¿Puede Ciudadanos liderar la política española?

Si hace tan solo diez años alguien hubiera sostenido que un partido que no fuera el PP o el PSOE estaría en condiciones de liderar la política españole lo habrían calificado directamente de tonto del del haba, sin más precisiones.  Hoy así  lo dibuja una encuesta de Demoscopia para  El País en la que  establece que si esta semana se hubieran celebrado elecciones,  Ciudadanos habría reunido  el 27,1% de los votos, el PP  un 23,2%, el PSOE con el 21,6% y más distanciado a Podemos con el 15,1%.

Comienzo por admitir que toda encuesta es ventajista por definición, ya que va al rebufo de la actualidad más inmediata, que a Ciudadanos  le favorece al haberse convertido en el primer partido de Cataluña, por lo que este tipo de sondeo hay  que entenderlo como el  reflejo de un estado de ánimo coyuntural. Por lo que habrá que comprobar si los ingredientes que han convertido a Ciudadanos en el partido más votado de Cataluña  se pueden cocinar en el resto de España; o es puramente circunstancial. En este sentido hay que hacer algunas consideraciones.

Ciudadanos gana en Cataluña favorecido por la polarización. Sin responsabilidades de gobierno y con un líder de gran atractivo (Inés Arrimadas, mano de hierro con guantes de seda), Ciudadanos se benefició del voto útil  españolista, como históricamente lo había hecho el PSC en las elecciones generales antes de que iniciara, con Zapatero ,sus correrías con los independentistas.  Lo del PP es un fracaso anunciado, del que no hay que responsabilizar a su candidato Xabier Albiol, sino a la política errática que han llevado los populares en Cataluña por culpa, muchas veces, de la estrategia de alianzas desde la época de la antigua Convergencia  cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad. La sensación es que el PP se ha desentendido demasiadas veces  de Cataluña en aras a la gobernabilidad, y lo está pagando caro.

La pregunta que por tanto hay que hacerse es si ese estado de ánimo que dibuja el sondeo de Metroscopia es perdurable en el tiempo, y cómo se traduciría al pasar por el turmix de la ley electoral española, que castiga a los pequeños partidos. Pero la gran paradoja es que si futuras encuestas mantienen el actual dibujo, a Ciudadanos liderando la intención de votos, el mismo señor  D´Hont y sus coeficientes acabarían esta vez por beneficiarlos, siempre que el votante percibiera que apoyar a Ciudadanos es útil, como ha sucedido en Cataluña. Las tripas de los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ya nos ilustran de la proyección alcista de Ciudadanos en los núcleos urbanos y entre la población más joven, con lo que la respuesta es sí: es posible que el partido de Rivera sea el más votado en los municipios más poblados. Pero al mismo tiempo nos debelan que Ciudadanos tiene fallas notables para consolidarse en partido nacional mayoritario: su escasa penetración en la España profunda, el mundo rural, y particularmente en Navarra y el País Vasco, por oponerse con coherencia al privilegio que suponen  los regímenes forales vascos y navarros, y la Galicia de Alberto Núñez Feijóo, tal vez  el  dirigente con más proyección  del PP,  un presidente que con su galleguismo trasversal  ha sido  capaz aglutinar en torno a él a todo el centro-derecha de Galicia, dejando cada vez menos espacio a Ciudadanos y al propio PSOE gallego, abocado en el mejor de los casos a mayorías con independentistas que tras lo de Cataluña se han puesto caras.

A sensu contrario, el PP adolece de lo que ya exhibe Ciudadanos. Un discurso y un liderazgo renovado. Es imposible para el PP reeditar viejas mayorías cuando entre el electorado más joven es la cuarta opción en votos, porque el granero de los pensionistas es de gran tonelaje, pero insuficiente para liderar la política española con un mensaje fresco e ilusionante.  El PP envejece como su electorado sin que parezcan demasiado preocupados en la confianza de que sean compensados por  la indiscutile mejora de la situación económica y del empleo en España (más de un millón y medio de parados menos desde 2013),  porque se le olvida de que después de diez años de crisis la clase media española ha adelgazado hasta proletarizarse entre millones de millennials de escaso poder adquisitivo y a los que sus contratos precarios no les permiten mirar más allá de la semana siguiente. Todo lo contrario a  las generaciones de sus padres . El gran reto de los partidos conservadores  y socialdemócratas, que alumbraron en Europa el estado del Bienestar, y que permitió ensanchar las clases medias hasta convertirlas en mayoritarias, pasa por cerrar las secuelas de una crisis que seguirá presente mientras no se relaje la política de austeridad como único instrumento para que las empresas y la economía europea vuelva a ser  competitiva frente a Asia. El gran peligro es que el actual estado de cosas alienta toda clase de populismos, de derecha e izquierdas, que quieren devolvernos a la Europa de la preguerra, a base de azuzar el nacionalismo de soluciones simplistas  para nuevos problemas muy complejos.

