Archive for enero, 2018

El bable, babel y la Mingaña

Mi capacidad de asombro, y estoy seguro que la de una gran mayoría de los españoles, hace tiempo que se viene hinchando como un globo cuando lo soplas con fuerza y tienes buenos pulmones. Gran parte de mi estupefacción progresiva la está incrementando el “prusés” independentista catalán que, cada día, nos pone, junto a la taza del desayuno, cual tostada, una nueva noticia, que hace vieja a la anterior, aunque ésta apenas tenga unas horas de actualidad, y que cada vez es más retorcida y rocambolesca. Entre tanto atracón de barretinas caladas hasta la cejas, “calçotadas” achicharradas en la parrilla, sardanas a tutiplén, “castellers” más altos que la luna, “caganers” con retortijones, monas no solo de pascua y demás “estelas” que cada día se van sumando a las “esteladas”, uno de estos últimos días me desayuné con una noticia que no tiene que ver directamente con el proceso independentista que la mitad de Cataluña quiere imponer a la otra mitad, al precio que sea, pero sí indirectamente pues pudiera tratarse ahora de polvos que podrían acabar siendo lodos en el futuro: el intento de que el bable -también llamada “llingua” o “asturianu”- sea lengua cooficial en Asturias. En ese intento de hacer el bable lengua cooficial –“proyectu” lo llaman ellos- están, de momento, Podemos, Izquierda Unida y Foro Asturias, además de un amplio sector del PSOE, si bien este partido ha decidido posponer su postura definitiva hasta la próxima legislatura autonómica y llevar ese postulado en su programa electoral. PP y Ciudadanos se oponen.

Nada tengo contra el bable, bien al contrario, pues mi segunda residencia y una parte de mi corazón están en Comillas, la zona occidental de Cantabria que limita con la oriental deAsturias y allí se oyen con frecuencia frases y voces en bable, con su inconfundible acento, que ya me son familiares y hasta entrañables. En la costa occidental de Cantabria se solapan un muy bien hablado castellano, con muchas palabras “santanderizadas” con el sufijo “uco” tan típico de la zona -a ese habla allí le llaman montañés o “cántabru”- y el bable asturiano, que se cuela en Cantabria por los impresionantes desfiladeros del Deva-Cares que socaba los altísimos y quebrados Picos de Europa formando unos parajes espectaculares, a cual más bello.

El bable, según define la mismísima RAE, es la variedad actual del asturleonés que se habla en Asturias; pero, como ocurría con el euskera hasta que lo unificaron con el llamado “batúa”, el bable tiene muchos dialectos y variantes, casi tantos como valles hay en Asturias y el norte de León, que no son pocos precisamente, incluso uno de ellos está en Babia. Del asturleonés, o bable, se pueden diferenciar claramente tres zonas distintas: la occidental, la central y la oriental. En la occidental, hay hasta nueve sub-zonas en las que esta lengua se habla de manera diferenciada entre ellas; en la central, tres, y en la oriental, una. Y, como ya hemos dicho, no es una lengua exclusiva de Asturias, sino que es tramontana y también se habla en el norte de León, el oeste de Cantabria e, incluso, el noreste de Galicia, si bien allí ya el gallego se impone con fuerza e, incluso, penetra en parte del occidente asturiano.

Como decía, nada tengo contra el bable e, incluso, no me es extraño, ni parte de su vocabulario ni su típico acento que lleva a acabar casi todas las voces en una “u” alargada; ahora bien, de ahí a tratar de elevarlo a rango de lengua cooficial, me parece un craso error pues, además del carísimo coste económico que ese hecho conllevaría -se estima en una amplia horquilla de entre 20 y 70 millones de euros, según las fuentes-, estoy seguro que terminaría sirviendo para que algún nacionalista ahora durmiente o relajado haga de él bandera soberanista. Entiendo que con la protección que actualmente tiene el bable a través de la ley para su uso y promoción, aprobada por el parlamento asturiano en 1998, ya es más que suficiente para garantizar su pervivencia como un elemento cultural y sociológico singular. En cambio, elevar este habla zonal a lengua cooficial, además de obligar a unificar la gramática, el léxico y hasta la fonética -ámbito en el que el bable tiene mucha personalidad- de sus muchas variantes y, por ende, a artificiarlo, abriría la puerta a quienes gustan de hacer fronteras de las señas de identidad. Y ya sabemos cómo acaban estas cosas cuando dejan de ser polvos y se convierten en lodos.

