La arrolladora victoria de Isabel Díaz-Ayuso en las autonómicas de Madrid trasciende a lo que son unas elecciones regionales. Porque así las planteó Pedro Sánchez, al coger directamente las riendas de la campaña, a través de su jefe de Gabinete, Iván Redondo, y así lo aceptó la candidata Ayuso, bien asesorada por el suyo, el también periodista Miguel Ángel Rodríguez, que las identificó como una especie de referéndum sobre sanchismo.
Esto es lo que ha dicho el pueblo madrileño, crisol de todas las Españas, con una impresionante participación del 76,25%, que lo legitima más.
Isabel Díaz-Ayuso, solo Ayuso en posteriores referencias, ha sacado 65 escaños, 35 más, con el 44,73% de los votos, un total de 1.620.213. Ayuso ha rizado el rizo. Por un lado logra no ser desbordada por la derecha extrema de Vox, sin necesidad de que le condicionen su investidura, ya que le vale con su abstención. Y no veo a Vox votando a un candidato de la izquierda. Pero al mismo tiempo, Ayuso se queda con el voto de centro que respaldó a Ciudadanos, a quien roba casi 130.000 sufragios y 26 diputados. Ayuso ha conseguido ella solita, en Madrid, la reunificación electoral desde el centro a su derecha, hasta ahora un imposible que ha permitido a Sánchez gobernar sin una alternativa visible. Pero ni Casado es Ayuso, ni Madrid es España, aunque tampoco está en Marte, como dice bien Errejón. Pero Casado, que apostó por Ayuso en las Autonómicas, hoy está más cerca de La Moncloa que ayer; y ya sabe que en el PP hay dos modelos de éxito: el de Feijoó en Galicia y el de Ayuso en Madrid. Son muy diferentes, pero ambos ganadores. ¿Dónde se coloca él?
«Ayuso ha conseguido ella solita, en Madrid, la reunificación electoral desde el centro a su derecha, hasta ahora un imposible que ha permitido a Sánchez gobernar sin una alternativa visible. Pero ni Casado es Ayuso, ni Madrid es España»
Ángel Gabilondo, ha sacado 24 escaños, 13 menos, con un 16,85% de los votos y 610.190 sufragios. La Moncloa le mangoneó la campaña al catedrático desde el primer momento, dirigida por el gurú Redondo, primero convirtiéndole en un moderado que quería gobernar con Ciudadanos, y después en un desacomplejado izquierdista que llamaba a Pablo Iglesias a la concertación en los últimos 12 días de la campaña, solo cuando Redondo vio que el voto de Ciudadanos había ido a parar a Ayuso, y que por ahí no había nada que rascar. Y así convirtieron a Gabilondo en una marioneta, a la cabeza de ese Frente Popular que había apañado Pablo Iglesias, lo que a un intelectual moderado de su talla le iba como a Cristo dos pistolas. Gabilondo no tiene la culpa de casi nada, aunque así lo sugirió Moncloa enviándolo a un hotel en la noche electoral y cerrando Ferraz a cal y canto. Como si lo fueran a okupar. Ya saben futuros candidatos (¡atención Page!) cómo se las gasta Sánchez cuando se ve amenazado. La derrota es de tal calibre, que otro PSOE ya habría convocado, hoy, un comité federal para analizarla y exigir responsabilidades. Porque los datos son elocuentes: los nuevos votos de Ayuso vienen de Ciudadanos, pero también del PSOE de toda la vida. Pero no pasará nada porque hace tiempo que Sánchez eliminó todos los contrapesos del PSOE al convertirlo en una formación peronista, en la que el líder se relaciona directamente con las bases a través de un sucedáneo de Primarias a modo de referéndums.
En ese sentido me sosprende que Page sí crea que “van a pasar cosas, que va a haber cambios y movimientos”. ¿En el gobierno? ¿Aprovechará Sánchez para deshacer la coalición con Podemos, si han llegado a la conclusión de que ya no les sirve?
Ayuso no solo gana por su gestión de la pandemia y su programa liberal, también es un no al tacticismo llevado al extremo, porque extremo ha sido que, con tal de conservar el poder, Sánchez se haya apoyado en Bildu o en los golpistas catalanes, sin que aquellos o estos condenaran el terrorismo o se comprometieran a no organizar otro referéndum ilegal cuando Junqueras abandone la cárcel.
«Gabilondo no tiene la culpa de casi nada, aunque así lo sugirió Moncloa enviándole a un hotel en la noche electoral y cerrando Ferraz a cal y canto. Como si lo fueran a okupar»
Mónica García y Más Madrid saca 24 escaños, los mismos que el PSOE, pero con más votos, 614.660, el 16,97%. Al PSOE le sale un rival duro por la izquierda en el partido de Errejón, un partido que bebe en las fuentes de Podemos, pero con un discurso menos radical y más moderno, aunque no por ello deje de ser muy izquierdista y en la línea de los verdes alemanes. Pero Más Madrid es una formación regional, que no sabemos si podrá recoger lo que pierde la versión comunista-bolivariana de Podemos con ese acomplejado nombre de Más País con que se presentó a las Generales, para eludir la palabra España en su marca.
