Archive for febrero, 2023

El carnaval de la prensa

La ciudad de Guadalajara tiene el carnaval que se merece. El febrero castellano no da para más ni para mucha mascarada de calle, sólo la justa y por cumplir con el calendario festivo tradicional. Lo mejor de las carnestolendas arriacenses es su anuncio y pregón con las botargas y otros personajes enmascarados de la provincia, reuniéndose en la capital como rompeolas y punto de encuentro de sus propios pueblos y de sus más peculiares y vistosas costumbres. Javier Borobia —que hace ya 14 años que vive al ralentí tras medio siglo de hacerlo a muchas revoluciones para bien de la ciudad—, junto a sus compañeros y amigos de Mascarones, son los principales artífices de que la capital tenga, al menos, un carnaval sobrio, pero digno, y que alcanza su momento álgido cuando principia con la reunión y el encuentro de las botargas, el personaje tradicional más singular y representativo de la provincia.

Javier Borobia anunciando y pregonando el carnaval de Guadalajara

               Tras su prohibición durante el franquismo, los carnavales de la ciudad se recuperaron en el primer mandato (1979-1983) de Javier Irízar como alcalde, el primer primer munícipe arriacense —procede la repetición— elegido democráticamente tras la aprobación de la Constitución de 1978. Pese a que Guadalajara era una de las ciudades de España con mayor porcentaje de voto de centro-derecha, una bufonada protagonizada por el entonces gobernador civil, Fernando Domínguez, y los mandamases provinciales de la extinta e histórica UCD propició que este partido —en ese momento aquí, mayoritario, no, lo siguiente—, ni siquiera pudiera presentarse a las elecciones municipales de 1979, pese a que, de haberlo podido hacer, habría ganado con absoluta claridad, como avalaban todas las encuestas y era público y notorio a nivel de calle. Este fiasco político, más carnavalesco que el mismísimo carnaval, propició que el PSOE se hiciera sorpresivamente con la alcaldía de Guadalajara, gracias al apoyo del PCE. Resultado de aquel “rocambole” más propio de polichinelas que de políticos serios: Una ciudad claramente conservadora, gestionada por una coalición social-comunista que no lo debió hacer tan mal pues la izquierda mantuvo la alcaldía durante 13 años (1979-1992), finalizando ese periplo cuando otra arlequinada política, en este caso de la propia izquierda, por fuertes desavenencias entre Blanca Calvo (entonces IU) y el PSOE, dio paso a un gobierno de centro-derecha que duró 11 años, con José María Bris a la cabeza, un buen alcalde cuya gestión fue refrendada las dos veces que volvió a concurrir detentando el sillón de la alcaldía.

               ¿Y aquel carnaval que recuperó Irízar qué antecedentes tenía en la ciudad? Como nos cuenta con todo detalle Pedro José Pradillo en su última -y, una vez más, extraordinaria- obra publicada, “Las musas en el Henares”, los carnavales arriacenses de finales del siglo XIX y principios del XX los protagonizaban las numerosas sociedades y ateneos surgidos en aquella época de inusitada actividad cultural, especialmente escénica y musical, que vivió la ciudad, pese a tener sólo una séptima parte de población de la que ahora tiene. Esas sociedades y ateneos —de notorios y notables nombres como Ateneo Caracense, Ateneo Científico, Literario y Artístico, Ateneo Instructivo del Obrero, Liceo Artístico, Sociedad Casino o Casino La Peña, entre otros—, además de impulsar acciones culturales y educativas con una filantropía encomiable, organizaban en el tiempo de carnaval bailes de máscaras muy esperados, celebrados y concurridos en sus propios locales, si disponían de ellos, o en salas públicas o salones privados, especialmente en el Teatro Principal, demolido hace 90 años y cuyo solar ocupa el antiguo edificio del Banco de España. Y entre aquellas sociedades que tanto hicieron por los carnavales de Guadalajara de las últimas décadas del XIX y primeras del XX, destacó la Asociación de la Prensa local que, como el Guadiana, nacía y cejaba en su empeño y actividad cada pocos años, pero siempre, especialmente en la década de los años 20, organizaba unos famosos bailes concurso de máscaras en salones primorosamente adornados y engalanados, entre otros artistas plásticos por el padre del afamado pintor alcarreño, Carlos Santiesteban, e impulsados por Francisco Goñi, el excepcional fotógrafo y sobre todo gran fotoperiodista que tanta huella dejó en Guadalajara y cuyo legado, encontrado casualmente en un derribo y recuperado por la Agrupación Fotográfica Alcarreña, está depositado en el Archivo Histórico Provincial y es gestionado por él.

Aunque a veces parezca que la prensa es un carnaval permanente, especialmente en los momentos actuales, hubo otro tiempo en que ella lo organizaba, pero no se enmascaraba.

