Archive for junio, 2016

25 años de “Mar Mur”

                Guadalajara acaba de celebrar la XXV edición de su “Maratón de los Cuentos”, una singular y extraordinaria actividad que nació principiando la última década del siglo XX y que ha alcanzado esta efeméride mediando la segunda del XXI. Aquella iniciativa que partiera en 1992 de la directora de la Biblioteca Pública Provincial y entonces también alcaldesa de IU de Guadalajara, Blanca Calvo -que lo sería por poco tiempo más, pues dimitió en julio de ese mismo año-, para tratar de dinamizar la Feria del Libro local, con el paso del tiempo se ha convertido en la actividad cultural probablemente más conocida y reconocida de la ciudad. Como es sabido, el Maratón llegó, incluso, a figurar en el Libro Guinness de los Record cuando en su segunda edición logró superar la marca mundial de tiempo ininterrumpido contándose cuentos públicamente, un hecho que, aunque ahora tenga una importancia solo relativa, entonces supuso todo un acicate para organización, contadores, espectadores, medios de comunicación y opinión pública en general.

                Contrariamente a lo que con tanta frecuencia ha sucedido en esta ciudad, una iniciativa que nació, en cierta medida, de forma coyuntural, con el paso del tiempo, lejos de languidecer e, incluso, morir, ha ido consolidándose de manera progresiva y calando muy hondo en la memoria colectiva de una ciudad como esta que tantas veces ha evidenciado desmemoria. El que el Maratón de los Cuentos haya alcanzado su XXV edición y con el vigor que lo ha hecho, implica que ha crecido y se ha desarrollado a la par que los jóvenes que ahora tienen 25 años de edad, un momento existencial especialmente dulce, en el que el rendimiento físico e intelectual de las personas suele llegar a sus máximos y en el que para alcanzar la excelencia vital sólo se requiere la experiencia que, se quiera o no, el paso del tiempo siempre aporta, aunque algunos crezcan más biológica que biográficamente, por conformismo y falta de inquietudes y de compromiso, graves pecados donde los haya.

Guadalajara ha unido su nombre al de los cuentos, ojalá que para siempre, como los hermanos Grimm lo unieron a Bremen gracias a sus torpes, pero maravillosos músicos, o a Hamelin, por medio de su cautivador flautista, o como  Hans Christian Andersen lo vinculó a Copenhague a través de su Sirenita, o los cuentos de las mil y una noches a Bagdad, esa maravillosa ciudad oriental que hace ya mucho tiempo que no está ya ni para un solo cuento más. Efectivamente, hace tiempo que Guadalajara, de forma natural y sin necesidad de que el marketing ni la publicidad fuercen absolutamente nada, es conocida y puede “venderse” como “ciudad de los cuentos” y no pongo delante el determinativo “la” por respeto a las cuatro ciudades anteriormente citadas y a otras muchas más que podríamos citar y que también están vinculadas, por causas diversas, a la narrativa oral.

Me agrada sobremanera que mi ciudad tenga un barrio entero dedicado a autores, personajes, escritores o narradores de cuentos, eso denota sensibilidad de quienes les pusieron a las calles del SP-03 esos nombres y no seré yo, precisamente, quien vaya en contra del fomento de la sensibilidad y menos en una ciudad como esta que, a veces, demasiadas, ha dado muestras de tener excesivo y duro callo en la piel. Vaya en su descargo que, históricamente, le han llovido palos por todas y desde todas partes, por lo que no le ha sido fácil el “philosophare” cuando tenía muy comprometido el “vivere”… Por cierto, aprovecho la ocasión para decir que, no estaría mal, que en futuras ocasiones en que haya que nominar nuevos barrios de la ciudad, también se tenga la sensibilidad de llevar a nuestro callejero a importantes personalidades de las artes y las ciencias españolas que, a pesar de sus indudables méritos, no están en él. Está muy bien que Saturnino Calleja, que fue un cuentista muy prolífico, tenga una calle dedicada en Guadalajara, como también me parece bien que lo tengan los duendes, las hadas, las sirenas, la luna, la estrella y las princesas, ahora bien, lo que no me parece tan plausible es que aún no les hayamos encontrado un hueco en nuestro callejero a escritores de la talla, por ejemplo, de Lope de Vega, Valle Inclán, Blasco Ibáñez, Pío Baroja, Azorín, Unamuno, Ortega y Gasset, Ramón J. Sender, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Jorge Guillén,… Lo dejo ahí.

Vuelvo al principio: Que el Maratón de Cuentos de Guadalajara haya alcanzado su XXV aniversario con la vitalidad que lo ha hecho es una excelente y extraordinaria noticia que hay que destacar y comentar; pero no para dormirse en los laureles, sino, bien al contrario, para reinventarlo cada año y renovar sus contenidos y recursos, como esta edición, acertadamente, se ha hecho, potenciando su presencia en las redes sociales, ese mundo de la comunicación que nos da vértigo a quienes nacimos para el periodismo en los tiempos en que aún las linotipias eran tecnologías imprescindibles, pero que es el presente y parece que el futuro. Y al futuro no hay que irle con malos cuentos.

Termino homenajeando a dos grandes escritores guadalajareños, el dramaturgo Antonio Buero Vallejo –en el año de su centenario- y a su viejo y buen amigo, el poeta Ramón de Garciasol, que estuvieron presentes en la inauguración del primer Maratón de los Cuentos alcarreño, en 1992, dándole así su aliento cuando a ellos ya no les sobraba. Ambos hace ya tiempo que no están entre nosotros, pero los literatos, como los viejos rockeros, nunca mueren porque siguen vivos a través de su literatura. Y de su ingenio, como el que demostraron desde bien jóvenes cuando, compartiendo aula en el viejo Brianda, jugaban a ser el “mur (ratón) de Guadalajara” –el ratón de villa, rol que asumía Buero, nacido en la capital- y el “mur de Mohernando” –el ratón de aldea, el rol de Garciasol, natural de Humanes-, dos personajes secundarios del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita. Me consuela el hecho de que los tres estén en nuestro callejero; ahora también espero que no sólo sean para muchos los nombres que tienen unas calles de la ciudad.

