Archive for julio, 2015

El vuelo nocturno del chotacabras

                Tras un julio sofocante se aviene un agosto que entrará fresco y, después, “ya veremos”, como dijo, no un ciego, sino “la chica del tiempo” de Antena 3 de los fines de semana, Himar González, que tiene nombre guanche y acento chicharrero y que sabe de lo que habla, no en vano es licenciada en Ciencias Físicas y no sólo una chica de muy buen ver, aunque un tanto escueta de carnes para mi gusto.

                Pero quería hablar del tiempo y no de la chica. Yo soy partidario de que en cada tiempo haga lo que debe y suele; no me gusta que marcee en mayo, ni que mayee en marzo; sino que marcee en marzo y mayee en mayo. Por eso, no me quejo de que julio esté siendo especialmente caluroso -dicen que el que más en cuarenta años- si bien habría agradecido unos pocos grados menos de calor en alguna de estas terribles tardes pasadas, que no iban a cambiar la dinámica térmica habitual del mes, pero sí a aliviar el sofoco general, incluso el de las palomas cimarronas que hace tiempo tomaron los cielos, los tejados, el mobiliario urbano y los árboles de la ciudad como si fueran de su propiedad y que, con sus pesados, monocordes y repetitivos zureos, impiden sestear al personal, y con sus frecuentes, sucias y corrosivas deyecciones son una continua amenaza de pringue para quienes transitan debajo de ellas. Lo dicho: hasta las duras y pesadas palomas urbanas están sufriendo las altas temperaturas de este julio especialmente caluroso que se nos ha caído encima del ánimo, doblegándole como si de una vaca en brazos se tratara.

El que juliee en julio está bien, muy bien, pero que julio se ponga histriónico y a sobreactuar ya no está tan bien porque en las casas de la ciudad no hay quien pare cuando el calor aprieta, pero en la calle te puede dar un tabardillo por causa del ozono troposférico ese, al que dan alas y convierten en especialmente nocivo para la salud de los más débiles las altas temperaturas y la contaminación atmosférica, de ahí que cuando el viento sopla del suroeste, o sea, de Madrid, vía Corredor, aquí sea especialmente dañino, como estamos advertidos, aunque no siempre hagamos caso. No confundir el ozono estratosférico, que protege a la biosfera de los dañinos rayos ultravioletas del sol, con el ozono troposférico, que es un gas contaminante que hay que evitar respirar porque es muy perjudicial para la salud humana, animal y vegetal. El caso es que el intenso calor, además de apabullarnos por fuera y dejarnos más tirados que a una estera, si se alía con factores contaminantes puede zaherirnos también por dentro y socavar, además de nuestro ánimo, nuestra salud. Nada es bueno en exceso, parece evidente.

Aunque estos días bochornosos se antoje casi un imposible, recuerdo julios de tardes y noches de jersey, cuando no también de paraguas para protegerse de una tormenta tras otra, sin solución de continuidad, incluso en sesión de mañana, tarde y noche. Tormentas que jorobaban las cosechas recién principiadas, traían pocas nueces y mucho ruido, en forma de truenos, y culebrinas de luz, en forma de relámpagos, además de gotones de lluvia y, a veces, no pocas, granizos como gurriatos que terminaban por tumbar el cereal antes de que pasara la cosechadora, al tiempo que destrozaban hojas, pámpanos y el fruto aún incipiente de los viñedos, y vareaban violentamente los olivos, dejando el campo como un erial, caminos incluidos. Pero eso sí, refrescaba y se echaba de menos el sol. Nunca llueve a gusto de todos, sí; como tampoco es del gusto general que haga sol. Además de ser inconformistas, siempre echamos de menos lo que nos falta y de más lo que nos sobra.

