Archive for diciembre, 2015

20 D: más vencidos que vencedores

                Las elecciones generales del 20 D han vuelto a dejar más perdedores que ganadores, como las autonómicas y locales de mayo, aunque, como es habitual, casi todos los partidos se han proclamado vencedores relativos de las mismas, a falta de que ninguno lo haya sido absoluto. El caso es que el bipartidismo ha dado paso al multipartidismo, habrá que ver si de manera coyuntural o definitiva, y ahora está por comprobar si le es más útil a España este nuevo parlamento sin mayorías absolutas y verdaderamente fragmentado, que los anteriores en los que entre el PP y el PSOE, con mayorías absolutas o simples, se han ido repartiendo las presidencias del gobierno desde 1982, tras dos legislaturas previas de la UCD en 1977 y 1979. Sin ser un defensor a ultranza del bipartidismo, que tiene sus vicios y defectos, sin duda, sí que reconozco que aporta estabilidad y certidumbre a la política y que suele ser lo que impera en los países con más tradición democrática: en Inglaterra, Laboristas y Conservadores; en Francia, Republicanos y Socialistas; en Alemania, Democristianos y Socialdemócratas; en Estados Unidos, Demócratas y Republicanos,…

                He comenzado afirmando que en el 20-D ha habido más perdedores que ganadores y así lo creo y así me explico, analizando los resultados de las cuatro fuerzas políticas más votadas el domingo:

–  El PP ha ganado las elecciones, efectivamente, pero tendrá muy difícil formar gobierno, salvo que el PSOE se lo permita, algo que me parece improbable porque a la izquierda, aunque sea mucha y distinta, como lo es la que ha entrado en el Congreso, le gusta sobremanera aplicar “cordones sanitarios” para aislar a la “derecha”. Aún me parece más improbable que PP, Ciudadanos, DL –la nueva marca del partido de Artur Mas- y PNV sumen sus votos (177) para gobernar pues sus políticas territoriales son incompatibles.

– El PSOE (90 diputados) ha obtenido el peor resultado electoral de su historia en esta etapa democrática y, sin embargo, su líder, Pedro Sánchez, lejos de asumir este varapalo marchándose a casa, ya se frota las manos pensando que puede llegar a ser presidente del gobierno gracias al ya referido “cordón sanitario”, que dejaría al PP (123 diputados) y a Ciudadanos (40) en la oposición, mediante la suma de votos o abstenciones tácticas de la variopinta izquierda salida de las urnas y, por supuesto, de los partidos nacionalistas, incluso aquellos que son más de derechas que el propio PP que, haberlos, haylos….

–  Podemos (69 diputados), ha irrumpido en el Congreso con una gran fuerza y puede hacer mucha política con su representación –la duda es de qué tipo, aunque lo seguro es que será muy de izquierdas-, pero no ha alcanzado su objetivo de superar en votos y escaños al PSOE y, literalmente, convertirlo en un partido marginal, como era su objetivo.

–  Ciudadanos (40 diputados), al igual que Podemos, ha accedido con potencia en el nuevo parlamento y también tendrá influencia en él, aunque sea relativa, pero el partido de Rivera aspiraba a ser una fuerza decisiva y poder inclinar el gobierno hacia el PSOE o el PP y eso ya no va a ser posible.

Con esta “italianización” de nuestro parlamento nos hemos metido en un buen lío, porque, si alguien consigue formar gobierno, van a estar dándole collejas los unos y los otros de manera permanente y, más que una asamblea política, va a parecer que en la Carrera de San Jerónimo se ha instalado un mercado persa, a juzgar por lo mucho, distinto y muy caro que allí se va a vender todo. Tengo muchas dudas al respecto, pero espero que nadie venda a España y, mucho menos aún, que la alquile, algo que encantaría a los nacionalistas que, no me cabe duda, estarían dispuestos a prestar su voto a una coalición PSOE+Podemos, a cambio de que les alquilen una España federal para después poder comprar a precio de saldo la independencia para sus regiones, o casi, que viene a ser lo mismo.

