todos, ponen el acento en que la reducción del agua trasvasada será entre 70 y 110 hectómetros cúbicos al año, pero se olvidan de escribir o contar inmediatamente después que el Gobierno va a aportar al Levante 140 Hm3 extra por las obras de desalación e infraestructuras que va a realizar en aquellas tierras. ¡Ójala hubiéramos tenido en la cuenca cedente un trato parecido cuando se inició el trasvase, porque a estas alturas todavía se están terminando obras, como las de Morillejo, que se deberían haber hecho hace más de veinte años!
¿Y por qué esta vez no perdimos el pulso con el gobierno de turno, como ha ocurrido siempre? Un hecho ha sido decisivo, como es que por primera vez el Tajo ha podido esgrimir hasta cinco sentencias favorables al reconocimiento de ese caudal ecológico, con lo que el ministerio sabía que o bien tomaba nota o al final el Supremo acabaría imponiendo esa doctrina. Reconocer también que el presidente Page ha estado listo durante la negociación cuando se enteró de que había riesgo de demorar esa exigencia de caudal hasta 2026 y que la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha demostrado un nivel de coherencia y seriedad impropia de un gobierno tan populista como este al no aceptar aquella solución que le habría permitido al PSOE valenciano llegar con mejor cara a las próximas elecciones. Para no perder votos, Ribera bien podría haber aplazado esos caudales hasta 2026, y los que vengan de atrás, que arreen, como ha sucedido con las medidas en favor de los presos del Process, insoportables para la España constitucionalista. Page jugó fuerte y advirtió a Ribera de que iría al Tribunal Supremo pidiendo la ejecución de sentencia si el Gobierno daba marcha atrás y Ribera no se apeó de su compromiso, algo ciertamente insólito cuando desde el Levante se ha vendido esta medida como el final del trasvase y así se dirá en campaña electoral. Pero no es así, el trasvase seguirá (es el único entre cuencas que sigue en España, con lo que está dicho todo), aunque por primera vez se ha mandado un mensaje al Levante que hasta ahora no querían escuchar: además del agua del trasvase, la mejor y más barata (el “agua buena”, lo llaman los agricultores murcianos) tienen que regar con agua procedente de la desalación, que se va a potenciar, y sería justo que pudieran acceder a ella a unos precios más baratos para que su fenomenal huerta siga siendo competitiva. Pero negar que los tiempos han cambiado desde que esta infraestructura se diseñó en el franquismo, que los ciclos de lluvias previstos no se han cumplido y que el cambio climático exige un caudal ecológico en el río Tajo, para que no se convierta en una cloaca, no tiene vuelta de hoja.
La pena es que la carencia de una política de aguas verdaderamente estatal y solidaria nos haya conducido al localismo y al “sálvese quien pueda”.
Pues esto es lo que hay: por primera vez nos ha tocado a nosotros salir no salir descalabrados y es ridículo que el PP de Castilla-La Mancha se empeñe en tapar lo que ha ocurrido, porque si no tuviera relevancia no sé por qué ponen el grito en el cielo en el Levante sus compañeros de partido. Lo que hay que trabajar es porque ningún otro gobierno que venga le dé la vuelta a la situación.
Coda: Una cosa sí ha quedado clara: el lobby trasvasista es más poderoso que el que nunca ha tenido Castilla-La Mancha y la cuenca cedente y solo hay que ver algunos editoriales de la prensa nacional, como uno que vincula, sin base, el recorte del caudal a la liquidación de la infraestructura, para darse cuenta de lo que digo. Mucho a mejorar en ese aspecto.