El julio mesetario y el sol suelen ser aliados, cómplices, un binomio, una fraternidad, un retal de tela sin costuras, un pensamiento único, o casi. Bajo el sol de julio, la provincia de Guadalajara es un campo de cereal que espera, o despide, a las cosechadoras mientras las codornices que ya han llegado cuchichían y los pollos de perdiz castañetean, al tiempo que los conejos chillan en las madrigueras de las recosteras, ajenos al próximo pim-pam-pum de la media veda. Guadalajara, al sol de julio, es en muchas de sus tierras, si aún no las ha arrasado el fuego, un pinar en el que los picamaderos, los picapinos y los tamborileros se ganan, a base de rítmicos y sonoros picotazos, su adecuado nombre de pájaros carpinteros mientras las chicharras chirrían a coro, especialmente en las anochecidas y las albadas. Esta tierra es, también y ahora, sobre todo en sus serranías del norte, un robledal en el que los chotacabras silban mientras vuelan en la noche, cerca de donde los cárabos y los búhos chicos ululan. Guadalajara, en sus alcarrias, es en julio un encinar en el que los jabalíes y sus rayones gruñen mientras bellotean; un arroyo semiseco o un lavajo en el que croan las ranas comunes y las de San Antonio, y un río, que no va a dar a la mar, sino a Murcia, en el que de vez en cuando chapotea una trucha en pos de un mosquito que la luna llena le ha ayudado a ver.

Bajo el sol de julio, que suelen ser mucho sol y mucho julio, Guadalajara se comienza a preparar ya para el otoño, que es la verdadera primavera de esta tierra, acaso porque en la mayoría de sus muchos, pequeños y solitarios pueblos hace tiempo que es casi siempre invierno y se está poniendo el sol.

P.D.- Sin ánimo de dar envidia, pero reconozco que relamiendome un poco, informo a los seguidores de este blog que, en unos días y hasta mediados de agosto, marcharé de vacaciones a Comillas (Cantabria), como tengo por costumbre desde hace ya muchos años. Estoy seguro de que allí no me voy a acordar del sol de Guadalajara porque los termómetros no suelen pasar de los 23-24 grados, estando atemperado el clima de la zona por la cercanía del mar y la montaña. A apenas una veintena de kilómetros de Comillas está Santillana del Mar, cuyo marquesado formó parte de la casa del Infantado que, en aquellas tierras santanderinas, dejó también su impronta, como en las nuestras y aún en gran parte de Castilla, hasta el punto de que, si en Guadalajara tenía su principal y señero Palacio, en Potes, la capital de la comarca de Liébana, a caballo entre Cantabria y Asturias y a los pies de los Picos de Europa, tiene su Torre, igualmente llamada del Infantado. No conocer todo aquello es perderse mucho.

¡Felices vacaciones y nos vemos en los blogs!

Taracena al sol

                Mis recuerdos infantiles de julio tienen un paisaje, Taracena, y unas figuras, las de los rostros curtidos por el sol y el sudor de la carrera sin parar, de un lado a otro del pueblo y viceversa, de los chavales de mi generación que allí vivían o, como era mi caso, allí veraneábamos. Aunque es el pueblo de mi madre y de toda mi familia materna y lo tengo como propio, comprendo que a muchos les parezca menos bonito, por utilizar un eufemismo, que muchos de los muchos pueblos que tiene la provincia de Guadalajara. Más de 450, según el nomenclator provincial, aunque solo sean municipios 288. Pero a mí me gusta Taracena  y así lo proclamo ante quienes finjan ignorarlo, tomándole prestada esta expresión a Camilo José Cela cuando se reivindicó en público como alcarreño, si no de nación, sí de adopción y vocación. Por cierto, que el Nobel pasó, física y literariamente, por Taracena en su “Viaje a la Alcarria” (1946) y casi cuarenta años después en su ”Nuevo viaje a la Alcarrria” (1985), dejándonos como mejor prenda de su caminar a pié-pluma por mi pueblo estos preciosos versos que forman parte del “Cancionero de la Alcarria”:

A la tierra color tierra

le maduró un sarpullido.

Bajo el sol de Taracena

cuelga la vida de un hilo.