Respecto a los resultados habidos en Guadalajara, destacar que, por primera vez, tres partidos (PP, PSOE Y Ciudadanos) van a tener un diputado nacional cada uno por la provincia, rompiéndose así el tradicional reparto de 2 (PP) y 1 (PSOE) que se viene produciendo y repitiendo desde 1986. Dos datos a tener en cuenta: el PP ha perdido casi un 20 por ciento de voto sobre su mejor resultado, habido en 2011, y el PSOE ha perdido más de un 5 por ciento, pero sobre su peor resultado, también en 2011. Podemos se ha quedado a 819 votos de arrebatar el diputado nacional por Guadalajara a Ciudadanos y el PP a 905 votos de alcanzar el segundo, lo que ha dejado al “paracaidista” Ramón Aguirre compuesto y sin acta, pero con el “colorao” calentito que se ha llevado estos cuatro años como presidente de la SEPI. Por el contrario, la “paraca” Mari Luz Rodríguez, número uno del PSOE por la provincia, sí ha obtenido aquí su acta, contribuyendo involuntariamente a renovar la histórica vinculación de esta provincia con la aerostación y la aeronáutica, no sólo militares, sino también políticas.

Parece evidente que los populares han pagado el desgaste de cuatro años de gobierno muy difíciles por la complicada situación económica que heredaron, pero lo sorprendente es que el PSOE siga desangrándose electoralmente en una provincia como la nuestra que, no olvidemos, gracias a los dos escaños socialistas aquí logrados en mayo pasado y al que obtuvo Podemos, dio a los socialistas el gobierno de la región. Aunque proyectar resultados de unos comicios a otros es simplemente especular, destacar que el porcentaje de votos obtenidos ayer en la provincia, sumados los de PP y Ciudadanos, se eleva al 52,85 por ciento, mientras que PSOE y Podemos tan sólo suman el 39,99 de los votos, algo que seguramente habrán subrayado en el análisis electoral que hayan hecho en el Palacio de Fuensalida.

En todo caso, tanto PP como PSOE se lo tienen que hacer mirar en esta provincia si quieren recuperar su histórica hegemonía y no seguir cediendo terreno a los partidos emergentes. Ambas formaciones, a mi juicio, necesitan renovar liderazgos, ampliar bases, desterrar prepotencias y construir discursos y acciones políticas atractivas, especialmente para el voto joven, que ha dado la espalda a ambos.

¡Cómo hemos cambiado!

Como dice la canción de Presuntos Implicados “¡cómo hemos cambiado!” Y no me estoy refiriendo a la pérdida de una vieja amistad de la que habla el tema de Sole Giménez, ni a lo que nos ha hecho el tiempo en nuestra piel con su paso, sino al mapa y el panorama políticos, sobre todo si lo comparamos con los albores de la democracia, allá por los finales de los años 70 del siglo XX, que es cuando fueron tomadas las dos curiosas fotos que acompañan este post. En una, se reproduce uno de los carteles electorales con los que Adolfo Suárez pidió el voto para la histórica y hace ya muchos años extinta UCD reclamando premio por haber cumplido –“dicho y hecho”-, al conseguir aprobar sólo unos meses antes la Constitución de 1978, apenas tres años después de la muerte de Franco y por amplio consenso. En la otra foto -de la que es autor mi amigo Luis Barra y al que pido escusas por su mala reproducción pues está tomada con la cámara de un móvil sobre un viejo ejemplar de “Flores y Abejas” de 1979- se advierte la fachada del entonces Banco Hispano Americano, que hacía esquina entre la calle Mayor y la Calle Topete –donde hoy está, en un nuevo edificio, la sede social de Quabit-, absolutamente repleta de carteles electorales, algo, por fortuna, impensable hoy pues las formas de publicitación y propaganda de los partidos han cambiado también mucho y ya no hay riesgo de que vayas por la calle y te empapelen con un cartel electoral, como ocurría antes. Algunas cosas han cambiado a mejor, sin duda; pero otras, no.

foto antiguaAunque reconozco mi punto historicista, mi interés y afecto por las tradiciones y mi cierta inclinación nostálgica, yo no soy de los que se aferran a la famosa frase de Jorge Manrique en las “Coplas a la muerte de su padre” que asevera que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero sí que pienso que los nuevos tiempos no son necesariamente mejores que los pasados, como no pocos se empeñan en hacernos creer. Una cosa es realizar reformas para mejorar las cosas y progresar, y otra muy distinta es cambiar por cambiar o por hacer algo distinto a lo que otros han hecho, por no pensar como ellos o por tratar de distanciarse y diferenciarse. Y lo peor de todo es querer cambiar las cosas imponiendo tu ideario y doctrina y negando a los demás; eso anda muy cerca de un grave mal que aquejó a Europa durante buena parte del siglo XX y que fueron las dictaduras, tanto las de corte fascista como las comunistas.

