Archive for enero, 2015

De Locomotoro al colesterol catódico

Confieso que pasé mucho tiempo de mi infancia e, incluso, de mi adolescencia delante del televisor porque TVE había comenzado sus emisiones regulares apenas cinco años y un día antes de nacer yo, por lo que la tele y un servidor casi pertenecemos a la misma generación y crecimos juntos. No es que fuera un niño especialmente hogareño y retraído, bien al contrario, me encantaba estar y jugar fuera de casa, especialmente en aquellos años sesenta en que las calles de Guadalajara eran aún más de las personas que de los coches, pero en cuanto tenía oportunidad me ponía delante de nuestro televisor en blanco y negro, marca Telefunken, y no parpadeaba para no perderme un segundo de lo que echaban por la tele, como decía como recurrente latiguillo, no hace mucho, un comentarista de la Fórmula 1, minutos antes de que Fernando Alonso y cía. comenzaran a pisar el acelerador de sus coches en cada Gran Premio.

Aunque ahora, con la TDT, las parabólicas y las televisiones de pago las opciones de sintonización de canales y de programas son casi infinitas, en mis primeros años de vida y en los de la televisión no había más opciones que ver en España que, por supuesto, la española, y además emitiendo en un único canal, en VHF, hasta que en 1966 comenzó a emitir un segundo canal, en UHF. La VHF, o sea, el primer canal –lo que ahora es “La Uno”-, se pudo ver relativamente pronto en casi toda España, sobre todo en las zonas urbanas, gracias a los grandes postes repetidores que se instalaron en lugares estratégicos, como por ejemplo en Trijueque y en Maranchón, por no salir de la provincia. En cambio, la UHF –que ahora es “La Dos”, la de los documentales de animales que todo el mundo dice ver pero que casi nadie ve y la de “Saber y ganar”, ese gran y longevo programa-concurso cultural que presenta Jordi Hurtado, el hombre que, como Fausto y Dorian Gray, parece haber pactado con el diablo para no envejecer- tardó muchos años en poder verse en todo el territorio nacional, exactamente hasta principios de los años 80 en que, con motivo de la celebración en España del Mundial de Fútbol de 1982, el del “Naranjito”, se instalaron repetidores y micro-repetidores masivamente –sólo en Guadalajara, la Diputación instaló más de un centenar en otros tantos pueblos-, para que pudieran verse los partidos de esta competición que se retransmitieron a través de la segunda cadena. Aquella fuerte inversión constituyó luego todo un fiasco pues España fue eliminada muy pronto y el personal, decepcionado, pasó casi olímpicamente del campeonato, que terminó ganando la Italia de Dino Zoff y Paolo Rossi con su aburrido pero efectivo “catenaccio”.

Mis primeros recuerdos de la televisión están ligados a las reparadoras y bien ganadas meriendas que hacía al volver del colegio, a las seis de la tarde –me gustaba mucho el pan tostado con mantequilla y azúcar, aunque no le hacía ascos a un bocadillo de cualquier tipo de embutido, especialmente de salchichón suave, tipo Olot-, en las que entre bocado y bocado me encantaba ver a Los Chiripitifláuticos, aquellos entrañables y divertidos personajes de cuyos nombres aún me acuerdo de carrerilla: El Capitán Tan, Valentina, Locomotoro y el Tío Aquiles. Tampoco parpadeaba viendo Rin-Tin-Tin, la mítica serie de aquél precioso e inteligente perro pastor alemán que acompañaba al cabo Rusty en sus aventuras en el Oeste americano, un espacio y un tiempo muy televisivos, por cierto, y que tenía un extraordinario poder de convocatoria cada vez que se proyectaba una serie –por ejemplo, Bonanza– o una película ambientada en él. Alguna vez, antes de que salieran los famosos “telerines” cantado su mítica cancioncilla/consejo de “Vamos a la cama que hay que descansar, para que mañana podamos madrugar”, permanecía en el cuarto de estar, donde estaba la tele en mi casa, más haciendo que estudiaba que estudiando, y echaba un vistazo a las series dramáticas que se emitían a diario antes del telediario –mi padre le llamaba “el parte”-, de las que recuerdo títulos como “El Conde de Montecristo” o “El Clavo”, producciones muy limitadas de medios comparadas con las actuales, pero siempre ofreciendo unas extraordinarias interpretaciones dramáticas por parte de actores de la talla de Pepe Martín, Pablo Sanz, Jesús Puente, José Bódalo, Lola Herrera, Ana María Vidal o Luisa Sala, entre otros. Cuando mis padres me  perdonaban “el rombo”  que se insertaba en la esquina superior derecha de la pantalla e indicaba que la obra no era “apta” para menores de 14 años –los dos rombos para los mayores de 18 me los perdonaron muy pocas veces-, a pesar de ser todavía niño me gustaba mucho ver el teatro en aquél, al menos para mí, magnífico programa que fue Estudio 1. Gracias a él conocí las mejores obras de la más escogida nómina de autores dramáticos españoles de todos los tiempos, aunque yo tenía especial preferencia por las de Buero Vallejo, por ser familiar y paisano. Antes que en el teatro, vi obras de Buero en la tele como “Hoy es fiesta”, “El concierto de San Ovidio” o “En la ardiente oscuridad”, y recuerdo aún con admiración las excelentes interpretaciones de los personajes de ciego que hacía José María Rodero en estas dos últimas obras.