Sí al bable, pero no a una nueva torre de babel en la que del caos y la confusión saquen partido los filibusteros del XXI, que no dejan de ser piratas, aunque no lleven parche en el ojo ni patas de palo. Parece mentira que siglo y medio después de que, incluso, hubiera importantes intentos de crear un idioma universal -entre ellos el Esperanto y el Volapük, cuya academia española tuvo su sede, precisamente, en Guadalajara-, algunos sigan empeñados en hacer de los idiomas y las hablas locales mojones de separación y frontera, cuando las lenguas, precisamente, deben servir para facilitar el entendimiento y la comunicación de las personas y no justamente lo contrario.

A este paso, no me extrañaría que la Mingaña, ese argot o jerga que utilizaban, fundamentalmente, los esquiladores, tratantes de ganado, comerciantes, mercaderes e, incluso, músicos de la zona norte del Señorío de Molina (sobre todo de Milmarcos, Maranchón y Fuentelsaz) para comunicarse entre ellos con privacidad -parece que el origen del nombre está en “me engaña”-, termine convirtiéndose en lengua cooficial en Castilla-La Mancha, esa región tan artificial como la propia Mingaña. Por cierto, en esta curiosa habla molinesa, Asturias se dice “orejas”. Espero que los asturianos no hagan el ídem con el bable. “El que en dona el temporil”, o sea, el reloj en Mingaña, pondrá las cosas en su sitio.

Mi tricolor

Enero es un tiempo en Guadalajara en el que el invierno más profundo es propicio a helar cuerpos, pero no ánimos, pues tradicionalmente ha traído a esta tierra uno de los ciclos festivos más añosos, intensos y singulares, el de las botargas. Invierno aquí, pues, no es sinónimo de resaca ni de vísperas, sino de fiesta misma, a pesar de que acabemos de vivir y superar ese tiempo festivo superlativo, extenso y sin tregua que es la Navidad, tras la que queda una cierta sensación de hartazgo de casi todo y parece que apetecen más la calma y la rutina que volver a imbuirse en el jaleo, sin haber terminado prácticamente de estar imbuidos en él.

Enero, este año, ha querido venir con agua en forma de nieve, ya en dos temporales, a pesar de haber consumido solo su mitad. La nieve en el primer mes del año no era noticia en esta tierra, más bien su falta, pero hace ya tiempo que cambiaron las tornas y que no solo es noticia en la información meteorológica, sino de primera página y con alardes tipográficos. No sé si tienen razón quienes alertan e, incluso, alarman con insistencia del cambio climático -intuyo que en gran parte sí- o los escépticos que lo cuestionan alegando que apenas unas decenas de años, como los que han transcurrido en esta etapa de notorio cambio en los meteoros que estamos viviendo, es apenas un micro-ciclo para aventurarse a hablar ya de alteraciones climáticas sistémicas drásticas; lo que es incuestionable es que algo está cambiando y sus consecuencias para el medio ambiente y el género humano pueden ser dramáticas si no modificamos comportamientos en nuestra relación con la conservación del Planeta. Dicho quede sin extremismo y desde la moderación preocupada y concienciada.

Que enero era tiempo de nieves en esta tierra, y a veces muy intensas, lo he vivido personalmente, no me lo han contado, como he tenido que hacer yo con mis hijas y ya no son niñas precisamente. Recuerdo, aunque sea como una fotografía en blanco y negro, puede que incluso en sepia, una nevada que cayó en Taracena cuando pasaba allí en familia una de mis primeras navidades en la que hubo que abrir con palas sendas entre la nieve para poder bajar al horno a por pan. En la propia Guadalajara, guardo en la retina nieves postreras, ya avanzado marzo, que cubrían de blanco la Concordia y despistaban hasta a los mirlos que, unos días antes, creían haber ganado ya la primavera. Aquellas nevadas tardías en el parque de los parques tenían su propia bandera tricolor: el intenso amarillo del pico de los mirlos machos que contrastaba con el negro de su plumaje y el blanco brillante de la nieve de primavera. En estos tiempos de banderías en los que abunda tanto filibustero disfrazado de patriota con barretina, chapela, gaita o lo que se tercie me pido ser el abanderado de la tricolor -amarilla, negra y blanca- de las Concordias nevadas. Y como escudo, por supuesto, un mirlo.

