Archive for diciembre, 2022

Mi álamo caminero y navideño

Los árboles por excelencia de la Navidad son los pinos y los abetos porque es costumbre en muchas casas llevarlos por estas fechas, artificiales o naturales –en este caso cometiéndose un crimen sin castigo pues pocos de ellos sobreviven al impacto del cambio de entorno y especialmente de la calefacción- para adornarlos y, junto al tradicional belén, conformar un paisaje de hogar navideño en el que brillan y destellan bolas y espumillón multicolores. Últimamente, a nuestra estética tradicional del tiempo de Navidad, como a tantas otras cosas, se le están uniendo renos, elfos, gnomos, duendes y otras figuras boreales más propias del entorno del Atlántico Norte y el Báltico que del Mediterráneo, pero es que por aquí nos hemos vuelto muy facilones y lo nuestro cada vez nos parece más demodé y lo de otros absolutamente chic. Así, Papá Noël, el personaje escandinavo que los americanos adoptaron para sí y muchos de los demás como el padre de la Navidad, hasta ya tiene su desfile oficial en Guadalajara, esta ciudad que tantas veces se acuesta despersonalizada y aún alguna más se levanta anodina, que lo mismo le da ocho que ochenta o Papá que Mamá Noël, quien no tardará en llegar a lomos de la perspectiva de género. Entre tanta competencia y con tanta antipatía monárquica que se está fomentando, incluso con el dinero de todos y contra el pensamiento de una clara mayoría –hasta las encuestas trampantojo de Tezanos así lo reflejan-, los Reyes Magos lo van a tener cada vez más difícil porque los reyes son cosas de fachas –todo lo que queda a la derecha de la izquierda últimamente es así calificado- y los magos, de ilusos. Bueno, bien pensado, puede que lo de los magos sobreviva sin los reyes, ya se buscarían formulas, porque algunos viven muy bien a costa de tanto iluso… Dejo la ironía ahí para no agriarle la lombarda a nadie, aunque me da que también esta col tan de este tiempo está de capa caída en nuestras mesas festivas y no tardando hasta formará parte de los arcaísmos gastronómicos porque tampoco es chic y, además, tarda mucho en cocerse y deja un rastro oloroso que no es propio de las finas pituitarias de hoy en día. Resulta curioso que nos tapemos la nariz cuando olemos a lombarda cocida y nos hayamos acostumbrado a votar sin hacerlo…Es mi última concesión en este post a la acidez porque estamos entre pascuas, o sea, entre pasos: el de la Nochebuena a la Navidad, el de la Nochevieja a Año Nuevo y el de la Epifanía, la Noche de Reyes, la gran velada de la ilusión y que pervivirá mientras siga habiendo niños a los que sus padres les hablen de ellos y los esperen juntos.

