Archive for mayo, 2018

La Caballada, historia viva de Castilla

Si hay una fiesta tradicional superlativa en la provincia de Guadalajara esa es, sin duda, la Caballada de Atienza. Afirmar esto no es desmerecer al amplio, singular y valioso abanico de fiestas provinciales de raigambre, sino poner las cosas en su sitio. Colocando a la Caballada en la cúspide festiva costumbrista de Guadalajara solo reconozco que es la más antigua de cuantas hay datadas y se celebran en la provincia, que es la que tiene un mayor calado, sentido y argumento histórico, al tiempo que la que mejor se ha mantenido y documentado, y, aunque esto ya es más opinable y no objetivo como lo anterior, es una de las más bellas por su formato y programa e, incluso, por el extraordinario entorno en el que se celebra.

El domingo, 20 de mayo, festividad de Pentecostés, volvió a celebrarse la Caballada atencina que conmemora el histórico y Real -así, con mayúscula- hecho, acaecido hace más de 855 años, gracias al cual el entonces rey niño, Alfonso VIII, fue salvado de una más que probable muerte gracias a la ayuda que le prestaron los recueros de Atienza. Efectivamente, los mercaderes de la histórica villa castellana, sabiendo que el tío del llamado “Rey pequeño” -en él se inspiró Chani Pérez Henares para su excelente novela homónima-, el rey Fernando II de León, quería prenderle y darle muerte para quedarse también con el trono de Castilla, le sacaron del pueblo, al que tenían sitiado los leoneses, con una curiosa estratagema: Escondiéndole entre sus caballerías y mercancías, como si fuera un hijo suyo y no el mismísimo rey castellano, e integrándole como uno más en una de las frecuentes reatas de caballerías cargadas de mercancías que salían a trajinar desde Atienza, superando así a la guardia leonesa que trataba de impedir la huida del niño rey de su cerco. Ese es, en resumen y contado de forma sencilla, el importante episodio histórico que se conmemora, todos los años, con la celebración de “La Caballada”, declarada oficialmente Fiesta de Interés Turístico Nacional en 1980, junto con otras 28 importantes celebraciones de toda España, entre ellas el Festival Medieval de Hita.

Como dejó escrito el recordado y querido investigador y etnógrafo, José Ramón López de los Mozos, fallecido hace tan solo un par de meses, “para conmemorar ese suceso, los arrieros vecinos crearon una cofradía denominada de la Santísima Trinidad, pero sin olvidar a su anterior patrón, que no era otro que San Julián”. Esa histórica Cofradía es la que, desde hace ya más de ocho siglos, ha gestionado y hecho posible la celebración y pervivencia de La Caballada, incluso en tiempos muy complicados, como los provocados por las numerosas guerras acaecidas a lo ancho de tan largo tiempo, o por las crisis económicas y, especialmente, sociales, como lo es la de la despoblación, que no cesa en nuestro medio rural. Recordemos que Atienza, hoy, apenas tiene menos de medio millar de habitantes.

Según recogía también López de los Mozos en uno de sus muchos trabajos dedicados a la fiesta atencina, “el escrito más antiguo que certifica la celebración de esta Caballada es un albalá de Alfonso X el Sabio, fechado en 28 de octubre de 1255 en Burgos, en el que viene a ratificar otro anterior firmado en Peñafiel en 1232 por Fernando III. Dice así: «Don Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, y una carta del rey don Fernando my padre, hecha de esta guisa: «Fernando, por la gracia de Dios rey de Castilla, de Toledo, de León y de Galicia,… Sabed que yo mando a todos los recueros de Atienza que anden seguros por todas las partes de mi reino con sus mercancías y con sus bestias y con cuantas cosas consigo trajeran, no sacando cosas vedadas del reino. Mando y defiendo firmemente que ninguno sea osado de embargarlos ni prenderlos si no fuese por su deuda manifiesta o por fiadora que ellos mismos hubiesen hecho, y el que lo hiciese, encontraría mi ira, habiendo de pagar a la corona como multa mil maravedíes, y a ellos todo el daño doblado. Facta carta apud pennafidelis Rege exprimente XVIII die Jannuary Era MCCLXX secunda». Y yo el sobredicho rey don Alfonso otorgo esta carta y mando que valga. Dada en Burgos. El rey la otorgó a XXVIII días de octubre Era de mil doscientos noventa y tres años (1255). Aparicio Pérez la hizo por mandato de don Garci Pérez. Notario del Rey».

