Archive for enero, 2020

¡Hasta siempre, mi capitán!

Ahora que hay tanto vendepatrias, tanto “inventa-naciones” y tanto sansirolé jugando a poner y quitar fronteras -sobre todo a ponerlas, pues quitarlas no es de bobos, sino de inteligentes-, he recordado una cita del poeta Rilke que afirma, con buen criterio, que “la verdadera patria de los hombres es la infancia”. Me he acordado de esta cita cuando he conocido una noticia de esas que suelen pasar desapercibidas para la gran mayoría porque van muy en cola en los diarios digitales, pero que a mi me ha removido el corazón: Ha muerto Félix Casas, el actor que encarnara al “Capitán Tan” en el programa infantil de TVE “Los Chiripitifláuticos” con el que merendábamos cada tarde los chavales de mi generación pues se emitió durante diez años, entre 1966 y 1976, cuando yo tenía entre 5 y 15 años. O sea, cuando viví en mi verdadera patria según la reflexión de Rilke.

“Los Chiripitifláuticos” lo conformaban un grupo de singulares personajes de sonoros nombres, como el sobreesdrújulo que les aglutinaba, cada uno con sus rasgos de personalidad muy bien acotados y diferenciados: El Capitán Tan era un hombre afable y muy viajado por lo largo y ancho del mundo; Locomotoro hacía el papel del niño disparatado metido en un cuerpo de hombre; el Tío Aquiles era un abuelo bonachón con mucho carrete y Valentina aportaba al grupo el toque femenino, además de mucha sensatez  e inteligencia. Había otros miembros secundarios, como “Barullo” y “Poquito”, además de los malos malísimos de verdad, los “Hermanos Malasombra”, que, por supuesto, eran los malos de la película.

Aquella singular pandilla de personajes, que me saben a pan con chocolate o con mantequilla y salchichón, mis meriendas favoritas de niño, me huelen al hule de la mesa camilla del cuarto de estar de mi casa y al brasero de herraj y picón con el que entonces nos calentábamos, aunque también recuerdo de ese tiempo a las primeras estufas de butano, las llamadas “catalíticas”, que irradiaban no solo el calor bajo las faldas de la mesa como el brasero, sino por toda la habitación. “Los Chiripitifláuticos” me retrotraen a aquellos años sesenta en que comencé a despabilarme en la vida y de cuya mitad parten mis primeros recuerdos, mis primeros amigos, mis primeras heridas de guerras infantiles y hasta mis primeros amores de embozo, jamás declarados por temor a no ser correspondidos. Aquel programa de TVE emitido por VHF (muy alta frecuencia) en el primer canal -el segundo, precisamente, comenzó a emitir señal en 1966 en UHF (ultra alta frecuencia)- era inicialmente en blanco y negro, pero el color y el calor lo ponían Locomotoro y sus amigos que se colaron en nuestras vidas y en nuestras casas como si fueran unos miembros más de la familia. Aunque el Capitán Tan no hubiera salido nunca de su casa, él presumía de sus viajes “a lo largo y ancho de este mundo” y, dada la convicción con la que hablaba de ellos, nosotros le dábamos por muy viajado; pero para viajar no hace falta desplazarse, como demostró Emilio Salgari al no pisar jamás el sudeste asiático y, sin embargo, escribir “Sandokán”, la aventura del “Tigre de Malasia” que con tanto detalle describe aquellas exóticas y lejanas tierras y aquellos lejanos mares. El salacot del capitán Tan era suficiente para que los chavales que veíamos el programa con los ojos fijos en la pantalla y sin pestañear creyéramos que estábamos ante un aventurero de verdad y no uno de pacotilla. La credulidad de un niño la avivan la credibilidad de quienes le cuentan las cosas y aquellos “Chiripitifláuticos” eran nuestra “biblia” infantil, creyéndonos a pies juntillas todo lo que hacían y decían porque nos habían ganado el corazón.

Ha muerto el Capitán Tan a los 89 años de edad. El Tío Aquiles (Miguel Armario) murió hace 20 años y, si viviera, ya tendría 104. “Valentina” (Carmen Goñi) es octogenaria y reside en un pueblo de la sierra de Madrid, mientras que Locomotoro es el mayor del grupo que aún queda vivo y tiene más de 90 años. De los Hermanos Malasombra (Luis García Páramo y Carlos Meneghini) solo queda el primero, que está cerca ya de cumplir los ochenta, pues el segundo murió hace ya años. Dadas las edades de todos ellos, caigo en la cuenta de que quienes nos hacían pasar un rato entretenido y delicioso todas las tardes a través de la “pequeña pantalla” -el eufemismo más extendido para hablar del televisor- podrían haber sido nuestros propios padres e, incluso, nuestros abuelos, pero a nosotros nos parecían nuestros hermanos mayores.

Comenzaba citando a Rilke y termino haciéndolo con Facundo Cabral:Lo mejor de la vida es gratis”. Y nosotros perdiendo el tiempo en retiñir por las cosas más absurdas y miserables, en elevar a noticia solo la política o la catástrofe y en ponernos unos enfrente de otros en vez de al lado. Hoy el diario de mi vida lo ha abierto una noticia que me entristece al tiempo que lleva a la nostalgia, que es la sonrisa amable de lo vivido: Se me ha muerto Tan, mi capitán Tan, que ya ha hecho su último viaje. ¡Hasta siempre!

¡Vaya valla!