                Taracena tuvo ayuntamiento propio hasta mediados de los años sesenta del siglo pasado, cuando desde el gobierno central se impulsó uno más de los muchos procesos reductores de municipios que, a lo largo de los dos últimos siglos, se han emprendido en España porque en este país somos tan sociocentristas y localistas que, si nos dejan, hacemos un ayuntamiento, no por pueblo, sino por familia, ni siquiera por estirpe, y dentro de la familia hasta creamos pedanías e, incluso, entidades de ámbito territorial inferior al municipio, que es esa figura intermedia entre el municipio y la pedanía que prevé la actual legislación local.

Aunque siempre habrá alguien que no esté de acuerdo e, incluso, tenga sus razones para no estarlo, creo que a Taracena le ha ido bien su anexión como barrio a la capital. Al pueblo no le falta de nada y desde hace ya mucho tiempo dispone de eficientes servicios públicos, especialmente el transporte urbano y la limpieza viaria y recogida de basuras, así como de unas buenas infraestructuras y equipamientos urbanos: calles asfaltadas, incluso alguna ya con varias capas de rodadura, aceras en buen estado, plazas ordenadas y bien equipadas y amuebladas, jardines cuidados –aunque desde que se jubiló Ángel, el alguacil, la cosa verde ha ido claramente a peor-, depósito de agua propio, centro social amplio y siempre limpio, consultorio médico, frontón cubierto, pistas deportivas al aire libre en buen estado y uso, escuela con niños y maestros, cementerio reformado, y hasta una pequeña pero coqueta plaza de toros, hecha en hacendera por los vecinos. A mí de las pocas cosas que me parece que le faltan a Taracena es que derriben, de una vez por todas, las viejas viviendas de los maestros, que están en ruina desde hace tiempo y, además de impedir que se caigan cualquier día y puedan hacer daño a alguien, su solar sirva después para hacer un nuevo edificio público, con el uso que decidan los que allí viven de forma permanente, aunque a mí me parecería muy adecuado que se construyera uno en el que convivieran un centro para mayores y otro para jóvenes, con su biblioteca y sala de lectura compartida. Si esa biblioteca es un día realidad, desde aquí me ofrezco a donar los primeros doscientos ejemplares de la misma, salidos no de los desechos de mi amplia colección de libros, sino de lo mejor de ella, incluidos un centenar referidos exclusivamente a temática y autores de la provincia de Guadalajara.

Aguila-picoHay muchos pueblos de la provincia que son más bonitos que Taracena, sí, pero a mí me gusta como es, especialmente su entorno más que su caserío, afeado con frecuencia por el pulverulento y blanco caolín, como si de un belén espolvoreado por harina se tratara. La Peña Hueva, El Pico del Águila y el Cogorro, los tres montes que imprimen personalidad al paisaje del pueblo, son alcarreños “de libro”, como ya he dicho en más de una ocasión; y lo son por dos motivos: porque sus descarnadas tierras margosas –calcitas y arcillas- caen desde el páramo de su llano hacia sus pies, hecho valle, como si fueran nervaduras, paisaje prototípicamente alcarreño, y porque, hace unos años, una editorial especializada en libros escolares eligió como fotografía de la portada de un libro de la asignatura de “Conocimiento del medio”, una imagen de la entrada al valle de Torija tomada desde Taracena, en la que la Peña Hueva y el Pico del Águila hacían de jambas de un arco imaginario y sin más dintel que el propio cielo.

Paisaje de libro y también de cine este de Taracena, pues allí mismo rodó el gran Stanley Kubrick, en 1959, algunas de las escenas más épicas de “Espartaco”, convirtiendo el paisaje alcarreño de Taracena en el napolitano del Vesubio gracias a la magia del celuloide, donde el mítico Kirk Douglas, con unos centenares de gladiadores y esclavos rebeldes, intentó combatir a la entonces todopoderosa e imperial Roma.

