Todo tiene su tiempo…Y una coda sobre Gallardón

Hace unos días preguntaba a Antonio Román en una rueda de prensa si el hecho de que no hubiera comunicado públicamente que se iba a presentar (decisión que, dice él,  ya ha tomado) tenía que ver con que todavía tiene alguna negociación pendiente, y él me contestó que “todo tiene su tiempo”. Punto pelota.  Después de una respuesta tan seca, lógicamente no volví a insistir, porque era evidente que de ese pozo no iba a salir una gota de agua más. ¿Y qué está sugiriendo Román cuando dice que todo tiene su tiempo?

En el PSOE, Pablo Bellido especuló con que el alcalde se estaba “fabricando una mentira”,  para intentar justificar su cambio de opinión. Pero yo no lo creo. Román hace ya tiempo que dio por amortizada su primera intención de  estar  solo dos legislaturas en el cargo, y ya en el encuentro de Navidad con la prensa en 2012 se le había olvidado. Los políticos son muy desmemoriados cuando llegan a los cargos, y no es infrecuente que cambien de criterio y de valores cuando empiezan  a sentir  como algo natural eso que algunos llaman la “erótica del poder”. Le pasó incluso a quien fue  el presidente más popular de la historia de Estados Unidos,  Franklin Delano Roosevelt, que tuvo cuatro mandatos presidenciales consecutivos tras ganar las elecciones de 1932,  1936, 1940 y  1944, y nadie duda de que habría ganado una quinta, en 1948, si no se hubiera muerto antes de que McArthur aceptara la rendición  de Japón ante un Emperador que por primera vez tuvo que salir de palacio para reunirse con los mortales en la cubierta de un acorazado. Pero tanta repetición, aunque fuera de un mito como Roosevelt,  acabo cansando a los legisladores americanos, los cuales acabaron por impulsar una legislación para limitar los mandatos de sus presidentes.

La experiencia que yo he podido conocer de alcaldes y presidentes de todos los colores desde 1979, me ha llevado a forjarme la idea de que es muy difícil mantener la ilusión, la imaginación, la  imprescindible humildad y la apertura de miras en los terceros mandatos, pero con ello no estoy prejuzgando que una tercera legislatura de Román fuera un fracaso –toda regla tiene su excepción–, solo apunto a que todas las terceras legislaturas que he conocido no me han acabado de llenar. En algún caso, y no voy a dar nombres, por la deferencia  que me merecen las personas cuando se jubilan, hasta sobraron. Pero en Europa  son muy pocos los países que limitan los mandatos de sus gobernantes, e incluso añado una cosa más: el elector no los suele penalizar, no tiene mis prejuicios.

Hablando con unos y otros, la explicación que más me convence sobre lo que le  ha llevado a Román a no desvelar su decisión es que desde el mismo momento que lo hubiera hecho habría perdido capacidad de influencia. Al  no confirmar que se va a presentar, como casi todos lo sospechamos, Román se hace valer y puede imponer prácticamente su lista sin interferencias del partido, y además asegurarse de  que podría repetir como número uno al Congreso. Con la boca cerrada, Román se vende caro en base a una razón poderosa: el Partido Popular, que no quiere saber nada de Primarias (hasta que no pierda unas elecciones Generales, entonces  las harán, esto que inicia el PSOE no hay quien lo pare), se guía mucho en la elección de candidatos por las encuestas que hace el gurú Arriola -¡a que sí doña Ana Botella!-;y  en Guadalajara Román sigue siendo el candidato más popular entre los que podría presentar el PP. Hay que precisar que históricamente todos los alcaldes de Guadalajara-salvo en un caso-han sido los políticos más populares en las encuestas.( No quiero entrar en otras especulaciones que se pueden leer en algunos foros y redes sociales  de que hay una operación soterrada para que Román  deje a mitad de legislatura la alcaldía en manos de un concejal determinado. No creo que un partido que ha defendido, con poderosas razones, la elección directa del alcalde se prestara a una triquiñuela de ese calibre, pero todavía menos lo creo de una persona como Román al que  le tengo por un político honesto, con independencia de que la labor política tiene mucho de claroscuros. Con la crisis, los recortes y las subidas fiscales, más de lo último).

