Archive for marzo, 2024

Tres “ochaítas” que caben en un fardel

La poesía es una de esas cosas —perdón por cosificarla, llamémosla mejor “ámbito”, como la colección de poemas del Nobel del 27, Vicente Aleixandre— que aún necesitan un día al año porque el resto de los días están desplazadas, fuera de foco y atención, cuando no menospreciadas, o, lo que es peor aún, ignoradas. El adjudicado a la poesía es el 21 de marzo, el día en que comienza la primavera. Muy poética elección porque, como decía Antonio Gala, con esa sensibilidad epidérmica que poseía y transmitía, “en una rosa caben todas las primaveras”.

                Han querido las circunstancias, benditas ellas en esta ocasión, que hace unos días compartiera amistad, palabra, mesa y mantel con los tres últimos ganadores del Premio Provincia de Guadalajara de Poesía “José Antonio Ochaíta”, en sus ediciones de 2021, 2022 y 2023, a quienes ya considero amigos pese a que los he conocido personalmente después de obtener sus premios. Ellos son Jorge Pozo Soriano —Madrid, 1985—, Manuel Francisco Reina —Jerez de la Frontera (Cádiz), 1974— y Eduardo Herrera Baullosa —La Habana (Cuba), 1973—, tres grandes poetas que ya tienen un importante camino recorrido, tanto editorial como de éxitos en el mundo de los premios literarios. Sin ánimo —ni posibilidad, pues eso agotaría el espacio— de extenderme en otros importantes galardones por ellos logrados, baste decir que Jorge Pozo también fue ganador del XV Premio Internacional de Poesía Antonio Gala, que Manuel Francisco Reina mereció el XXXII Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma, y que Eduardo Herrera se hizo con el premio de la “World National Writers Union” en 2019, en Estados Unidos, país en el que reside y trabaja como médico y escritor, aunque su origen es cubano, si bien con raíces asturianas.

                Tuve el honor, y el placer, de formar parte de los jurados que concedimos a Jorge y a Manuel sus respectivos premios “Ochaíta” en 2021 y 2022 y, sin desvelar las deliberaciones pues son y han de ser reservadas, les aseguro que sus poemarios, titulados “Hogares impropios” y “Musa insumisa”, son dos piezas de arte mayor poético, y no por la extensión de sus versos, sino por su enjundia, voces personales y “temblor poético”, en feliz expresión del maestro Alberti, gaditano como Manuel y uno de sus referentes junto a otros tres poetas andaluces: Góngora, Juan Ramón Jiménez y Antonio Hernández. No he estado en el jurado que, en la edición de 2023, ha dado el premio “Ochaíta” a Eduardo Herrera, pero sí he tenido la oportunidad de leer su poemario ganador, titulado “Las locas piedras de Alejandra”, y puedo afirmar y afirmo que es una obra de auténtica categoría poética en la que hay un telón de fondo de dolor, por causa ajena, y depresivo, por propia, paralelo al de Alejandra Pizarnik, la gran poeta argentina considerada como la última surrealista. Y el creacionismo del chileno Huidobro también está en los versos de Herrera, como el conjunto de la tradición poética española, en la que bebe sin complejos.

Los tres últimos ganadores del premio Ochaíta de Poesía, junto a Jesús Orea

                “Hogares impropios” es un poemario que, pese a aflorar culturalismo en él, huye de “los novísimos” que lo pusieron en boga y apostaron por el pensamiento y la creación ajenos y despreciaron los propios. Jorge Pozo no huye de nada por esnobismo ni por extranjerofilia, sino que simplemente referencia su poesía —más bien metapoesía e, incluso, metafísica existencial— en musas griegas como Calíope, diosas como Mnemósine y atletas como Cleómedes, que están en nuestra propia tradición pues Grecia es parte notoria de nuestros cimientos culturales. Y en ese terrible Cléomedes, que hundió un colegio de niños, me parece ver la evidente vocación pedagógica de Jorge Pozo. Un gran poemario, sin duda, como también lo es “Escrito bajo las uñas”, con el que ganó el premio Antonio Gala.