Chopo del bosque de ribera del Henares

Porque está mejor donde está y porque su porte y edad, además de la ley, el sentido común y la biología no permiten que me lo traiga a casa, este año he adoptado un viejo chopo o álamo, un añoso populus alba de la ribera del Henares a su paso por Guadalajara, como mi particular y onírico, pese a ser muy real, árbol de Navidad. Es un magnífico ejemplar que pueden contemplar en la foto que acompaña esta entrada y cuyo tronco es trino, como las personas de la Santísima Trinidad y como los Reyes Magos. El tres es un número mágico, cabal y pragmático pues al menos con tres puntos no alineados ya se puede construir un plano y, entre otras muchas cosas en geometría y álgebra, es un número primo gemelo del cinco. No debemos olvidar la regla de tres, que tantas proporciones y porcentajes nos ayuda a resolver sin necesidad de calculadora y cabe recordar también que tres eran tres las hijas de Elena…Y ninguna era buena. Mi chopo del Henares se me antoja una mano a la que le faltan los dedos meñique y pulgar que busca el cielo y con el escorzo de sus tres troncos parece querer encajarse en él como una bombilla a un casquillo. El recién pasado otoño, que quiso despedirse remolón con la lluvia que nos negó en octubre y noviembre, dejó un manto de hojas secas dentado-angulosas a sus pies que parece un promontorio al que el álamo ha querido subirse para ser aún más alto. Al ser un ejemplar de ribera que forma parte del bosque de galería del Henares y no ser un árbol callejero ahogado en su alcorque ni sombrero de parque, se ha librado de las podas de hacha y solo se le han caído las ramas que le han talado el agua y el viento a lo largo del tiempo. A mi álamo, a mi chopo de Navidad del Henares ya ajado por los años y que tiene sus propios chupones por bolas y espumillón, le rondan a diario una pareja de mirlos que caminan a saltitos por el sotobosque en busca de insectos y semillas, y se le posa un carbonero garrapinos que acaba de llegar a pasar aquí la invernada. Su inconfundible y melódico canto -“tsitiú-tsitiú-tsitiú”- se mezclará con el gorjeo aflautado de los mirlos a poco que la invernada afloje, como lo está haciendo en estos primeros días en que los almendros y los prunos quieren ya florecer, confundidos por el amable tempero. Que no se dejen engañar porque en cualquier momento puede volver una Filomena a nuestro pesar o, simplemente, un invierno castellano de los de verdad y que a veces se alargan hasta bien entrada la primavera. Mientras llega ese tiempo, que también es el de la poesía, recuerdo a Concha Espina con estos versos dedicados a un álamo que yo quiero que sea el mío que he elegido como árbol de Navidad y que comparto con el Henares, el río más de barro que de piedras:
“Álamo caminero
con lazo de primera comunión;
gigante niño bueno
en la procesión
interminable del sendero […]”

¿Por qué doblan las campanas?

Los últimos diez días han sido grandes para Marruecos, no solo porque su selección nacional de fútbol haya eliminado en el Mundial de Qatar, contra pronóstico, a selecciones a priori -solo a priori- más potentes que la suya, como es el caso de Bélgica, España y Portugal, provocando una sonora celebración por el medio mundo en que hay migrantes magrebíes, también fue sonada -nunca mejor dicho- porque el último día de noviembre de 2022 se celebró en Rabat la Reunión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en el que se aprobó que la candidatura presentada por España, en nombre y representación de todos los campaneros españoles, haya sido inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Aunque es una lista abierta a la futura incorporación de otros campaneros, la relación aprobada por este organismo de la ONU, creado en 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones, fue promovida e impulsada por Hispania Nostra, “Campaners d’Albaida”, y el Museo Internacional del Toque Manual de Campanas, “MitMac”, y en ella se integraban 30 campaneros y sus respectivas localidades, entre ellas Alustante. Con esta resonante y estruendosa declaración llegada desde el reino alauita, son ya 18 los bienes inmateriales españoles declarados “Patrimonio de la Humanidad”, entre ellos el Misterio de Elche, la Patum de Berga, el Silbo gomero, el Flamenco, los Castells, la Dieta Mediterránea o las Tamborradas. Repasada esta relación, parece que la UNESCO tiene el oído fino y está por apoyar la cultura acústica, cuanto más vibrante y canora, mejor. No es esta la primera ocasión en que la provincia de Guadalajara se incorpora a un listado de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO pues ya en 2017, junto con otros de España y Europa, el Hayedo de Tejera Negra -uno de los más meridionales del continente, si no el que más- fue declarado bien natural Patrimonio de la Humanidad como extensión de los Hayedos primarios de los Cárpatos y otras regiones europeas. Y, como es sabido, a principios de 2021, el “Paisaje Dulce y Salado de Sigüenza y Atienza” entró en la lista indicativa, paso previo para que un bien, en este caso mixto -cultural y natural-, pueda obtener la declaración de Patrimonio de la Humanidad, algo en lo que se está trabajando en buena línea, especialmente desde la Ciudad del Doncel, pero que no será fácil lograr pues son muchos los llamados -otros 30 bienes españoles están en este listado- y pocos los elegidos. También cabe recordar que el palacio del Infantado fue postulado por el ayuntamiento de Guadalajara, hace ya una veintena de años, para obtener esta declaración de la UNESCO, pero no llegó siquiera a entrar en la lista indicativa por varias razones: la primera, porque este organismo cada vez es más receloso de otorgar declaraciones a monumentos aislados de Francia, Italia y España, pues los más destacados y de referencia de estos tres países ya la tienen; la segunda, porque el Infantado es un gran palacio tardo-gótico, pero muy intervenido a nivel de restauración dada su notoria destrucción material durante la Guerra Civil, perdiéndose con las bombas incendiarias gran parte de sus tesoros muebles e inmuebles más valiosos; y, tercera, porque la Junta no estuvo por la labor y, sin el apoyo de la administración regional, difícil es llevar a cabo este o cualquier proyecto. La Junta le debe mucho a Guadalajara, especialmente en materia patrimonial, y la lista se sigue engrosando. No me extraña que, por esta causa, algunos hace tiempo que se refieran a ella como Junta de Calamidades, en vez de Comunidades…