Según se fue quedando atrás mi niñez y después la adolescencia, al tiempo que la tele también iba creciendo –en unos casos madurando y en otros despitándose-, me fui alejando de ella porque las responsabilidades y el tiempo que debía dedicar a los estudios iban siendo cada vez mayores y, lo que quedaba libre, no quería  regalárselo a las 625 líneas, sino que me lo dejaba casi todo enterito para mis amigos y, por supuesto, para mis primeros amores que, como es fácilmente imaginable, no siempre fueron correspondidos. De estar muy unido de niño a la tele pasé a despegarme cada vez más de ella de joven; incluso, a cuestionarla y hasta criticarla ácidamente, asumiendo casi como propia la letra de aquella canción-protesta de Ángel Parra que en dos de sus estrofas decía:

Con la tele me dan ganas

de comprar rifles y bombas,

de asesinar a un anciano

y nadar en Coca-Cola.

 

Qué apasionante es la tele

con sus videos de amor,

prostitutas que se salvan

al casar con un señor,

treinta años mayor que ellas

y millonario el bribón.

                Pasado el sarampión de la juventud, tanto mía como de la tele, el tiempo nos volvió a reencontrar casi a la fuerza, aunque no a reconciliar y mucho menos a emparejar, porque a mi edad ya no estoy dispuesto a entregarme con pasión a la pequeña pantalla y ella, la verdad, es que pone muy poco de su parte para hacerse realmente atractiva pues la mayor parte de la programación es o se acerca a la telebasura, las series –salvo honrosas excepciones- se hacen como churros y, por tanto, son puro colesterol catódico, o pagas o no ves deporte del bueno, las tertulias políticas ya hartan y la mayor parte de las películas están más vistas que el TBO, la revista española de historietas que dio nombre a los tebeos. O sea que, o nos tapamos la nariz y tragamos con lo que nos echan en la tele, o no nos queda otra opción que ver documentales en La Dos –o, al menos, decir que los vemos- o en los canales temáticos. Bueno, sí tenemos otra opción: apagarla.

 

Botargas en negro o en rojo

Concluido el tiempo de Navidad, el negro de los días laborables se impone por goleada al rojo de los festivos en el calendario. De hecho, hasta el 2 y el 3 de abril, fechas en las que este año caen Jueves y Viernes Santo, no habrá más días festivos que los ordinarios, o sea, los domingos, que siempre vienen de la mano de las jornadas que les preceden, los sábados, que, para quienes no trabajan en ellos, son parejas de baile del día festivo por excelencia, no pudiéndose concebir el uno sin el otro porque los días tienen su propia personalidad al asociarse a su víspera o ser ellos mismos vísperas del que anteceden. Así, pues, para los trabajadores de la llamada “semana inglesa”, que somos mayoría, sábado y domingo son matrimonio festivo de conveniencia, bajo el nombre común de fin de semana, aunque aquél se pinte de negro en el calendario y éste de rojo.

