Querido Manolo: ¿Qué no hemos sabido explicar?

Entre el Jesús Parra que jura la Constitución al tomar posesión como diputado provincial y el joven Jesús Parra que saluda al estilo falangista en el valle de los Caídos, yo prefiero quedarme con esa primera imagen. Desde que coincidí hace mucho tiempo con mi admirado Paco Fernández Ordóñez en aquellos años de la Transición en la que unos pocos nos empeñamos en alcanzar la democracia sin tenernos que liar otra vez a tiros, me quedé con una frase que a menudo repetía cuando algún cretino le afeaba haber sido presidente del INI con Franco. “Mire usted-decía muy tranquilo- los únicos que no cambian son los diamantes”.

El problema no era entonces en que desde las filas del llamado franquismo sociológico hubiera algunos que se quisieran pasar al bando de la democracia. Empezando por Adolfo Suárez o su mentor el ex ministro Herrero Tejedor. El problema siempre estuvo en los que erre que erre siguieron inasequibles al desaliento hasta cinco minutos después de fracasar el golpe del 23 F. Y por muy asentado que ahora parezca el régimen democrático, siempre será mejor que bajen al valle los que estaban asilvestrados allá en los riscos con las cabras que se tiren al monte millones de personas por no ver en el sistema democrático la solución a sus problemas. No olvidemos que en los tiempos de las grandes crisis europeas, así sucedió. Y para arreglarlo se necesitaron dos guerras mundiales.

El joven Parra podría haber salido mejor de este lío si se hubiera limitado a pedir disculpas sinceras, no al secretario de las Juventudes Socialistas, sino a los votantes que dan la confianza al PP pensando que es un partido democrático, y que no les gusta ver a sus representantes políticos saludando a la romana por santuarios y peñas recreativas. ¡Pues claro que hay gente que tiene que sentirse molesta! La duda ofende.

¿Pecados de juventud? Yo lo podría perdonar, por la única razón de que Jesús Parra no era entonces diputado provincial. Y por seguir las enseñanzas de Ordóñez. Pero Parra, en lugar de optar por la sincera disculpa, ser humilde y reiterar su compromiso con la democracia y la Constitución española, en el comunicado de ¿rectificación? se mete en otro jardín sin ninguna necesidad, y cae en descalificaciones generales tan absurdas como las que vierte sobre el PSOE y la izquierda por su presunto desprecio a la democracia y a la Constitución. Eso se llama equivocarse dos veces.

Mi querido Manolo Martín Ferrand, catedrático de los periodistas de mi generación, que se nos ha ido en silencio, escribió muchas veces sobre esa soberbia sobrevenida que parece afectar especialmente a políticos de las nuevas generaciones, que parecen empeñados en seguir alimentando un guerracivilismo tan estúpido como pernicioso. Y así escuchamos soflamas de jóvenes aspirantes a políticos, que parecen sacadas de la mochila del general Lister o disquisiciones sobre la intrínseca maldad de la izquierda que podrían figurar en la contracrónica de la prensa del Movimiento sobre el famoso contubernio de Munich.

Querido Manolo, maestro, cada vez hay más gente entre nuestros políticos que no tiene ni puñetera idea de lo que cada parte tuvo que ceder para lograr la primera constitución de consenso desde 1812. ¿Qué no hemos sabido explicar?

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