   El agua, tras un verano y un otoño más secos que un camión de orejones y uvas pasas, ha llegado por fin en forma de nieve nada más principiar el invierno. Lo habitual es que la lluvia viniera en otoño, de ahí que el año hidrológico se inicie siempre el primero de octubre, pero al otoño pasado se le ha olvidado llover. Sin caer una gota de agua, se inició con un tempero apacible que pareció alargar hasta noviembre el veranillo de San Miguel, el tiempo del cálido pero suave sol del membrillo, como el título de la película de Víctor Erice inspirada en el cuadro del maestro del hiperrealismo que es Antonio López. Pero esto es Castilla, que además de “fazer” a los “homes” pero también “gastarlos” -como dijo Alonso Fernández Coronel, señor de Montalbán y Bolaños de Campos, y alguacil mayor de Sevilla, que está enterrado en la iglesia de Santiago, de Guadalajara, pues su tía fue la fundadora del desaparecido convento de Santa Clara, de la que este templo era capilla conventual-, tras un sol abrasador es capaz de avenirse con un frío helador; así las cosas, tras una primera mitad del otoño seca y cálida, se avino una secunda también seca pero realmente fría, hasta el extremo de superarse en Cantalojas los 11 grados bajo cero a finales de noviembre. El frío-frío llegó para quedarse avanzado el otoño al municipio cabecera del Hayedo de Tejera Negra pues poco después del día de Reyes, ya principiado el invierno, el termómetro volvió a bajar allí hasta los 20,8 grados bajo cero, que se dice pronto.

Con este helador dato, Cantalojas se ha acercado hasta casi igualar los 22 grados bajo cero que Teruel dio en enero de 1945, aunque aún dista de los – 28 a los que llegó el termómetro en Molina de Aragón, también en enero, pero de 1952, y a los 30 bajo cero que se alcanzaron en Calamocha (Teruel) el 17 de diciembre de 1963. Como en la famosa novela de John Le Carré, la noticia surgió del frío mediado diciembre pasado cuando en la plaza de Calamocha se inauguró un monumento a lo que algunos han llamado el “Triángulo de hielo” -concretamente Vicente Aupí, en su libro homónimo en el que realiza un estudio climático del polo del frío español- y que consiste, precisamente, en un triángulo que recoge en sus vértices las temperaturas mínimas de Calamocha, Teruel y Molina de Aragón a las que he hecho referencia.

Y ya que estamos en la Alcarria y hablando de frío me ha venido al recuerdo este precioso verso de la canción de amor número dos de Amancio Prada:

“Yo que tiritaba de frío, mojado por todas las lluvias de todos los pobres y de todos los mendigos; y tú, volcán de miel”.

 

 

 

 

 

 

 

Page desayuna mantequillas y pan tierno

Como alumno aventajado de José Bono que fue y “hereu” –heredero en catalán, que yo ya lo voy hablando en la intimidad por si acaso- político suyo, Emiliano García Page practica cada vez con más empeño ese principio del pragmatismo político que es no dar una puntada sin hilo, un principio transversal que supera y desborda ideologías y que se acomoda al criterio de que lo que hay que hacer –y, sobre todo, decir- es lo que funciona.

Las últimas muestras de “bonismo” y pragmatismo político que nos ha dejado Page han llegado cuando a 2017 ya le quedaban pocas barbas que pelar y han tenido por sede los dos municipios de la región que mayor número de visitas turísticas concitan: Toledo y Sigüenza. Como después veremos, hasta los marcos en los que el presidente regional hace política no son elegidos al azar –al aliguí, como decimos en Guadalajara-, sino que son escogidos a conciencia y con ellos ya da la primera puntada para coser su objetivo político. Con hilo, por supuesto.

    Hace unos días, en el Palacio de Fuensalida, sede de la presidencia regional, como viene siendo costumbre desde tiempos de Bono, Page volvió a reunir en un “desayuno de trabajo” –eufemismo de rueda de prensa acompañada de café y bollos- a los directores de los medios de comunicación regionales para hacer balance de 2017 y, especialmente, para trazar algunas de las líneas maestras de su estrategia política para 2018. Page, en este encuentro con los periodistas que, por su característica casi multitudinaria, tiene más formato de mitin que de verdadera rueda de prensa, se mostró muy cerca de la euforia pues, por fin, ha podido aprobar el presupuesto regional gracias a su pacto de gobierno con Podemos, despejándosele así el futuro de la acción gubernamental, especialmente la inversora, cuando solo queda un año y medio para las próximas elecciones autonómicas y locales; o sea, “na”.