                Pero, si bien las primeras hojas del calendario se pintan de negro más que de rojo, y nuestros ánimos se disfracen de gris por lo poco que sigue a tantos días de mucho, el tiempo de invierno que estamos aún principiando es mucho más festivo de lo que las tintas de imprenta nos transmiten a primera vista. Efectivamente, si hay un momento del año en que se suceden fiestas tradicionales sin solución de continuidad y casi todas ellas con mucho sentido y profundidad, este es el tiempo de invierno y, más aún, el del primer invierno, que es en el que nos encontramos, a pesar de que “para los Reyes, ya lo notan los bueyes”, que es la forma en que el dicho popular nos cuenta que, desde el 21 de diciembre, cuando tiene lugar el solsticio de invierno, los días ya van ganándole un poco de tiempo a la noche, la luz a la oscuridad y el sol a la luna y las estrellas, y así continuará siendo hasta el solsticio de verano, el 21 de junio, en que se invertirá la tendencia.

Desde Epifanía –que significa “manifestación”, fecha en la que se conmemora el conocimiento que el mundo tuvo del nacimiento de Jesús a través de la Adoración de los Reyes- hasta Jueves Santo, ya no habrá más festivos extraordinarios este año, salvo para el sector de la enseñanza, en el que educadores y educandos disfrutarán de un día extra de vacaciones el 30 de enero –“Día de la Enseñanza”- y de dos el 16 y 17 de febrero, que serán dos jornadas “sin actividad docente”, coincidentes con el Carnaval, la fiesta de invierno por excelencia, pero ni mucho menos la única como después veremos.

 Camino del puerto de la Quesera se rodó un famoso anuncio que hizo popular al "tío Jesús" de Majaelrayo en esta taina de pastores junto a la carretera, frente a la que aparece aparcada una Harley Davidson. Foto: Santiago Barra


Camino del puerto de la Quesera se rodó un famoso anuncio que hizo popular al «tío Jesús» de Majaelrayo en esta taina de pastores junto a la carretera, frente a la que aparece aparcada una Harley Davidson. Foto: Santiago Barra

Entre la festividad de Reyes y la Semana Santa hay casi tres meses de calendario que hay que consumir de un tirón, sin festividad extra de por medio, y ese tirón empieza con un puerto de primera, la llamada “cuesta de enero”, casi tan sofocante como el Puerto de la Quesera, ese espectacular pico que, más que separar, une a las provincias de Guadalajara y Segovia, situado a mitad de camino entre Majaelrayo y Riaza, y por el que pasará la Vuelta Ciclista a España en su próxima edición, según se acaba de hacer público recientemente. Excelente noticia es, sin duda, que un evento deportivo de la fama, capacidad de convocatoria y repercusión de la Vuelta discurra por uno de los parajes más bellos y espectaculares de la provincia, como son las serranías de la zona de la Arquitectura Negra, a la que el entrañable “abuelo Jesús”, en aquél ya casi mítico anuncio televisivo de Toyota, contribuyó de manera notoria a poner en el mapa, gracias a su genial, por natural, interpretación de sí mismo, o sea, de un cabrero serrano. Aunque, por lo que voy a decir, algunos me tachen de oportunista y de madridista irredento –esto sí que lo asumo y, además, con orgullo-, efectivamente, añorado Jesús, este año “el Madrid ha vuelto a ser Campeón de Europa” y puede que lo vuelva a ser otra vez más –y ya irían once- antes de que la Vuelta discurra por esos parajes serranos suyos en los que el negro no es el color ni del diario, ni mucho menos del luto, sino todo lo contrario, es la vida misma extraída de las entrañas de la tierra, en forma de lajas de pizarra, para construir hogares en los que guardarse del viento helado y la nieve durante el invierno, que allí hay veces que dura hasta nueve meses, lo que un embarazo, que es la más grande y bella antesala de la vida, como lo son las largas invernadas porque después traen esplendorosas primaveras.