                Manuel Francisco Reina es muy grande en todo lo que hace, algo que su porte ya avanza. Es un crítico literario con curriculum en los mejores culturales patrios, “Babelia” y ABC incluidos, experto en copla, novelista, guionista, dramaturgo y poeta de los buenos, de los que siempre les pilla la inspiración trabajando, como decía Picasso. Y perfeccionista donde los haya, algo que le honra, aunque nos impaciente a sus amigos que esperamos pronto de él un nuevo poemario. En “Musa insumisa”, la obra con la que ganó el Ochaíta en 2022, hay mucho tiempo y muchas emociones en transcurso. Su poesía es como él: sensible, brillante, honesta y profunda, y, como el agua tras la tormenta, busca los cauces y los ríos por los que llegar a la mar que, en su caso y al contrario del de las coplas de Jorge Manrique, no es el morir, sino el vivir. Andalucía, y especialmente, Cádiz y su viento atlántico y su luz mediterránea, están al fondo de su palabra, precisa y sentida siempre, dolida alguna vez y polivalente cuando quiere jugar, y juega, al escondite de sus emociones.

                El poemario de Eduardo Herrera Baullosa es también como él: sensible, no, lo siguiente, además de inteligente y brillante. Trasciende que se trata de una obra terapia, que pretende calmar el dolor (que ahora ya lo sé, pero no cuando lo leí) que supone ser testigo y acompañar el deterioro de su madre, enferma de ELA. “Las locas piedras de Alejandra” me parece un gran conjunto de piezas, pleno de sensibilidad y tono poético, con evidentes tintes creacionistas y muy bien traídos la inspiración y los exergos de Alejandra Pizarnik. Se me antoja una novela poética por su unidad temática, planteamiento, nudo y desenlace. Hay una historia completa detrás, profunda, muy profunda, y cercana, muy cercana; no son pinceladas poéticas o retazos sueltos. Puede que con él estemos ante el mejor poeta cubano de su generación.

                Pues con estos tres “ochaítas”, a quienes he querido rendir el mejor homenaje posible en el Día de la Poesía, como es hablar de su poética y difundirla, compartí mesa y mantel el viernes, 15 de marzo, en el restaurante “Fardel”, esa ya sobresaliente referencia gastronómica que está construyendo en el paseo de San Roque Nacho Padín, gran cocinero y mejor persona, se lo aseguro. De casta le viene al galgo. Nacho es un buen alcarreño con raíces gallegas y fardel es una voz castellana, de origen galaico, que significa el saco o la talega en la que se lleva alimento cuando se come fuera de casa (y que solían llevar los pobres, casi siempre vacío, todo sea dicho). Pues en ese fardel nos metimos, en vísperas del Día De la Poesía, mis tres amigos poetas, además de Renato, el marido de Eduardo Herrera —un productor brasileño de cine que irradia simpatía y dinamismo— y yo, que soy migrante en el país de la palabra. ¡Lean poesía, sentirán más y soñarán mejor! 

Medalla de plata castillera

Que Guadalajara es Castilla inmaculada —primera acepción de esta entrada en el diccionario de la RAE, o sea, que no tiene mancha—, es algo notorio, evidente, palmario, patente, incuestionable, indudable… aunque algunos se empeñen en referirse a nuestra provincia como manchega, eliminando hasta lo de castellana, incluso en medios de comunicación nacionales que de tanto estar errados, ya parece que también estén herrados. Por cierto, los sucesivos medios que ha dirigido Pedro J. Ramírez —Diario 16, El Mundo y ahora El Español—, se han llevado y llevan la palma en ello, algo inexplicable pues el susodicho va de redicho y divino por la vida, pontificando como si sentara cátedra, periodística por supuesto, pero no sé yo si no le gustaría cambiar la pluma por el báculo papal, aunque solo fuera por el protagonismo y el foco mediático que otorga… Pedro Jota, antes muerto que sencillo, vamos. Pero no inmaculado…

Esto de llamar manchega a la provincia de Guadalajara e ignorar, por desconocimiento o simple reduccionismo, lo de que fue, es y será castellana, es un hecho recurrente, ya cansino, pero que lamentablemente va a más, en vez de a menos, como debería suceder gracias al conocimiento que, para eso está, para ampliar saberes y enmendar yerros. De este asunto ya me he ocupado en unas cuantas entradas en este mismo blog y comprendo que a alguno que no le da ninguna importancia pueda parecerle repetitivo y aburrido, pero yo sí se la doy y, como el asunto no cesa, como el rayo del poemario de Miguel Hernández, pues me veo obligado a abordarlo periódicamente, aunque siempre procuro darle una perspectiva de fondo o una referencia de actualidad diferentes.

