Archive for junio, 2023

San Solsticio

Guadalajara, que, como ya he dicho muchas veces, es una ciudad desmemoriada en exceso y se tiene muy poca autoestima, ha venido perdiendo patrimonio en el tiempo, tanto material como inmaterial, de la misma manera que se le escapa el aire a los neumáticos cuando tienen un “pinchazo lento”, es decir, siempre se ha ido dejando en el camino parte del bagaje acumulado mientras lo ha recorrido. Porque la cultura, especialmente la patrimonial, tiene muchas definiciones, pero yo me quedo con la histórica de John H. Bodley: “La cultura es la herencia social, o la tradición, que se transmite a las futuras generaciones”, sin desdeñar esta otra definición, en este caso normativa: “La cultura son ideales, valores, o reglas para vivir”.

                De la pérdida de cultura material que ha sufrido Guadalajara, especialmente arquitectónica y monumental, quedan cicatrices o vacíos clamorosos en muchos rincones de ella pues hoy hay solares donde había antiguos palacios —como el del Cardenal Mendoza frente a Santa María o el del Vizconde de Palazuelos en la plaza de San Esteban, por citar solo dos ejemplos—, o mínimos restos de iglesias —como los hay de la antigua de San Andrés en el espacio que ocupara el popular “Bar Soria”, o de la de San Esteban en la plaza de Prim, a la entrada de Bardales, e incluso más notorios de la de San Gil, en la plaza del Concejo—, o ruinas maltratadas —como las del alcázar medieval, a cuyos muros de hormigón implantados ya han empezado a llegar las primeras pintadas, o las de la antigua fábrica de La Hispano, que lleva décadas pidiendo a gritos mudos convertirse en museo de automoción y aviación, en todo caso, de arqueología industrial—, o diálogos imposibles —como el del edificio de Ibercaja con la iglesia de Santiago, o el de la capilla de Luis de Lucena con su entorno, o el del macro-edificio de la plaza de Santo Domingo que es un ejercicio aún más de soberbia que de especulación—, o catálogos de mal gusto —como el que conforman los edificios de la Carrera, cada uno de una altura y unos materiales y conceptos constructivos diferentes—… A todos estos ejemplos que han brotado como si de una tormenta de ideas se tratase, cabe sumar dos retos patrimonialistas que tiene la ciudad a corto plazo: rehabilitar y acondicionar el conjunto de los edificios del Fuerte —que llevan muchos años esperando que la Junta aporte el dinero que ganó con el aprovechamiento urbanístico del Plan de Singular interés que ella misma decretó para el viejo cantón militar— y, no solo retejar los edificios y paralizar la ruina avanzada del histórico poblado de Villaflores como limitada y tardíamente se está haciendo, sino rehabilitarlos funcionalmente para que el histórico proyecto de Velázquez Bosco revierta en la ciudad como centro de actividad cultural, educativa y medioambiental que es lo que parecen proponer su singular arquitectura y ubicación.

De las pérdidas de cultura inmaterial que ha sufrido la ciudad también podríamos elaborar una extensa relación pues no son pocas las costumbres y tradiciones, los usos sociales o las prácticas y expresiones que han dejado de utilizarse, celebrarse o que han mutado tanto y/o se han contaminado de tal manera que son casi irreconocibles. Gran parte de este patrimonio intangible ha decaído por desuso pues, evidentemente, los tiempos, como las ciencias en “La Verbena de la Paloma”, “adelantan que es una barbaridad”, pero el que cambien las rutinas laborales y festivas de los hombres y las propias formas de vida, no debería implicar que sus usos y costumbres se entierren y desaparezcan, sino que se documenten, estudien, divulguen y conozcan. En este sentido, somos cada vez más importadores de cultural inmaterial —este es un mal común que no solo afecta a Guadalajara, sino a buena parte de España y de la vieja Europa— que nos llega a través de internet, el cine, la televisión, la prensa y, últimamente y sobremanera, las redes sociales, mientras que cada vez exportamos menos —obviamente no me estoy refiriendo a productos y servicios—, pese a que, en su día, el mundo llegó a ser casi Europa y, lo demás, tierra colonizada.