Como decía, este tiempo del invierno recién estrenado es, aunque no lo parezca y no lo remarque en rojo el calendario, festivo como pocos, más aún en esta tierra en la que, desde el mismo día en que principia el año, ya salen en Humanes, Alarilla y Robledillo, al pie de la Muela y en las riberas del Sorbe y el Henares, las primeras botargas, esos singulares personajes de las guadalajaras, enmascarados y ataviados de ropajes multicolores, las más de las veces con cachiporra en mano y haciendo sonar cascabeles y cencerros con sus saltos y requiebros. Una figura tradicional muy nuestra esta de la botarga que Julio Caro Baroja, sobrino de don Pío, estudió y contribuyó a divulgar en su día con sus artículos en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares y la proyección de su documental, titulado “A caza de botargas”, especialmente divulgado a través de aquel eficacísimo recurso de información y, sobre todo, de propaganda que constituyó el NO-DO durante el franquismo. A las botargas campiñeras antedichas, le siguen en orden cronológico otras también campiñeras, serranas o alcarreñas como las de Razbona, Valdenuño Fernández –junto con los danzantes del Niño Perdido-, Mohernando –con “el Bufón”-, Montarrón, Mazuecos, Fuencemillán, Málaga del Fresno, de nuevo Robledillo –esta vez la “Botarga infantil”, tras salir el uno de enero la llamada “de casados”-, Beleña, Arbancón, Retiendas, Albalate, Peñalver, Almiruete –al pie de ese faro-guía que es Ocejón, junto con las coloristas Mascaritas, ya en carnaval- y Tórtola, cuya botarga, recientemente rediviva, sale también en Carnaval. En el camino del olvido –espero que sólo sea temporal y no llegue a la desmemoria- se quedaron otras botargas, como la de San Ildefonso, en Taracena, según nos recordaba Sinforiano García Sanz, el célebre “Sinfo”, ese recordado maestro, sabio de la tierra y librero de antiguo, natural de Robledillo, avecindado en Madrid, que fue quien más trabajó por el conocimiento, recuperación y divulgación de este singular personaje tradicional tan nuestro, y que fue quien puso a Caro Baroja tras su pista. Y, por cierto, también a mi amigo y compañero en estos blogs de GD, José Ramón López de los Mozos, extraordinario etnógrafo y gran “botargófilo”, valga la expresión.

Pero no sólo de botargas vive el calendario festivo de invierno de las guadalajaras pues en la segunda quincena de enero y en la primera de febrero, hasta llegar el Carnaval, se suceden y acumulan fiestas tan señeras como las de San Antón –el patrón de los animales, bendiciéndose éstos en bastantes pueblos-, San Sebastián -especialmente vistosa en Pastrana gracias a la Ronda-, San Vicente -la fiesta de invierno por excelencia en Sigüenza-, San Ildefonso, la Paz –muy celebrada en toda la provincia, singularmente en Mazuecos con la Soldadesca que acompaña a la botarga-, Santa Águeda –patrona de las mujeres, festejada con especial arraigo y brillantez en Cogolludo, Espinosa y Málaga del Fresno, entre otros muchos lugares-, la Candelaria –destacando las Cartas de Candelas en El Casar-, San Blas –patrón de las enfermedades de la garganta y cita ineludible en Albalate, fecha en la que sale su botarga junto con los vistosos Danzantes– y hasta “San Blasillo” y “La Paz chiquita”, que tienen –más bien, tenían- lugar los días inmediatamente siguientes a la celebración de la Virgen y el Santo que les da nombre en diminutivo y que son –eran- su “octava”, pero sin esperar siete días.

Con toda esta “percha de botargas”, como diría mi muy querido hermano y amigo Javier Borobia, y con todas estas otras fiestas de invierno que aparecen en nuestro calendario, da igual que estén tintadas en negro o en rojo en él, sólo se pueden aburrir los que quieran y dejar de aprender los que ya lo saben todo.