Castillo de Jadraque. Fotografía con dron. Nacho Abascal (Suite Alcarria)

Hoy voy a revindicar la indiscutible castellanía de Guadalajara precisamente con un dato que evidencia que es una de las más importantes tierras de castillos de la propia Castilla —que como territorio histórico se expande por las actuales regiones de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cantabria, La Rioja y Madrid— y del conjunto de España: en la superficie que ocupa nuestra actual provincia hay un total de 198 castillos o fortalezas, siendo la segunda de toda España en contener este tipo de fortificaciones. La primera es Jaén que tiene 237 y la tercera es Zaragoza con 183. Este hecho nos permite afirmar que Guadalajara es la provincia castellana con mayor número de castillos y fortalezas, aunque evidentemente —también lamentablemente— no todos presentan un buen estado de conservación y, en realidad, solo medio centenar lo ofrecen en grado aceptable. De hecho, el propio Colegio de Arquitectos de Guadalajara está trabajando, en colaboración con la Diputación Provincial, en un interesante proyecto de creación de una base planimétrica digital completay con la mayor precisión posible del conjunto de castillos de la provincia y ha incluido en él 49 castillos o torreones: 18 en la Alcarria, 6 en la Campiña, 10 en Molina de Aragón, 8 en el Alto Tajo, 2 en la Ruta del Cid —Atienza y Jadraque—  y  5 en las Serranías. Esta base de datos se está elaborando con vuelo de drones y técnicas de fotogrametría, que incorporan escáner láser y mallas 3D, fotografías y vídeos en alta definición (HD) y nubes de puntos. Todo ello permitirá tener planos y alzados de absoluto detalle de los castillos y fortalezas sobre los que se ha trabajado ya o se va a trabajar, con evidente utilidad para poder actuar en ellos en materia de restauración y conservación, así como para poderlos estudiar en mayor profundidad y divulgar con imágenes muy elocuentes e impactantes, incluso con la potencialidad de hacer tours virtuales de ellos. Poder conocer, estudiar y divulgar más y mejor los más importantes castillos de la provincia castellana de Guadalajara es, sin duda, un hecho del que congratularnos y por el que cabe felicitar a nuestro Colegio de Arquitectos y a la Diputación.

Pero si Guadalajara ocupa, digamos, la “medalla de plata” en la castillería española desde un punto de vista cuantitativo, también está muy arriba en el escalafón cualitativo pues algunas de nuestras fortalezas destacan en el conjunto del castillaje nacional. En algunos escalafones que, con mucha frecuencia, aparecen en los medios digitales para incitar al “bicheador” a entrar en ellos por curiosidad y así aumentar los ingresos por hits de la web que los publica, he comprobado que varios castillos de Guadalajara aparecen en ellos con recurrencia. Es, sobre todo, el caso del de Zafra, en Campillo de Dueñas, y al que la conocida serie internacional “Juego de Tronos” dio una visibilidad tremenda al grabarse en él unas escenas. La ficción quiso llevar a este espectacular castillo roquero de la Sierra de Caldereros la “Torre de la Alegría” de “Juego de Tronos” y se cuentan por centenares las personas que van a visitarlo por este motivo, algo que, por cierto, está incomodando a sus propietarios privados pues no permiten su acceso y algunos han intentado forzar la entrada. Otro castillo de la provincia vinculado a “Juego de Tronos” es el de Atienza, no porque allí se rodara escena alguna, sino porque la productora de esta serie, HBO, situó en 2019 ante él uno de los seis tronos de hierro que colocó en otros tantos países del mundo para promocionar la última temporada hasta ahora producida. Recordemos que el castillo atencino sí que fue el escenario natural elegido para filmar una mítica película, “Las troyanas”, con la gran Katharine Hepburn de protagonista. Otros castillos de la provincia que aparecen con alguna frecuencia como “más bonitos”, “más espectaculares” o “más curiosos” en esas relaciones que citaba son el de Jadraque, el de Molina y el de Sigüenza, este último, uno de los siete paradores nacionales ubicados en este tipo de fortalezas.

Guadalajara, medalla de plata en castillería y cuchara de madera —por utilizar el simbólico “premio” que se concede al equipo que no gana ni un solo partido en el trofeo de rugby de las seis naciones, que siempre será el de las cinco— para quienes ignoren nuestra inmaculada castellanidad. O sea, sin mancha.

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