Uno de los muchos méritos acumulados secularmente por la Cofradía de la Santísima Trinidad -además de, por supuesto, haber preservado esta fiesta en su forma y esencia- es el de conservar importante documentación histórica que, hasta hace muy poco, custodiaba cada año el prioste de turno -el mayordomo o hermano mayor-, pero que ahora, con buen criterio, se conserva en el Archivo Histórico Provincial. Entre esos valiosos legajos hay varios de ellos signados de puño y letra por reyes castellanos como Fernando IV, Alfonso XI, Pedro I, Enrique II y Enrique III, entre otros. La Caballada es, pues, historia viva de Castilla, sin apellidos ni manchas.

Termino diciendo que si alguien aún no ha tenido la oportunidad de vivir -y, especialmente, sentir- directamente la Caballada, ya está tardando en apuntarse en su agenda del año que viene la cita obligada que tiene en Pentecostés. Para quienes quieran ir ambientándose y hacerse una idea de lo que es y representa, así como conocer -o reconocer si ya se conoce- el incomparable marco en el que se celebra -Atienza en primavera es un homenaje a todos los sentidos-, hasta el día 3 de junio tienen una cita en la Posada del Cordón (Centro de Interpretación de la Cultura Tradicional dependiente de la Diputación de Guadalajara), donde pueden ver la exposición «La Caballada de Atienza. Ocho siglos y medio de recueros y mercaderes”, al tiempo que disfrutar de la importante muestra permanente de este centro.

Foto: La Cofradía de la Santísima Trinidad accediendo a la Plaza del Trigo por el Arco de Arrebatacapas. Fondo Layna Serrano.- CEFIHGU.- Diputación de Guadalajara  

¿Otra vez el palacio al suelo?

Hace unos días saltaban todas las alarmas en Guadalajara, amplificadas por la falta de detalle, brevedad, parcialidad, celeridad y, no pocas veces, sesgo con que se expanden ahora las noticias en las redes sociales: “el Palacio del Infantado se cae”, decía un tuit, muy retuiteado. Conocer la letra pequeña y acceder a una información más en detalle de esta preocupante noticia, pronto hizo que la camisa nos volviera a llegar al cuello a muchos guadalajareños -una gran mayoría, quiero creer-, a los que, de verdad, nos sobresaltó la idea de que nuestro más señero y emblemático edificio de valor histórico-artístico se fuera al suelo. El hecho de que se cayera de verdad el palacio del Infantado haría que los guadalajareños sintiéramos algo parecido a lo que los segovianos vivirían si se les desplomara el Acueducto, a los granadinos la Alhambra o a los sevillanos la Giralda, por poner tres gráficos ejemplos de monumentos muy identificativos y representativos de las ciudades en que se localizan. Pero no, parece que el palacio no se va a caer, aunque si no se toman medidas urgentes sí que en el futuro podría ver comprometida su estabilidad y terminar yéndose al suelo, como se lo encontró Cela en 1946 cuando llegó a Guadalajara para iniciar su “Viaje a la Alcarria”: “El palacio del duque del Infantado está en el suelo. Es una pena. Debía ser un edificio hermoso. Es grande como un convento o como un cuartel”, escribió CJC al pasar por él, subiendo a pie desde la estación de ferrocarril y cuando iba camino del centro de la ciudad.