                Está pasando prácticamente inadvertida y poco menos que como una obra menor una actuación que juzgo de calado y trascendencia notables cual es la de restauración de la reja del afamado arquitecto, Ricardo Velázquez Bosco, que forma parte de la cerca, verja o valla perimetral original que aún se conserva del antiguo recinto de la Fundación y el Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, vulgo Adoratrices, situada entre el nuevo parque que tomó este nombre y el de San Roque. La obra se inició el pasado verano y concluirá mediado este invierno, si se cumplen los plazos inicialmente previstos. El proyecto, cuyo importe asciende a 320.000 euros, está financiado en un 75 por ciento por el programa del “1,5 por ciento cultural”, que gestionan conjuntamente el Ministerio de Fomento y el de Cultura. Este programa responde a lo determinado en el artículo 46 de la Constitución que señala que “los Poderes Públicos deben garantizar la conservación y promover el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran”. Para ese fin, la Ley de Patrimonio Histórico estableció en 1985 el porcentaje mínimo del 1 por ciento a aplicar sobre el presupuesto de las obras públicas que se ejecutan por la Administración del Estado. En 2014, el Ministerio de Fomento amplió su aportación, pasando del 1 al 1,5 por ciento del presupuesto de las obras que licita. El 25 por ciento restante de la actuación en la reja lo aporta el Ayuntamiento de Guadalajara que fue quien solicitó en 2017 a Fomento esta subvención después de haber llevado a cabo en ella en 2014 una actuación previa de saneamiento y mejora, por importe de más de 100.000 euros. Cabe recordar que fue también el entonces equipo de gobierno de Antonio Román el que ejecutó en 2010 la magnífica obra de construcción del parque de Adoratrices que, además de incrementar las zonas verdes de la ciudad, conllevó la puesta en valor de un entorno histórico-artístico de primer orden, previamente ocupado por un viejo solar abandonado, deteriorado y sucio 355 días al año y que solo durante 10 hacía de recinto ferial y, además, en precarias condiciones.

«Lo he dicho en muchas ocasiones y lo diré en cuantas sea necesario y más: Guadalajara es una ciudad que, por diversas causas, ha visto deteriorarse en el tiempo, de forma muy notoria, incluso sangrante a veces, su patrimonio histórico-artístico, pero que aún conserva una parte significativa de él que hay que gestionar de manera activa y adecuada «

La reja de Adoratrices fue declarada Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, en 1993, por lo que es un bien protegido. Se trata de un elemento excepcional de la cantería y rejería del siglo XIX, del estilo ecléctico propio de la segunda mitad de esa centuria -en este caso se combinan los gustos renacentista y plateresco- cuyo proyecto y ejecución se deben al eminente arquitecto burgalés, Ricardo Velázquez Bosco, quien llevó a cabo en Guadalajara algunas de sus obras de referencia, gracias a la Condesa de la Vega del Pozo. Por expreso encargo de ésta, Velázquez Bosco proyectó y dirigió las obras del Panteón y la Fundación de la Condesa, espléndido conjunto de edificios perimetrado por la artística cerca de la que ahora solo se conserva la original en el tramo que está restaurándose, tras, en unos casos, haberse perdido los muros del norte y el oeste no enrejados, y, en otros, haberse sustituido por unos nuevos, como el que discurre por la calle santa María Micaela. Por cierto, esta santa canonizada en 1934, era tía de la propia Duquesa y fueron las religiosas Adoratrices, que ella fundara, unas de las principales beneficiarias de su herencia, pese a morir ab-intestato, es decir, sin dejar testamento hecho. Otras destacadas obras de Velázquez Bosco realizadas en la capital y auspiciadas por la Duquesa fueron las del palacio de ésta -hoy colegio Maristas– y el poblado de Villaflores, actualmente en lamentable estado de ruina y abandono, pese a que la mercantil que urbanizó el espacio de Valdeluz que pertenece al término municipal de Guadalajara debió depositar una importante fianza para acometerse en él obras de restauración y acondicionamiento. Confío en que el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento desbloquee este tema, al igual que el del Fuerte -que ya huele-, y consiga que la Junta se implique de una vez por todas y no con cuentagotas en la recuperación patrimonial de Guadalajara, aunque sea con las migajas de lo que ha quedado en las importantes inversiones que en este sentido ha hecho en otras ciudades de la región, especialmente en Toledo.  

Lo he dicho en muchas ocasiones y lo diré en cuantas sea necesario y más: Guadalajara es una ciudad que, por diversas causas, ha visto deteriorarse en el tiempo, de forma muy notoria, incluso sangrante a veces, su patrimonio histórico-artístico, pero que aún conserva una parte significativa de él que hay que gestionar de manera activa y adecuada, primero restaurándolo debidamente, y, después, adaptándolo a nuevos usos, en el caso de los edificios de carácter civil cuya funcionalidad primigenia haya cesado ya o quedado obsoleta. Y en el Fuerte y en Villaflores, a mi juicio, es por donde hay que empezar, entre otras razones porque o bien hay sentencias -caso del Fuerte- que obligan en este caso a la Junta a intervenir en él, o hay ya recursos económicos -caso de Villaflores- para poder iniciar actuaciones que, al menos, lo salven de la ruina y paralicen su progresivo deterioro. Si quieren ideas para llevar a cabo después en el antiguo poblado, Javier Borobia y yo, cuando coincidimos en el ayuntamiento en el mandato 2003-2007, ya lanzamos una batería de ellas que pueden servir de partida, o no, pero que por lo menos contribuyan a abrir el debate de futuros usos de ese singular conjunto arquitectónico.

En todo caso, hoy aplaudo la actuación que se está llevando a cabo en la valla/verja/cerca/reja de Adoratrices, promovida por el anterior equipo de gobierno municipal, e invito al actual a que la complemente arreglando y adecuando la acera que da a san Roque e iluminando monumentalmente la propia reja; si esto último se hace bien y con las tecnologías actuales, puede quedar espectacular.  

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