Archive for enero, 2019

El metro de Guadalajara

Las redes sociales las carga el diablo porque tienen más peligro que un vampiro infiltrado en una asociación de donantes de sangre. Cierto es que como a ellas puede acceder cualquiera, sea cual sea su intención y voluntad, un mensaje a través de las redes más utilizadas (Facebook, Youtube, Whats App, Messenger, Instagram, etc) puede hacerse viral en minutos y tener más difusión e impacto que una noticia en el telediario de cualquier televisión; evidentemente, los alentadores y aventadores (“haters” y “trolls”) de noticias falsas (“fake news”), de “zascas” malintencionados y otras formas de expresión perversa, tienen un filón en las redes sociales para que sus falsedades y comentarios injuriantes y/o calumniadores se difundan, algo que puede ser aún peor a que en vez de que tu sangre donada termine en el cuerpo de una persona que la necesita, acabe goteando en los colmillos de un vampiro.

Eso es bien cierto, sí, pero como comunicador también he de reconocer que, gracias a las redes sociales, los canales y medios de comunicación entre emisor y receptor se han ensanchado, acercado y acelerado de tal manera que, en la información actual, quien emite y quien recibe casi van de la mano, se pueden hasta tocar y, lo que es más importante, interactuar, de tal manera que se acabó el frontón comunicativo en que los intentos del receptor por contactar con el emisor eran prácticamente rechazados por norma, como las pelotas son devuelvas por un frontis cuando chocan contra él. No pretendo en tan limitado espacio revisar críticamente los “Elementos para una teoría de los medios de comunicación”, de ese gran referente del ensayo, no exento de polémica, que es Hans Magnus Enzensberger, sino simplemente llamar la atención sobre un hecho que está ahí, que ha llegado para quedarse, que forma parte de nuestras vidas cada vez de forma más notoria e influyente y que, bien utilizado, puede ser una extraordinaria herramienta de progreso, pero que, malamente -como canta Rosalía, la chavalita catalana que se ha puesto tan de moda-, puede hacernos regresar a las cavernas en muchos aspectos, aunque en vez de enfrentarnos a mamporros, lo hagamos ahora a “tuits”, “GIFs”, “stickers” y “zascas”. Como decía Aristóteles en su gran obra “La política”, en el medio está la virtud, lo que él llamaba el “Aurea mediocritas”, que no deja de ser un elogio de la moderación, algo no solo aconsejable de aplicar a la comunicación actual, sino también a la propia política pues ambas van cada vez más de la mano.

Tras esta pretendidamente breve introducción que se ha ido más lejos de lo que pensaba, quiero comentar la guasa que se han traído las redes sociales en los últimos días con el hundimiento de una pequeña máquina excavadora que estaba realizando unas primeras tareas de reforma en la Plaza del Concejo, que falta le iba haciendo desde hace ya mucho tiempo. La excavadora en cuestión se hundió súbitamente en la plataforma de la plaza que está más cerca de la calle del Arco, justo enfrente del edificio que sustituyó hace unos años al viejo en cuyo local comercial se situaba “La Popular”, el comercio de baratijas y chucherías que fue un referente para muchas generaciones de chavales arriacenses, entre las que estaba la mía. A la excavadora se la comió literalmente la tierra -parece ser que por su peso se desplomó el terreno que cubría una antigua bodega-, como se encargaron de difundir, en apenas unas horas, las redes sociales, pero con un cachondeíto y un pitorreo que a mi me parecieron muy ocurrentes y que provocaron no pocas sonrisas, algo que en los taciturnos tiempos que corren es realmente de agradecer.

     De entre todos los mensajes, de los muchos que recibí, sobre la excavadora que se había tragado la plaza del Concejo, me quedo con un fotomontaje en el que se veía el tan reconocible logotipo del Metro de Madrid, pero en el que se anunciaba la guadalajareñísima estación de “Plaza del Concejo”. En otro fotomontaje, que si se hubiera producido el día 28 de diciembre ya habría sido la remonda, con la imagen de fondo de la excavadora tragada por la tierra y el alcalde, Antonio Román, en primer plano, se podía leer el siguiente texto: “Íbamos a quitar unas baldosas pero nos vinimos arriba”, comentaba el alcalde, echando las culpas a Carnicero al decir éste la mítica frase de “No hay huevos”. Estoy seguro que también ellos se lo tomaron con humor, porque es como debía tomarse.

Termino ya diciendo que el alcalde que precedió a Antonio Román, el socialista Jesús Alique, habría dado mucho juego en estos tiempos de tuit y zasca porque le gustaba mucho sobreactuar en asuntos de comunicación. A veces, aunque fuera por su parte con la mejor intención, incluso le “vendían” alguna burra -en este caso, seguro que fue un promotor que se vino arriba en la efervescencia del ladrillazo- como, por ejemplo, construir un túnel prácticamente a lo largo de todo el paseo de las Cruces para soterrar el tráfico a su paso por esta calle, la plaza de Santo Domingo y la Carrera, desembocando en la plaza de Bejanque. La propuesta la hizo en la campaña electoral de 2007, su coste lo valoró en 32,6 millones de euros, incluida la construcción de un parking y una nueva plaza de toros cubierta, pero los ciudadanos no se la “compraron” pues perdió las elecciones. Del tranvía que iba a subir desde la estación hasta el centro de la ciudad ya hablaremos otro día.