En esta línea de pensamiento, estoy en completo desacuerdo con quienes, especialmente desde el populismo de izquierdas –o sea, Podemos, que espero que no puedan, ni solos ni en compañía de otros-, quieren liquidar la Constitución “de la Concordia”, que es como creo que debía ser conocida y reconocida por todos la “ley de leyes” del 78, en honor a la frase que acuñó Suárez: “Y la concordia fue posible”, que es también su epitafio. Y algunos quieren liquidar, que no reformar, la vigente Constitución porque no pretenden sólo modificar o ampliar algún articulado puntual de ella, sino que buscan darle la vuelta a España como a un calcetín para que deje de ser una monarquía parlamentaria y se convierta en república -lo que sólo ha sido seis años en la historia, en dos etapas, y no precisamente de convivencia, paz y progreso-, para que el autonomismo –que, bien concebido, pero mal aplicado, ha llevado a las puertas del separatismo, ahora a Cataluña, y antes al País Vasco, y a que no todos los españoles seamos iguales ante la ley- se eleve al cuadrado con el federalismo –que sólo imperó unos meses en la Primera República-, y, en fin, para dotar a la Carta Magna de un contenido ideológico netamente de izquierdas, muy cerca del sectarismo y la imposición y muy alejado del consenso. Lo dicho, espero que no puedan, ni los de Podemos, ni sus limítrofes ideológicos de IU –ahora Unidad Popular, siempre PCE-, ERC, BNG, EH-Bildu e, incluso, del PSOE que, aunque ahora está a la greña y pelea el voto con los de Pablo Iglesias, no dudo que si la matemática electoral que salga del 20-D se lo permite, con tal de gobernar hará posible que los de Podemos puedan.

Cartel UCD elecciones 1979Todo apunta a que de las próximas elecciones generales que, por primera vez en esta etapa democrática, se van a celebrar con el turrón ya en las bandejas, va a salir un parlamento sin mayoría absoluta y muy fragmentado, con cuatro partidos como grandes acaparadores del voto: PP, PSOE, Ciudadanos Y Podemos. Toca, pues, hacer de la necesidad virtud y buscar la concordia que siempre supone un pacto, recuperando el llamado “espíritu de la Transición”, que algunos quieren enterrar, cuando lo bueno para España sería que renaciera. De las varias posibilidades que se pueden abrir a pactos poselectorales en función de las encuestas, la que más me agrada a mí sería que, si la fuerza más votada es el PP, éste llegara a un acuerdo, al menos de investidura, con Ciudadanos, aunque lo ideal sería de gobierno, pero parece que Albert Rivera no está por la labor.  Reconozco estar decepcionado porque la corrupción haya llegado a colarse hasta en la sede de la calle Génova, preocupado por algún que otro vaivén ideológico y desilusionado por las actitudes políticas y personales de algunos líderes del PP, pero el domingo voy a votar lo que acostumbro porque España no está para experimentos –éstos, con gaseosa, como dijo Eugenio D´Ors, y ya es la segunda vez que lo cito en poco tiempo- y lo que ofrecen Sánchez y Podemos, al menos para mí, es mucha burbuja y no de cava precisamente, aunque también, por el federalismo al que se ha apuntado el PSOE ante el “procés” catalán y el referéndum de independencia vinculante que defiende Iglesias.

Y una vez que me he mojado, pido, mejor dicho, exijo al PP, una regeneración y una renovación internas de calado, no solamente cosméticas, un afianzamiento ideológico en el liberalismo con la sensibilidad social que exigen los tiempos y una tolerancia cero con la corrupción.