Así las cosas, me produce especial satisfacción ver que, tradiciones conquistadas, como es el caso del “Solsticio Folk”, que nació hace 23 años y no anduve yo muy lejos de aquel parto —por mi entonces condición de concejal de festejos—, siguen celebrándose y consolidándose. Este festival nació en la transición de los siglos XX al XXI con la intención de remarcar ese momento histórico con una cita cultural y festiva, ambientada en el magnífico e histórico parque de San Roque, con la que recibir el verano en el tiempo de su solsticio. “Fiesta en el parque entre el solsticio y san Juan” se subtituló aquella primera convocatoria de 2000, cuyo cartel acompaña este texto, porque queríamos unir el tiempo del año en que las noches son más breves y los días más largos con esa noche de las noches —“nochísima” podríamos llamarla ya que es superlativa— que es la de San Juan, tan señalada en tantos lugares del hemisferio norte y cuando la tradición sitúa la conquista de Guadalajara por Alvarfáñez de Minaya, una bonita leyenda cuya fuente es más literaria —el Mio Cid, por supuesto— que histórica. Aunque actualmente haya tres días de transcurso entre el solsticio y san Juan, en realidad esta fiesta cristiana es la del solsticio precristiano pues al adoptarse el calendario gregoriano en sustitución del juliano, tres fueron la deriva de los días que conllevó. Los dioses no emigran, no, querido Javier.

Termino ya diciendo que el “Solsticio Folk”, que organiza y patrocina el ayuntamiento de la capital desde su primera edición, viene contando en los últimos años con la activa y muy positiva colaboración del grupo folk “Las Colmenas” y de “La Tradición Oral” que tanto monta/monta tanto porque casi se solapan ambos colectivos. Isa Nolasco es quien, más que mover, los agita. Ella es la joven sonrisa de Guadalajara que tanto está haciendo por nuestra cultura tradicional, gracias a su quiero y puedo y al puedo y quiero de quienes trabajan con ella. De casta le viene. Decía André Malraux, y no es la primera ni será la última vez que lo cito, que “la tradición no se hereda, se conquista”. El “Solsticio Folk” es notoria prueba de ello y el buen trabajo de quienes están ayudando a convertirlo en tradición evidencia que el futuro no viene solo, hay que ir a buscarlo.   

Jueves y domingo de Corpus

                El Corpus Christi es una fiesta que, según la tradición española, hasta hace 33 años se celebraba en uno de los “tres jueves que relucen más que el sol”; los otros dos deslumbrantes días de Júpiter —de este dios romano deviene el nombre del cuarto día de la semana— en los que se celebraban solemnes festividades cristianas, eran Jueves Santo y el día de la Ascensión. Jueves Santo sigue cayendo en jueves, por razones obvias, pero tanto el día de la Ascensión como el Corpus pasaron a celebrarse en domingo, el primero desde 1977 y el segundo desde 1990. La decisión de que el Corpus dejara de celebrarse en jueves y pasara al domingo, al igual que ya ocurriera 13 años antes con la festividad de la Ascensión, la adoptó en 1990 la Conferencia Episcopal Española, justificándola así en una nota pública que fue emitida tras la celebración de la CXXXVII Reunión de su Comisión Permanente: “Los Obispos de España, con esta decisión, han pretendido evitar la inestabilidad de tan gran fiesta en algunos Calendarios autonómicos, hecho que influye negativamente en la práctica religiosa del pueblo creyente. Es claro que una festividad religiosa que no vaya acompañada del descanso laboral es difícil de celebrar desde los valores cristianos, y asimismo es difícil justificar y mantener el cumplimiento del precepto”.  La CEE respondió de esta manera al problema que se le planteó en años anteriores en algunas comunidades en las que el Corpus fue jornada laborable y no festiva. No obstante, el episcopado español dejó abierta la opción de que, en aquellas comunidades o ciudades en las que el Corpus tuviera una significación y tradición especiales, las procesiones eucarísticas y demás actos religiosos conmemorativos de esta solemne festividad pudieran seguir celebrándose en jueves, siempre y cuando la autoridad local o regional, dentro del cupo que les corresponde, declararan festivo el jueves. Es el caso notorio de Toledo y Granada. Como es sabido, en Castilla-La Mancha es festivo el jueves de Corpus desde 2011, si bien solo se celebra la procesión eucarística ese día en Toledo mientras que en el resto de ciudades y pueblos de la región esta solemnidad sigue conmemorándose en domingo. Podríamos hablar, por tanto, de la celebración de un jueves de Corpus por lo religioso y lo civil en Toledo y solo por lo civil en el resto de la región. Los caminos de la política, a veces, son aún más inescrutables que los del Señor.