Así que parece lógico que Román mida los tiempos en su beneficio, pero no es el único. Emiliano García-Page ha demorado el anuncio de su candidatura  más allá de la prudencia (la elección del nuevo secretario general, Pedro Sánchez, que él apoyo) hasta el punto de que en Ferraz le preguntaban que qué hay de lo suyo. Porque empezaba a dar la impresión de que detrás de esa indecisión anidaba la incertidumbre por el resultado de las elecciones, y especialmente tras la poda de diputados realizada por manostijeras Cospedal, que no me parece a mí que vaya  a perjudicar tanto a los socialistas. No así a  los partidos  “pequeños”.  Por ello,  Emiliano García-Page ha hecho lo que se supone a cualquier secretario general del PSOE. Presentarse a las elecciones, haga frío o calor.

En Guadalajara capital  sabemos poco, porque hay muy poco, más allá de la anunciada candidatura de Nacho Andarias, un militante de base que en la última campaña por la secretaría  general estuvo con José  A. Pérez Tapias e Izquierda Socialista. Sería todo un éxito que lograra los avales. Como en Guadalajara habrá Primarias, se supone que en noviembre, hay que seguir la pista a las tres personas con más influencia en la Asamblea Local del PSOE. La secretaria local, Magdalena Valerio, el ex alcalde Jesús Alique, y algo tendrá que decir  Pablo Bellido, el actual secretario provincial, quien estaría encantado con un candidato de consenso. Me cuentan que ni  Valerio ni Alique  tendría  la fuerza suficiente como para patrocinar a un candidato «muy próximo» si el otro no se aviene, así que habrá que estar atentos a las alternativas de consenso. O a que se aproveche que estamos ante una elección muy abierta, sin nombres predeterminados, para que salga alguien nuevo, joven y con gancho.

Habrá que estar atento en los próximos meses, pero la noticia, ahora, es que no hay noticia.

Y lo mismo podemos decir de la anunciada coalición entre los neocomunistas de Pablo Iglesias y los comunistas de toda la vida de Cayo Lara y el comandante Centella, que están llamados –dicen—a un renovado protagonismo en esa izquierda más radical, que ya  ha dado por amortizada a la Constitución. Tan alegremente.  Habrá que ver si fragua y cómo la negociación anunciada para el otoño, aunque no nos olvidemos de una cosa. Esta vez ya no estamos  en unas elecciones Europeas. Lo que viene son unas municipales y autonómicas y son miles de listas en miles de pueblos a las que hay que poner personas con caras y ojos. No vale con el youtube.  Y no les va a resultar tan fácil.   Por ello hay que pedir prudencia a algunas encuestas que han salido y que están hechas con los pies.

En Guadalajara también se presentarán UPyD y Vox, ya lo han dicho, y  no quiero olvidarme de ellos. ¿Acertarán los que dicen que podríamos tener el ayuntamiento y la diputación más multicolor de la historia democrática?.

Me permitirán que no me moje hasta más ver. Por ahora, esto es lo que hay.

Coda sobre Gallardón: Hay algo que me gustaría saber. ¿Cuándo le encargó Rajoy a Gallardón lo del aborto, qué demonios le encargó si es que le encargó algo? ¿Qué retocara lo más cuestionado de las dos leyes anteriores? ¿O que hiciera una ley nueva, aliándose con la ortodoxia más antiabortista del partido, lo que suponía un vuelco completo a la legislación actual?

A Rajoy le van a caer unos cuantos palos en las tertulias más conservadoras y del ala democristiana del partido (Román nunca se recató de defender la Ley sin ambages), ¿pero no está intentando el presidente del PP  recuperar la centralidad que Gallardón había perdido? Porque lo cierto y verdad es que si la Ley Gallardón no había conseguido un consenso en el seno del propio partido, tampoco lo había logrado entre la mayoría de su electorado, como reflejaban las encuestas del todopoderoso Arriola, que enseñó a la cúpula del PP en la reunión del Parador de Sigüenza en el primer fin de semana de septiembre. Y llegados a este punto, de ahí a las enseñanzas de mi filósofo preferido, Groucho Marx, solo va un paso: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.

 

 

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