 

 

El día de

Recuerdo nítidamente cuando, siendo niño, en casa de mi amigo Felipín, en Taracena, en una televisión en blanco y negro que tenía un curioso filtro adherido a la pantalla para similar la imagen en color, vi por primera vez una película bélica que dejó hondo recuerdo en mí y que, casi cincuenta años después, aún pervive: Se trata de “Día D Hora H”, uno de los numerosos films basados en el histórico y decisivo Desembarco de Normandía, en la Segunda Guerra Mundial, que acaeció el 6 de junio de 1944. Desde entonces, “el día D” para mí –como ya lo era para la historia desde aquella histórica fecha-, es ese 6 de junio del 44 en el que los “Aliados” llevaron a cabo la llamada Operación “Overlord”, en la que desembarcaron masivamente hombres, pertrechos y material bélico en las costas de la Bretaña francesa, hecho clave para derrotar final y definitivamente a Hitler once meses después. Un “día D” al que siguieron muchos y que no salió barato, precisamente, pues el ejército aliado pagó el alto precio de 225.000 soldados muertos, cifra sólo ligeramente inferior a la que pagaron los alemanes. La película de la que hablo es una pieza menor de la filmografía, rodada en 1950, dirigida por un semidesconocido Lewis Seller y protagonizada por actores poco reconocidos como David Brian o John Agar, entre otros muchos, pues se plantea, obviamente, como una cinta coral, al ser muchos los personajes que intervienen en ella y tratarse, fundamentalmente, de una visión panorámica del desembarco.

Pero si el “día D” sigue siendo, para mí y para muchos, aquél memorable 6 de junio de 1944, al echar un vistazo al calendario veremos que hay muchos “días de” –“de”, en este caso, como preposición, no como letra aislada en clave cronológica militar- a lo largo del año, especialmente en el mes de noviembre que acabamos de despedir, en el que se concentran 15 jornadas oficiales dedicadas a distintos fines -y avaladas por importantes organismos internacionales, como la ONU, la UNESCO, la OMS,…- y una “Semana de”, concretamente la de la Ciencia y la Paz, que aquí, en Guadalajara, ha celebrado especialmente, del 8 al 14, con un amplio e interesante programa de actos, la sede en nuestra provincia de la Fundación Parque Científico y Tecnológico de Castilla-La Mancha.

Esta es la larga y curiosa nómina de los “Días de” -no confundir con el “Día D” de junio del 44, ni con otros “días D” colectivos o personales- que se han conmemorado en noviembre:

–          2:  Día internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas.

–          6: Día internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.

–          10: Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo.

–          12: Día Mundial contra la Neumonía.

–          14: Día Mundial de la Diabetes.

–          15: Día Mundial en recuerdo de las víctimas de los accidentes de tráfico.

–          16: Día Internacional para la Tolerancia.

–          18: Día Mundial de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica.

–          19: Día Mundial de la Filosofía y Día Mundial del Saneamiento.

–          20: Día de la Industrialización de África y Día Universal del Niño.

–          21: Día Mundial de la Televisión.

–          25: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

–          29: Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino.

Evidentemente, ninguno de estos “días de” es para tomárselo a chufla, como dice el poema de José Carlos de Luna que la gente se tomaba al “Piyayo”, pero sí que resulta, cuando menos curioso, que hasta el saneamiento o la filosofía tengan un “día” al año, sin menospreciar la contribución que el saneamiento hace en favor de la higiene y salubridad públicas, y mucho menos a la filosofía que, como la definió Heidegger, “implica una movilidad libre en el pensamiento y es un acto creador que disuelve las ideologías”, por lo que, aunque sólo fuera por ello, merece celebración. Y no es que yo esté en contra de las ideologías, bien al contrario, de lo que estoy en contra es del sectarismo –y, a veces, el totalitarismo- al que algunos las derivan, inclusive, el mismo Heidegger, que militó en el partido Nazi y fue antisemita. Quien, por tanto, también tuvo su “Día D” en Normandía.

Y atención a estos tres “días de” que se celebran, entre un total de doce, en diciembre:

–          9: Día internacional contra la Corrupción.

–          10: Día de los Derechos Humanos.

–          20: Día Internacional de la Solidaridad Humana.

¿Se imaginan un mundo sin corrupción, en el que se respeten los derechos humanos y la solidaridad sea norma de comportamiento común y no excepción? Pues, lamentablemente, está más cerca de ello que la ONU fije una fecha para celebrar el “Día del Iluso”.

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