Las otras guadalajaras

                Como es sabido, hace ya años que se constituyó en la comarca de Molina de Aragón una asociación cívica que tiene por nombre “La otra Guadalajara” y cuyo fin primordial es reivindicar políticas y actuaciones de las administraciones públicas para sacar a la comarca molinesa de la postración y la falta de desarrollo social y económico que lleva acusando largo tiempo, siglos, diría yo, aunque en las últimas décadas su regresión, especialmente la demográfica, haya llegado ya a cotas verdaderamente alarmantes. Si bien no siempre he compartido las formas y los medios con que se ha producido “La otra Guadalajara” e, incluso, algunas veces me ha parecido ver detrás de sus actuaciones más política partidista que de comarca, sigo identificándome con sus fines porque la tierra molinesa, en la que nació mi abuelo paterno y, por tanto, en la que tengo fuertes raíces, lejos de progresar, continúa en regresión, y si ésta, a veces, parece ralentizarse, es porque no se puede desangrar con mayor celeridad lo que ya está casi exangüe.

Todo el mundo entiende, perfectamente, que a Molina se le llame “la otra Guadalajara” porque, efectivamente, es la más distante, no sólo físicamente, del entorno de la capital y el Corredor del Henares, donde sí crece la población y hay actividad económica, aunque aquélla haya llegado, en gran medida, de aluvión y durante el “boom” del ladrillo, ahora en grave crisis, y a veces ésta vaya a trompicones. Pero, lamentablemente, no sólo Molina es “la otra Guadalajara”, sino que hay “otras Guadalajaras”: las Serranías y aún gran parte de la comarca de la Alcarria presentan síntomas de regresión demográfica y socio-económica similares a los de Molina y necesitan políticas activas de desarrollo rural bastante más eficaces que las hasta ahora puestas en marcha, que han sido escasas en forma y cuantía, y muy limitadas en fondo y objetivos.

Abordar en profundidad los ya endémicos males que aquejan a nuestro medio rural y proponer soluciones asdecuadas para combatirlos no están ni en mi capacidad ni en el espacio del que dispongo en este post, aunque, simplemente, dejar constancia de que es un problema que sigue estando ahí entiendo que ya es aportar algo disonante con la publicidad y la propaganda políticas que, con tanta frecuencia, pretenden vender acciones para el medio rural como si fueran el “bálsamo de Fierabrás” –a esta región le quitas a Don Quijote y se queda como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando- que, las más de las veces, no pasan de episódicas y coyunturales.

Lo que sí me da tiempo a tratar, aunque sea de forma muy limitada, es un hecho que, precisamente, me comentó el presidente de la Diputación Provincial y Alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre, el pasado viernes, en el bello patio neo-mudéjar del palacio provincial, en el acto institucional de celebración de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, patrón de la Diputación: aunque este año, en razón de la oportunidad que supone la conmemoración del centenario del nacimiento de Cela, se esté trabajando muy especialmente en torno a su libro “Viaje a la Alcarria”, hay que ponerse a trabajar en la misma línea con el resto de comarcas de la provincia. Por lo que me dijo, intuyo que Latre tiene muy claro que en Guadalajara tenemos “otras Guadalajaras” que pueden y deben promocionarse, de igual o parecido modo a como se está haciendo este año con la Alcarria, lo que sin duda repercutirá en el turismo, un sector que no es la panacea para todos los males de nuestro medio rural, pero que, sin duda, es una eficaz aspirina para el dolor de cabeza y un aliviador antiácido para el de estómago. Eso sí, para otros males mayores de nuestra provincia, harán falta otros remedios más complejos que un simple comprimido.

Me parece muy acertada la reflexión que me hizo Latre a la sombra del ladrillo mudejarizante de Marañón y Aspiunza, los arquitectos del palacio provincial en la penúltima década del XIX, y cuyo proyecto ganó el concurso nacional que se convocó para diseñarlo y construirlo, presentándose a él con un lema realmente significativo: “Con trabajo y economía se enriquecen los pueblos”. Al hilo de la apuesta del presidente de la Diputación por promocionar, no sólo la Alcarria, sino el resto de la provincia, o sea “las otras Guadalajaras”, gracias al turismo cultural, se me ocurre pensar que, al contrario que el coronel de García Márquez, éstas sí han tenido quienes les escriban: El autor anónimo del Poema de Mio Cid a las Serranías, la Campiña, la Alcarria y Molina –o sea, al norte, el este y aún parte del centro y el oeste de la provincia-, el Arcipreste de Hita a la Campiña, la Alcarria y las Serranías en el “Libro de Buen Amor”, Ortega y Gasset a las Serranías en “El Espectador  (Notas de andar y ver)”, José Luis Sampedro al Ato Tajo en “El río que nos lleva”, Ramón Hernández a la capital en “El ayer perdido”, Andrés Berlanga a la tierra molinesa en “La Gaznápira,… entre una larga e importante nómina de autores y de obras. Además, lo que no está escrito, está por escribir.

Con trabajo, economía… e inteligencia, se enriquecen los pueblos, aunque sea poco a poco, como las gentes, a las que, según Cela en su “Nuevo viaje a la Alcarria”, ya les va dando la gana venir a esta tierra guadalajareña, a la que antes no le daba la gana venir a nadie. Hasta que a él sí le dio. ¡En buena hora!

Ir a la barra de herramientas