Archive for septiembre, 2021

El sol baila la yenka con San Miguel

Septiembre se despide con el renombrado Veranillo de San Miguel que viene a ser un breve período en el que el tiempo se quiere aferrar al verano de soles fogosos, entre paisajes de blancos y azules, antes de imbuirse de lleno en el otoño de soles tenues, con geografías en verdes, marrones y amarillos. A menos calor, más color, hasta que al final del otoño llegue una nueva ecuación meteorológica en la que el blanco casi infinito de hielos y nieves sea la incógnita que se despeje. Será ya invierno entonces, aunque parezca que lo empieza a ser desde que los días acortan y las noches ensanchan de forma notoria, algo que sucede a partir del equinoccio de otoño.

Colorista y espectacular imagen del Hayedo de Tejera Negra en otoño. Foto Nacho Abascal («Guadalajareando»)

Escribió Herman Hesse que “La mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de la persona que lo mira”. Así es, ciertamente. El paisaje está ahí para todos igual, pero cada uno lo vemos o lo miramos de manera distinta. Ver y mirar parecen lo mismo, pero no lo es. Ver es encontrarse visualmente con las cosas sin focalizarlas, mientras que mirar es buscarlas adrede y poner el foco y la atención en ellas. Todo lo que se mira, se ve, pero no todo lo que se ve se mira. El otoño que acaba de comenzar y que en sus primeras semanas nos regala una especie de primavera madura, es un buen momento para mirar los paisajes de las guadalajaras -así, muy en plural- y no solo verlos. En Molina, junto a los verdes eternos de los pinares y los sabinares, se nos ofrecen los marrones y amarillos de las hojas de álamos, fresnos y alisos en las riberas, aferradas a sus ramas hasta que el viento y la lluvia les haga caer y alfombrar los sotobosques. En la paleta de colores del paisaje molinés, siempre el escarlata de su característica piedra de rodeno, la tierra color carne frente a la tierra color tierra de la Alcarria, como la bautizó Cela a su paso por Taracena cuando llamó su atención el contundente panorama de la Peña Hueva y el Pico del Águila, dos montañas alcarreñas de manual. En la Campiña del Henares -que también lo es del Jarama y del Sorbe medios, y aún del Torote-, la comarca menor en extensión de las cuatro que conforman las guadalajaras, los sotos fluviales en la otoñada son también sinfonías de verdes y amarillos, contrabandeadas por el azul de los ríos y el verde de prados y campos de labor ya en nuevo ciclo. En las Serranías de Guadalajara, a sus arquitecturas negras de pizarra, y rojas y doradas de cuarcitas, en el primer otoño se le suman todas las gamas y matices posibles de colores porque es tiempo de frutos y flores cuando aún están vestidos los bosques caducifolios y los de hoja perenne todavía no tiritan. ¿Quién dijo que nuestras sierras son negras y oscuras? Sin duda, alguien que pudo verlas, pero no mirarlas, y que, siguiendo la reflexión de Hesse, si las miró fue con gafas de sol puestas, a través de las que no caben ni el color ni los brillos.

El sol anaranjado y tenue del Veranillo de San Miguel nos adentra ya en el otoño, pero girando la vista atrás hacia ese estío que ya es solo recuerdo en nuestras retinas, pese a que ocupe algunos megas virtuales en las galerías fotográficas de nuestros teléfonos móviles. Los equipos telefónicos portátiles de hoy, que además de para muchas cosas también sirven para hablar, son nuestras memorias externas, aunque las de verdad y que no solo nos hacen recordar, sino también sentir, son las que aloja nuestro cerebro. No hay nada más inútil que guardar una imagen que no se va a volver a ver o que, a lo más, se le va a echar un vistazo fugaz a la velocidad que un dedo se desliza por una pantalla de cristal líquido, solidificada con plástico, vidrio y otros materiales. Creemos que una fotografía rápida de móvil atrapa el tiempo y lo que capta, pero lo que las más de las veces hace es distraernos de lo que estamos viendo en ese momento. O sea, nos conformamos con poder ver en diferido cuantas veces queramos algo que no estamos mirando -y disfrutando- con atención y detalle cuando lo fotografiamos. Así no hay forma de captar la belleza subjetiva del paisaje, que es el cincuenta por ciento del total de su belleza si seguimos la reflexión de Hesse.

                Guadalajara no es una, son muchas. La Guadalajara castellana no es llana, aunque la mejicana sí lo sea y cuando estamos lejos y decimos de donde somos nos lo canten en ranchera de forma tan recurrente como errática. Guadalajara no es gris ni monocorde, como un paisaje velado; bien al contrario, es un arco-iris de tierras, incluso sin que llueva y salga el sol a la vez. Y eso que aquí suele llover poco, pero nunca falta el sol. Los colores más vivos son, precisamente, los que se abren paso entre el secano. Los olores, también, de ahí que esta sea la tierra que mejor huele del mundo, incluso cuando se está constipado, algo propio de este tiempo en el que el sol baila la yenka con San Miguel. No se pierdan ni un segundo del otoño de las guadalajaras, es el tiempo que mejor le sienta a esta tierra, pero que se escapa tan pronto que hay años que pasamos directamente del verano al invierno, que es tanto como eliminar la escala de grises entre el blanco y el negro. Maximalismo mesetario que dirían algunos.

Soplar y absorber a la vez

               Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

               Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

               Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

               Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.

               En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

Soplar y absorber a la vez

Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

                Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

                Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

                Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.                 En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

Soplar y absorber a la vez

Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

                Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

                Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

                Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.

                En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

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