Tras las tinieblas, la luz

        Dice un refrán muy conocido y usado, no sólo en esta refranera tierra de Castilla, que “Después de la tempestad viene la calma”, y así es, porque no hay tempestad, ni mal –ni mucho menos bien-, que cien años dure; es más, la “tempestad” a la que hoy me refiero -en sentido figurado, obviamente-, la Semana Santa, ha durado realmente cuatro días, comenzando el Jueves Santo y acabando el Domingo de Resurrección, en diez comunidades autónomas, entre ellas Castilla-La Mancha, e iniciándose el Viernes Santo y concluyendo el Lunes de Pascua, para los de las otras siete. La España “asimétrica”, hasta para conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo

    La “tempestad” a la que me refiero y que acabamos de dejar atrás, nada tiene que ver con una gran tormenta marina de esas que hacen temblar hasta el misterio y que, probablemente, están en el origen del refrán, sino que se trata de ese tiempo de Semana Santa en el que viajan más personas que en ningún otro momento del año, inclusive el verano, porque el verano es muy largo y tiene muchas semanas, mientras que la Semana Santa, a efectos vacacionales, no tiene ni una semana de duración, aunque parezca un contrasentido; lo dicho, son cuatro días…

  Cuatro días en los que mucha gente, tenga raíces directas o no en los pueblos, acude masivamente a ellos, sin duda buscando el entorno justamente contrario al que habitualmente vive –ahí radica una de las motivaciones básicas que incitan al hombre a viajar y vacacionar- y tratando de disfrutar de las virtudes que el medio rural reúne, que no son pocas, y que podrían resumirse sólo en dos: sosiego y singularidad. Si a la tranquilidad y el tipismo que casi siempre ofrece el medio rural se les une el valor de las raíces y de la familiaridad que muchos tenemos en él, queda perfectamente justificado el hecho del trasiego masivo de gentes de la ciudad a los pueblos que se dan todas las semanas santas y que en ésta no ha sido excepción –se calcula que entre el Domingo de Ramos y el Lunes de Pascua ha habido 13 millones de desplazamientos-;  empero, la meteorología se ha aliado más con los que han optado por la vacación en la costa mediterránea o en Canarias que por los que se han inclinado por el interior de España, en ciudades o pueblos, igual da, pues la lluvia ha sido una constante, dando una mínima tregua al sol únicamente en Sábado Santo.

Precisamente, si hay un día de Semana Santa en el que la gente se mueve más que los precios, ese es el Sábado. Dado que Jueves y Viernes Santo y el Domingo de Resurrección, son días de fiesta cristiana mayor, con sus oficios, sus procesiones y demás actos rituales propios de estas fechas –en esta materia, recomiendo encarecidamente leer el post actual, y los que le preceden, en el hilo del blog en GD de mi compañero y amigo, José Ramón López de los Mozos, uno de los que más saben de costumbres y tradiciones populares de Guadalajara, como ha reconocido públicamente hasta el gran folclorista castellano, Joaquín Díaz-, el Sábado Santo, huérfano de eventos hasta la Vigilia Pascual, que se celebra ya en la transición al domingo, se ofrece como el día de la vacación por excelencia en medio del conjunto de la vacación de Semana Santa. Y, claro, así no nos puede extrañar que vayamos a cualquier sitio – a Patones de Arriba, por ejemplo-, buscando el sosiego y la singularidad de un pequeño pueblo serrano de arquitectura negra –en el caso de Patones, renacido de sus ruinas para ser tuneado y puesto a la carta para los “turistas”- y te encuentres con una caravana de coches más larga que la que se forma cualquier día en La Carrera por la tarde y con más gente que en el Metro en hora punta. O sea, las turbas de la ciudad trasladadas al medio del campo, avasallándolo, y formando una procesión, no de capirotes y pasos, sino de urbanitas abarrotando cuestas y costanillas soladas con lajas de pizarra y campos salpicados de matas de jara, romero, cantueso e hisopo, acobardadas ante el aluvión sobrevenido. No es esto, no es esto. ¡Claro que también a quién se le ocurre ir a Patones y, encima, en Sábado Santo…! Eso es llevar la penitencia con el pecado.

Aunque el medio rural suele ser muy hospitalario porque hace tiempo, mucho tiempo, que enfermó de soledad, estoy convencido que le sienta mucho mejor la calma llegada el Lunes o el Martes de Pascua que la “tempestad” pasada. Y es que, como dice otro certero y sinónimo refrán al del inicio de este post, y muy propio de estas fechas, “tras las tinieblas viene la luz”.

 

 

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