  Si el célebre escritor gallego que después se avecindó durante casi una década en nuestra ciudad hubiera pasado por el palacio del Infantado veinte años después de pisar la capital alcarreña por primera vez, se habría encontrado con el palacio aún por el suelo, aunque poniéndose ya en pie. La ilustrativa imagen que acompaña este texto, perteneciente al Fondo López Palacios que custodia el CEFIHGU de la Diputación de Guadalajara, está tomada en 1965 y en ella se advierte el andamiaje montado en el patio de los Leones que, como el palacio entero, estaba en aquel tiempo y por fin en restauración. Precisamente, de esas importantes obras que levantaron del suelo el palacio en la década de los años 60 y que incluso se prolongaron al inicio de la de los 70, data el problema de aluminosis que ahora se ha detectado y que, efectivamente, si no se corrige pronto y de manera adecuada, podría traer consecuencias muy graves para el edificio, causa por la que ha sido cerrado provisionalmente. Por lo que han contado los técnicos y los responsables políticos del Estado y de la Junta que han tomado la decisión, conjuntamente acordada, de cerrar el palacio y por lo que nos hemos podido documentar, la aluminosis es una “enfermedad” del hormigón hecho con cemento aluminoso, utilizado entre 1950 y 1977, cuando se prohibió su uso en elementos estructurales de las construcciones. Hoy se sabe que este material tiene un proceso de descomposición acelerado que puede poner en riesgo la resistencia de las vigas. Con el paso del tiempo, en los edificios en los que se empleó este cemento, como es el caso del palacio en la restauración antes reseñada, han aparecido daños graves, sobre todo en forjados, por efecto de la llamada “conversión”, un proceso químico con pérdida de volumen que da lugar a un hormigón poroso que facilita el paso de la humedad al interior de las vigas. La aluminosis puede provocar la pérdida de estabilidad y el desplome de los materiales sobre los que se ha construido con este tipo de cemento.

O sea que la dichosa aluminosis puede resultar más dañina que el paso de los siglos -recordemos que el Infantado data de finales del XV- e, incluso, estar a la altura de los efectos devastadores que tuvieron las bombas de la aviación franquista en 1936, durante la Guerra Civil, cuando entonces acogía un colegio de huérfanas de militares. Como en aquel tiempo -e, incluso, en épocas aún recientes- se llevaba eso de que los chicos con los chicos y las chicas con las chicas, los huérfanos tenían entonces su propio colegio en el Alcázar, un monumento de un valor histórico-artístico sobresaliente, pero que sí que está por los suelos, o casi, desde hace ya mucho tiempo. Eso ocurre a pesar de algunas limitadas actuaciones restauradoras acometidas en él y de otras necesarias, pero también restringidas, que pronto se van a acometer. El alcázar de Guadalajara demanda a gritos sordos un proyecto rehabilitador ambicioso y de envergadura, que esté a la altura de uno de los, por historia e, incluso, monumentalidad pasada, más importantes y antiguos alcázares reales españoles.

    Volviendo al problema detectado en el palacio y que ha llevado a tomar la drástica decisión de cerrarlo provisionalmente, nada hay que objetar a ella salvo cuestionarse por qué se ha tardado tanto en hacerlo si hace ya meses que se sabía que había aluminosis, como se afirmó en la rueda de prensa en que se informó de la situación. Ahora bien, como agua pasada no mueve molino, miremos hacia adelante y reclamemos públicamente los guadalajareños -con nuestro ayuntamiento al frente, preferiblemente- que se actúe de forma inmediata para solventar el problema y así evitar que el recurrente cartel de “monumento en obras” o “en restauración” cuelgue durante años. Puesto que hay que tratar la aluminosis y, por tanto, abordar un problema estructural del palacio, llegado es el momento de que también se aborde en él una segunda fase de restauración pues la de los años sesenta ya ha quedado añosa. Tras la restauración del palacio, una vez rehabilitado y reformado funcionalmente su continente, procede que a su contenido se le dote de un valor y un potencial expositivos de los que, objetivamente, carece el actual museo provincial de bellas artes, a pesar de los esfuerzos profesionales de su dirección y de los voluntaristas de su asociación de amigos. Hay mucho material arqueológico, de bellas artes y etnográfico en Madrid procedente de Guadalajara que ni siquiera está expuesto.

Por otra parte, en el museo del Prado solo el 5% de las obras de sus fondos están expuestas, mientras que el 95 por ciento restante se encuentra en los almacenes. El Infantado sería un extraordinario emplazamiento para mostrar parte de esos valiosos fondos ocultos. Trabajar en ello tras superar la aluminosis y re-restaurar el palacio sería inteligente.

Foto superior: Restauración del patio de los Leones palacio del Infantado. Fondo López-Palacios.Cefihgu

Foto inferior: El patio de los Leones en la actualidad. Foto: Guadalajara Diario.

 

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