El grafitero homófobo

Hace ya mucho tiempo que un grafitero que odia al superhéroe murciélago por excelencia, Batman, dejó su homófoba huella en la parte trasera de un edificio que da al antiguo lavadero de la Alaminilla, junto al puentecillo que vierte sus aguas al parque lineal del Barranco y cerca ya de los históricos puente de las Infantas y torreón del Alamín: “Batman maricón”, proclama la pintada que lleva allí puesta unos cuantos años sin que nadie la limpie, ni los vecinos del inmueble pintarrajeado ni los servicios de limpieza municipales. No es, ni mucho menos, la única pintada que hay en la ciudad y lleva ya tanto tiempo hecha que ha pasado a formar parte del paisaje urbano.  Es, sin duda, una de las más curiosas que he visto y más me han llamado la atención por su sorprendente imbecilidad en fondo y forma.

Si se fijan bien en la fotografía que acompaña este artículo, debajo del grafiti, en pequeño, aparece un texto que dice: “Sup Mod”. Entiendo que lo que quiere decir es que esa imprecación a Batman la suscriben los fans de Superman, el héroe de comic y de película también conocido como «El Hombre de Acero», «El Hombre del Mañana» o «El Último Hijo de Krypton». Incluso es llamado «El gran boy scout azul» por el color de su atuendo y por la solidaria filantropía a lo Baden Powell -el fundador de los scouts- con la que comparece allá donde hay alguien a quien salvar o algún malhechor al que poner en su sitio. Es todo un contrasentido que los fans más ultras de Superman sean tan desconsiderados y faltones con Batman. Seguramente, su propio superhéroe, si no fuera porque es hijo de la mente calenturienta de Siegel y de la hábil mano de Shuster, pero no -ilusos- de la kryptonita, hubiera aparecido volando mientras hacían la pintada llamando maricón a Batman para reconvenirles por tan impropio y feo acto e, incluso, para darles un superpapo -la versión super del sopapo-, que bien merecido se lo tenían. No está bien llamar maricón a nadie con ánimo de insulto, como es evidente que lo hay en esta pintada alaminera, pero aún es de peor gusto llamárselo a un superhéroe de ficción como Batman que, si mal no recuerdo de cuando yo moceaba con los comics, más bien era un tanto narcisista y mujeriego. Cuando la farra y la pitanza eran regadas con vino y chanza -¡toma pareado!-, decía a sus amigos un notable poeta de Guadalajara, de cuyo nombre no debo acordarme: “¡No me llaméis “marica”; llamadme “maricón” que suena a bóveda!”. No creo que los faltones fans de Superman hayan caído en que suena a bóveda lo de maricón para llamárselo a Batman, simplemente querían insultarle porque estamos en tiempos  de banderías maximalistas, incluso en el mundo virtual de los superhéroes, lo que ya es de nota. Por cierto, yo creía que Batman, lejos de ser un enemigo de Superman como Lex Luthor, era un aliado de Superman, junto a la Mujer Maravilla, Flash Aquaman, Linterna Verde, Flecha Verde, Cyborg, Gemelos Fantásticos, Shazam, Hombre Halcón, Detective Marciano, Superboy, Supergirl, Jimmy Olsen, Krypto o el Superperro. Algo me he debido perder en el mundo de los superhéroes para que Superman y Batman estén ahora en bandos contrarios. Imagino que también habrá política en ese “supermundo” virtual y ya se sabe que “la política hace extraños compañeros de cama” (como dicen que dijeron Churchill, Groucho Marx y Fraga, tres personajes de difícil compactación) y que la culpa de muchos divorcios la tienen las propias camas… Dejémoslo ahí.

La pintada homófoba del lavadero del Alamín lleva ya tanto allí que le ha dado tiempo a mutar, me explico: cuando la vi por primera vez, hace ya tres o cuatro años porque fue antes de la pandemia, la firmaban los “Superman supporters”, o sea, los aficionados, los forofos, los fans de Superman. Curiosamente, alguien borró esa parte de la pintada y se quedó solo el insulto homófobo a Batman, aunque firmado por ese misterioso “Sup Mod” que yo he interpretado que es una abreviatura de lo de “supporters” o una variante de su apelativo. El caso es que los “supermaners” de Guada o, al menos, uno de ellos que también es grafitero, además de ensuciar paredes en entornos de valor histórico-artístico y social, son unos insultones que, para poner en valor a su héroe, intentan hacer de menos a otro. Y, por cierto, si se fijan de nuevo en la foto, igualmente aparece en una esquina una huella de tela de araña como si los fans de Spiderman también hubieran rondado por allí. ¿Estamos ante una “guerra civil” entre aficionados a los superhéroes? No creo que llegue a tanto la cosa, lo que sí pienso es que, cuando tras las pintadas no hay arte -que lo hay y muy bueno en algunas de ellas, Bansky es el ejemplo proverbial, pero por aquí también tenemos a Rector, Zharsone, Juan Carlos Fernández y otros-, lo que hay es suciedad, mal gusto y hasta vandalismo… y otros ismos que nada tienen que ver con los movimientos literarios y artísticos que siguieron a los “ismos” -modernismo, cubismo, surrealismo…- del primer tercio del siglo XX. Limpien la pintada homófoba del Alamín, por favor, que ese “Batman maricón” ni lo ha pintado un artista ni un poeta ni suena a bóveda.

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