Cofradía de los Apóstoles de Guadalajara con rostros, antes de la Guerra Civil. CEFIHGU. Fondo Camarillo

                El Corpus también ha sido un día tradicionalmente de fiesta mayor en Guadalajara. Aunque su existencia podría remontarse incluso al siglo XIII, la celebración del Corpus Christi en las calles de la capital está documentada desde 1454, año en que el consistorio adquirió unos “rostros” para la Cofradía de los Apóstoles que es la más antigua de cuantas tienen actividad en la ciudad y es la encargada de preceder al Santísimo en la procesión de este día, acompañada por niños y niñas que han hecho la primera comunión en el año. Aunque ahora quienes representan a Jesús y los 12 apóstoles desfilan con túnicas, maquillados y con pelucas, hasta 1936 salían en procesión con rostros, unas caretas de madera de gran tamaño con la imagen y el nombre del apóstol que cada uno representaba. En la Guerra Civil se perdieron la práctica totalidad de aquellos rostros —muchos de ellos destruidos por los propios apóstoles para evitar verse comprometidos ante la persecución religiosa vivida en aquellos difíciles momentos— por lo que, cuando se recuperaron la procesión del Corpus y la actividad de la Cofradía de los Apóstoles en la posguerra, se optó por maquillar, vestir con túnica y manto y poner peluca a los cofrades, costumbre que permanece.

                Cuando se trasladó el Corpus de jueves a domingo, en la Cofradía de los Apóstoles de Guadalajara se vivió una notoria crisis pues sus componentes preferían que la festividad se siguiera celebrando en su fecha tradicional del jueves. “No queremos ser apóstoles domingueros”, vino, incluso, a decir de manera irónica y expresiva, al tiempo que firme, algún apóstol. Hasta el entonces obispo de la Diócesis, don Jesús Plá, actualmente en proceso de beatificación, se reunió con la Cofradía para hacer ver a sus miembros que, como asociación de piedad popular sometida a los cánones de la iglesia, debían aceptar lo decidido por la Conferencia Episcopal, aunque supusiera romper una tradición. Visiblemente contrariada, la Cofradía no tuvo más remedio que someterse a lo determinado por la jerarquía eclesiástica, si bien aquel hecho devino en la baja de algunos hermanos y hasta en la dimisión del entonces hermano mayor, José de Pedro, muy disgustado, tanto por el cambio de fecha del Corpus como por la actitud levantisca y hasta la pérdida de formas de algún apóstol en el asunto del cambio de fecha. A José de Pedro le sustituyó durante un año Javier Borobia, quien devolvió voluntariamente la hermandad mayor a su predecesor en cuanto se calmaron las aguas, aduciendo que De Pedro era quien debía seguir ostentando ese cargo pues, además de ejercerlo adecuadamente, con autoridad, sentido común y ponderación, era el tercer miembro de su familia que lo detentaba ya que su padre, Pedro, y su abuelo, Marcelino, habían sido hermanos mayores con anterioridad. Curiosamente, la familia De Pedro es la titular del rostro de San Pedro. José de Pedro ha sido hermano mayor de la Cofradía de los Apóstoles durante varias décadas y hasta este mismo año en que, por razones de edad, ha decidido renunciar a serlo, proponiendo para sucederle a Diego Borobia, hijo de Javier y titular del rostro de Santiago Apóstol. Javier lo es de San Felipe, si bien quien le suple desde hace 13 años, por causa de su enfermedad, es su hijo mayor, Rodrigo. Cabe recordar que en la Cofradía de los Apóstoles la titularidad de los rostros se transmite de padres a hijos, prefiriéndose a los primogénitos. O sea, se trata de una herencia patrilineal. He sido miembro de la Cofradía de los Apóstoles durante 30 años y doy fe de que José de Pedro ha sido un gran hermano mayor y que ha ejercido el cargo con orgullo, honor, dignidad, responsabilidad y representatividad. Estoy absolutamente convencido de que su sucesor, mi querido hermano y amigo —a quien también siento un poco hijo— Diego, sabrá seguir el buen camino trazado por José. Tiene 33 años, la edad de Cristo, y nació en el año en que el Corpus pasó de jueves a domingo. 

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