Ganar, perder y viceversa en 2015

                Acaba de comenzar 2015 y el champán -más bien el cava-, el turrón, el marisco, el cordero, las compras de Reyes, el espumillón y demás adornos típicos navideños –a los que, últimamente, se han sumado unos muñecotes estrambóticos con las patas más largas que un día sin pan- aún no nos dejan ver con nitidez que este año tiene una doble cita electoral: el 24 de mayo –festividad de María Auxiliadora, por cierto, a quien más de uno se encomendará si quiere seguir en el “machito”, que seguro que quiere- se celebrarán elecciones locales y autonómicas y, en noviembre, si Rajoy no las adelanta o atrasa, habrá elecciones generales. En Cataluña podría ser que, si Artur Mas así lo decide, en vez de doble cita electoral la tengan triple pues es posible que se adelanten las autonómicas catalanas a febrero o marzo, aunque si el molt honorable president de la Generalitat decidiera acabar la legislatura, no tocaría celebrarlas hasta noviembre de 2016. Como es ya casi norma, Cataluña será llamada anticipadamente a las urnas si conviene al llamado “soberanismo”, no si conviene a los catalanes.

Aunque pudiera parecer justo lo contrario, según está el panorama político actual, hacer una previsión de posibles resultados a menos de cinco meses de la cita electoral local y autonómica, la verdad es que se acerca más a un ejercicio adivinatorio puro y duro que a un vaticinio racional, fundamentalmente por el cambio de opciones y la fragmentación del voto que se puede producir en la izquierda y la fuga de votos que puede haber en el centro-derecha. Hace cuatro años, a menos de cinco meses de celebrarse las locales y autonómicas de 2011, estaba muy claro que el PP iba a ganar muchos ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas porque en los electores, especialmente los residentes en áreas urbanas en las que el voto es mucho más crítico y activo que en las rurales, se apreciaban signos evidentes de que se iba a castigar a Zapatero, aunque fuera dando una patada en el culo de muchos candidatos del PSOE. España, entonces, ya llevaba un tiempo sumida en la crisis económica y más que el leonés de las cejas como acentos circunflejos y el “optimismo antropológico” parecía gobernarnos Murphy y su famosa Ley, según la cual siempre empeora todo lo que es empeorable y siempre ocurre lo peor que puede ocurrir.

En enero de 2015, cuatro años después, la crisis económica parece estar controlada, más que superada, y empieza a crearse empleo, aunque inestable y bastante peor remunerado que el que se creaba antes de la crisis. La otra gran consecuencia de esta crisis es el empeoramiento de los servicios públicos por los recortes que se ha visto obligado a hacer el gobierno –otra cosa es cómo, cuándo y dónde- para cuadrar los números que exigía Bruselas si no queríamos ser intervenidos, como lo ha sido Grecia, cuya crisis es de proporciones aún bastante mayores, si la comparamos con la nuestra, lo que ya es decir. Esta nueva situación socio-económica que vive España, bastante mejor que la pasada, sin duda, pero manifiestamente mejorable, va a ser juzgada en mayo y en noviembre y, según las encuestas y el pulso de la calle, parece que puede producirse un vuelco electoral en numerosos ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, pero no otorgando mayorías absolutas o posiciones de preminencia al eterno rival del PP, el PSOE, sino mayorìas relativas a una izquierda en la que ha surgido como un ciclón, al menos pre-electoral, “Podemos”, que tiene sus bases ideológicas en la izquierda comunista y notoria querencia antisistema, pero que se quiere aprovechar de la debilidad actual del PSOE y la falta de despegue de IU para tratar de hacerse con la hegemonía de su espectro político, para liderar o, al menos, condicionar gobiernos.

Sin duda, es toda una novedad que la alternativa al PP no sólo lo sea el PSOE, sino que pueda serlo una opción que está a su izquierda, espacio habitualmente ocupado por IU, cuyo cupo de gobierno e influencia, salvo contadas excepciones, ha sido siempre más bien escaso. No obstante, el hecho de que “Podemos” no vaya a comparecer en la doble cita electoral de mayo con su propia marca, sino que sus militantes y simpatizantes vayan a apoyar opciones ciudadanas de base de izquierdas y gestión asamblearia, pactadas municipio por municipio y comunidad por comunidad, puede suponer que el resultado electoral en mayo de los de Pablo Iglesias no sea el que ellos quisieran y hasta el que podrían llegar a obtener, pero bien es sabido que guardan sus verdaderas fuerzas para las elecciones generales de noviembre en las que aspiran, no sólo a influir decisivamente en un gobierno de coalición con otras fuerzas de izquierda, sino directamente a presidir ese gobierno. Precisamente en el miedo que pueda generar que gane “Podemos” en los electores de centro-derecha que tienen muchas dudas de volver a votar al PP –se calcula entre dos y cuatro millones los electores que están en este caso-, puede radicar el hecho de que el PP obtenga un mejor resultado en las urnas que el que vaticinan a día de hoy las encuestas. Esa es la baza de Arriola y, por ende, de Rajoy.