Rocío Monasterio y Vox sacan 13 diputados, 1 más, con el 9,13% y 330.660 votos. A Monasterio, una diputada a la que le va la marcha como a Iglesias, como se vió en la tertulia de la Ser, se contenta porque subió 1 escaño, aunque con el incremento de la participación es una victoria pírrica. Lo cierto es que, hoy, el partido populista-nacionalista de Abascal es menos influyente que ayer, como sospechaba Casado cuando le plantó cara el día de la moción de censura. Claro que Madrid tiene un sistema electoral cuasi mayoritario, para fortuna de los madrileños. Pero aviso: Vox tendrá más opciones en la sopa de letras que la Ley de H’ondt convierte las municipales. Responsabilidad de Rajoy que no se atrevió a cambiar la ley electoral e implantar una segunda vuelta, a la francesa, cuando lo pudo hacer.
«Ayuso no solo gana por su gestión de la pandemia y su atractivo programa liberal, también es un no al tacticismo llevado al extremo, porque extremo ha sido que, con tal de conservar el poder, Sánchez se haya apoyado en Bildu o en los golpistas catalanes, sin que aquellos o estos condenaran el terrorismo o se comprometieran a no organizar otro referéndum ilegal cuando Junqueras abandone la cárcel».
Pablo Iglesias y Unidas Podemos suma 10 escaños, 3 más, con un 7,21% de los votos y 261.010 sufragios. Muy poco para un hiperlíder que se puso al frente de este nuevo Frente Popular, aunque para ello tuviera que radicalizar la política madrileña, con un discurso guerracivilista, supuestamente para movilizar al electorado de izquierdas y que a la postre lo que consiguió es sacar de la cama a todas aquellas personas que se imaginaron que lo que se estaba ventilando era la mismísima revolución.Comunismo o libertad, gritó MAR (Miguel Ángel Rodríguez) y con él Ayuso. Tengo dicho que cuando se tira por el extremo izquierdo se acaba saliendo por la derecha extrema, ya ven cómo nació Vox, y así le pasó al miliciano Iglesias por creer que la España de 2021 es todavía la de 1936. No cuela que en Madrid haya más dos millones de fascistas tabernarios, como sugiere el impostor Tezanos y su mariachi del CIS, que son los que han votado al PP y a Vox. ¡Apañados estaríamos si fuera verdad! Pero un día después de las elecciones, todavía lo sigue manteniendo la vicepresidenta Carmen Calvo, con su discurso demagógico sobre la extrema derecha madrileña. ¡Parece que no han aprendido que las exageraciones quitan credibilidad a un discurso sereno!
El debate no es si Arrimadas debería marcharse -que debería, aunque es lo de menos-, por dejarse engañar por los cantos de sirena de Sánchez-Redondo y no saber qué pensaba, de verdad, su electorado. El problema es si Ciudadanos puede reescribir, todavía, esa crónica de una muerte anunciada para un partido cargado de buenas intenciones, pero de una ingenuidad peligrosa para sí mismo
Edmundo Bal y Ciudadanos se queda sin representación al no haber alcanzado el 5%, pierde sus 26 escaños, y apenas rasca el 3,57% con 129.216 votos. Como dice el maestro Raúl del Pozo, Ciudadanos es un partido en peligro de extinción al que mucha gente votaría si no se hubieran saltado ellos mismos la tapa de los sesos. Primero fue Rivera y ahora Inés Arrimadas. Tenía posiblemente el mejor candidato, Edmundo Bal, un abogado del Estado que no ha dicho ninguna tontería en toda la campaña electoral; pero no ha podido ser. En España los partidos centristas y bisagras tienen mala fama, y sobre todo cuando son más necesarios: si se polariza la sociedad y los radicales sacan el hacha. El debate no es si Arrimadas debería marcharse -que debería-, por dejarse engañar por los cantos de sirena de Sánchez-Redondo y no saber qué pensaba de verdad su electorado. El problema es si Ciudadanos puede reescribir, todavía, esa crónica de una muerte anunciada para un partido cargado de buenas intenciones, pero de una ingenuidad peligrosa para él mismo. Los ejemplos de CDS o UPyD no ayudan. Malas noticias para alcaldes como Alberto Rojo, que perderá a Ciudadanos en su función de bisagra, y buenas para un PP que lo tiene más fácil en 2023, porque Vox solo gira hacia un lado.
Esto es lo que hay. Sánchez movió el tablero con las mociones de censura en Murcia, embaucó a Arrimadas, y ahora ya sabemos lo que no hará, que es adelantar elecciones, y dar al pueblo nuevas cartas; porque piensa que Europa le puede sacar de este lío. No va a ser tan fácil y menos si el espejo es el Plan E de su mentor Zapatero. Ya puede perder toda esperanza, porque Europa no le va a dejar. Y en el diario, esta vez ya no va a contar tan fácilmente con el apoyo parlamentario de los disolutos compañeros de moción de censura contra Rajoy tras el triunfo de Ayuso. Aunque no lo querrá ver. Pero esto es lo que hay.
Empieza un nuevo ciclo.