Ciudadanos, y en menor  medida Podemos, han aprovechado este descontento para  terminar con el sistema bipartidista en España, en el caso de Albert Rivera pescando votos a derecha (23% al PP) e izquierda (13%), lo que le reporta a la formación naranja dos privilegios: uno, que por fin un partido ocupa otra vez ese espacio de centro que se inventó Adolfo Suárez en la Transición, y dos, que si lograra mantener el índice de votos que le otorga la encuesta podría establecer sus alianzas a derecha  e izquierda, lo que le fortalecería ante cualquier alianza postelectoral: con el PP sumaría el 50,3% de los votos y con el PSOE llegaría al 48,7%. Tal y como está la ley electoral en España, suficiente para gobernar .

Es novedad, y por lo tanto a subrayar, que en un país donde la mayor franja ideológica se situa en el centro-izquierda (Suárez hizo su primera campaña diciendo: ”haremos política de cnetro-izquierda”),  por primera vez el centro-derecha suma 14 puntos más que el  centro-izquierda, lo que nos ilustra sobre las dificultades que está teniendo Pedro Sánchez para aormar una alternativa al gobierno de Mariano Rajoy, que no se adivina por ninguna parte, por los bandazos o las ocurrencias, la última sobre cómo tapar el agujero de la Seguridad Social con un nuevo impuesto a los bancos, que acabaríamos pagando lo usuarios y empleados con más Eres, en lugar de convocar el pacto de Toledo y llegar a acuerdos serios, como en Alemania. La suerte de Sánchez es que Podemos se desinfla al carecer de un proyecto nacional,  con un líder desaparecido y antipático, que solo ve responsabilidades en los demás, con lo que por lo menos el PSOE tiene la hegemonía en la izquierda garantizada.

Todo lo anterior favorece a Ciudadanos, pero le perjudica que la próxima convocatoria en 2019 sean unas elecciones municipales y autonómicas en las que se necesitan estructuras de partido implantadas en ese mundo rural que tan poco frecuenta el partido de Rivera.

En Castilla-La Mancha, además,  se enfrentan a una ley electoral que les castiga, como lo acredita que Ciudadanos, con 95.230  votos, no tiene representación en las Cortes de Toledo, y el PP con 413.349 sufragios tiene  16 diputados, el PSOE con 398.104 votos reúne 15 escaños, y hasta Podemos con 107.632 votos suma 2 diputados, que han sido decisivos para la formación del gobierno regional. Aunque  el actual Estatuto permite ampliar los escaños de 33 a 35,  es muy probable que PSOE y Podemos no se conformen con ello y quieran que el  PP pague con la misma medicina que les aplicó Cospedal: reformar sin consenso  el Estatuto de Autonomía y elevar el número de diputados hasta 49, que son los que tenía antes de la reforma, con lo que Ciudadanos y Podemos tendrían mayor representación.  

En el caso de Guadalajara, la dispersión de nuestra provincia perjudica todavía más a Ciudadanos, que en las últimas municipales solo tuvo representación en el área del Corredor del Henares y está virgen en el medio rural. Tengo que recordar que la primera Diputación de Guadalajara estuvo solo formada por diputados de UCD, y aunque  la Ley Electoral cambió el PSOE no tuvo una verdadera estructura  provincial hasta que Bono ganó las autonómicas en esta provincia y por primera vez los socialistas pudieron gobernar la Diputación.  Esto es un serio impedimento para que Ciudadanos pueda liderar la política castellano-manchega y guadalajareña en las elecciones de 2019, pero no olvidemos de que en política además de los votos mandan las sensaciones. Y por la historia sabemos que a pesar de que en abril de 1931 las candidaturas monárquicas fueron más votadas que las republicanas,  el Conde de Romanones, gallardo, se fue a despedir al rey Alfonso XIII a Atocha, y en España se proclamó la República. No digo yo que en las elecciones de 2019 se esté ventilando un cambio de régimen (aunque si la inestabilidad  en Cataluña se cronifica lo acabará pagando toda España), pero árboles muy grandes han empezado a caer. El bipartidismo ha muerto en España,  y un partido que no hizo la Transición, pero que en Cataluña se ha visualizado como el mejor defensor de la Constitución de 1978, hoy lidera el estado de ánimo que recogen los sondeos. Esto es lo que hay; y es muy importante.

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