El pragmatismo político que tanto practica Page queda en notoria evidencia en el hecho de que, a pesar de que él mantiene un nítido discurso constitucionalista y españolista, no le sonroja lo más mínimo tener en la Junta un vicepresidente segundo podemita, José García Molina, que hasta se entrevistó con el entonces vicepresidente de la Generalitat, el republicano e independentista Oriol Junqueras, en vísperas del 1-O para mostrarle su apoyo en el referéndum ilegal catalán. Page no puede esgrimir que García Molina fue a Barcelona a hacer el juego a los separatistas solo a título particular y de partido, porque la Generalitat publicitó ese encuentro todo lo que pudo como si de institucional se tratara y no trató ni nombró a Molina como secretario general de Podemos en Castilla-La Mancha, sino como vicepresidente segundo de la Junta. Emiliano, más a la gallega que a la manchega, se desmarcó, pero sin hacer herida, de García Molina, y en vez de romper su reciente pacto de gobierno por superar una “línea roja” tan notoria como fue llevar su cargo en la Junta para hacer el “rendez vous” a Junqueras y Puigdemont, siguió negociando con él cargos, asesores liberados, “puertas giratorias”, áreas de gobierno reservadas… y el presupuesto regional. Como Luis de Góngora en su conocido “Ándeme yo caliente”, Page, al más puro estilo Bono, debió pensar:

Traten otros del gobierno
Del mundo y sus monarquías,
Mientras gobiernan mis días
Mantequillas y pan tierno,
Y las mañanas de invierno
Naranjada y aguardiente,
Y ríase la gente.

                Resulta cuando menos curioso que un presidente regional, como Page, que dentro de su partido está considerado como del ala menos próxima a Podemos, haya sido el único que ha cerrado un pacto de gobierno con los de Pablo Iglesias y no solo de investidura. Eso, sin duda, habla de su habilidad política, que no seré yo quien se la niegue, pero a mi juicio también evidencia que, si bien el PSOE renunció al marxismo (de Karl) en el congreso extraordinario de 1979 que Felipe González forzó con su estratégica dimisión, Emiliano sigue practicando el marxismo (de Groucho) cuando conviene a sus intereses políticos personales y de partido, aunque él los disfrace de generales. Perfectamente sabe el “manchakari” que esta no es una región políticamente situada en la izquierda que defiende Podemos, a pesar de lo cual ha buscado un pacto con los morados como el sediento un oasis en el desierto, si bien, siguiendo el marxismo “grouchista”, en su reciente desayuno con la prensa ya habló de la previsible entrada de Ciudadanos en el próximo parlamento regional y tendió algunos puentes con los de Rivera, por si conviene cambiar el morado por el naranja.

Dejemos ya el desayuno toledano y vayamos con la despedida televisiva de 2017 para la que Page eligió este año como marco (incomparable, sin duda) Sigüenza. Lo primero, decir que le alabo el gusto porque Sigüenza siempre ha sido, es y será una buena elección. Pocas ciudades más bellas que ella hay, no solo en la región, sino en España entera. Pero dicho esto, tengo bien claro que si el presidente regional eligió la ciudad de Doncel para despedir el año, no es únicamente por tratarse de un bellísimo y turístico municipio regional, sino porque en sus cálculos electorales el partido judicial de Sigüenza va a jugar un papel muy importante para determinar la futura mayoría política de la Diputación Provincial, pero, sobre todo, porque es probable que, una vez más, la provincia de Guadalajara de a unos y quite a otros la mayoría en el parlamento regional. En ambas instituciones, parece evidente que, según coinciden la mayoría de sondeos demoscópicos, Ciudadanos va a ser decisivo, algo que Page sabe muy bien por lo que no descarten que, una vez aprobados los presupuestos regionales para 2018, comience a distanciarse de Podemos por cuestiones bastante más nimias que su desmañado apoyo al referéndum ilegal catalán. Se distanciará por eso y porque según esas mismas encuestas, al contrario que Ciudadanos, Podemos va pudiendo cada vez menos, lo que convierte a los morados en un ascua que cada vez calienta menos.

Aprovecho la ocasión para desear a todos los lectores de GD un feliz año nuevo, especialmente mucha salud pues, a partir de ella, podrán construir la felicidad, la paz, la prosperidad y todo cuanto anhelen.

               

 

 

 

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