La Feria Taurina se ha presentado días atrás en Guadalajara y nos ha mostrado varias cosas.
Lo más positivo son los carteles en sí, que a priori me gustan porque están las principales figuras del momento, aunque luego habrá que ver si las ganaderías les acompañan, algo que en Guadalajara sería noticia. Que las figuras estén en la Feria es muy importante, porque esta plaza es fundamentalmente de toreros, aunque a los toristas les queda la corrida de Adolfo Martín, unos toros muy complicados de lidiar y de poco lucimiento. En segundo lugar, hay que felicitar a la Casa Matilla, porque apenas recién llegados han sido capaces de estar a la altura. La familia Matilla conoce bien la plaza, porque han estado ligados a ella desde la época en que trabajaban con Balañá y sobre el papel han presentado una de las mejores ferias que se recuerdan, aunque solo los más jóvenes pueden hablar de “la mejor”, porque desconocen que Guadalajara llegó a tener toros toda la semana grande, con MaxiToro, aunque luego la empresa extrañamente no siguió y volvimos a los 4 días de festejos y una novillada para abrir boca. Los más aficionados recordarán cómo se abrió ese año la Feria, con un cartel irrepetible formado por Antoñete, Curro Romero y Frascuelo, imposible de superar. Quiero también resaltar el arrojo torero de algunos diestros, que este año están dispuestos a torear en cualquier lado y en condiciones menos ventajosas que otras temporadas, porque así entienden que es la forma de colaborar con un sector perseguido por algunas administraciones y gobiernos, como sucede con el central, que no televisa las corridas de toros y en los telediarios solo sale alguna imagen cuando es cogido de gravedad algún torero. Al frente de esos toreros comprometidos está Morante de la Puebla, que va a superar el centenar de corridas, y que si bien es mucho pedir que esté regular en los dos toros, él es capaz de poner la plaza boca abajo con uno solo. La presencia de figuras como Morante, Juli, Roca Rey, Daniel Luque o Manzanares en corridas donde se lidiarán los toros del encierro, que se corre a las ocho de la mañana, demuestra que cuando se decía que las figuras no venían a Guadalajara por ese motivo eran cuentos chinos. Se trataba simplemente de querer o no querer; y ahora las figuras quieren. Aplaudir también que entre las administraciones que persiguen la Fiesta no está la municipal de Alberto Rojo, con un gobierno PSOE-Ciudadanos, y yo les felicito por ello, aunque de cara a un futuro hay que conseguir que los carteles de Guadalajara se presenten con la debida antelación como las ferias taurinas emblemáticas. La Feria de Guadalajara no está bien encajada en el calendario, tiene todavía mucha competencia en la contratación de toros y ganaderías, amén de coincidir con las fiestas en muchos pueblos de Guadalajara, y en eso siempre recuerdo que el gran Antonio Cortés, defendía que las Ferias de Guadalajara deberían ser la última semana de septiembre, coincidiendo con el famoso veranillo de San Miguel, y desligarlas de las religiosas de la Antigua, como era tradicional hasta una etapa reciente. Sigo pensando igual.
La foto de la presentación de este Feria taurina nos ha hecho recordar el mal estado general de la plaza de Guadalajara, que no se soluciona con una inversión de 150.000 euros. Nuestra plaza se ha quedado muy vieja y es incompatible con unos estándares actuales de comodidad. No se puede pagar una entrada cara y que encima tengas que sentarte en un asiento reducidísimo, metiendo las rodillas al de delante y recibiendo el rodillazo del de detrás. Eso no pasa en ningún deporte o espectáculo que se precie. La suerte este año es que por compromisos adquiridos las figuras no van a coincidir con los dos festejos del fin se semana, con lo que se evitará lo peor que le puede pasar a la plaza de Guadalajara: que tenga un lleno de los de no hay billetes, porque ese día todos comprobarán que las anatomías del español medio de 2022 es muy superior a los de la postguerra, en que se hizo este plaza, cuando en España no era necesaria ninguna dieta de adelgazamiento y el ciudadano medio medía 1,60. El día que se llene esta plaza, de no hay billetes, ocurrirá que la corrida deberá empezar media hora más tarde porque habrá centenares de personas que no habrán conseguido llegar a sus asientos y el pueblo creerá que se han vendido entradas de más. No es así, solo que el tamaño de los asientos y la distancia de las gradas es tan pequeña que es imposible su tránsito normal. Por no hablar de su evacuación, por estrechas escaleras y vomitorios, que no cumplen con los actuales estándares de seguridad.
Hace tiempo que llegó el momento de plantearse una reforma total de la plaza, con un nuevo graderío más cómodo, y sería deseable que con un techado que permitiera hacer de la instalación un Coliseum multiusos, con capacidad para conciertos y ferias comerciales, ya que no se pudo construir el palacio de Congresos de Guadalajara y es un dinero que se ahorró la Junta de Comunidades. Este nuevo concepto de instalación se llegó a manejar en los años previos a la burbuja inmobiliaria, contando con el atractivo que supone poder alquilar en el centro de Guadalajara locales comerciales y de restauración. Al final llegó la crisis financiera de 2008 y este planteamiento de hacer una plaza-coliseum por iniciativa público privada se desestimó, y no tengo datos para saber si ha llovido lo suficiente desde entonces como para que un grupo de empresas esté interesado en acometer esa reconstrucción de la plaza de toros a cambio de una concesión a largo plazo. Lo único que sé es que mediante la gestión directa municipal de la plaza, lo único que podemos aspirar es a una mano de pintura parcial y a que se cambie algún burladero; y poco más.
Guadalajara necesita una plaza-coliseum-palacio de Congresos con los criterios de comodidad, eficiencia energética y seguridad del siglo XXI, porque hay que ser muy aficionado para ir a los toros en Guadalajara, y luego dicen que la fiesta está en decadencia. Lo que está en decadencia son plazas como la de Guadalajara desde su mismo concepto en sí.
DESJUDICIALIZACIÓN.-La última melonada de la reunión bilateral entre el gobierno de España y el gobierno de Cataluña es lo que se nos relató por el bardo Bolaños: que ambos gobiernos han decido desjudicializar el “conflicto”, como así llaman los independentistas a sus relaciones con el Estado. ¿Quiere esto decir que si el gobierno de la Generalidad vuelve a tomar una iniciativa anticonstitucional -como puede ser proclamar otra vez la independencia unilateral o incumplir el 25% de castellano o español en la escuela catalana- el gobierno de España, presidido por Sánchez, renunciará a la aplicación de la Constitución Española y del Estado de Derecho? Porque una democracia que no se sustenta en la aplicación de la Ley no es democracia, es una república bananera más. ¿Cómo todo un ministro de la Presidencia puede sostener estos planteamientos antijurídicos en un país de la Unión Europea, que Sánchez presidirá al final de esta alucinante legislatura? Pues esto es lo que hay.