Postal de posnavidad

Estamos metidos de lleno en la posnavidad, la “cuesta de enero” o como queramos llamar a este período del recién estrenado invierno que llega tras despedir un año y recibir otro después de dar continuos homenajes al colesterol y jalear al ácido úrico y las transaminasas, y que se parece un poco al principio del otoño; no lo digo por la climatología, bien diferente, sino por las sensaciones de finalizar un ciclo muy marcado y comenzar otro. Si el tiempo del final del verano y el principio del otoño nos invita un poco a la melancolía por lo bueno que dejamos atrás -vacación, luz y calor, fundamentalmente- y por lo no tanto que se aviene -rutina laboral, luz y calor que van menguando- la etapa de conclusión del otoño e inicio del invierno la recibimos dándolo todo -algunos, incluso más de lo que pueden- y, claro, después se cumple el sabio refranero: “Días de mucho, vísperas de poco”.

Ahora que los tiempos los marcan “stories telling” en las redes sociales y los “relatos” en la comunicación global, especialmente en la política, que no siempre tienen que ver con la realidad -cada vez más “fake”-, creo que ni el “community manager” más activo ni el comunicador político más sectario pueden no dar un “like” e incluso “retuitear” ese refrán que resume el tiempo recién pasado y el presente, incluso aunque eso de los refranes sea más “out” que “in” y esté bastante demodé porque suena a viejo y a rural.

Y ahí quería llegar yo. Me sorprendió gratamente que en el informativo de mediodía de Antena 3 TV, el mismísimo día de Reyes, con las familias “zangolotineando” -perdón por este abuso del castellano al convertir en verbo un adjetivo- compulsivamente alrededor de regalos y roscones, se le dedicaran tres minutos a la alarmante despoblación que padece el medio rural español. En ese mapa de la España cada vez más desierta, se destacaba a tres comunidades autónomas como principales víctimas de la sangría poblacional que no cesa desde los años sesenta del siglo pasado: Castilla y León, Aragón y La Rioja. Castilla-La Mancha y, por ende, Guadalajara no estaban en ese plano de la España despoblada, a pesar de que la mayor parte de nuestra provincia, excepción hecha del Corredor del Henares y el entorno de la capital, está tan deshabitada como los territorios de las regiones antes citadas. Es lo que tiene la estadística, que es una ciencia teóricamente exacta pero plagada de inexactitudes porque las medias, las modas y las medianas desprecian las dataciones extremas, y el medio rural de Guadalajara ofrece dataciones demográficas sumamente extremas respecto a su propia capital y entorno y, no digamos ya, en relación a la mayor parte del resto de Castilla-La Mancha -excepto Cuenca y algunas zonas puntuales de las otras tres provincias-, donde hay muchos menos municipios que aquí y bastante más poblados.

La base documental de esta información televisiva que le restó tres minutos de protagonismo a los Reyes Magos y a la “Lotería del Niño” parte de un estudio elaborado por el profesor de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joaquín Recaño, según el cual la mitad de los municipios españoles están afectados por problemas graves de despoblación. Este mismo estudio alerta de que 1.840 de ellos han sido identificados como espacios rurales en riesgo de despoblación irreversible; entre los que, evidentemente, se encuentran todos los que tienen menos de 100 habitantes que, recordemos, en el caso de Guadalajara son 178 de un total de 288.

El estudio de la UAB determina que en España hay un total de 8.125 municipios, de los que casi 5000 tienen menos de 1000 habitantes, pero ocupan el 40% de la superficie del país, si bien apenas concentran el 3% de población. Nosotros podemos aportar, en el caso concreto de nuestra provincia, que el 80 por ciento de la población se concentra en menos de un 20 por ciento del territorio, por lo que, si damos la vuelta a este dato, podemos afirmar que menos del 20 por ciento de la población provincial ocupa el 80 por ciento de su territorio. Las dos Guadalajaras de las que hemos hablado tantas veces y cuyas diferencias siguen ensanchándose porque, como sostiene el profesor Recaño «cierto es que la emigración ha perdido empuje, pero han cobrado más importancia las pérdidas de población por una natalidad muy baja y una mayor mortalidad por envejecimiento, por lo que el escenario se ha agravado y presenta ya un serio problema de sostenibilidad demográfica».

Son nuevos números de una vieja y conocida preocupación que, lejos de resolverse, se va agravando paulatinamente, aunque varíen algo sus causas y circunstancias: antes era un problema cuantitativo -la emigración masiva vivida en gran parte de nuestro medio rural- y ahora, una vez diezmada la población hasta el extremo, ya es también cualitativo: su envejecimiento y lo que éste conlleva, especialmente la falta de actividad productiva.

Ya se cuenta por décadas el tiempo que España lleva recibiendo importantes fondos estructurales de la UE para el desarrollo regional, social y rural:  FEDER, FEADER, FSE y hasta hace poco también los Fondos de Cohesión; numerosos son los programas que se han financiado con estos fondos y que se han traducido en sustanciosas inversiones en el medio rural: Leader I, Leader II, Leader Plus, Proder I y Proder II, fundamentalmente, pero es evidente que, al menos en el caso de nuestra provincia aunque me consta que también en el de otras, el medio rural, lejos de desarrollarse, se está sub o infra desarrollando, como prefieran, hasta el punto de que muchos pueblos sufren riesgo de desaparición, incluso siendo ya casi prácticamente segundas residencias desde hace tiempo.

Es muy grave el problema y, por tanto, no puede ser sencilla la solución, aunque yo comenzaría haciendo una auditoría y una autocrítica de qué es lo que se ha hecho en nuestro medio rural, céntimo a céntimo, con todos esos millones de euros que han venido de Europa, qué se podría haber hecho y, lo que es más importante, qué es lo que se puede hacer mejor con lo que aún esté por venir. Sin autocrítica y autoexigencia, no se puede ni criticar ni exigir. O, al menos, no se tiene autoridad moral para ello. En todo caso ¡feliz posnavidad, paisanos!

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