Cuando apenas quedan 48 horas para la celebración de la primera vuelta de las Primarias del PP para elegir a su nuevo presidente/a provincial (aunque en puridad no se debería llamar “Primarias” a una consulta que no alcanza a los simpatizantes de un partido, como en Estados Unidos o Francia), todo parece indicar que los compromisarios populares tendrán que elegir entre los tres candidatos ya conocidos: Ana González, Jaime Carnicero y Lucas Castillo
Había interés por saber si los dos primeros podrían llegar a algún tipo de acuerdo para fusionar ambas candidaturas, una vez que por el número de avales validados estaban en franca desventaja con el tercer candidato en juego, el alcalde de Yunquera de Henares, pero han pinchado en hueso. En función del entorno con quien hables, se reparten las culpas. Unos me cuentan de que no estamos hablando solo de nombres, sino de un proyecto de cambio en el partido en Guadalajara, donde las personas son secundarias; aunque no es menos cierto que el atasco es antiguo y lo sitúan en la exigencia de Jaime Carnicero para ser al menos el secretario general de la nueva candidatura resultante. El portavoz en el Ayuntamiento, próximo a Román, quiere hacer valer su fuerza en el área de la capital y el Corredor del Henares, y que ha sido el segundo en número de avales en el conjunto de la provincia. Y pide más realismo a la otra parte.
Si no hay cambios de postura en las próximas 48 horas, los compromisarios deberán elegir entre las tres candidaturas citadas, lo que a priori beneficia a Lucas Castillo. Él se autocalifica el candidato de la militancia, por el número de avales conseguidos. Lucas es, de los tres, el candidato más continuista con la dirección provincial que encabezó Ana Guarinos, con quien compartió cargos en su staff provincial, y en ese sentido se podría decir que es el mejor visto por el actual aparato; pero al final son los militantes quienes tienen la última palabra, sin necesidad de tutelas. No olvidemos que en la elección de presidente/a nacional del PP, el “aparato” estaban con María Dolores Cospedal, y al final quedó segunda en la primera vuelta, con Pablo Casado, que iba de outsider, tercero. Pero luego fueron los compromisarios de Cospedal quienes ayudaron a Casado a ganar la nominación, que en la votación final sumó el 57.2% de los votos. ¿Podría ocurrir en Guadalajara algo similar? No es fácil.
Hoy podríamos decir que el favorito es Lucas Castillo y que en esta primera vuelta lo que se dirime es si aquel es capaz de obtener la nominación directa, para lo que necesita superar el 50 % de los votos y una diferencia del 15% sobre el segundo, es decir si uno saca por ejemplo el 53%, el otro tendría que sacar menos del 38%. En caso de que ninguno saque más del 50%, la votación del 10 de julio en segunda vuelta será entre los dos candidatos que mayor número de votos hayan obtenido.
¿Y una candidatura de unidad de última entre los tres candidatos? Nadie la espera, aunque muchos la desean, teniendo en cuenta lo que le ha costado al PP cerrar las heridas internas; y me estoy acordando de la pugna entre Antonio Román y Luis Benito por la presidencia provincial con Román ya de alcalde. Aunque Román, entonces con el aparato, ganó con claridad, le costó años cauterizar las heridas que dividieron no solo a su grupo municipal sino el partido. Esta vez el entorno es peor, porque el PP ya no es aquel partido poderoso que ganaba en Guadalajara con casi el 50% de los votos, sino que por primera vez ha sido superado por Vox en las Generales, un partido que según los sondeos me consta que no está a la baja en Guadalajara, con lo que los populares no van a tener fácil recuperar al menos esa segunda plaza. Por muy indiscutible que sea la victoria de Lucas Castillo, la empresa por revitalizar el pulso de un partido, como el PP en Guadalajara, va a ser titánica, empezando porque su militancia se le ha hecho mayor y es complicado el relevo generacional, problema que afecta también a la mayoría de los partidos, pero más a los conservadores, a lo que se une que por primera vez el PP no se puede apoyar en ninguna de las principales instituciones locales, provinciales, autonómicas y estatales, todas en manos del PSOE.
Ese es el escenario en el mejor de los casos que le espera a Lucas Castillo, que además no tiene previsto abandonar la alcaldía de Yunquera, porque él sabe, como Scarlett O’Hara en “Lo que el vierto se llevó”, que su fuerza radica en la tierra y sobre todo en una época en la que el PP tiene un importante déficit de alcaldes. Por ello habrá que tener muy en cuenta quién lleva Lucas de secretario general, que a fin de cuenta es el encargado de ejecutar la política que impulsa la presidencia. Parece que será Alfonso Esteban, el actual portavoz del PP en la Diputación y vicesecretario general con Guarinos. Estuvo hasta última hora deshojando la margarita, pero al final no se presentó para no dividir las posibilidades de este grupo.