En julio, a poco que el calor aprieta -y este año está apretando de lo lindo-, mi recuerdo siempre me lleva a ese Taracena en el que viví los mejores veranos de mi infancia, en el que conocí la amistad para siempre, descubrí el primer amor y en el que encontré a una segunda madre, mi tía Esperanza, a pesar de que ni la buscaba ni la necesitaba porque me bastaba y sobraba con la mía, Pilar, a quien le debo mucho, pero sobre todo mirar a la vida, no sólo a través de los ojos, sino también del corazón. Termino citándome a mí mismo –que puede ser economía de esfuerzos, pero nunca plagio- con estas palabras, escritas en un julio de sol plomizo y calor abrumador como este, y rememorando como hoy algunas de mis muchas horas de feliz infancia en Taracena:

“Solazo de julio que antaño caía a plomo sobre los segadores en los pedazos, los acarreadores en los caminos de pan llevar y los trilladores en las eras de pan trillar, acompañados de críos jugando a iniciarse en las tareas agrícolas, haciendo de lastre sobre los trillos con pedernales de Cantalejo, tirados por mulas y envolviéndose en el picajoso tamo que no se les despegaba de la piel hasta el obligado baño del domingo, antes de que tocaran a misa, en el balde de cinc y con el agua caldeada al sol, con lavado de pelo incluido en el corral y aclarado con vinagre, un producto más de despensa que cosmético, pero tan eficaz como la camomila para enrubiar” . (“De quince a quince”.- 22-7-1997)

“Miss Bragas” al poder

                No es que sea yo ni un timorato ni un pazguato precisamente, ni un tipo poco advertido, ni me asuste fácilmente por algo, ni me haga cruces cada dos por tres, pero aunque no sea así, últimamente se está viendo desbordada con frecuencia mi capacidad de asombro por algunas cosas que están pasando, sobre todo desde que los anti-sistema han comenzado a gestionar algunas partes del sistema; pocas todavía, pero todo se andará, porque Pedro Sánchez quiere pillar cacho como sea y Podemos está por la labor de hacerle de muleta. Lo antes dicho me lleva a pensar dos cosas: que me estoy haciendo mayor por mí mismo –un hecho cierto, para ello basta mirar mi DNI y mi barba, ya casi toda ella blanca- y que algunas circunstancias me están haciendo mayor por sí mismas. O sea, siempre Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”.

                No es la primera vez, y me temo que no será la última, que comento algunos desatinos, parte de ellos de pésimo gusto, muy mal talante y retorcimiento mental superlativo, protagonizados por altos cargos, recién elegidos, del entorno de Podemos; hoy, será ya la segunda, cuando han tomado posesión hace apenas un mes. Si a alguien le aburre que señale con el dedo lo que creo señalable de esta “nueva casta política” que reniega de la vieja, que no siga leyendo. “Aviso gorra”, como decíamos de pequeños cuando jugábamos a la dola en la Concordia y queríamos que se dieran por enterados de algo nuestros compañeros de juegos.

Barcelona ha sido siempre una ciudad catalana, española y europea bandera, referente de modernidad, apertura y modelo de gestión urbana. Cuando los barceloneses no perdían el tiempo –al menos, tanto- en banderías radicales de regionalismos decimonónicos trasnochados, era más cosmopolita que Madrid y tenía menos caspa y salida al mar; o sea, la releche. Pues bien, desde que la antigua lideresa de la Plataforma Antideshaucios, Ada Colau, es su alcaldesa, en Barcelona se van a paralizar las concesiones de licencias de hoteles justificándose esa decisión en que “ya hay muchos en la ciudad y el turismo debe ser menos molesto”. O sea, que la lideresa de la PAH, la primera medida que ha adoptado ha sido la de desahuciar a los hoteles que aún no tengan licencia porque con ella no la van a tener, al tiempo que desahuciar a los parados del sector servicios de la ciudad que podrían encontrar empleo directo, o diferido, gracias a esos hoteles. Y la segunda medida que ha adoptado Ada ha sido la de emplear a su pareja, Adriá Alemany, en el Ayuntamiento barcelonés, de manera indirecta pero descarada, como responsable de relaciones políticas e institucionales de “Barcelona en comú”, el partido con el que Colau concurrió a las elecciones municipales de mayo. Y la tercera, colocar a dedo a la pareja de su número dos, Gerardo Pisarello, que será asesora del área de Vivienda municipal. Y la cuarta, enchufar como “Dircom” –directora de comunicación- a Águeda Bañón, entre cuyos méritos destaca ser una conocida activista post-porno, administradora del blog “Girls who like porn” –lo que traducido del inglés significa “chicas a las que les gusta el porno” que, en catalán “macarrónico”, podría traducirse como “moçetas a las que agrada el calçot”, o sea, la cebolleta-. Entre los méritos de Bañón también destaca el hecho de sentirse muy orgullosa de la foto que corre por las redes sociales en la que se ve a la susodicha meando en plena calle, a pulso, porque ni siquiera se molestó en agacharse para no mojarse las piernas y las bragas durante su micción pública. Por cierto, que a esta señora tan meona la llaman en la blogosfera pro-porn “Miss Bragas”. Aunque sea seguir incidiendo en lo escatológico: ¡Te cagas!