Vista parcial del campanario de la iglesia de la Asunción en Alustante

                Al tiempo que los toques de campanas, incluido el de Alustante, la UNESCO ha declarado también Patrimonio inmaterial de la Humanidad el proyecto denominado ‘Timber Rafting, transporte fluvial de madera’, liderado por Polonia y en el que España ha participado representada por cinco comunidades autónomas (Aragón, Cataluña, Castilla-La Mancha, Navarra y Valencia). Los gancheros del Alto Tajo que José Luis Sampedro inmortalizara en su conocida novela, “El río que nos lleva”, son también la aportación de la provincia de Guadalajara a esta singular y tradicional forma de transporte de madera, ya en desuso, aprovechando los cursos fluviales. Logística sostenible, aventura y cultura popular se daban la mano en las maderadas y los hombres que el Tajo llevaba.

                Volviendo al principio, cabe felicitar a Alustante, y muy especialmente a su empecinado -en el mejor sentido de la palabra- campanero, Diego Sanz Martínez, gracias a cuya impagable labor este pueblo molinés no ha perdido la cultura del toque de campanas y se ha integrado con todos los honores en el listado de 30 poblaciones cuya tradición campanera acaba de declarar la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, entre los goles de En-Nesyri y las paradas de Bono, dos marroquíes sevillistas, al igual que las campanas de Utrera son sevillanas y que, junto con las valencianas de Albaida, forman parte muy destacada de esa importante declaración. Dieciséis son los toques tradicionales de campana que se preservan en Alustante, con repiques que van desde los 27 segundos de duración -los que llaman a confesión en la iglesia de la Asunción o a misa en la ermita del Pilar- a los 2 minutos y siete segundos que dura el bandeo. Otros toques son el que llama a los escolares a clase, el toque de gloria, los de clamores -distinguiéndose si el difunto es adulto o niño, este último un toque de nervioso y profundo duelo que se puede oír en este enlace, a concejo -reunión comunitaria-, rebato -cuando alguien se ha perdido- o a tintilinublo -cuando amenaza tormenta y para ahuyentarla-, entre otros. Como verán, las campanas de Alustante -que son cuatro y cada una tiene un nombre de Virgen o de santo, como es tradición en muchos lugares- no solo tocan por lo religioso, sino también por lo civil. El toque de campanas es una forma comunitaria de comunicarse una población que, durante siglos -la tradición se remonta a la edad media y en el caso de Alustante están datados ya los toques a principios de la moderna-, ha sido la más eficaz y singular; por ello, la UNESCO, con buen criterio, ha decidido hacerla doblar y revolar con su declaración protectora.

                Termino ya con una inteligente y curiosa reflexión del campanero de Alustante, un hombre activo y culto, de mediana edad y que ha decidido luchar por su pueblo y su tierra desde allí mismo, haciendo doblar las campanas más a vida que a muerto, como doblaban las de la novela de Hemingway. Diego Sanz declaraba a los medios de comunicación nacionales interesados por la decisión de la UNESCO que en Alustante -y en este mismo caso están gran parte de la Guadalajara y la España rural- “con tres ridículos megas, no reales, de velocidad de navegación y sin cobertura de las plataformas telefónicas, excepto Movistar, no podemos sobrevivir”. Suena a diario a tintilinublo en la España que ahora llaman vaciada y cada vez más a clamores. 

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