En lo que respecta a nuestro entorno electoral más próximo, las encuestas que he visto publicadas y las que no, coinciden en que el PP puede ganar todo lo que gobierna actualmente: Ayuntamiento de la capital, Diputación y Junta, pero que también lo puede perder todo. La amplia mayoría absoluta –casi multitud- que el PP tiene en el Ayuntamiento de Guadalajara, va a decrecer, muy probablemente, pero aún puede mantenerla, siempre y cuando encabece la lista Antonio Román y, de aquí a mayo, los suyos no cometen ninguna torpeza mayor o salte algún escándalo de gran desgaste, algo que estimo improbable.

En lo que afecta a la Diputación de Guadalajara, al conformarse su corporación como elección de segundo grado y en función de los resultados habidos en los municipios de los actuales tres partidos judiciales: Guadalajara, Molina y Sigüenza, aún es más difícil vaticinar su posible resultado. A día de hoy parece que va a ser muy complicado que se rompa el empate a dos diputados provinciales que PSOE y PP tienen en el partido judicial de Molina, mientras que los populares aspiran a deshacer el empate a tres diputados del partido judicial de Sigüenza, obteniendo un 4-2 a su favor, algo que tampoco va a ser fácil, pero no imposible. Pero la clave de la Diputación, como casi siempre, va a radicar en el partido judicial de Guadalajara, en el que actualmente PP y PSOE tienen siete diputados provinciales cada uno e IU, uno. Si la tendencia, claramente favorable a la izquierda, ya apuntada en los resultados electorales de las europeas, se confirma en mayo en los municipios del Corredor del Henares, el PP podría perder su mayoría absoluta en la Diputación, tan sólo cuatro años después de recuperarla y tras doce años de gobiernos de izquierda en ella. Eso sí, el PSOE tiene prácticamente imposible gobernar la Corporación Provincial con mayoría absoluta y es probable que también pierda algún diputado provincial en el partido judicial de Guadalajara. En todo caso, si “Podemos”, finalmente, no concurre como marca única a las elecciones locales de 2015 en la provincia, los votos que obtengan las opciones de su entorno político que se están gestando, tipo “Ganemos Guadalajara”, no se sumarían para la Diputación, al ser agrupaciones de electores de municipios distintos, pero no partido único, y podrían condicionar muy mucho el resultado para la administración provincial, incluso beneficiando indirectamente al PP. Que UPYD –aún con poca estructura en Guadalajara y con líos frecuentes en ella, pero opción consolidada como alternativa a PP y PSOE a nivel nacional- o Ciudadanos –que carece aquí de estructura pero es una fuerza emergente y cada vez más atractiva a nivel nacional en el espectro de centro- obtengan diputado provincial en el partido judicial de Guadalajara, también podría ser posible y condicionar el futuro gobierno provincial.

Finalmente, vaticinar, a día de hoy, un resultado electoral para la Junta, se me antoja aún más arriesgado que hacerlo para la capital y la provincia. He visto encuestas de todos los colores y con resultados muy diferentes; en lo único que coinciden casi todas ellas es en que el peor resultado del PP en toda Castilla-La Mancha podría darse en Guadalajara, lo que no dejaría de ser significativo pues es bien sabido que Cospedal le debe la presidencia de la región al resultado habido en la provincia de Guadalajara en mayo de 2011, aunque ella no lo haya querido reconocer, ni por sus palabras –al menos en público-, ni por sus obras. La soberbia, a veces, es la peor de las consejeras.

En todo caso, mis mejores deseos para todos los lectores de GD y sus familias en 2015, especialmente para quienes peor lo hayan pasado en 2014.

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