    Cádiz no es ni Madrid, ni Barcelona, ni falta que le hace. La “Tacita de plata” es una preciosa ciudad, “novia del aire y señorita del mar”, como le cantaba José María Pemán, ese mismo mar al que Alberti le robaba caracoles y algas. Esa maravillosa ciudad de Cádiz, que fue la capital de la España libre y liberal durante el tiempo en que los “fanfarrones” franceses la sitiaron para tratar de acallar a los primeros constituyentes españoles, los de “La Pepa” de 1812, tiene ahora un alcalde “podemita”, al que apodan “Kichi”, y que no ha tenido otra ocurrencia que quitar de su despacho un retrato del rey emérito, Juan Carlos I, quien, junto a Adolfo Suárez, hizo posible la concordia entre españoles en la “Transición”, por uno del que fuera alcalde anarquista gaditano en la primera república, Fermín Salvochea. Creo que “Kichi” se ha equivocado, no por poner a Salvochea, sino por quitar a Juan Carlos. Los de la “vieja casta” restaban más que sumaban, los de la nueva, dividen.

Y pongamos que termino hablando de Madrid, ese Madrid “insufrible, pero insustituible” del andaluz Joaquín Sabina; el Madrid “absurdo, brillante y hambriento” del gallego Valle Inclán; el Madrid “provinciano y popular, pero muy querido”, del canario Pérez Galdós; el Madrid que, “cuando se conoce, es la ciudad más española de todas, la más agradable para vivir, la de la gente más simpática, y, un mes con otro, la de mejor clima del mundo”, como dijo el americano Hemingway; ese Madrid, que ahora es el de la exjueza, hoy alcaldesa, Manuela Carmena, no puede permitirse tener concejales entre sus filas que se mofan lo mismo de los judíos que de las víctimas del terrorismo, como Guillermo Zapata, o que asaltan oratorios de la iglesia católica porque sus malas bilis les incitan a la intolerancia y el fanatismo que dicen combatir, como Rita Maestre, o que falsean sus currículums, como ha hecho Marta Higueras, la vicealcaldesa y “mano derecha” de Carmena –puede que sea más apropiado en este caso hablar de “mano izquierda”-, que dice haber sido “jefa de la secretaría del Tribunal de Cuentas”, cuando lo que en realidad fue es secretaria particular de una consejera de IU en este alto tribunal. “No es lo mismo”, como canta Alejandro Sanz.

Si “Miss bragas” se meó en la Gran Vía de Murcia y hoy es Dircom en Barcelona y se ufana de su pis en público, me consta que no muy lejos de aquí, una alcaldesa “podemita”  recién elegida, dijo, también en público, apenas una semana después de acceder al cargo, que “estaba hasta el coño” de que la llamaran y molestaran continuamente cuando fue requerida por un asunto de orden público. Por cierto, ahora no recuerdo exactamente si dijo “coño” o “chocho”, pero de lo que sí estoy seguro es de que “no es esto, no es esto”, como afirmó el pre y siempre tan citado Ortega.

 

 

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